Ética
trashumante en Paso del norte de Juan Rulfo. La migración como
trashumancia y viaje liminar
Transhumant
ethics in Juan Rulfo’s “Paso del norte”. Migration as transhumance and liminal
journey
Ética trashumante em “Paso del norte”
de Juan Rulfo. Migração como transumância e viagem liminar
Dra. Reyna Carretero Rangel
(Centro
Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, Universidad Nacional Autónoma
de México, México)[1]
Dr. Alberto Vital
(Instituto
de Investigaciones Filológicas, Universidad Nacional Autónoma de México,
México)[2]
Lic. Miguel Ángel Olvera
(Instituto
de Investigaciones Filológicas, Universidad Nacional Autónoma de México,
México)[3]
Fecha
de recepción: 18 de octubre de 2024
Fecha
de aceptación: 06 de diciembre de 2024
Creative Commons 4.0
Cómo citar:
Carretero
Rangel, R., Vital, A., & Olvera, M. A. (2024).
Ética trashumante en “paso del norte” de Juan Rulfo. La migración como
trashumancia y viaje liminar. Revista
Pares - Ciencias Sociales, 4(2), 229-246.
ARK CAICYT: https://id.caicyt.gov.ar/ark:/s27188582/y4ebrniy9
Resumen
En
este artículo abordamos la narración Paso
del norte, que forma parte del libro El
llano en llamas (1953), del escritor mexicano Juan Rulfo (1917-1986). El
relato aglutina la experiencia descarnada del tránsito humano desde tierras
mexicanas hacia Estados Unidos. La propuesta conceptual de la trashumancia se
pone al servicio de interpretar esta experiencia liminar de tránsito y
desarraigo de la tierra que nos ve nacer hacia donde se anhela llegar. El
concepto de trashumancia originado en su etimología latina trans-humus (cruce de tierras) se inscribe en la propuesta teórica
de la “hospitalidad-trashumancia”. De ese modo, puede emplearse como una
herramienta epistemológica que responda con mayor precisión a la experiencia
social contemporánea donde se mezclan la pobreza extrema y los desplazamientos
forzosos.
Palabras clave: Paso del norte, Juan Rulfo, ética
trashumante, trashumancia, migración forzada
Abstract
In this article we address the story “Paso del norte”,
which is part of the book El llano en
Llamas (1953), by the Mexican writer Juan Rulfo (1917-1986). The story
brings together the raw experience of human transit from Mexican lands to the
United States. The conceptual proposal of transhumance is put at the service of
interpreting this liminal experience of transit and uprooting from the land
that sees us born towards where we long to arrive. The concept of transhumance
originated in its Latin etymology trans-humus
(crossing of lands) is inscribed in the theoretical proposal of
“transhumance-hospitality”. In this way, it can be used as an epistemological
tool that responds more precisely to the contemporary social experience where
extreme poverty and forced displacement are mixed.
Keywords: Paso del
norte, Juan Rulfo, Transhumant Ethics, transhumance, forced migration
Resumo
Neste
artigo, abordamos a narração “Paso del norte”, que faz parte do livro El llano en Llamas (1953), do escritor
mexicano Juan Rulfo (1917-1986). A história reúne a dura experiência do trânsito
humano desde terras mexicanas aos Estados Unidos. A proposta conceitual da
transumância é colocada ao serviço da interpretação desta experiência liminar
de trânsito e desenraizamento da terra que nos vê nascer para onde desejamos
chegar. O conceito de transumância, originado em sua etimologia latina trans-humus (travessia de terras), faz
parte da proposta teórica da “hospitalidade-transumância”. Desta forma, pode
ser utilizado como uma ferramenta epistemológica, que responde mais
precisamente à experiência social contemporânea, onde a pobreza extrema e o
deslocamento forçado se misturam.
Palavras-chave: Paso del norte, Juan Rulfo, Ética da
transumância, transumância, migração forçada
Medina
Invadida de relojes que dirigen tus
pasos
ahora lentos, ora veloces.
Compremos estrellas y lunas matutinas
para iluminar esta ceguera eterna,
que imiten la risa en mi boca,
que encandilen mi alma.
Brújulas efímeras, mapas evanescentes,
murallas de Sésamo, que abren y cierran
para indigentes trashumantes.
(Reyna Carretero, 2009, p. 33).
Introducción
La propuesta teórica de la hospitalidad-trashumancia se ha
desplegado a partir de la emergencia de los flujos de migración forzada a
finales del milenio pasado. En esta travesía realizada en condiciones de suma pobreza material y
riesgo extremo, el
foco de la mirada está puesto en la experiencia de la persona que, ante el despojo de sentido y la
ausencia de caminos abiertos para poder continuar la vida, emprende la vivencia
de lo que en cinco textos se acuñó como “trashumancia”, –que en su etimología latina trans-humus, evoca el cruce de tierras–,
para encontrar de nuevo el sentido que es recuperado a través de la
hospitalidad.
En el cruce de tierras siempre existe el riesgo de caer, de
fenecer, por lo que la hospitalidad deviene indisociable para sobrevivir en
este paso al vacío, en nuestra búsqueda de sentido, donde una mano nos sostiene
y salva de la caída, recuperando así nuestras coordenadas de sentido en un
mundo, que para millones de personas ha devenido actualmente en un “mundo sin
lugar” (Carretero, 2009). “La hospitalidad deviene así indisociable de la
trashumancia, implicando al mismo tiempo el reconocimiento de la inviolable
dignidad humana” (Carretero, 2013, p. 16).
El concepto de trashumancia se desplegó inicialmente en la
obra Indigencia trashumante. Despojo y
búsqueda de sentido en un mundo sin lugar (Carretero, 2009), y se
complementó con el concepto de hospitalidad en el texto La comunidad trashumante y hospitalaria como identidad narrativa
(Carretero, 2012). Esta obra fue reseñada por el sociólogo mexicano Gustavo
López Castro (2014), pionero en el tema de la migración en América Latina.
En su libro anterior Indigencia
trashumante. Despojo y búsqueda de sentido en un mundo sin lugar, nos había
situado brutalmente en un mundo de desigualdad abismal entre los indigentes
trashumantes y quienes viven en el exceso, en un proceso de olvido,
indiferencia y ausencia de responsabilidad frente al Otro. Ese libro es
brillantemente deprimente, pues nos muestra una condición humana escindida del
amor, de la solidaridad y la corresponsabilidad, una abyección sin salida; y la
autora nos debía esa salida: y el libro de la Comunidad trashumante lo es. Con
una fina sensibilidad, producto de su intelecto y también de su corazón, nos
muestra como la responsabilidad por el Otro, pasa necesariamente por la ética
de la hospitalidad. (p. 310)
A estas dos obras les han sucedido el tercer texto titulado Atlas místico de la
hospitalidad-trashumancia (Carretero, 2013), que aboga por una
identificación sustancial entre los textos monoteístas del judaísmo,
cristianismo y el islam, en los que la hospitalidad y la trashumancia están
presentes, creando entre ellos una koiné,
una lengua “franca”. Se aborda, por ejemplo, el éxodo de Abraham, el patriarca
judío, o el mi’raj realizado por
Mohamed, profeta del islam, como nuevo fundamento para hablar de las actuales
“existencias en tránsito”. Se trata así de una nueva relación o koiné que puede quedar clara en el
siguiente señalamiento del filósofo Eduardo González Di Pierro (2014):
[se] descubre una nueva koiné en este
binomio de hospitalidad-trashumancia ( … ) que constituye una
auténtica propuesta para superar las aparentes diferencias entre las
religiones, sus libros sagrados, sus expresiones dogmáticas, propugnando, en
cambio, una concentración en los muchos puntos comunes que existen entre ellas
y que son muchos más de lo que cualquiera supondría ( … ) Por
supuesto se trata de un misticismo sui
géneris, fundado en la experiencia mística originaria y común a los seres
humanos, independientemente de la adscripción religiosa o la cosmovisión que
posean, de ahí que absuelva de manera impecable esa función de koiné. (p. 77)
Le sigue en este cuarto
abordaje la Ultraestructura trashumante.
Una gramática de la hospitalidad (Carretero, 2016). Ultraestructura es
un concepto original tomado del filósofo francés Michel Serres, que alude al
“flujo emitido por las cosas consideradas de manera extrema: suinmo de corpore [flujo corporal],
fórmula empleada ocho veces en cuarenta versos [De rerum natura, Lucrecio]. La superficie es extremo, es una cara
exterior” (Serres, 1994, p. 60). En razón de esto, la obra previamente
mencionada propone “una estrategia para enfocar la interrelación social en sus
múltiples intersticios, a manera de esporas” (Carretero, 2016, p. 72). Cabe
señalar que este texto presenta un glosario de los conceptos derivados de las
obras sobre la hospitalidad-trashumancia, titulado “Planómeno trashumante”,
evocando el concepto de Gilles Deleuze, quien señala que el planómeno es “una mesa, una planicie,
una sección. Es un plano de consistencia o, más exactamente, el plano de
inmanencia de los conceptos” (Deleuze & Guattari, 1992, p. 39). Y podemos
agregar que: “gracias a su movimiento, nos permite
continuar nombrando nuestra experiencia existencial cuando tocamos los límites
de la cordura, del sentido; cuando se nos presenta precisamente la
imposibilidad de nombrar nuestra vida, esto es: habitarla” (Carretero, 2016, p.
36).
En la última y quinta entrega de esta especie de saga
teórica, la obra Dolce Convivio.
Composibles del trashumante urbis (Carretero, 2021), da cuenta de los
componentes de la hospitalidad tales como: la ensoñación, la ternura, la
dulzura, la responsabilidad y el cuidado, en su calidad de “composibles”,
basándose en los “mundos composibles” de Leibniz: “entre todos los mundos
latentes, solo alguno de ellos podrá aspirar a la existencia: aquel que realice
el máximo de continuidad, los restantes quedarán en calidad de incomposibles”
(Carretero, 2021, p. 23). La filósofa mexicana Rosario Herrera Guido así los
describe:
Desde el principio, Carretero pregunta a los trashumantes: ¿a
qué vienen a la ciudad dantesca? Y responde, en compañía de
Derrida: “Preferimos la vida. Porque arriesgando la vida la conservamos. La
vida para amar y dar hospitalidad” ( … ) Y donde la
actualización de la dulzura helénica deviene ética de la
hospitalidad, como condición de la apertura y armonía con el otro;
dos conceptos que, al lado de Serres, sostienen la ultraestructura, a
diferencia de los conceptos marxistas infraestructura y superestructura, la
base material de existencia y su reflejo en el pensamiento ( … ) Por
ello, tras las huellas de Leibniz y Serres, nuestra filósofa y poeta se
encuentra con los composibles del
trashumante: la ensoñación, la ternura, la dulzura, la
hospitalidad, la responsabilidad y el cuidado, condiciones que posibilitan la
convivencia en la ciudad celeste, soñada,
epifanía (επιφάνεια),
acontecimiento y acaecimiento de la ciudad deseada, en la que la ética de
la hospitalidad surja como principio del amor civil, para hacerse cargo de la
libertad y la acción. Ahí donde la ciudad deviene hogar, casa
habitable, que permite la armonía entre la identidad y la alteridad, el
sí mismo y los otros, la mismidad y la otredad, la inmediatez y el
infinito. (Herrera Guido, 2021, pp. 118-122)
Esta experiencia de
hospitalidad-trashumancia está representada fielmente en el relato Paso del norte del escritor mexicano
Juan Rulfo, por lo que nos proponemos llevar a cabo esta relación de orden
interdisciplinario entre una propuesta teórica sociológica y una de las obras
literarias más reconocidas de la literatura hispana, con el fin de reconocer la
pertinencia conceptual de la propuesta de la hospitalidad-trashumancia. Esta
relación interdisciplinaria entre la sociología y la literatura ya se ha
abordado, por ejemplo, en Démian Pavón (2019):
La propuesta de comprender a César Moro como un trashumante
abre una ventana de oportunidades para comprender mejor no sólo la vida
del poeta, y sus poemas, sino las estructuras (artísticas, culturales,
económicas, políticas) que condicionaban al peruano, al tiempo que,
eran modificadas por él y los surrealistas. La trashumancia supone no
cerrar el camino a las explicaciones teóricas paralelas, es una
categoría de análisis amplia que comprende la complejidad. Ejemplo
de ello, es el recurso utilizado por Carretero, que parte de Deleuze: el
planómeno. Este es una especie de glosario teórico que permite
ampliar los conceptos relativos a la trashumancia, mismos que servirán en
determinado momento para dos cosas: explicar fenómenos puntuales (como la
errancia sin fin, actantes móviles, ciudades trashumantes,
etcétera) así como “blindar” teóricamente mi
investigación para ceñirme directamente a mis propuestas y no
conducirlas a otros ámbitos. (p. 812)
Paso del norte
El relato Paso del
norte consta por primera vez en la edición original de El llano en llamas, publicada en 1953 con el título El llano en llamas y otros cuentos, bajo
el sello del Fondo de Cultura Económica (FCE). A pesar de que forma parte de
los quince cuentos que integraron la primera edición, Paso del norte fue uno de los textos que no había sido dado a
conocer por Rulfo previamente en revistas u otros medios (Perus, 2016, pp.
11-12). En suma, como nos recuerdan Ramírez Méndez (2022, p. 215) y Perus
(2016, p. 12), el relato fue omitido en la reedición (1970) de El llano en llamas en la Colección
Popular del FCE, originalmente de 1969; posteriormente, Paso del norte vuelve a aparecer, aunque recortado, en la Colección
Tezontle del FCE en 1980. Estas modificaciones le dan un carácter ambiguo al
lugar del relato en la cuentística general de Rulfo (Ramírez Méndez, 2022, p.
215).
Dicho carácter es reforzado por la laxitud expresamente
indicada por el autor frente a tales modificaciones editoriales, ya que, en
alguna oportunidad, al reflexionar sobre el proceso creativo en la literatura,
Rulfo postuló el fin de la responsabilidad del escritor sobre el texto una vez
dado a conocer, lo que entregaría mayor poder sobre el manejo de sus obras al
criterio de los editores (Rulfo, 2016a, pp. 99-103). No obstante, a ojos de la
crítica, Paso del norte posee un
lugar preeminente en la narrativa breve del autor jalisciense, fundamentado
inicialmente en su publicación desde la edición original de 1953 y fuertemente
acentuado en la actualidad con base en la tematización del drama migrante
mexicano hacia los Estados Unidos de América y su consecuente violencia, asunto
suscitado desde mediados del siglo XX y agudizado en nuestros días (Ramírez
Méndez, 2022, pp. 215-216).
Paso del norte se despliega mediante parlamentos
entre dos personajes –padre e hijo– en 73 de los 74 párrafos. El choque se debe
a la urgencia de emprender un desplazamiento territorial en busca de mejores
condiciones laborales para paliar el hambre y las carencias a las que el hijo y
su familia se encuentran sometidos. Los parlamentos tienen lugar en dos
momentos: antes y después del viaje. En ellos, el hijo narra las terribles
experiencias en la frontera norte mexicana: Paso
del norte es el nombre original de la ciudad conocida hoy como Ciudad
Juárez, urbe que se ubica a la orilla sur del río Bravo o río Grande.
La biografía de Juan Rulfo nos indica que su padre se hizo
migrante, trashumante, en 1920, cuando el niño apenas contaba tres años.
Seguramente la sensibilidad infantil captó muy tempranamente esta experiencia
familiar, que dejó sola a la madre, María, y a tres niños. Cartas cuentan cómo
Cheno, Juan Nepomuceno Pérez Rulfo, emprendió un largo camino que se mostró
casi de inmediato como una tortura infligida por la escasez económica de un
México en plenos desbarajustes como consecuencia una Revolución aún
inacabada.
Yo me vine de Piedras Negras por los motivos que ya más
tarde le informaré. Vivo con mi compadre y estoy haciendo la lucha por
colocarme en algo. Está muy difícil aquí y quizá sea necesario internarme más
al centro de E. U., pero como no tengo dinero, necesito trabajar en lo que se
presente. (Vital, 2017, p. 70)
Trashumancia
El concepto de trashumancia
intenta comprender la salida, el cruce, la búsqueda y el retorno de una tierra
a otra, mientras que migración tiende
a centrarse en el momento de la salida y a no dar cuenta de lo que pasa
después. En la trashumancia, hay un momento de partida y luego se intenta
permanecer, habitar el nuevo lugar. En muchos casos esto no es posible, y
entonces la búsqueda se vuelve infinita. Ello se advierte en el protagonista de
Paso del norte, cuyo final,
efectivamente, deja comprenderse justo cuando se piensa en una búsqueda
infinita, interminable.
El
migrante, viajero in extremis o no
viajero en absoluto, experimenta la circularidad trashumante, el continuo ir y
venir, ya sea de la tierra que lo vio nacer hacia donde anhela llegar o bien
emprende el camino a lugares más lejanos, lanzándose así a la errancia sin fin, evocando el título del
texto de Juan García Ponce. (Carretero, 2012, pp. 11-12)
A través del concepto de trashumancia
se desmantela la arraigada creencia de que es solamente el “otro”, el
“pobre”, el “marginado”, el “sin papeles”, quien se encuentra en este tránsito
forzado; por el contrario, este concepto nos permite reconocer que la humanidad
está inmersa en ella desde sus diferentes espectros: ya sea como desplazamiento
forzado, laboral, por guerras civiles y religiosas, catástrofes ambientales y
también como turismo masivo. Estas condiciones contemporáneas nos colocan hoy en
lo que se ha denominado La comunidad
trashumante y hospitalaria como identidad narrativa (Carretero, 2012).
La
comunidad trashumante se revela como un fenómeno que compartiendo las
manifestaciones de la actual revolución móvil las trasciende en un punto fundamental:
su potencial incluyente; en ella estamos potencialmente todos ( … )
Camina en los pasos de millones de tránsfugas y dislocados que se filtran en
las fronteras porosas y recorren los desiertos mares, esos espacios huecos
“trans”, translocales, transmodernos, tránsito puro, flujo incesante de horas
ancestrales y transactuales, eternas, a contracorriente de los muros que
pretenden detener su paso. (p. 41)
La comunidad trashumante y hospitalaria nos llama a
reconocernos de “otro modo posible”, en este caso en las cualidades de una
comunidad que hoy se manifiesta a modo de torrente, impidiendo ignorar su
potencia transformadora de predominantemente sedentarios a trashumantes, para
ello seguimos Proust:
reconocer
a alguien nuevo en nosotros mismos, y más aún, identificarlo, esto es, pensar
en dos cosas contradictorias en una misma definición: por una parte, admitir
que lo que estaba ahí, el ser que recordamos ya no está, y lo que está es un
ser que no conocemos. Esto implica tener que pensar un misterio casi tan
turbador como el de la muerte. (1927, p. 246)
Un cambio de casa alude a un “discurso sobre el alma que se
representa como una fuerza inmortal y al mismo tiempo trashumante, que
atraviesa elementos o esferas” (Sloterdijk, 2001, p. 90). La transmigración,
como la trashumancia, implica una reflexión sobre la vida y la muerte, en una
palabra: metoikoi, etimología griega
que denota:
la
mudanza de casa, el cambio de domicilio, el traslado a otra forma de estar en
sí, entendida como metáfora de la muerte y título de la última metamorfosis,
entraña una alusión a la honda movilidad de la existencia humana que está más
implicada como cambio de lugar a la misma escala y en el mismo elemento. Quien
se muda “de aquí a allá”, no es sólo un turista y viajante, sino un cambista de
elementos, un emigrante entre diversos estados físicos o dimensiones del ser.
(Sloterdijk, 2001, p. 89)
Historias ancestrales y actuales nos enseñan que la
hospitalidad se vuelve indisociable de la trashumancia; implica el
reconocimiento de la inviolable dignidad humana más allá de las apariencias y
de los juicios limitados. Somos sujetos unidos a la Otredad. La Otredad refleja
nuestro habitante fronterizo, liminar: “somos ese ente que existe, que sale
fuera de sí para construir su destino humano” (Kamaji, 2003, p. 64).
Esta condición humana trashumante demanda una hospitalidad
que la resguarde, que la acompañe en la travesía, muchas veces hecha ordalía,
como la realizada por Agar, esa atleta trashumante bíblica, cuando
sorpresivamente se ve abandonada en medio del desierto mientras lleva al
primogénito de Abraham en brazos: “Y como Sarai la afligía, ella huyó de su
presencia. Y la halló el ángel de Jehová junto a una fuente de agua en el
desierto. Y le dijo: Agar, ¿de dónde vienes tú, y a dónde vas?” (Biblia
Latinoamericana, Génesis 16: 1-16). Estamos ante una imagen ancestral del
exiliado, modelo del ser humano expulsado del vientre materno desde su
nacimiento, desarraigo original que se repite a lo largo de la existencia:
El
encontrarse en el destierro no hace sentir el exilio, sino ante todo la
expulsión. ( … ) Peregrinación entre las entrañas esparcidas de una
historia trágica. Nudos múltiples, oscuridad y algo más grave: la identidad
perdida que reclama rescate ( … ). A pique en el borde de un abismo
llano, allí donde no hay camino, donde la amenaza de ser devorado por la tierra
no se hace sentir tan siquiera, donde nadie le pide ni le llama, extravagante
como un ciego sin norte, un ciego que se ha quedado sin vista por no tener a
dónde ir. (Zambrano, 1990, pp. 32-33)
Este desgarro primigenio demuestra que somos trashumantes
íntimamente necesitados de hospitalidad para cruzar las tierras, como lo narra
el influyente relato de la mitología griega, latina y etrusca sobre la barca de
Caronte, ese Χάρων (Khárôn, brillo intenso) que transporta a las sombras errantes de los
muertos recientes de un lado a otro del río Estigias o Aqueronte a cambio de un
óbolo para el peaje. Sin esta hospitalidad para atravesar estaríamos destinados
a la errancia sin fin durante cien años por la ribera del río; de ahí que sea
indispensable que los cuerpos sean enterrados con una moneda bajo la lengua y
con los debidos honores. Las leyes de la hospitalidad y la dignidad nos
posibilitan habitar la vida, encontrar su “lugar en el cosmos” (Scheler, 2000)
para nuestro eterno “ser sin lugar”, como resume el siguiente poema:
El
ser sin lugar
Escondido
en el espacio “vacío”,
El
ser sin lugar
Habita
lo inhabitable.
El
lugar codiciado, el refugio anhelado,
Ahí
no está él,
Huye
para no ser visto.
Fuga
continua en su tiempo laberíntico,
En
su laberinto de tiempo.
¿Cuándo
llegaré? ¿A dónde llegaré?
(Carretero,
2009, p. 96).
La trashumancia ha sido una constante en la
literatura de héroes, profetas, santos y devotos; sin embargo, la necesidad de
partir y el impulso a la huida es común a todos, y se inicia así el viaje del héroe
trashumante, en diferentes escalas: “El viaje del héroe trashumante
contemporáneo va en algunos casos desde la certeza de su geografía cotidiana
hasta la poligeografía errante, donde el monomito de la aventura mitológica del
héroe deviene en multívoco ( … ) se trastoca, fragmentando las
coordenadas de sentido” (Carretero, 2012, p. 67).
El fundamento gnoseológico de la trashumancia
hunde sus raíces en el juego pendular de la vida y la muerte; la salida al
mundo, el éxtasis, nos instala en la movilidad íntima. Revela de manera
diáfana la noción de transmigración, que nos permite imaginar “ese trifásico de
entrada, travesía y salida del mundo físico. Preexistencia, existencia y
posexistencia son los grandes estadios del ser como alma, entre los que la metoikesis ha de servir de mediación”
(Sloterdijk, 2001, p. 90).
La exigencia íntima de “poder ser”, a través de
la trashumancia se une a lo que Heidegger (2007) llamó
el “ser relativamente a la muerte” como acción de “precursar” que se revela
como la posibilidad de comprender el acto más peculiar y extremo de la búsqueda
de identidad y sentido en el mundo: arribar a una “existencia propia” (p. 286). Sloterdijk lo ha expresado en el mismo sentido como
“el traslado de morada”, un tránsito desde aquí a allá presupone que el mundo,
como solución de continuidad entre Dios y hombre, se difumine hasta su
anulación” (2001, p. 96).
Es así que nuestra condición trashumante se
fragua aún antes de nuestra concepción, como si fuéramos predominantemente pasajes,
“tránsitos”. Lo que nos permite arribar a la conciencia de este estadio
pre-existencial, “precursor”, que abre la ruta y posibilita la existencia en el
mundo, es la muerte. La hospitalidad deviene en condición sine qua non para subsanar el peaje del cruce
de tierras, puentes y caminos, para abrir la puerta a la “posibilidad
irrebasable” de la que habla Heidegger:
“el ‘precursar’ abre a la existencia como posibilidad extrema la renuncia
a sí misma y de esta manera rompe todo aferrarse a la existencia”, transitando
de este modo al “estado de abierto” de “descubierto” (2007, pp. 287-288). Apertura trascendental de la propia morada, de eso que
llamamos nuestra casa.
Heidegger
llama “posibilidad irrebasable” al extremo de los límenes que
habitan en el ser humano y nos convierte en lo que Sloterdijk llama “atletas de la desesperación”, quienes “se arrojaban al
calabozo de Dios para, en una carrera con la muerte, haber hecho una completa
penitencia ya antes del fin
físico” (2001, p. 186). Bienaventurados quienes están en camino de
atravesar la última frontera:
Los
bienaventurados están en medio del mundo como rehenes, retenidos bajo cualquier
aparente causa sufren ( … ) Mas son hombres en quienes la condición
humana se especifica desde la lograda identidad ( … ) Seres que han
logrado la identidad y que la llevan ostensiblemente a modo de un sello que les
hace discernibles, haciendo asequible así su misteriosa vida. (Zambrano, 1990,
pp. 66-67)
La trashumancia como crisis de
identidad
Estudiar el fenómeno de la trashumancia con todos sus
matices en el México contemporáneo deviene una asignatura de las ciencias
sociales y de las humanidades no solo pertinente, sino urgente. Ahora bien, el
análisis de las causas de los movimientos trashumantes desde México hasta el
norte, los Estados Unidos de América, nos exige reunir perspectivas, estudios,
análisis, datos duros e interpretaciones en una relación epistemológica tan
intrincada –y, al mismo tiempo, indispensable como fundamento para conocer el
lugar de la hospitalidad y la ética trashumantes en la compleja relación
México-Estados Unidos– que resultaría imposible siquiera abordar sus pormenores
básicos en un espacio que compete a una reflexión en el fenómeno literario.
Dos tipos de crisis de identidad
Podemos distinguir dos tipos de crisis de identidad, aunados
a la condición humana trashumante; el marco de referencia es el conflicto
planteado entre el hombre que decide migrar al norte y su padre, quien no
quiere asumir el encargo del primero de cuidar a su esposa y a sus hijos (vale
decir, nuera y nietos del segundo). La primera clase de crisis apunta a un
desarraigo de tipo familiar. La unidad del núcleo familiar se ve resquebrajada
por la necesidad económica, apurada por las carencias que este hombre –se
infiere joven– sufre, junto a la familia que ha constituido, ante el fracaso de
su desarrollo económico, de tipo rural, el cual los ha llevado a padecer
hambre.
Esta ruptura –familiar y económica– pasa por un agravamiento
todavía más delicado ante la negativa que el padre expresó desde tiempo atrás
por legar sus conocimientos y capacidades de negocios a su descendiente. De
este modo, en el inicio de Paso del norte
se nos presenta el rostro más lacerante de la trashumancia, consecuencia
natural del conflicto familiar planteado:
––Me voy lejos, padre; por eso vengo a darle el aviso.
––¿Y
pa ónde te vas, si se puede saber?
––Me
voy pal Norte.
––¿Y
allá pos pa qué? ¿No tienes aquí tu negocio? ¿No estás metido en la merca de
puercos?
––Estaba.
Ora ya no. No deja. La semana pasada no conseguimos pa comer y en la antepasada
comimos puros quelites. Hay hambre, padre; usté ni se las huele porque vive
bien.
––¿Qué
estás ahí diciendo?
––Pos
que hay hambre. Usté no lo siente. Usté vende sus cuetes y sus saltapericos y
la pólvora y con eso la va pasando. Mientras haiga funciones, le lloverá el
dinero; pero uno no, padre. Ya naide cría puercos en este tiempo. Y si los cría
pos se los come. Y si los vende, los vende caros. Y no hay dinero pa mercarlos,
demás de esto. Se acabó el negocio, padre. (Rulfo, 2016b, p. 213)
Podemos distinguir una característica temática y una
estructural en este inicio del diálogo. Una y otra sugieren la preocupación del
autor por buscar una identidad personal y colectiva allí donde no parece haber
condiciones para establecerla, ante el desplazamiento forzado. La crisis
familiar comienza ante aquello que el editor español de Rulfo, José Carlos
González Boixo, denomina “la miseria de la tierra” (2018, p. 160). Los
campesinos se encuentran tan apegados a sus tierras y a sus recursos que su
abandono deviene en una crisis de identidad.
Aun así, la trashumancia lacerante se vuelve una necesidad
de primera mano. Esto provoca una ruptura crítica del individuo trashumante con
la ideología y caracterización tradicionales y familiares de su contexto
familiar y social. Dicho proceso de quebrantamiento se explica por completo con
base en el fracaso de las políticas posrevolucionarias y su consecuente
incapacidad para reivindicar la justicia para el mundo rural mexicano.
Se alcanza entonces el patrón básico de la tragedia griega:
hay dos posibles decisiones y ambas son igualmente desgarradoras, como le
sucede a Antígona. De este modo:
la protesta está presente en toda la obra
de [Juan] Rulfo: en su mundo siempre trágico, en los personajes que, al
contarnos sus desdichas, están clamando contra la injusticia. La protesta
subyace al mostrar esa humanidad desgarrada por la violencia
y la soledad. (González Boixo, 2018, p. 163)
El segundo elemento que da cuenta de la trashumancia como
necesidad reside en los argumentos con los que el hijo justifica su travesía
ante la incomprensión del padre. Estas particularidades lingüísticas develan
las estructuras profundas de tipo argumentativo que se asoman en una
conversación cotidiana de constataciones, narraciones o descripciones. Dichas
estructuras detonan acciones del emisor –el hijo– y resultan inaprehensibles para
el receptor –el padre–, a pesar de respaldarse por una serie de razonamientos (lógos), que se encuentran en el punto
preciso con la emoción (páthos) y
constituyen así un tipo de acto de habla de segundo orden, que trasciende el
plano de la enunciación y se traduce en acción concreta (Vital & Barrios,
2021, pp. 8-11).
Para explicar la incomprensión, debemos situar los actos de
habla en el contexto socioeconómico y familiar de carestía que en pocas
palabras los personajes dieron a conocer. Como explica González Boixo, “no hay
posibilidad de comunicación; incluso entre los seres más allegados se muestra
esta incomprensión y aislamiento” (2018, p. 165). Tanto el padre como el hijo
demuestran tener las capacidades suficientes para fundamentar y defender sus respectivas
posturas ante la inminente partida del hombre joven. Por un lado, el próximo
trashumante no solo alega ante su padre la necesidad económica y el hambre que
padece junto con su familia, sino que también ve en la búsqueda de trabajo y
recursos económicos en el vecino país del norte la oportunidad idónea para
mejorar su situación y su condición en la comunidad. Su modelo es un personaje
llamado Carmelo, quien
volvió
rico, trajo hasta un gramófono y cobra la música a cinco centavos. De a parejo,
desde un danzón hasta la Anderson esa que canta canciones tristes; de a todo,
por igual, y gana su buen dinerito y hasta hacen cola pa oír. Así que usté ve;
no hay más que ir y volver. Por eso me voy. (Rulfo, 2016b, pp. 213-214)
Esta justificación demuestra el cambio de paradigma
económico y cultural que el hombre joven persigue, con una perspectiva enfocada
en la posibilidad que ofrecen los avances tecnológicos –su inserción y
aplicación en las dinámicas y quehaceres tradicionales, rurales– en favor del
enriquecimiento de la comunidad local y su diversificación de actividades
socioculturales. Al mismo tiempo, demuestra el compromiso del personaje con el
eventual regreso a su tierra, es decir, otorga un carácter transitorio,
temporal, a su partida, y nunca deja de velar por su familia (compromiso y
responsabilidad pocas veces presentes en los personajes de la narrativa de
Rulfo; valga mencionarse en este espacio otro ejemplo característico: Justino,
en ¡Diles que no me maten!; 2019).
Por otra parte, el padre también echa mano de las
herramientas necesarias en su discurso para justificar la negativa ante su hijo
para cuidar de la nuera y los nietos. El estado de agotamiento físico y
emocional en el que se encuentra deviene de condiciones de precariedad económica
y social que ha sufrido a lo largo de su vida –jornadas extenuantes de trabajo
casi sin descanso y los fallecimientos, se entiende, prematuros, de su esposa y
su otra hija–, condiciones que procura equiparar a la situación del hijo
decidido a trashumar en busca de una mejor vida individual y familiar.
No obstante, las posiciones de ambos dialogantes encuentran
sus fundamentos más fuertes y sólidos en el ámbito emocional –aquellos ya
aludidos razonamientos que se encuentran en el punto preciso con el sentimiento–,
que trasciende el plano de lo meramente económico y expone la necesidad que
tanto el padre como el hijo tienen de pertenecer a ese núcleo familiar,
indispensable para el pleno desarrollo del individuo:
me voy entristecido, padre, aunque usté no lo quiera creer,
porque yo quiero a mis muchachos, no como usté que nomás los crió y los corrió.
–Apréndete esto, hijo: en el nidal nuevo, hay que dejar un
güevo. Cuando te aletié la vejez aprenderás a vivir, sabrás que los hijos se te
van, que no te agradecen nada; que se comen hasta tu recuerdo.
–Eso es puro verso.
–Lo será, pero es la verdá.
–Yo de usté no me he olvidado, como usté ve.
–Me
vienes a buscar en la necesidá. Si estuvieras tranquilo te olvidarías de mí.
Desde que tu madre murió me sentí solo; cuando murió tu hermana, más solo;
cuando tú te fuiste vi que estaba ya solo pa siempre. Ora vienes y me quieres
remover el sentimiento; pero no sabes que es más dificultoso resucitar un
muerto que dar la vida de nuevo. Aprende algo. Andar por los caminos enseña
mucho. Restriégate con tu propio estropajo, eso es lo que has de hacer. (Rulfo,
2016b, p. 216)
La sabiduría y experiencia de vida del padre –constantemente
sintetizadas en sus refranes, consejos y analogías– se contraponen a las
perspectivas del hijo, si bien ambos se han encontrado en situaciones
económicas precarias y apremiantes –el padre, en el pasado; el hijo, en el
presente de la narración. Es así como la identidad individual se diluye ante el
resquebrajamiento del núcleo familiar, provocado por la carestía material en
que ha incurrido el fracaso del modelo económico y social del que ambos
personajes forman parte.
De este modo, abordamos el segundo tipo de crisis de
identidad, derivada del proceso de trashumancia al que el personaje se ve sometido.
Este caso consiste en una “despersonificación” del individuo y su consecuente
sometimiento a una autoridad de tipo pragmática (Vital, 2014, p. 135), actitud
de sumisión derivada de un proceso trashumante carente de hospitalidad y
enfocado en el lucro:
De
los ranchos bajaba la gente a los pueblos; la gente de los pueblos se iba a las
ciudades. En las ciudades la gente se perdía; se disolvía entre la gente. «¿No
sabe ónde me darán trabajo?». «Sí, vete a Ciudá Juárez. Yo te paso por
doscientos pesos. Busca a fulano de tal y dile que yo te mando. Nomás no se lo
digas a nadie». «Está bien, señor, mañana se los traigo». (Rulfo, 2016b, p.
217)
Rulfo resume el drama del movimiento migratorio con una
mínima intervención del hasta entonces inexistente narrador, la única del
texto. A la vez, formaliza el contexto del personaje en tránsito. El narrador
no requerirá tomar la palabra nuevamente, ya que, con base en una participación
activa, el lector asumirá que el diálogo subsecuente –en el que el receptor casi
desaparece y se limita a obedecer la seguidilla de indicaciones del emisor–
escenifica una situación muy general de las personas en trayecto migratorio. Al
mismo tiempo, se contextualiza la situación específica por la que el personaje,
el hijo innominado, pasó en su camino hacia el vecino país.
La única posibilidad de este trashumante para restituir su
identidad, aunque sea levemente, será gracias a la “hospitalidad” que le brinde
el agente migratorio mexicano, esto es, compatriota, “paisano”. El hijo falla
en su intento de cruzar el río, y su compañero muere acribillado por las balas
que les llegaban del “otro lado”. ¿Esto hace sospechar al agente que el
protagonista del relato habría matado al otro migrante? En todo caso, el
representante de la autoridad se torna violento y denigra, todavía más, al
individuo que en todo momento se vio en franca desventaja.
No obstante, la capacidad para argumentar por parte del
migrante se hace presente otra vez –ahora en forma de narración: relata cómo su
compañero y él fueron atacados y les fue imposible cruzar la frontera– y logra
apelar a la bondad, única forma posible de hospitalidad en esta situación, del
agente:
––Les voy a hablar a Ojinaga pa que recojan a tu amigo y tú
prevente pa que regreses a tu tierra. ¿De dónde eres? No debías de haber salido
de allá. ¿Tienes dinero?
––Le quité al muerto este tantito. A ver si me ajusta.
––Tengo
ahi una partida pa los repatriados. Te daré lo del pasaje; pero si te vuelvo a
devisar por aquí, te dejo a que revientes. No me gusta ver una cara dos veces.
¡Ándale, vete! (Rulfo, 2016b, p. 219).
Se trata, en suma, de un fracaso de la hospitalidad y de una
consiguiente pérdida de la dignidad del migrante-trashumante: “No me gusta ver
una cara dos veces” resume con gran eficacia literaria la despersonalización
del personaje. También lo hace el “¡Ándale, vete!”, que será el primer empujón
para que el protagonista sufra una “búsqueda infinita”, un tránsito permanente:
el tránsito como negación del viaje y como predominio del mero traslado sin
auténtico viaje.
Otro padre, otro hijo
Concluyamos con el anunciado cotejo entre el padre de Rulfo
y el padre del protagonista innominado de Paso
del norte. Ello nos permitirá (1) confirmar las habilidades creativas de
Rulfo y (2) mostrar la distancia entre el relato testimonial y el relato
literario. Las cartas del padre de Juan Rulfo nos hablan de una nostalgia casi
destructiva y de un deseo febril por volverse al hogar: así se restituyen el
orden y el conjunto completo. Juan Nepomuceno lo consigue: vuelve pronto de
Piedras Negras y abandona para siempre el sueño americano de traerse a la
familia con él. (Juan Rulfo podría haber sido un escritor
mexicano-norteamericano, un hispano, un latino en Texas si el padre hubiera
insistido en el proyecto.)
El padre y el abuelo de Rulfo eran hacendados a quienes la
Revolución y otras violencias llevaron a un extremo tal de carencias que este
joven propietario de tierras tuvo que irse de “bracero”. El abuelo de Juan
ayudó al hijo y a la familia. La esposa del padre de Rulfo, María, resistió la
ausencia y mantuvo la casa unida, estructurada pese a la pobreza y una ausencia
apenas compensada por el frágil hilo de las esporádicas cartas.
De hecho, la comunicación epistolar –como hoy los WhatsApp–
era una forma de articular aquello que se disgregaba en la trashumancia parcial
de una familia: uno se iba, los demás se quedaban, atenidos al envío de un
dinero que nunca llegó.
La extrema sensibilidad de Cheno en el extranjero prefigura
la extrema sensibilidad literaria del hijo. El escritor fue capaz de matices
tan finos como dos frases del hijo en Paso
del norte: “Usted me nació” y “Padre, nos mataron”. Ambas frases sintetizan
brillantemente la empatía de un hijo que quiere unirse al padre: no solamente
me engendró, sino me nació. Y quiere unirse al destino del paisano muerto por
los balazos de los agentes norteamericanos: no dice “mataron a mi compañero
incidental de viaje”, sino “nos mataron”; es que él también se siente muerto.
Esto habla de que él conserva una ética. La conserva y la
prodiga mediante una empatía dolida y condolida, conmiserativa, comprensiva,
incluyente. Por lo menos en su frase le da “hospitalidad” anímica al migrante
muerto. Y a la vez quiere ser recibido por el padre, hospitalariamente, cuando
le dice: “Usted me nació”. Paso del norte
refleja así el desgarro íntimo del hijo ante la ausencia de hospitalidad
paterna y familiar. En la esperanzada trashumancia intenta conquistar el
reconocimiento y el amor que busca el héroe trashumante quien “en su lucha por
el reconocimiento de su dignidad pretemporal debe descender al hades, el
infierno”, para “otorgar los dones a sus hermanos” (Campbell, 1980, p. 35).
Por último, la mujer del trashumante innominado se llama “la
Tránsito”. Con este nombre ahora insólito (nombre que Rulfo usó en varios
borradores y que solamente aquí aparece en la obra al fin publicada), tenemos
la síntesis perfecta de la condición del trashumante de Paso del norte. Ante la ausencia de reconocimiento social, la
trashumancia se revela como el único escape, aunque en ello nos vaya la vida,
como lo ilustra la última escena del relato que narra el regreso del héroe
trashumante, en la que su esposa, la Tránsito, es incapaz de mantenerse en
casa, escapando con un arriero y abandonando a sus propios hijos.
––¿Pasó algo malo? ¿Se me murió algún chamaco?
––Se te fue la Tránsito con un arriero. Dizque era rebuena,
¿verdá? Tus muchachos están acá atrás dormidos. Y tú vete buscando onde pasar
la noche, porque tu casa la vendí pa pagarme lo de los gastos. Y todavía me
sales debiendo treinta pesos del valor de las escrituras.
––Está bien padre, no me le voy a poner renegado. Quizá
mañana encuentre por aquí algún trabajito pa pagarle todo lo que le debo. ¿Por
qué rumbo dice usté que arrendó el arriero con la Tránsito?
––Pos por ahi. No me fijé.
––Entonces orita vengo, voy por ella.
––¿Y por onde vas?
––Pos
por ahi, padre, por onde usté dice que se fue. (Rulfo, 2016b, p. 220)
La Tránsito solamente es fiel al destino que le marca su
nombre: el transitar, confirmando así su calidad de trashumante. Él busca en
ella el sentido de vida que no le da el propio padre, “su” lugar en el mundo, y
por eso va tras ella sin saber ni siquiera por cuál calle del pueblo se fue. La
trashumancia así continua.
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[1] Doctora en Filosofía
por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (México), y Doctora en
Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM, Maestra en Ciencias Políticas y
Sociales y Licenciada en Ciencias Políticas y Administración Pública, ambas por
la UNAM. Es Investigadora de Tiempo Completo en el Centro Regional de
Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM-UNAM). Profesora en el Posgrado de
Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Sus líneas de investigación son:
“Cosmopolitismo ancestral” y “Cartografía de la hospitalidad-trashumancia”. Es
fundadora y Coordinadora del “Seminario Internacional Permanente de Estudios
Culturales del Magreb” (2023). Su investigación actual se titula “Magreb hoy.
Puertas abiertas para la fundamentación gnoseológica de un mundo trashumante”.
Es creadora de la “Ley de interculturalidad, atención a migrantes y movilidad
humana en la CDMX, decretada en el 2011.
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-2769-9715
Correo
electrónico: carretero@crim.unam.mx
[2] Doctor en Letras por
la Universidad de Hamburgo
(Alemania), Maestro en Letras Mexicanas y Licenciado en Lengua y
Literaturas Hispánicas, ambas por la UNAM. Sus líneas de investigación incluyen
vida y obra de Juan Rulfo y Victoriano Salado Álvarez, entre otros, y estudios
en pragmática de la comunicación literaria, onomástica y argumentación en la
literatura. Es Investigador de Tiempo Completo en el Instituto de Investigaciones
Filológicas de la UNAM, entidad que dirigió de 2013 a 2015. Fue coordinador de
Humanidades (2015-2019), director del Centro de Enseñanza para Extranjeros
(2020-2024), y profesor en la Facultad de Filosofía y Letras, entidades todas
de la UNAM. Es miembro del Programa de Apoyo a la Superación del Personal
Académico de la Dirección General de Superación del Personal Académico de la
Universidad Nacional Autónoma de México.
ORCID:
http://orcid.org/0000-0003-2053-6403
Correo electrónico: albertovital04@yahoo.com.mx
[3] Licenciado en Lengua
y Literaturas Hispánicas por la UNAM. Sus líneas de investigación incluyen la
obra de Juan Rulfo y Victoriano Salado Álvarez; la narrativa autobiográfica en
México en los siglos XIX y XX, y los estudios en pragmática de la comunicación
literaria, onomástica y argumentación en la literatura. Formó parte de los
proyectos PAPIIT IN 404516, “Procesos de construcción del yo en la escritura
autobiográfica en México”, y PAPIIT IN 402420, “Investigación, edición y
difusión de la obra de Victoriano Salado Álvarez”, ambos en la UNAM.
Actualmente es asistente de investigador en el Sistema Nacional de
Investigadores del CONAHCyT.
ORCID:
http://orcid.org/0009-0001-9357-0939
Correo electrónico: olveramaciel1409@gmail.com