ANÁLISIS INTERDISCIPLINAR DEL
LIDERAZGO DOMINANTE Y PATRIARCAL EN ECUADOR. LOS CASOS DE FEBRES CORDERO, BUCARAM, NEBOT Y CORREA
AN INTERDISCIPLINARY ANALYSIS OF
DOMINANT AND PATRIARCHAL LEADERSHIP IN ECUADOR: THE CASES OF FEBRES CORDERO,
BUCARAM, NEBOT, AND CORREA
LIDERANÇA DOMINANTE E PATRIARCAL NO EQUADOR: OS CASOS DE
FEBRES CORDERO, BUCARAM, NEBOT E CORREA. UMA ANÁLISE INTERDISCIPLINAR
Dr. Santiago Manuel Mejía
Rivadeneira
(Instituto de Altos Estudios Nacionales, Ecuador)[1]
Fecha de recepción: 12 de diciembre de 2022
Fecha de aceptación: 12 de mayo de 2023
Creative Commons 4.0
Cómo citar: Mejía Rivadeneira, S. M (2023). Análisis interdisciplinar
del liderazgo dominante y patriarcal en Ecuador. Los casos de Febres Cordero,
Bucaram, Nebot y Correa. Revista Pares -
Ciencias Sociales, 3(1), 120- 142.
ARK CAICYT: http://id.caicyt.gov.ar/ark://i7a5trb5h
Este artículo expone la conducta enérgica, dominante y patriarcal
de cuatro políticos que han marcado la historia reciente de Ecuador: Febres
Cordero, Bucaram, Nebot y Correa. Para entender el modo vehemente con que
actúan –lo que constituye una parte clave de su “marca personal”– se han
tomado tres teorías: a) el modelo psicológico DISC (Inscape), desarrollado a
partir de las ideas que Marston formuló en 1928); b) los estudios sobre
patriarcado; c) la figura del padre en la política, de Lakoff (2007). Es un
trabajo interdisciplinar que establece un diálogo entre las teorías elegidas y
los datos empíricos recogidos. De esta forma, se plantea el concepto liderazgo
dominante y patriarcal, esto es, la capacidad de un político de convencer y
dirigir a través de las cualidades que suelen asociarse al liderazgo, como el
carisma, la elocuencia, la inteligencia y la perseverancia, siempre que estén
acompañadas de un comportamiento orientado hacia el poder, tenaz, impulsivo,
controlador, competitivo y exigente. Se trata de rasgos que aluden a la
“autoridad” de los varones en la cultura patriarcal, la idea del gobernante
como padre (Lakoff, 2007) y la sumisión de las mujeres, los niños y las
personas que no entren en el canon establecido por el androcentrismo.
Palabras clave: Dominación, vehemencia, patriarcado,
modelo psicológico DISC y estereotipo masculino
Abstract
This article exposes the energetic, dominant and
patriarchal conduct of four politicians who have marked the recent history of
Ecuador: Febres Cordero, Bucaram, Nebot, and Correa. To understand the vehement
way in which they act –which constitutes a key part of their "personal
brand"– three theories have been taken: a) the DISC (Inscape) psychological
model, developed from the ideas that Marston formulated in 1928); b) the
studies on patriarchy; c) the figure of the father in politics, from Lakoff
(2007). It is an interdisciplinary work that establishes a dialogue between the
chosen theories and the empirical data collected. In this way, the concept of
dominant and patriarchal leadership is proposed, that is, the ability of a
politician to convince and direct through the qualities that are usually
associated with leadership, such as charisma, eloquence, intelligence and
perseverance, if they are accompanied by a behavior oriented towards power,
tenacious, impulsive, controlling, competitive and demanding. These are traits
that allude to the men's "authority" in the patriarchal culture, the
idea of the ruler as a father (Lakoff, 2007) and the submission of women,
children and people who do not adhere to the canon established by
androcentrism.
Keywords: Domination,
vehemence, patriarchy, DISC psychological model and male stereotype
Resumo
Este
artigo acadêmico visa dilucidar a conduta enérgica, dominante e patriarcal de
quatro políticos que marcaram a história recente do Equador: León Febres
Cordero, Abdalá Bucaram, Jaime Nebot e Rafael Correa. Para compreender o modo
veemente em eles agem — o que faz parte fundamental da sua “marca pessoal” —
foram analisadas três teorias interdisciplinares: a) o modelo psicológico DISC
(Editorial Inscape), inspirado na teoria do psicólogo William Marston formulada
em 1928, b) os estudos sobre o patriarcado e, a) o conceito da figura do pai na
política americana de George Lakoff (2007). Dessa forma, ao estabelecer um
diálogo entre as teorias escolhidas e os dados empíricos coletados, propõe-se o
conceito de liderança dominante e patriarcal, isto é, a capacidade de um
político para convencer e governar por meio das qualidades normalmente
associadas à liderança, desde que sejam acompanhadas por um comportamento
orientado para o poder e que alude à “autoridade” dos homens na cultura
patriarcal, à ideia do governante como o pai (Lakoff, 2007) e à submissão de
todas as pessoas que não se encontram no cânone estabelecido pelo
androcentrismo.
Palavras chave: dominação, veemência, patriarcado,
modelo psicológico DISC, estereótipo masculino
I. Introducción
Este artículo expone la conducta patriarcal,
vehemente e impositiva de cuatro políticos que han marcado la historia reciente
de Ecuador: León Febres Cordero, Abdalá Bucaram, Jaime Nebot y Rafael Correa.
Para entender su temperamento y actitud beligerante ante la gente –componente
clave de su “personal branding”– se
ha tomado la teoría de William Marston, el modelo psicológico DISC, con
especial énfasis en la dominación, que describe a las personas controladoras,
impetuosas y exigentes (Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011: 207). Además, se han
tomado algunos conceptos claves de la literatura sobre patriarcado, los “men's studies” y la teoría de George
Lakoff (2007) sobre la figura del padre en la política, aspecto clave del libro
No pienses en un elefante. Lenguaje y
debate político, donde se plantea la importancia de enmarcar los hechos que
son parte del debate público y se procesan en el inconsciente cognitivo,
entendido como las “estructuras de nuestro cerebro a las que no podemos acceder
conscientemente (y moldean) nuestro modo de razonar y lo que se entiende por
sentido común” (Lakoff, 2007: 4).
La estrategia metodológica con que se desarrolla este
trabajo supone un diálogo entre las teorías elegidas y los datos empíricos
recogidos, con la intención de hacer un aporte académico (Ragin, 2007). De esta
manera, se plantea el liderazgo dominante y patriarcal como concepto, esto es,
“una idea general que puede aplicarse a muchas manifestaciones específicas”
(Ragin, 2007: 145). “Los conceptos son síntesis abstractas de las propiedades
compartidas por los miembros de una categoría de fenómenos sociales” (Ragin,
2007: 145). Así, los casos se han elegido cuidadosamente, pero no es una
investigación comparativa que “está a medio camino entre el enfoque cualitativo
y el enfoque cuantitativo” (Ragin, 2007: 212), fundamentalmente porque no se
busca controlar empíricamente una hipótesis, “el paso fundamental y
característico de la comparación” (Morlino, 2010: 126). Sin embargo, tal como
se ha planteado el estudio (con cuatro casos similares desde la orientación
teórica elegida), es posible desarrollar nuevas ideas, es decir, “hacer
progresar la teoría” (Ragin, 2007: 148).
Pues bien, los cuatro políticos que dan contenido empírico a
este trabajo comparten algunas características claves, como se verá, a pesar de
los aspectos que los distancian en el campo político, ideológico, ético,
económico, etc. Se trata de líderes carismáticos que procuran transmitir
seguridad, carácter y “pantalones” a la hora de actuar, que evitan verse
frágiles porque eso los alejaría del estereotipo masculino, que plantea
“alcanzar un ideal moral, una meta normativa, a la que hay que llegar si se quiere
ser un hombre de verdad” (Fernández, 2004: 38). En primer
lugar, Febres Cordero, que antes de entrar a la política hizo una carrera
empresarial y luego fue legislador, entre 1968 y 1970. En 1978, ingresó al
Partido Social Cristiano y se opuso tenazmente al binomio Roldós-Hurtado. Logró
la diputación en el período 1979-1983. Luego, fue presidente de la República
(1984-1988). Finalmente, fue alcalde de Guayaquil, desde 1992 hasta el 2000 (en
dos periodos). En segundo lugar, Nebot, nacido en una familia de ingresos
altos, parte de “las élites políticas y económicas, y quien se inspiró en su
padre, un político velasquista” (Vaca, 2019: párr. 8). En su momento, fue
asistente de campaña de Febres Cordero (El Telégrafo, 2020). En 1987, fue
gobernador del Guayas, legislador en 1990 y miembro de la Asamblea
Constituyente de 1998, y fue candidato a la presidencia en dos ocasiones, en
1992 y 1996. Finalmente, fue alcalde de Guayaquil por 19 años, de 2000 hasta
2019 (cuatro administraciones). En tercer lugar, Bucaram, alcalde de Guayaquil
(1984) y presidente de la República (1996), defenestrado por una supuesta
incapacidad mental para gobernar, en medio de protestas sociales, en 1997.
Finalmente, Correa, presidente de la República por diez años, de 2007 a 2017
(reelegido en dos ocasiones).
II. Teoría
El abogado William Marston estudió
psicología en la universidad de Harvard y desarrolló su tesis doctoral sobre
las consecuencias corporales (que pueden ser detectadas) de engañar o mentir,
lo que constituye el inicio del polígrafo. Luego, en 1928, publicó el libro Emotions of Normal People donde planteó
las ideas que hoy sostienen el modelo psicológico DISC, un esquema que
desarrolla los tipos de conducta que generalmente encontramos en las personas
“comunes”, lo que constituye una importante contribución en los campos del
clima laboral y la selección de personal en el ámbito empresarial, por ejemplo
(Pérez, 2010). La teoría de Marston tiene una importante acogida en la
actualidad, luego de 94 años. Para complementar un recorrido profesional
fructuoso, en la década de 1940, ingresó al singular mundo de los comics estadounidenses y creó un
personaje sumamente popular: la Mujer Maravilla, en la empresa All-American,
buscando dar un giro radical, esto es, crear una heroína en un campo dominado
por los hombres, una idea que a la postre fue un enorme acierto comercial
(Pérez, 2010). Ciertamente, se trata de un intelectual polifacético.
El modelo de comportamiento humano
DISC [es] un sistema de psicología que ayuda a explicar cómo las personas
"normales" piensan, sienten y actúan en función de la interacción
dinámica de cuatro reacciones emocionales fundamentales: Dominación, Influencia,
Firmeza y Conciencia. Los conceptos detrás de DISC fueron articulados en la
década de 1920 por el Dr. William Moulton Marston, formalizados y
comercializados en la década de 1970 por el Dr. John Geier, y desarrollados por
el equipo de investigación de la Editorial Inscape. (Sugerman, Scullard y
Wilhelm, 2011: xii)
El modelo tiene cuatro partes, a saber:
1. Dominación: “describe a las
personas que son impulsivas y enérgicas. Ellos por lo general tienen opiniones
fuertes sobre cómo se deben hacer las cosas y son directos […]. Ellos a menudo
se describen a sí mismos como agresivos, de voluntad fuerte, y exigentes”
(Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011: 207). Los líderes o lideresas dominantes
tienen estas características, lo que marca una gran diferencia en el terreno
político, como se verá a continuación. Una persona dominante (hombre o mujer)
transmite
su energía al mundo y utiliza la razón para alcanzar sus
objetivos. Es confiable, tenaz, exigente, orientado al poder y puede ser
agresivo en las formas. Aquí están las personas que les gusta decir lo que el
resto ha de hacer. Por ello, no es de extrañar que muchos líderes tengan
bastante carga D en sus comportamientos. (Jericó, 2016)
2.
Influencia: “describe a las personas que son entusiastas (…). Ellas son rápidas
en buscar nuevas oportunidades sociales y por lo general hablan mucho. Este
estilo combina un alto nivel de energía con una fuerte disposición positiva”
(Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011: 208).
3.
Estabilidad: describe a las personas amables, empáticas y pacientes, que
procuran mantener un entorno agradable e incluyente (Sugerman, Scullard y
Wilhelm, 2011).
4.
Conciencia:
describe a las personas que son
analíticas y reservadas. Ellas le dan un alto valor a la precisión y adoptan un
enfoque sistemático en su trabajo. Las respuestas emocionales se mantienen al
mínimo, ya que enfatizan fuertemente la lógica y la razón. (Sugerman, Scullard
y Wilhelm, 2011: 208)
Ahora bien, los cuatro estilos DISC son fundamentalmente una
tipología, esto es, “categorías que nos ayudan a comprender rápidamente las
diferencias individuales” (Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011: 208). Las
personas generalmente nos acercamos a un estilo particular, pero en ciertas
circunstancias asumimos posturas distintas, lo que nos acerca a otros estilos.
Por lo tanto, la precisión del modelo no es total; aún así, su capacidad de
sintetizar y orientar resulta útil. El esquema elaborado pudo ser diferente, de
seis partes quizá, pero mantenerlo simple facilita que se lo emplee en
diferentes ámbitos. Es como un mapa, pero, como se sabe, el mapa no es el
territorio. “Todos somos una mezcla de los cuatro estilos” (Sugerman, Scullard
y Wilhelm, 2011: 208). Pero, ¿en iguales proporciones? No. Un estilo predomina,
y por eso el esquema funciona. Cuando Marston planteó el modelo DISC, “lo
comparó con una rueda de color en la que cada uno de los colores se mezcla
suavemente con los colores adyacentes” (Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011:
208). De esta manera, un individuo puede acercarse al estilo D, en tanto que
otro posee un estilo I con rasgos del estilo C. Así, “un estilo se mezcla con
un estilo adyacente de la misma manera que el rojo se funde en el naranja”
(Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011: 208-209).
“Los cuatro cuadrantes del mapa DISC
han sido denominados Dominación, Influencia, Estabilidad (originalmente
Sumisión), y Conciencia (originalmente Cumplimiento)” (Sugerman, Scullard y
Wilhelm, 2011: 207). En el libro Emotions
of Normal People, Marston plantea que la dominación es un comportamiento
emocional primordial. Las personas desarrollamos estas emociones al poco tiempo
de nacer. Por ejemplo, las persecuciones infantiles son acciones naturales que
reflejan la capacidad de ejercer cierto poder. Los animales también lo hacen.
Los gatos persiguen a los ratones, los perros persiguen a
los gatos, los niños persiguen gatos y perros, y machos adultos persiguen a
mujeres y animales salvajes. En todos los casos, huir es el estímulo que evoca
el dominio de la persecución. (Marston, 1928: 131)
La competencia se incita desde la infancia. Deportes
populares como el fútbol despiertan emociones fuertes. Perder un encuentro
refleja debilidad. El boxeador Jack Dempsey, dijo que disfrutaba cada minuto de
una pelea, especialmente el instante en que colocaba un puño ganador (Marston,
1928). En el mundo de los negocios asimismo encontramos una competencia diaria.
Los empresarios reaccionan con mucha fuerza cuando piensan que pueden perder
una parte del “pastel”. Marston (1928) menciona a Henry Ford como un ejemplo claro,
porque no escatimaba esfuerzos para mantener la presencia de su marca en los
segmentos del mercado.
“Podemos definir el dominio como una respuesta emocional que
tiene lugar a partir de un estímulo motor antagónico de intensidad inferior al
yo motor del sujeto” (Marston, 1928:137). Así, se experimenta “un torrente de
energía que trata de eliminar lo que se opone” (Marston, 1928:140). Esto es,
una sensación que se da a partir de dos elementos: 1. El malestar que causa la
presencia de un oponente. 2. El placer que produce la carga de energía que
tiene lugar al intentar eliminarlo (Marston, 1928).
Pues bien, la segunda teoría que
emplea este trabajo gira en torno al género, que es una construcción social que
da sentido y mantiene relaciones de poder. Tengamos presente que en Occidente
(principalmente durante los siglos XVIII y XIX) se afianzó la idea de que los
hombres y las mujeres son seres distintos, que se ubican en los extremos de un
eje “cuya parte intermedia (está) totalmente vacía” (Laqueur, citado por
Fernández, 2004). Así, la masculinidad es un intento de separarse de la
feminidad, su “anverso” (Fernández, 2004: 21). Es una cuestión relacional. Para
definir masculinidad hay que definir feminidad, y viceversa, procurando
alcanzar identidades estables (Fernández, 2004).
Hay una “definición de lo que se
supone que es el verdadero hombre” (Fernández, 2004: 29), a saber, el
comportamiento socialmente aceptado. Quien no se ajuste a esta definición
hegemónica será adjetivado “como afeminado, maricón, mujer, niño o infantil”
(Fernández, 2004: 30). “Ambos estereotipos (de hombre y mujer) se necesitan
entre sí” (Fernández, 2004: 31). La masculinidad supone tener voz de mando,
ímpetu y autoexigencia; se exalta lo “realmente masculino y femenino” en contraste
con lo que no se considera legítimo o puro (Fernández, 2004).
Patriarcado “etimológicamente significa “gobierno de los
padres” y hace referencia a un tipo de organización social en la que los
varones ejercen la autoridad en todos los ámbitos” (Fundación Juan Vives Suriá,
2010: 57). Esto es, el sometimiento masculino en contra de “las mujeres, los
niños/as y la ampliación de este dominio a la sociedad en general” (Duarte Cruz
y García-Horta, 2016: 22). El patriarcado existe desde tiempos remotos, como indican
las investigaciones históricas y antropológicas, pero esto no lo legitima. Las
sociedades patriarcales tienen como base una atávica organización de tareas en
función de la condición reproductiva, a saber, hembras reproductoras y varones
proveedores, para dar lugar a sistemas e instituciones jerárquicas. Se trata de
un orden político que se puede modificar en tanto se tome conciencia y haya una
acción colectiva que plantee un horizonte diferente (Fundación Juan Vives
Suriá, 2010). Ahora bien, no es el propósito de este trabajo describir a la
sociedad ecuatoriana desde una perspectiva de género, ya que nos ocuparemos de
analizar únicamente cuatro políticos importantes desde las teorías
elegidas.
La tercera teoría que emplea este
trabajo pertenece a George Lakoff (2007), quien sostiene que las personas
tomamos posiciones políticas a partir de nuestros criterios morales, que se
encuentran en marcos conceptuales, en la sinapsis del cerebro, lo que incluso
gravita más que las elecciones racionales que se pueden hacer en beneficio
propio, algo particularmente claro en Estados Unidos donde la moralidad tiene
una estrecha relación con una representación idealizada de familia. Es algo
histórico y profundo.
La noción misma de padres fundadores utiliza una metáfora de
la nación como familia, no como algo sobre lo que pensamos activamente, sino
como un modo de estructurar nuestra manera de entender la difícil
conceptualización de ese enorme grupo social que es la nación […]. Es algo que
hacemos automáticamente. (Lakoff, 2007: 33)
En la familia idealizada la figura del padre, protector o
estricto, es fundamental. El primero proyecta su autoridad desde el cuidado, la
empatía y la contención. El segundo, plantea que las adversidades de la vida
deben enfrentarse con orden, madurez y mucho trabajo; así, es responsabilidad
de los padres dar seguridad, orientar a la familia y transmitir la “diferencia
entre el bien y el mal” (Lakoff, 2007: 34), de esa manera se alcanzan las metas
y la prosperidad, o por lo menos la autosuficiencia. Porque “si eres débil,
permitirás que triunfe el mal” (Lakoff, 2007: 46). Solo la fuerza y la
determinación van a impedir que quienes hacen el mal consigan sus objetivos.
Nada es más decisivo que la perpetua batalla entre el bien y el mal, de tal forma
que se necesita hombría, voluntad y fuerza para asumir un reto de esta
naturaleza. Esto es, las ideas que constituyen la base de emocionantes relatos
políticos maniqueos donde generalmente hay “un héroe, un crimen, una víctima y
un villano” (Lakoff, 2007: 57). “La política conservadora contemporánea
convierte estos valores familiares en valores políticos: autoridad jerárquica,
disciplina personal, poder militar” (Lakoff, 2007: 39).
III. León Febres Cordero
Muchos ecuatorianos recuerdan “los
pantalones” de Febres Cordero a la hora de actuar, de hacer política. Lo tienen presente “con su eterno
cigarrillo en mano o montando a caballo o gritando ‘yo no me ahuevo carajo’
[…]” (Cabrera, 2014: párr. 6). Era un personaje dominante a todas luces.
Durante varios años fue el principal dirigente de la derecha en Ecuador, y
representaba la “tenacidad de los empresarios” que creen en el mercado y
consiguen imponerse ante las dificultades y la incertidumbre. Sus compatriotas lo llamaban León,
no solo por su primer nombre, sino por su apariencia (melena blanca) y el poder
que detentaba políticamente. Le gustaban las armas y los caballos. “Su
discurso político vertió los contenidos de una retórica anti estatista y a
favor de la liberalización económica” (Montúfar, 2000: 135). Pensaba que la
senda del desarrollo pasaba por atraer inversión extranjera, reducir el papel
del Estado en la economía y establecer un crecimiento orientado hacia las
exportaciones (Conaghan, Malloy y Abugattas, 1990).
Para llegar a la presidencia en 1984, Febres Cordero tuvo
que imponerse ante el socialdemócrata Rodrigo Borja en segunda vuelta, y aún se
recuerda su sugerente eslogan de su campaña: “pan, techo, empleo”. En su
momento, ambos candidatos protagonizaron un intenso debate que es un hito en la
política nacional. Entonces
León quiso llegar al “electorado básico: el pueblo que quería, sobre todo, que
su candidato no se achicara ante el otro ni concediera cuartel alguno” (El
Universo, 2002: párr. 9). Así, poco se habló sobre los planes de gobierno y la
política pública, pero abundaron las acusaciones de comunista, oligarca y otras
similares (El País, 1984). Borja, a la postre, no pudo superar la intensidad
del “socialcristiano, quien durante el encuentro y mientras le mostraba un
documento […] le dijo: ¡Míreme a los ojos, doctor Borja, no me baje la mirada!”
(El Universo, 2002: párr. 10), lo que fue un golpe preciso y memorable.
El estilo antagonista de Febres
Cordero emocionaba a los ecuatorianos. Donde iba daba declaraciones
controvertidas. Se dijo que
“la penetrante mirada de su único ojo sano a menudo ponía nerviosos a sus
adversarios” (El Universo, 2008: párr. 6). No era un hombre de consensos
ni diálogo pausado. Su gobierno tuvo un “carácter autoritario que colocaba a la
política en una situación de ganadores y perdedores absolutos” (Pachano, 2007:
21). En su momento, quiso dar una respuesta contundente ante las actividades
insurgentes de los grupos de izquierda radical en Ecuador, algo propio de la
época; en particular, buscó frenar las acciones de Alfaro Vive Carajo. En ese
marco, se lo acusó por una serie de atropellos en el campo de los Derechos
Humanos, ya que hubo casos de tortura (policial e incluso militar) y de
desaparecidos, “entre ellos
los hermanos Santiago y Andrés Restrepo, además de la profesora Consuelo
Benavides” (El Telégrafo, 2016: párr. 4).
La red de contactos de alto nivel de Febres Cordero, su
ambición y astucia le dieron un gran poder con el paso del tiempo, y lo que le
propició el apelativo de
“dueño del país”, según palabras del entonces presidente de la Corte Suprema de
Justicia (CSJ), Carlos Solórzano (La Hora, 2008). El sobrenombre ha
quedado registrado en la historia política nacional. Luego, en el sillón de
Olmedo, como alcalde de Guayaquil, también desarrolló un discurso intenso. La
ciudad estaba golpeada por una serie de administraciones ineficientes y
corruptas, especialmente las del PRE en los ochentas. En manos del PSC, la urbe
recuperó una parte del terreno perdido y se registraron algunos avances que la
gente reconoce; así, el puerto resurge “como el espacio de un proyecto político
de las elites locales. La victoria de Febres Cordero devolvió a los grupos de
origen oligárquico el control” (Burbano de Lara, 2009: 24). Pocos personajes
han marcado tanto al Ecuador;
“como si fuera una especie de Cid Campeador de la política […] sigue causando
polémica” (Cabrera, 2014: párr. 1). En 2014, un monumento de bronce
valorado en 300.000 dólares fue levantado en su honor en Guayaquil, causando la
oposición de algunos grupos de izquierda (El Comercio, 2018), mientras que los
sectores más conservadores reclamaron aduciendo que “no tiene la verdadera semblanza, de aquel político
que siempre demostró su bravura y carácter para gobernar” (García, 2014:
párr.1).
IV. Jaime Nebot
De ascendencia catalana y libanesa, Jaime Nebot ha
prolongado la política de mano firme que distingue al PSC. Se trata del “social cristiano más famoso
después de Febres Cordero y Camilo Ponce, los cuales sí pisaron Carondelet”
(Ribadeneira, 2015: párr. 1). En su momento, fue apodado “como ‘Cachorro’ por
ser el favorito de León” (Ribadeneira, 2015). Así, “lideró el bloque del PSC en el
Congreso Nacional durante el gobierno de Rodrigo Borja” (Valverde
Rivera, 2017: párr. 10). En 1992, quiso llegar a la presidencia, pero cayó ante
“el bisabuelo Sixto Durán
Ballén, quien tenía ya 70 años y era ex social cristiano. Pero más dura fue la
derrota, en 1996, frente a Abdalá Bucaram” (Ribadeneira, 2015: párr. 4).
Entonces hizo de su Guayaquil su fortaleza, y aún tiene un importante respaldo
popular en la urbe. En el 2018, aprobaron su trabajo casi el 86% de los
encuestados (Perfiles de Opinión, 2018). Muchos consideran que es un buen
administrador, que conoce el sector público, pero lo maneja con criterios
empresariales.
Los insultos de Nebot son materia de comentarios, burlas y
conversaciones coloquiales hasta el día de hoy, como el “‘ven para mearte insecto’, que le profirió […] a
Víctor Granda, cuando ambos eran diputados en 1990” (El Comercio, 2012: párr.
8). En 2011, llamó “delincuente” y quiso golpear a Wilson Luque, juez de
lo Civil (El Comercio, 2011b). En 2019, con un tono prepotente, recomendó a los
indígenas que protagonizaron el Paro Nacional “que se queden en el páramo”, lo
que develó su racismo y circuló en las redes sociales. Ciertamente, las ofensas
han sido un elemento característico de la política nacional. En 2012, se dijo
que “lejos de las sesudas
ideologías, los agravios –unos de léxico fino y otros de una vulgaridad
indiscutible– constituyen la base del discurso de muchos honorables” (El
Comercio, 2012: párr. 1). Nebot es un líder de larga trayectoria: “50
años de lucha” (Valverde Rivera, 2017). Es un personaje activo y trabajador. No
le falta carisma, y su personalidad lo acerca a su mentor, Febres Cordero,
ambos aguerridos y ambiciosos. En todo discurso y entrevista procura transmitir
firmeza, que la gente sepa que sus palabras tienen el peso de un hombre
decidido.
V. Abdalá Bucaram
Bucaram es otro personaje costeño y patriarcal que por
varios años despertó emociones fuertes en todos los estratos de Ecuador, en
seguidores y adversarios. Se ha dicho que tiene raíces libanesas que marcan su
temperamento y actitud. Es un político locuaz que pertenece a una familia que
más que ninguna otra marcó la historia contemporánea del país. Así, su hermana
Elsa rompió la tradición masculina para alcanzar la alcaldía de Guayaquil en
1988, un hecho inédito, y luego fue legisladora. Sus hermanos Jacobo y Santiago
asimismo llegaron al poder legislativo. Y esto no es todo. Martha, su hermana,
fue Primera Dama, esposa de Roldós, y “su primo hermano Averroes Bucaram Záccida fue
Presidente del Congreso Nacional, y el hermano de este, Avicenas, diputado por
Guayas” (Jijón, 2015: párr. 3). Todo esto, sin mencionar que su
tío
don Assad, un joven y humilde vendedor de telas, de origen libanés, entró a la
política para apoyar al gran Carlos Guevara Moreno, el Capitán del Pueblo, que
había fundado lo que sería uno de los más grandes partidos [...], Concentración
de Fuerzas Populares: entonces el vehículo de la lucha de los pobres contra los
ricos. (Jijón, 2015: párr.4)
Bucaram hizo los primeros pasos como intendente, luego fue
alcalde de Guayaquil, en 1984. Utilizaba una jerga popular para conectarse con
los estratos de menos ingresos y descalificaba a sus oponentes, incluso con
gestos grotescos. Procuraba divertir a la gente con ocurrencias, burlas y
anécdotas; así, “acepta con agrado el apodo de el loco, se define como el
abanderado de los pobres y el látigo contra la oligarquía” (El Tiempo, 1996:
párr. 1). No obstante, lleva un Rolex de oro en su mano izquierda (Bucaram,
2014). Es un populista de derecha. En 1996, llegó a la presidencia, dejando a
Nebot en el camino, pero duró solamente seis meses en el Palacio de Carondelet,
ya que luego de un ajuste económico y protestas en Quito el Congreso Nacional
lo sacó del cargo alegando que era incapaz mentalmente de gobernar, una
maniobra controvertida. En el poder hizo un disco, fue presidente del Barcelona
Sporting Club y contrató a Maradona (Aznárez, 1997). Luego, se lo investigó por
algunas irregularidades y permaneció por cerca de 20 años en Panamá para evitar
la cárcel en Ecuador.
La carrera política de Bucaram ha
estado plagada de escándalos y fuertes acusaciones de orden legal y político,
pero por varios años fue un líder muy popular. Sus discursos convocaban a miles
de personas en todas las provincias del país, y en la tarima daba un show
emotivo y revanchista. Se dijo en alguna ocasión que darle el voto era como
rayar un Mercedes-Benz, es decir, “ajustar cuentas” con la oligarquía que
acapara los recursos económicos que el pueblo tanto necesita. Para él, dos frases sintetizan su
vida: “la fuerza de los pobres” y “el loco que ama”. De
voz ronca, “más que hablar, […] grita” (Ortiz, 2015: párr. 8). Hace apenas dos
años dijo (con el machismo que lo caracteriza) que sus pasiones eran la
lectura, el deporte, la música y las mujeres. También manifestó que la fidelidad
no se hizo para los hombres sino para los equipos de sonido.
A Febres Cordero Bucaram lo llamaba “viejo marihuanero”, su
gran rival político. A Nebot también lo atacaba, en su momento señaló: “La gente decía en las calles que
Nebot le había dicho a su mujer: ‘Mijita, desde mañana te acostarás con el
presidente de la República’, y la mujer había dicho: ‘¡No, por favor, con
Abdalá no!’” (Ortiz, 2015: párr. 1). Y sobre Correa dijo:
Fue alumno mío dos o tres años en
(el colegio) La Salle. Le decían ‘la muñeca’. Se jacta de que fui quien lo
expulsó por primera vez de una clase. Yo daba Educación Física.
Desgraciadamente, no fui profesor de Ética y moral como para darle lecciones
sobre el respeto a la palabra y el don de la hombría. (Ortiz, 2015: párr. 32)
Bucaram se jacta de
su virilidad para desafiar “las
buenas costumbres de los oligarcas. Pero esta apropiación de lo que él
consideró como la cultura popular, aceptó y reprodujo una cultura autoritaria y
machista” (De la Torre, 2015: 97). Para María Dolores Miño (2020), “los Bucaram son el símbolo del
machismo ignorante y violento (…). Esos que todo lo resuelven a golpes,
obsesionados (por algo será) en demostrar que son ‘hombres’”.
VI. Rafael Correa
Rafael Correa es otro político
dominante y patriarcal que ha conseguido un gran respaldo popular en Ecuador.
Llegó a la presidencia en 2007 al derrotar al multimillonario del sector
bananero Álvaro Noboa, en segunda vuelta. Luego, impulsó una nueva Constitución
que gira alrededor del Sumak Kawsay (en quechua, ‘buen vivir’). Desde el inicio
de su gobierno hablaba de los vicios de la clase política tradicional. El sello
de su administración fue el antagonismo. Hizo de la clase alta y de los
periodistas sus grandes oponentes al establecer un emocionante discurso
maniqueo, lo que ha sido analizado por politólogos y sociólogos, y criticado
desde los sectores liberales que plantean que se trata de una conducta
peligrosa porque menoscaba el pluralismo y genera las condiciones para que se
irrespeten las instituciones políticas, el orden legal y la separación de
poderes. Los proyectos refundacionales o radicales no van con la democracia
representativa, que concibe un poder político transitorio y limitado.
Las encuestas no le dieron la
espalda durante diez años, lo que se puede entender por medio de cinco
variables, a saber: 1. Su potente discurso antagonista (contra las élites). 2. Su
carisma. 3. La presencia del Estado en un entorno de crecimiento económico. 4.
La intensa propaganda oficial. 5. Su actitud dominante, como un padre firme
(Lakoff, 2007). Efectivamente, no es posible entender el populismo de Correa
sin considerar su temperamento y energía. Su antagonismo se complementa con su
don de mando y elocuencia. Los discursos maniqueos requieren una voz firme y
aplomo para que sean creíbles (algo que la teoría sobre populismo no ha
analizado suficientemente), porque el orden masculino es parte del inconsciente
colectivo, a saber, esquemas “culturales y simbólicos (que son) no sólo […] el
único orden natural, legítimo y razonable sino además en un orden neutro”
(Lomas, 2005: 264).
En el 2012, la oposición llevaba un registro de las
intervenciones ofensivas de Correa, esto es, alrededor de 500 “palabrotas” en alusión a políticos,
empresarios y periodistas. Entre ellas se encontraban: “gordita horrorosa”,
“ecologistas infantiles”, “bestias salvajes”, “basura” y “prensa corrupta” (El
Comercio, 2012). De esta manera, se construyó la imagen de un líder
audaz, fuerte y comprometido con las causas populares, al que no le faltan
“pantalones” y tiene “mano de hierro”. Además, en varias ocasiones tuvo
expresiones machistas. En 2016, por ejemplo, “se refirió a las concejalas de Loja […]diciendo: ‘¡Qué
guapas! ¿Cómo eligen a las concejalas?, ¿por concurso de belleza?’ […]” (El
País, 2017: párr. 11). En el 2011 dijo:
Yo
no sé si la equidad de género mejora la democracia, lo que sí es seguro es que
ha mejorado la farra impresionantemente; ha mejorado el buen vivir porque… ¡se
armó una farra! […] ¡Qué asambleístas que tenemos! Guapísimas, ¿ah? ¡Eh,
Corcho!, hay que aumentarles el sueldo. (El País, 2017: párr. 3).
Correa comunica permanentemente: pelea por el sentido de las
ideas. En su gobierno implementó los “Enlaces Ciudadanos”, cada sábado, al
estilo de los “Consejos Comunitarios” de Uribe y el “Aló Presidente” de Chávez.
Estos espacios evocaban “una suerte de liturgia” (Cerbino, Maluf y Ramos, 2017:
486). Eran unos pintorescos baños de popularidad. El presidente hablaba con un
lenguaje técnico y popular ante el público que aplaudía sus aciertos. Además,
procuraba establecer la prioridad de las cuestiones de interés público, elegir
los asuntos importantes y “colocarse a sí mismo […] y colocar a los demás en
relaciones específicas” (Chilton y Schaffner, 2000: 305).
En uno de los Enlaces Ciudadanos de 2015, el mandatario
planteó la posibilidad de ir a los golpes con un político de derecha, Andrés
Páez. Era un momento tenso, y con voz alta señaló que no quería darle un mal ejemplo a los niños, “pero
era como se arreglaban las cosas antes en [su] barrio” (El confidencial, 2015:
párr. 4). Además, dijo que si Páez tenía un problema con él, sabía dónde
encontrarlo y además aseguró que este era un cobarde, que salía corriendo al
primer intento.
Entonces Páez respondió (para que su masculinidad no se vea
vulnerada), y aceptó el reto
con la condición de que Correa en el debate tratara acerca de los problemas del
país sin acudir con sus guardaespaldas (El Universo, 2015). Y luego dijo
que de su parte le ofrecía
un combate limpio y esperaba que la otra parte se condujera de la misma manera
(El Universo, 2015). Los políticos finalmente no se enfrentaron. “Estas
promesas se reconocen idiomáticamente como ‘vacías’. Diversas formas de
atenuación pragmática o vaguedad semántica acompañarán aun a los realizativos
de promesa más explícitos” (Chilton y Schaffner, 2000: 316). Lo que se quiso es
constituir al macho alfa (Pachano, 2015).
VII.
Liderazgo dominante y patriarcal
Los gobernantes procuran transmitir sus ideas con claridad y
firmeza para conectar con los ciudadanos. El mensaje generalmente requiere
complementarse con una postura erguida y una actitud decidida, mostrarse
dubitativo puede dañar la imagen que se quiere proyectar. Incluso se busca intimidar:
acercarse a la figura de padre y al estereotipo masculino. Esto es algo
profundo que nos remite a nuestro comportamiento más primario. Los animales
tienen una conducta similar; de hecho, muchos “quieren hacerse pasar por más
dominantes y peligrosos” (Herrero, 2014: 29). Por ejemplo, De Waal observó que
algunos primates machos aparentan no tener problemas físicos, como una cojera,
“para no mostrar su vulnerabilidad. También aparentan no estar debilitados tras
una pelea” (Herrero, 2014: 32).
Hay que proyectar fuerza para dominar; como sucede en el
campo político. Líderes alfa hay en todas las regiones del planeta: Trump,
Putin, Berlusconi, Erdogan, Chávez, Uribe, etc. Fukuyama (2000) plantea que las
personas que ostentan un cargo importante o despuntan en una actividad
generalmente buscan saciar sus ansias de poder, lo que explica su conducta, en
sus palabras:
Un profesor que recibe una plaza en
una universidad de prestigio, un político que gana una elección o un alto
ejecutivo que logra elevar el valor de las acciones de una empresa satisfacen
el impulso de alcanzar una posición de poder igual al del macho alfa de una
comunidad de chimpancés (P. 31).
Con frecuencia el liderazgo se asocia al temperamento. Es
raro que una autoridad electa no procure transmitir seguridad y fuerza cuando
se dirige a la gente. Se cree que las medidas importantes se toman con
personalidad y coraje, que en los momentos complicados se destacan los
funcionarios más firmes, que las palabras duras y las reprimendas son parte del
trabajo diario porque hay que conseguir las metas. Mosterín (2007: 25) plantea
que “los deportistas de élite, los empresarios exitosos y los políticos que
ganan las elecciones suelen ser individuos especialmente agresivos, al menos en
su campo de actividad” En estas condiciones, el rol desempeñado por los hombres
es sobrevalorado y el de las mujeres subvalorado (Duarte Cruz y García-Horta,
2016); por lo tanto, las decisiones importantes caen sobre los hombres maduros.
“El sexismo es la implementación cotidiana de la fantasía de superioridad que
justifica el manejo del poder. La desvalorización de la mujer y de lo femenino
resulta un mecanismo central para mantener esta imagen ideal libre de toda
sombra” (Pérez, 2010: 233).
Buscamos al momento de sufragar una figura paternal, dado
que la gente elige padres, no gerentes, sostiene el consultor Jaime Durán Barba
(Cué, 2016). Buscamos un padre exigente que pueda resguardar a la familia y
sostenerla en los momentos arduos, que transmita a los chicos la diferencia trascendental
“entre el bien y el mal” (Lakoff, 2007: 9). Se trata de un papel que se les da
muy bien a políticos como Febres Cordero, Nebot, Bucaram y Correa, por la carga dominante (D) que poseen (Marston, 1928), ya que los
cuatro personajes disfrutan del poder, son duros en las formas, mandones y
activos. Esto es, líderes patriarcales que procuran legitimarse constantemente,
y lo hacen demostrando la capacidad que tienen para imponerse en diferentes
situaciones, incluso de manera violenta, ya que “para el estereotipo, el poder,
la dominación, la competencia y el control son los mejores datos para dar
prueba de la verdadera masculinidad” (Fernández, 2004: 37).
Pues bien, el liderazgo dominante y patriarcal se puede
definir como la capacidad de un político de convencer y dirigir a través de una
serie de cualidades asociadas al don de mando, como el carisma, la
inteligencia, el empeño y la elocuencia, siempre que estén acompañadas de
algunos rasgos que desde el enfoque elegido acá resultan decisivos, a saber, un
comportamiento orientado hacia el poder, tenaz, impetuoso, controlador,
racional y exigente (consigo mismo y con los demás). Esto es, una considerable
carga D del modelo DISC que surge de la teoría de Marston (Sugerman, Scullard y
Wilhelm, 2011), lo que alude al gobierno del padre (Lakoff, 2007) y a la
“autoridad de los varones” en la cultura patriarcal: la sumisión de las
mujeres, de los niños y de todas las personas que no entrenen en el canon
establecido por el androcentrismo, de tal forma que se evita cualquier
comportamiento que pueda ser interpretado como femenino.
Los datos empíricos recogidos en esta investigación dialogan
(Ragin, 2007) fluidamente con las teorías elegidas, con este propósito se ha
tomado noticias de la prensa, información de redes sociales, artículos
académicos y de opinión. Evidentemente, Febres Cordero fue un líder dominante y
patriarcal, con los “pantalones bien puestos”, de temperamento, aficionado a
las armas y a los caballos, recordado por su “yo no me ahuevo carajo” (Cabrera,
2014). Se trata del político más representativo y carismático de la derecha
ecuatoriana de las últimas décadas, el candidato que en 1984 ofreció “pan, techo,
empleo” y al llegar al poder fue acusado por perseguir y reprimir. Era el
“dueño del país” porque no había puerta que no se le abra en aquellos años. El
político que “recuperó Guayaquil” de las manos del PRE. En segundo lugar,
Nebot, el “cachorro de León”, recordado por insultos como el “ven para mearte
insecto…” del año 1990 en el Congreso Nacional. El candidato que cayó en
segunda vuelta ante Durán Ballén y luego frente a Bucaram, e hizo de Guayaquil
su fortaleza como alcalde, el que todavía influye en la política nacional como
líder máximo del PSC y propone que Ecuador se convierta en una República
federal para enfrentar los problemas políticos, económicos y sociales (2022).
En tercer lugar, Bucaram, “el loco que ama”, de gestos y
palabras ordinarias, vociferante, cínico, el político que dice haber enfrentado
a la oligarquía en todos los campos, que tiene varias acusaciones por
corrupción y prácticas mafiosas. Presidente de la República por seis meses,
exalcalde de Guayaquil. De discurso populista, Bucaram se jacta de su
“virilidad”, y dijo en su momento: “yo era un mujeriego, muy enamorador,
siempre tuve seis, siete novias a la vez. Me fascinaban las mujeres, siempre me
han encantado, son las grandes debilidades de Abdalá'” (Burbano de Lara, 1997:
46). Finalmente, Correa, que antagonizó permanentemente con las elites y
polarizó al Ecuador. Desarrollista, que le dio al Estado un lugar central en la
economía. El presidente que invitó a un adversario político a solucionar sus
diferencias a golpes, que rompía periódicos “en vivo” para deslegitimar el
trabajo de los medios de comunicación e imitaba y se burlaba de los líderes de
la oposición. De gran respaldo popular, Correa es el político más influyente de
las últimas décadas en Ecuador, y continúa disputando importantes espacios de
poder, aunque reside en Bélgica desde el año 2017.
Como se ve, los cuatro políticos ecuatorianos que dan
contenido empírico a esta investigación tienen algunos rasgos importantes en
común, a saber: su actitud dominante, firme, explosiva y paternal, lo que no es
la primera vez que se plantea. Por ejemplo, Alexis Mera, funcionario que
trabajó de cerca con Febres Cordero y Correa, señaló que ambos líderes se
parecen ya que “son personas
decididas, toman decisiones inmediatamente, son determinantes. Correa es un
fósforo que se prende y apaga. Igual era Febres Cordero. En psicología eso se
llama carácter colérico” (El Comercio, 2011a: párr. 74). Ahora bien,
León y Nebot también se parecen, ambos son caudillos, “explosivos, irascibles, acostumbrados a mandar con
vehemencia desbordada. La palabra preferida de Nebot parece ser carajo” (Vera,
2015: párr. 8). Y Bucaram y Correa no están lejos desde esta perspectiva,
porque “ambos son políticos
de tarima, canto, grito e insulto” (La Hora, 2020: párr. 3). Así, el
recurso de “los pantalones bien puestos” está en la política nacional desde
hace mucho tiempo y es usado para afirmar “la identidad (en la) valentía de
macho” (Burbano de Lara, 1997: 46).
VIII. Conclusiones
Este artículo académico analiza la conducta dominante y
patriarcal de Febres Cordero, Bucaram, Nebot y Correa, cuatro políticos
centrales en la historia reciente de Ecuador, a través de un marco teórico que
incorpora elementos de tres disciplinas. En primer lugar, la psicología: el
modelo DISC que surge de la teoría de William Marston (1928), un sistema que
explica la forma en que sienten y se conducen las personas a partir “de la
interacción dinámica de cuatro reacciones emocionales fundamentales: Dominación,
Influencia, Firmeza y Conciencia” (Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011: xii). En
segundo lugar, los estudios de género: el patriarcado y los men's studies. En tercer lugar, la
ciencia cognitiva: la teoría de George Lakoff (2007), concretamente, la importancia
de la figura del padre en la consolidación del liderazgo político en la disputa
democrática por el poder.
En el terreno empírico, se pudo ver que al expresidente
Febres Cordero se lo recuerda por su actitud beligerante y decidida, por su
carácter, por defender sus ideas con convicción. Se trata de un personaje
dominante y carismático que alcanzó la presidencia en 1984 y gobernó con
acciones autoritarias. Conocido como el “dueño del país”, fue alcalde de
Guayaquil desde 1992 hasta el 2000, en dos periodos. Quizás ningún mandatario
ecuatoriano ha proyectado más fuerza y determinación ante las cámaras, y
algunos políticos trataron de emularlo, como Alfonso Harb, se puede decir que
hizo de su partido una “escuela”. Así, Nebot prolongó la política temperamental
y “de pantalones” socialcristiana en Ecuador, pero nunca llegó a la presidencia
de la República. Fue diputado y luego alcalde de Guayaquil, desde el 2000 hasta
el 2019. El “cachorro”, preferido de León (Ribadeneira, 2015), sacaba toda su
“hombría” en los discursos de la avenida 9 de octubre y, en su momento, insultó
a otros congresistas con palabras procaces que permanecen en la memoria de
muchos ecuatorianos, por ejemplo: “ven para mearte insecto…” y "cuál
socialismo, mamarracho, vestido de frac, con pipa y tabaco inglés,
¡cojudo!"… Se trata un personaje irascible, enérgico y ambicioso, que
todavía mueve algunos hilos claves de la política nacional.
En tercer lugar, Bucaram, otro personaje costeño
carismático, explosivo y patriarcal, que fue alcalde de Guayaquil y presidente
de la República por seis meses solamente. Se trata de un político que se jacta
de su virilidad y feminiza a sus rivales con el objetivo de dañar su imagen.
Procura representar al estereotipo masculino. De medios arteros para alcanzar
sus objetivos, evadió veinte años la justicia al refugiarse en Panamá (de 1997
a 2017). Su vulgaridad y excentricidad lo hicieron conocido en Latinoamérica.
Hoy, todavía tiene redes y contactos en el ambiente político nacional, y su
hijo Abdalá Jaime, alias Dalo, ha querido prolongar la “dinastía”. Finalmente,
Correa, que combinó un intenso discurso antagonista (maniqueo) con un liderazgo
dominante que evoca la figura de padre (Lakoff, 2007), una fórmula que le dio
mucha fuerza en las encuestas y en las urnas. Nacionalista, desarrollista y
keynesiano, gobernó por una década. Llegó a la presidencia con el eslogan “se
viene el correazo” (como castigo a la partidocracia), sosteniendo una correa en
su mano derecha. Es un líder capaz de retar a los puños a los adversarios
políticos o frenar la caravana presidencial para reprender al niño que le hace
un “yucazo” (un gesto ofensivo en Ecuador). Todavía mantiene un gran respaldo
popular, pelea por el sentido de las ideas y lidera la bancada más numerosa de
la Asamblea Nacional, Unión por la Esperanza.
Pues bien, en la sociedad patriarcal los líderes deben
demostrar permanentemente su don de mando, fuerza y determinación. A muchos les
mueve, les activa, una serie de emociones básicas, la posibilidad de controlar
un grupo de personas, incrementar su poder e intimidar, como sucede con ciertos
primates (Fukuyama, 2000). Efectivamente, la figura del padre severo es clave
en el campo político, de tal manera que no es raro que quienes lleguen al poder
sean sujetos dominantes e incluso agresivos en determinadas situaciones. En
este orden de ideas, el comportamiento femenino se entiende “en términos
negativos, en términos de lo que no se debe ser” (Burbano de Lara, 1997: 46),
es “sinónimo de debilidad, fragilidad, es jerarquizado como inferior: las
mujeres quedan reducidas a un objeto de poder y conquista. EI poder está en ser
macho-hombre, metáfora suprema del poder en las sociedades patriarcales”
(Burbano de Lara, 1997: 47). Por esta razón, los políticos machistas suelen deslegitimar
a sus adversarios, “por su falta de hombría”, como se ha visto en estas
páginas. “En nuestra cultura de género otra forma de atacar a los enemigos es
feminizándolos” (Burbano de Lara, 1997: 46).
Febres Cordero, Nebot, Bucaram y Correa, pese a los aspectos
que los distancian en varios campos, poseen un comportamiento combativo y
controlador, con una importante carga dominante (D) del modelo psicológico DISC
(Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011: 208). Son el padre (estricto o protector)
del que habla Lakoff (2007) en el libro No
pienses en un elefante. Lenguaje y debate político. Desde este enfoque, los
cuatro políticos se parecen, lo que permite proponer un concepto central en
esta investigación cualitativa: el liderazgo dominante y patriarcal, esto es,
la capacidad de influir en otras personas a través de algunas cualidades
comúnmente asociadas al liderazgo, como el carisma, la inteligencia, la visión,
el tesón, la elocuencia y la preparación académica, siempre que estén
acompañadas de manera sostenida por un comportamiento orientado hacia el poder,
enérgico, pendenciero, impositivo, exigente y patriarcal.
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[1] Politólogo. Profesor del Instituto de Altos
Estudios Nacionales desde el año 2019. Cuenta con un Doctorado en Ciencias
Sociales con especialización en Estudios Políticos por FLACSO Sede Ecuador, una
Maestría en Ciencia Política por FLACSO Sede Ecuador y un Bachelor of Science
en Negocios Internacionales por la Universidad Palm Beach Atlantic, Estados
Unidos. Sus investigaciones son sobre populismo, liderazgo político y la
relación entre la ciencia política y la crisis ecológica. Además, es especialista
en métodos de investigación social.
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-4718-5976
Correo electrónico: santiago.mejia@iaen.edu.ec