ANÁLISIS INTERDISCIPLINAR DEL LIDERAZGO DOMINANTE Y PATRIARCAL EN ECUADOR. LOS CASOS DE FEBRES CORDERO, BUCARAM, NEBOT Y CORREA

 

AN INTERDISCIPLINARY ANALYSIS OF DOMINANT AND PATRIARCHAL LEADERSHIP IN ECUADOR: THE CASES OF FEBRES CORDERO, BUCARAM, NEBOT, AND CORREA

 

LIDERANÇA DOMINANTE E PATRIARCAL NO EQUADOR: OS CASOS DE FEBRES CORDERO, BUCARAM, NEBOT E CORREA. UMA ANÁLISE INTERDISCIPLINAR

 

Dr. Santiago Manuel Mejía Rivadeneira

(Instituto de Altos Estudios Nacionales, Ecuador)[1]

 

Fecha de recepción: 12 de diciembre de 2022

Fecha de aceptación: 12 de mayo de 2023

Creative Commons 4.0

Cómo citar: Mejía Rivadeneira, S. M (2023). Análisis interdisciplinar del liderazgo dominante y patriarcal en Ecuador. Los casos de Febres Cordero, Bucaram, Nebot y Correa. Revista Pares - Ciencias Sociales, 3(1), 120- 142.

ARK CAICYT: http://id.caicyt.gov.ar/ark://i7a5trb5h

 

Resumen

Este artículo expone la conducta enérgica, dominante y patriarcal de cuatro políticos que han marcado la historia reciente de Ecuador: Febres Cordero, Bucaram, Nebot y Correa. Para entender el modo vehemente con que actúan –lo que constituye una parte clave de su “marca personal” se han tomado tres teorías: a) el modelo psicológico DISC (Inscape), desarrollado a partir de las ideas que Marston formuló en 1928); b) los estudios sobre patriarcado; c) la figura del padre en la política, de Lakoff (2007). Es un trabajo interdisciplinar que establece un diálogo entre las teorías elegidas y los datos empíricos recogidos. De esta forma, se plantea el concepto liderazgo dominante y patriarcal, esto es, la capacidad de un político de convencer y dirigir a través de las cualidades que suelen asociarse al liderazgo, como el carisma, la elocuencia, la inteligencia y la perseverancia, siempre que estén acompañadas de un comportamiento orientado hacia el poder, tenaz, impulsivo, controlador, competitivo y exigente. Se trata de rasgos que aluden a la “autoridad” de los varones en la cultura patriarcal, la idea del gobernante como padre (Lakoff, 2007) y la sumisión de las mujeres, los niños y las personas que no entren en el canon establecido por el androcentrismo.

Palabras clave: Dominación, vehemencia, patriarcado, modelo psicológico DISC y estereotipo masculino

 

Abstract

This article exposes the energetic, dominant and patriarchal conduct of four politicians who have marked the recent history of Ecuador: Febres Cordero, Bucaram, Nebot, and Correa. To understand the vehement way in which they act –which constitutes a key part of their "personal brand"– three theories have been taken: a) the DISC (Inscape) psychological model, developed from the ideas that Marston formulated in 1928); b) the studies on patriarchy; c) the figure of the father in politics, from Lakoff (2007). It is an interdisciplinary work that establishes a dialogue between the chosen theories and the empirical data collected. In this way, the concept of dominant and patriarchal leadership is proposed, that is, the ability of a politician to convince and direct through the qualities that are usually associated with leadership, such as charisma, eloquence, intelligence and perseverance, if they are accompanied by a behavior oriented towards power, tenacious, impulsive, controlling, competitive and demanding. These are traits that allude to the men's "authority" in the patriarchal culture, the idea of the ruler as a father (Lakoff, 2007) and the submission of women, children and people who do not adhere to the canon established by androcentrism.

Keywords: Domination, vehemence, patriarchy, DISC psychological model and male stereotype

 

Resumo

Este artigo acadêmico visa dilucidar a conduta enérgica, dominante e patriarcal de quatro políticos que marcaram a história recente do Equador: León Febres Cordero, Abdalá Bucaram, Jaime Nebot e Rafael Correa. Para compreender o modo veemente em eles agem — o que faz parte fundamental da sua “marca pessoal” — foram analisadas três teorias interdisciplinares: a) o modelo psicológico DISC (Editorial Inscape), inspirado na teoria do psicólogo William Marston formulada em 1928, b) os estudos sobre o patriarcado e, a) o conceito da figura do pai na política americana de George Lakoff (2007). Dessa forma, ao estabelecer um diálogo entre as teorias escolhidas e os dados empíricos coletados, propõe-se o conceito de liderança dominante e patriarcal, isto é, a capacidade de um político para convencer e governar por meio das qualidades normalmente associadas à liderança, desde que sejam acompanhadas por um comportamento orientado para o poder e que alude à “autoridade” dos homens na cultura patriarcal, à ideia do governante como o pai (Lakoff, 2007) e à submissão de todas as pessoas que não se encontram no cânone estabelecido pelo androcentrismo.

Palavras chave: dominação, veemência, patriarcado, modelo psicológico DISC, estereótipo masculino

 

I. Introducción

Este artículo expone la conducta patriarcal, vehemente e impositiva de cuatro políticos que han marcado la historia reciente de Ecuador: León Febres Cordero, Abdalá Bucaram, Jaime Nebot y Rafael Correa. Para entender su temperamento y actitud beligerante ante la gente –componente clave de su “personal branding”– se ha tomado la teoría de William Marston, el modelo psicológico DISC, con especial énfasis en la dominación, que describe a las personas controladoras, impetuosas y exigentes (Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011: 207). Además, se han tomado algunos conceptos claves de la literatura sobre patriarcado, los “men's studies” y la teoría de George Lakoff (2007) sobre la figura del padre en la política, aspecto clave del libro No pienses en un elefante. Lenguaje y debate político, donde se plantea la importancia de enmarcar los hechos que son parte del debate público y se procesan en el inconsciente cognitivo, entendido como las “estructuras de nuestro cerebro a las que no podemos acceder conscientemente (y moldean) nuestro modo de razonar y lo que se entiende por sentido común” (Lakoff, 2007: 4).

La estrategia metodológica con que se desarrolla este trabajo supone un diálogo entre las teorías elegidas y los datos empíricos recogidos, con la intención de hacer un aporte académico (Ragin, 2007). De esta manera, se plantea el liderazgo dominante y patriarcal como concepto, esto es, “una idea general que puede aplicarse a muchas manifestaciones específicas” (Ragin, 2007: 145). “Los conceptos son síntesis abstractas de las propiedades compartidas por los miembros de una categoría de fenómenos sociales” (Ragin, 2007: 145). Así, los casos se han elegido cuidadosamente, pero no es una investigación comparativa que “está a medio camino entre el enfoque cualitativo y el enfoque cuantitativo” (Ragin, 2007: 212), fundamentalmente porque no se busca controlar empíricamente una hipótesis, “el paso fundamental y característico de la comparación” (Morlino, 2010: 126). Sin embargo, tal como se ha planteado el estudio (con cuatro casos similares desde la orientación teórica elegida), es posible desarrollar nuevas ideas, es decir, “hacer progresar la teoría” (Ragin, 2007: 148).

Pues bien, los cuatro políticos que dan contenido empírico a este trabajo comparten algunas características claves, como se verá, a pesar de los aspectos que los distancian en el campo político, ideológico, ético, económico, etc. Se trata de líderes carismáticos que procuran transmitir seguridad, carácter y “pantalones” a la hora de actuar, que evitan verse frágiles porque eso los alejaría del estereotipo masculino, que plantea “alcanzar un ideal moral, una meta normativa, a la que hay que llegar si se quiere ser un hombre de verdad” (Fernández, 2004: 38). En primer lugar, Febres Cordero, que antes de entrar a la política hizo una carrera empresarial y luego fue legislador, entre 1968 y 1970. En 1978, ingresó al Partido Social Cristiano y se opuso tenazmente al binomio Roldós-Hurtado. Logró la diputación en el período 1979-1983. Luego, fue presidente de la República (1984-1988). Finalmente, fue alcalde de Guayaquil, desde 1992 hasta el 2000 (en dos periodos). En segundo lugar, Nebot, nacido en una familia de ingresos altos, parte de “las élites políticas y económicas, y quien se inspiró en su padre, un político velasquista” (Vaca, 2019: párr. 8). En su momento, fue asistente de campaña de Febres Cordero (El Telégrafo, 2020). En 1987, fue gobernador del Guayas, legislador en 1990 y miembro de la Asamblea Constituyente de 1998, y fue candidato a la presidencia en dos ocasiones, en 1992 y 1996. Finalmente, fue alcalde de Guayaquil por 19 años, de 2000 hasta 2019 (cuatro administraciones). En tercer lugar, Bucaram, alcalde de Guayaquil (1984) y presidente de la República (1996), defenestrado por una supuesta incapacidad mental para gobernar, en medio de protestas sociales, en 1997. Finalmente, Correa, presidente de la República por diez años, de 2007 a 2017 (reelegido en dos ocasiones). 

 

II. Teoría

El abogado William Marston estudió psicología en la universidad de Harvard y desarrolló su tesis doctoral sobre las consecuencias corporales (que pueden ser detectadas) de engañar o mentir, lo que constituye el inicio del polígrafo. Luego, en 1928, publicó el libro Emotions of Normal People donde planteó las ideas que hoy sostienen el modelo psicológico DISC, un esquema que desarrolla los tipos de conducta que generalmente encontramos en las personas “comunes”, lo que constituye una importante contribución en los campos del clima laboral y la selección de personal en el ámbito empresarial, por ejemplo (Pérez, 2010). La teoría de Marston tiene una importante acogida en la actualidad, luego de 94 años. Para complementar un recorrido profesional fructuoso, en la década de 1940, ingresó al singular mundo de los comics estadounidenses y creó un personaje sumamente popular: la Mujer Maravilla, en la empresa All-American, buscando dar un giro radical, esto es, crear una heroína en un campo dominado por los hombres, una idea que a la postre fue un enorme acierto comercial (Pérez, 2010). Ciertamente, se trata de un intelectual polifacético.

El modelo de comportamiento humano DISC [es] un sistema de psicología que ayuda a explicar cómo las personas "normales" piensan, sienten y actúan en función de la interacción dinámica de cuatro reacciones emocionales fundamentales: Dominación, Influencia, Firmeza y Conciencia. Los conceptos detrás de DISC fueron articulados en la década de 1920 por el Dr. William Moulton Marston, formalizados y comercializados en la década de 1970 por el Dr. John Geier, y desarrollados por el equipo de investigación de la Editorial Inscape. (Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011: xii)

El modelo tiene cuatro partes, a saber:

1. Dominación: “describe a las personas que son impulsivas y enérgicas. Ellos por lo general tienen opiniones fuertes sobre cómo se deben hacer las cosas y son directos […]. Ellos a menudo se describen a sí mismos como agresivos, de voluntad fuerte, y exigentes” (Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011: 207). Los líderes o lideresas dominantes tienen estas características, lo que marca una gran diferencia en el terreno político, como se verá a continuación. Una persona dominante (hombre o mujer) transmite

su energía al mundo y utiliza la razón para alcanzar sus objetivos. Es confiable, tenaz, exigente, orientado al poder y puede ser agresivo en las formas. Aquí están las personas que les gusta decir lo que el resto ha de hacer. Por ello, no es de extrañar que muchos líderes tengan bastante carga D en sus comportamientos. (Jericó, 2016)

 

2. Influencia: “describe a las personas que son entusiastas (…). Ellas son rápidas en buscar nuevas oportunidades sociales y por lo general hablan mucho. Este estilo combina un alto nivel de energía con una fuerte disposición positiva” (Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011: 208).

3. Estabilidad: describe a las personas amables, empáticas y pacientes, que procuran mantener un entorno agradable e incluyente (Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011).

4. Conciencia:

describe a las personas que son analíticas y reservadas. Ellas le dan un alto valor a la precisión y adoptan un enfoque sistemático en su trabajo. Las respuestas emocionales se mantienen al mínimo, ya que enfatizan fuertemente la lógica y la razón. (Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011: 208)

Ahora bien, los cuatro estilos DISC son fundamentalmente una tipología, esto es, “categorías que nos ayudan a comprender rápidamente las diferencias individuales” (Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011: 208). Las personas generalmente nos acercamos a un estilo particular, pero en ciertas circunstancias asumimos posturas distintas, lo que nos acerca a otros estilos. Por lo tanto, la precisión del modelo no es total; aún así, su capacidad de sintetizar y orientar resulta útil. El esquema elaborado pudo ser diferente, de seis partes quizá, pero mantenerlo simple facilita que se lo emplee en diferentes ámbitos. Es como un mapa, pero, como se sabe, el mapa no es el territorio. “Todos somos una mezcla de los cuatro estilos” (Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011: 208). Pero, ¿en iguales proporciones? No. Un estilo predomina, y por eso el esquema funciona. Cuando Marston planteó el modelo DISC, “lo comparó con una rueda de color en la que cada uno de los colores se mezcla suavemente con los colores adyacentes” (Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011: 208). De esta manera, un individuo puede acercarse al estilo D, en tanto que otro posee un estilo I con rasgos del estilo C. Así, “un estilo se mezcla con un estilo adyacente de la misma manera que el rojo se funde en el naranja” (Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011: 208-209).

“Los cuatro cuadrantes del mapa DISC han sido denominados Dominación, Influencia, Estabilidad (originalmente Sumisión), y Conciencia (originalmente Cumplimiento)” (Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011: 207). En el libro Emotions of Normal People, Marston plantea que la dominación es un comportamiento emocional primordial. Las personas desarrollamos estas emociones al poco tiempo de nacer. Por ejemplo, las persecuciones infantiles son acciones naturales que reflejan la capacidad de ejercer cierto poder. Los animales también lo hacen.

Los gatos persiguen a los ratones, los perros persiguen a los gatos, los niños persiguen gatos y perros, y machos adultos persiguen a mujeres y animales salvajes. En todos los casos, huir es el estímulo que evoca el dominio de la persecución. (Marston, 1928: 131)

La competencia se incita desde la infancia. Deportes populares como el fútbol despiertan emociones fuertes. Perder un encuentro refleja debilidad. El boxeador Jack Dempsey, dijo que disfrutaba cada minuto de una pelea, especialmente el instante en que colocaba un puño ganador (Marston, 1928). En el mundo de los negocios asimismo encontramos una competencia diaria. Los empresarios reaccionan con mucha fuerza cuando piensan que pueden perder una parte del “pastel”. Marston (1928) menciona a Henry Ford como un ejemplo claro, porque no escatimaba esfuerzos para mantener la presencia de su marca en los segmentos del mercado.

“Podemos definir el dominio como una respuesta emocional que tiene lugar a partir de un estímulo motor antagónico de intensidad inferior al yo motor del sujeto” (Marston, 1928:137). Así, se experimenta “un torrente de energía que trata de eliminar lo que se opone” (Marston, 1928:140). Esto es, una sensación que se da a partir de dos elementos: 1. El malestar que causa la presencia de un oponente. 2. El placer que produce la carga de energía que tiene lugar al intentar eliminarlo (Marston, 1928).  

Pues bien, la segunda teoría que emplea este trabajo gira en torno al género, que es una construcción social que da sentido y mantiene relaciones de poder. Tengamos presente que en Occidente (principalmente durante los siglos XVIII y XIX) se afianzó la idea de que los hombres y las mujeres son seres distintos, que se ubican en los extremos de un eje “cuya parte intermedia (está) totalmente vacía” (Laqueur, citado por Fernández, 2004). Así, la masculinidad es un intento de separarse de la feminidad, su “anverso” (Fernández, 2004: 21). Es una cuestión relacional. Para definir masculinidad hay que definir feminidad, y viceversa, procurando alcanzar identidades estables (Fernández, 2004).

Hay una “definición de lo que se supone que es el verdadero hombre” (Fernández, 2004: 29), a saber, el comportamiento socialmente aceptado. Quien no se ajuste a esta definición hegemónica será adjetivado “como afeminado, maricón, mujer, niño o infantil” (Fernández, 2004: 30). “Ambos estereotipos (de hombre y mujer) se necesitan entre sí” (Fernández, 2004: 31). La masculinidad supone tener voz de mando, ímpetu y autoexigencia; se exalta lo “realmente masculino y femenino” en contraste con lo que no se considera legítimo o puro (Fernández, 2004).

Patriarcado “etimológicamente significa “gobierno de los padres” y hace referencia a un tipo de organización social en la que los varones ejercen la autoridad en todos los ámbitos” (Fundación Juan Vives Suriá, 2010: 57). Esto es, el sometimiento masculino en contra de “las mujeres, los niños/as y la ampliación de este dominio a la sociedad en general” (Duarte Cruz y García-Horta, 2016: 22). El patriarcado existe desde tiempos remotos, como indican las investigaciones históricas y antropológicas, pero esto no lo legitima. Las sociedades patriarcales tienen como base una atávica organización de tareas en función de la condición reproductiva, a saber, hembras reproductoras y varones proveedores, para dar lugar a sistemas e instituciones jerárquicas. Se trata de un orden político que se puede modificar en tanto se tome conciencia y haya una acción colectiva que plantee un horizonte diferente (Fundación Juan Vives Suriá, 2010). Ahora bien, no es el propósito de este trabajo describir a la sociedad ecuatoriana desde una perspectiva de género, ya que nos ocuparemos de analizar únicamente cuatro políticos importantes desde las teorías elegidas. 

La tercera teoría que emplea este trabajo pertenece a George Lakoff (2007), quien sostiene que las personas tomamos posiciones políticas a partir de nuestros criterios morales, que se encuentran en marcos conceptuales, en la sinapsis del cerebro, lo que incluso gravita más que las elecciones racionales que se pueden hacer en beneficio propio, algo particularmente claro en Estados Unidos donde la moralidad tiene una estrecha relación con una representación idealizada de familia. Es algo histórico y profundo.

La noción misma de padres fundadores utiliza una metáfora de la nación como familia, no como algo sobre lo que pensamos activamente, sino como un modo de estructurar nuestra manera de entender la difícil conceptualización de ese enorme grupo social que es la nación […]. Es algo que hacemos automáticamente. (Lakoff, 2007: 33)

En la familia idealizada la figura del padre, protector o estricto, es fundamental. El primero proyecta su autoridad desde el cuidado, la empatía y la contención. El segundo, plantea que las adversidades de la vida deben enfrentarse con orden, madurez y mucho trabajo; así, es responsabilidad de los padres dar seguridad, orientar a la familia y transmitir la “diferencia entre el bien y el mal” (Lakoff, 2007: 34), de esa manera se alcanzan las metas y la prosperidad, o por lo menos la autosuficiencia. Porque “si eres débil, permitirás que triunfe el mal” (Lakoff, 2007: 46). Solo la fuerza y la determinación van a impedir que quienes hacen el mal consigan sus objetivos. Nada es más decisivo que la perpetua batalla entre el bien y el mal, de tal forma que se necesita hombría, voluntad y fuerza para asumir un reto de esta naturaleza. Esto es, las ideas que constituyen la base de emocionantes relatos políticos maniqueos donde generalmente hay “un héroe, un crimen, una víctima y un villano” (Lakoff, 2007: 57). “La política conservadora contemporánea convierte estos valores familiares en valores políticos: autoridad jerárquica, disciplina personal, poder militar” (Lakoff, 2007: 39).

 

III. León Febres Cordero

Muchos ecuatorianos recuerdan “los pantalones” de Febres Cordero a la hora de actuar, de hacer política. Lo tienen presente “con su eterno cigarrillo en mano o montando a caballo o gritando ‘yo no me ahuevo carajo’ […]” (Cabrera, 2014: párr. 6). Era un personaje dominante a todas luces. Durante varios años fue el principal dirigente de la derecha en Ecuador, y representaba la “tenacidad de los empresarios” que creen en el mercado y consiguen imponerse ante las dificultades y la incertidumbre. Sus compatriotas lo llamaban León, no solo por su primer nombre, sino por su apariencia (melena blanca) y el poder que detentaba políticamente. Le gustaban las armas y los caballos. “Su discurso político vertió los contenidos de una retórica anti estatista y a favor de la liberalización económica” (Montúfar, 2000: 135). Pensaba que la senda del desarrollo pasaba por atraer inversión extranjera, reducir el papel del Estado en la economía y establecer un crecimiento orientado hacia las exportaciones (Conaghan, Malloy y Abugattas, 1990).

Para llegar a la presidencia en 1984, Febres Cordero tuvo que imponerse ante el socialdemócrata Rodrigo Borja en segunda vuelta, y aún se recuerda su sugerente eslogan de su campaña: “pan, techo, empleo”. En su momento, ambos candidatos protagonizaron un intenso debate que es un hito en la política nacional. Entonces León quiso llegar al “electorado básico: el pueblo que quería, sobre todo, que su candidato no se achicara ante el otro ni concediera cuartel alguno” (El Universo, 2002: párr. 9). Así, poco se habló sobre los planes de gobierno y la política pública, pero abundaron las acusaciones de comunista, oligarca y otras similares (El País, 1984). Borja, a la postre, no pudo superar la intensidad del “socialcristiano, quien durante el encuentro y mientras le mostraba un documento […] le dijo: ¡Míreme a los ojos, doctor Borja, no me baje la mirada!” (El Universo, 2002: párr. 10), lo que fue un golpe preciso y memorable.

El estilo antagonista de Febres Cordero emocionaba a los ecuatorianos. Donde iba daba declaraciones controvertidas. Se dijo que “la penetrante mirada de su único ojo sano a menudo ponía nerviosos a sus adversarios” (El Universo, 2008: párr. 6). No era un hombre de consensos ni diálogo pausado. Su gobierno tuvo un “carácter autoritario que colocaba a la política en una situación de ganadores y perdedores absolutos” (Pachano, 2007: 21). En su momento, quiso dar una respuesta contundente ante las actividades insurgentes de los grupos de izquierda radical en Ecuador, algo propio de la época; en particular, buscó frenar las acciones de Alfaro Vive Carajo. En ese marco, se lo acusó por una serie de atropellos en el campo de los Derechos Humanos, ya que hubo casos de tortura (policial e incluso militar) y de desaparecidos, “entre ellos los hermanos Santiago y Andrés Restrepo, además de la profesora Consuelo Benavides” (El Telégrafo, 2016: párr. 4).

La red de contactos de alto nivel de Febres Cordero, su ambición y astucia le dieron un gran poder con el paso del tiempo, y lo que le propició el apelativo de “dueño del país”, según palabras del entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), Carlos Solórzano (La Hora, 2008). El sobrenombre ha quedado registrado en la historia política nacional. Luego, en el sillón de Olmedo, como alcalde de Guayaquil, también desarrolló un discurso intenso. La ciudad estaba golpeada por una serie de administraciones ineficientes y corruptas, especialmente las del PRE en los ochentas. En manos del PSC, la urbe recuperó una parte del terreno perdido y se registraron algunos avances que la gente reconoce; así, el puerto resurge “como el espacio de un proyecto político de las elites locales. La victoria de Febres Cordero devolvió a los grupos de origen oligárquico el control” (Burbano de Lara, 2009: 24). Pocos personajes han marcado tanto al Ecuador; “como si fuera una especie de Cid Campeador de la política […] sigue causando polémica” (Cabrera, 2014: párr. 1). En 2014, un monumento de bronce valorado en 300.000 dólares fue levantado en su honor en Guayaquil, causando la oposición de algunos grupos de izquierda (El Comercio, 2018), mientras que los sectores más conservadores reclamaron aduciendo que “no tiene la verdadera semblanza, de aquel político que siempre demostró su bravura y carácter para gobernar” (García, 2014: párr.1).

 

IV. Jaime Nebot

De ascendencia catalana y libanesa, Jaime Nebot ha prolongado la política de mano firme que distingue al PSC. Se trata del “social cristiano más famoso después de Febres Cordero y Camilo Ponce, los cuales sí pisaron Carondelet” (Ribadeneira, 2015: párr. 1). En su momento, fue apodado “como ‘Cachorro’ por ser el favorito de León” (Ribadeneira, 2015). Así, “lideró el bloque del PSC en el Congreso Nacional durante el gobierno de Rodrigo Borja” (Valverde Rivera, 2017: párr. 10). En 1992, quiso llegar a la presidencia, pero cayó ante “el bisabuelo Sixto Durán Ballén, quien tenía ya 70 años y era ex social cristiano. Pero más dura fue la derrota, en 1996, frente a Abdalá Bucaram” (Ribadeneira, 2015: párr. 4). Entonces hizo de su Guayaquil su fortaleza, y aún tiene un importante respaldo popular en la urbe. En el 2018, aprobaron su trabajo casi el 86% de los encuestados (Perfiles de Opinión, 2018). Muchos consideran que es un buen administrador, que conoce el sector público, pero lo maneja con criterios empresariales.

Los insultos de Nebot son materia de comentarios, burlas y conversaciones coloquiales hasta el día de hoy, como el “‘ven para mearte insecto’, que le profirió […] a Víctor Granda, cuando ambos eran diputados en 1990” (El Comercio, 2012: párr. 8). En 2011, llamó “delincuente” y quiso golpear a Wilson Luque, juez de lo Civil (El Comercio, 2011b). En 2019, con un tono prepotente, recomendó a los indígenas que protagonizaron el Paro Nacional “que se queden en el páramo”, lo que develó su racismo y circuló en las redes sociales. Ciertamente, las ofensas han sido un elemento característico de la política nacional. En 2012, se dijo que “lejos de las sesudas ideologías, los agravios –unos de léxico fino y otros de una vulgaridad indiscutible– constituyen la base del discurso de muchos honorables” (El Comercio, 2012: párr. 1). Nebot es un líder de larga trayectoria: “50 años de lucha” (Valverde Rivera, 2017). Es un personaje activo y trabajador. No le falta carisma, y su personalidad lo acerca a su mentor, Febres Cordero, ambos aguerridos y ambiciosos. En todo discurso y entrevista procura transmitir firmeza, que la gente sepa que sus palabras tienen el peso de un hombre decidido.

 

V. Abdalá Bucaram

Bucaram es otro personaje costeño y patriarcal que por varios años despertó emociones fuertes en todos los estratos de Ecuador, en seguidores y adversarios. Se ha dicho que tiene raíces libanesas que marcan su temperamento y actitud. Es un político locuaz que pertenece a una familia que más que ninguna otra marcó la historia contemporánea del país. Así, su hermana Elsa rompió la tradición masculina para alcanzar la alcaldía de Guayaquil en 1988, un hecho inédito, y luego fue legisladora. Sus hermanos Jacobo y Santiago asimismo llegaron al poder legislativo. Y esto no es todo. Martha, su hermana, fue Primera Dama, esposa de Roldós, y “su primo hermano Averroes Bucaram Záccida fue Presidente del Congreso Nacional, y el hermano de este, Avicenas, diputado por Guayas” (Jijón, 2015: párr. 3). Todo esto, sin mencionar que su

tío don Assad, un joven y humilde vendedor de telas, de origen libanés, entró a la política para apoyar al gran Carlos Guevara Moreno, el Capitán del Pueblo, que había fundado lo que sería uno de los más grandes partidos [...], Concentración de Fuerzas Populares: entonces el vehículo de la lucha de los pobres contra los ricos. (Jijón, 2015: párr.4) 

Bucaram hizo los primeros pasos como intendente, luego fue alcalde de Guayaquil, en 1984. Utilizaba una jerga popular para conectarse con los estratos de menos ingresos y descalificaba a sus oponentes, incluso con gestos grotescos. Procuraba divertir a la gente con ocurrencias, burlas y anécdotas; así, “acepta con agrado el apodo de el loco, se define como el abanderado de los pobres y el látigo contra la oligarquía” (El Tiempo, 1996: párr. 1). No obstante, lleva un Rolex de oro en su mano izquierda (Bucaram, 2014). Es un populista de derecha. En 1996, llegó a la presidencia, dejando a Nebot en el camino, pero duró solamente seis meses en el Palacio de Carondelet, ya que luego de un ajuste económico y protestas en Quito el Congreso Nacional lo sacó del cargo alegando que era incapaz mentalmente de gobernar, una maniobra controvertida. En el poder hizo un disco, fue presidente del Barcelona Sporting Club y contrató a Maradona (Aznárez, 1997). Luego, se lo investigó por algunas irregularidades y permaneció por cerca de 20 años en Panamá para evitar la cárcel en Ecuador.

La carrera política de Bucaram ha estado plagada de escándalos y fuertes acusaciones de orden legal y político, pero por varios años fue un líder muy popular. Sus discursos convocaban a miles de personas en todas las provincias del país, y en la tarima daba un show emotivo y revanchista. Se dijo en alguna ocasión que darle el voto era como rayar un Mercedes-Benz, es decir, “ajustar cuentas” con la oligarquía que acapara los recursos económicos que el pueblo tanto necesita. Para él, dos frases sintetizan su vida: “la fuerza de los pobres” y “el loco que ama”. De voz ronca, “más que hablar, […] grita” (Ortiz, 2015: párr. 8). Hace apenas dos años dijo (con el machismo que lo caracteriza) que sus pasiones eran la lectura, el deporte, la música y las mujeres. También manifestó que la fidelidad no se hizo para los hombres sino para los equipos de sonido.

A Febres Cordero Bucaram lo llamaba “viejo marihuanero”, su gran rival político. A Nebot también lo atacaba, en su momento señaló: “La gente decía en las calles que Nebot le había dicho a su mujer: ‘Mijita, desde mañana te acostarás con el presidente de la República’, y la mujer había dicho: ‘¡No, por favor, con Abdalá no!’” (Ortiz, 2015: párr. 1). Y sobre Correa dijo:

Fue alumno mío dos o tres años en (el colegio) La Salle. Le decían ‘la muñeca’. Se jacta de que fui quien lo expulsó por primera vez de una clase. Yo daba Educación Física. Desgraciadamente, no fui profesor de Ética y moral como para darle lecciones sobre el respeto a la palabra y el don de la hombría. (Ortiz, 2015: párr. 32)

 Bucaram se jacta de su virilidad para desafiar “las buenas costumbres de los oligarcas. Pero esta apropiación de lo que él consideró como la cultura popular, aceptó y reprodujo una cultura autoritaria y machista” (De la Torre, 2015: 97). Para María Dolores Miño (2020), “los Bucaram son el símbolo del machismo ignorante y violento (…). Esos que todo lo resuelven a golpes, obsesionados (por algo será) en demostrar que son ‘hombres’”. 

 

VI. Rafael Correa

Rafael Correa es otro político dominante y patriarcal que ha conseguido un gran respaldo popular en Ecuador. Llegó a la presidencia en 2007 al derrotar al multimillonario del sector bananero Álvaro Noboa, en segunda vuelta. Luego, impulsó una nueva Constitución que gira alrededor del Sumak Kawsay (en quechua, ‘buen vivir’). Desde el inicio de su gobierno hablaba de los vicios de la clase política tradicional. El sello de su administración fue el antagonismo. Hizo de la clase alta y de los periodistas sus grandes oponentes al establecer un emocionante discurso maniqueo, lo que ha sido analizado por politólogos y sociólogos, y criticado desde los sectores liberales que plantean que se trata de una conducta peligrosa porque menoscaba el pluralismo y genera las condiciones para que se irrespeten las instituciones políticas, el orden legal y la separación de poderes. Los proyectos refundacionales o radicales no van con la democracia representativa, que concibe un poder político transitorio y limitado.

Las encuestas no le dieron la espalda durante diez años, lo que se puede entender por medio de cinco variables, a saber: 1. Su potente discurso antagonista (contra las élites). 2. Su carisma. 3. La presencia del Estado en un entorno de crecimiento económico. 4. La intensa propaganda oficial. 5. Su actitud dominante, como un padre firme (Lakoff, 2007). Efectivamente, no es posible entender el populismo de Correa sin considerar su temperamento y energía. Su antagonismo se complementa con su don de mando y elocuencia. Los discursos maniqueos requieren una voz firme y aplomo para que sean creíbles (algo que la teoría sobre populismo no ha analizado suficientemente), porque el orden masculino es parte del inconsciente colectivo, a saber, esquemas “culturales y simbólicos (que son) no sólo […] el único orden natural, legítimo y razonable sino además en un orden neutro” (Lomas, 2005: 264).

En el 2012, la oposición llevaba un registro de las intervenciones ofensivas de Correa, esto es, alrededor de 500 “palabrotas” en alusión a políticos, empresarios y periodistas. Entre ellas se encontraban: “gordita horrorosa”, “ecologistas infantiles”, “bestias salvajes”, “basura” y “prensa corrupta” (El Comercio, 2012). De esta manera, se construyó la imagen de un líder audaz, fuerte y comprometido con las causas populares, al que no le faltan “pantalones” y tiene “mano de hierro”. Además, en varias ocasiones tuvo expresiones machistas. En 2016, por ejemplo, “se refirió a las concejalas de Loja […]diciendo: ‘¡Qué guapas! ¿Cómo eligen a las concejalas?, ¿por concurso de belleza?’ […]” (El País, 2017: párr. 11).  En el 2011 dijo:

Yo no sé si la equidad de género mejora la democracia, lo que sí es seguro es que ha mejorado la farra impresionantemente; ha mejorado el buen vivir porque… ¡se armó una farra! […] ¡Qué asambleístas que tenemos! Guapísimas, ¿ah? ¡Eh, Corcho!, hay que aumentarles el sueldo. (El País, 2017: párr. 3).

Correa comunica permanentemente: pelea por el sentido de las ideas. En su gobierno implementó los “Enlaces Ciudadanos”, cada sábado, al estilo de los “Consejos Comunitarios” de Uribe y el “Aló Presidente” de Chávez. Estos espacios evocaban “una suerte de liturgia” (Cerbino, Maluf y Ramos, 2017: 486). Eran unos pintorescos baños de popularidad. El presidente hablaba con un lenguaje técnico y popular ante el público que aplaudía sus aciertos. Además, procuraba establecer la prioridad de las cuestiones de interés público, elegir los asuntos importantes y “colocarse a sí mismo […] y colocar a los demás en relaciones específicas” (Chilton y Schaffner, 2000: 305).

En uno de los Enlaces Ciudadanos de 2015, el mandatario planteó la posibilidad de ir a los golpes con un político de derecha, Andrés Páez. Era un momento tenso, y con voz alta señaló que no quería darle un mal ejemplo a los niños, “pero era como se arreglaban las cosas antes en [su] barrio” (El confidencial, 2015: párr. 4). Además, dijo que si Páez tenía un problema con él, sabía dónde encontrarlo y además aseguró que este era un cobarde, que salía corriendo al primer intento.

Entonces Páez respondió (para que su masculinidad no se vea vulnerada), y aceptó el reto con la condición de que Correa en el debate tratara acerca de los problemas del país sin acudir con sus guardaespaldas (El Universo, 2015). Y luego dijo que de su parte le ofrecía un combate limpio y esperaba que la otra parte se condujera de la misma manera (El Universo, 2015). Los políticos finalmente no se enfrentaron. “Estas promesas se reconocen idiomáticamente como ‘vacías’. Diversas formas de atenuación pragmática o vaguedad semántica acompañarán aun a los realizativos de promesa más explícitos” (Chilton y Schaffner, 2000: 316). Lo que se quiso es constituir al macho alfa (Pachano, 2015).

 

VII. Liderazgo dominante y patriarcal

Los gobernantes procuran transmitir sus ideas con claridad y firmeza para conectar con los ciudadanos. El mensaje generalmente requiere complementarse con una postura erguida y una actitud decidida, mostrarse dubitativo puede dañar la imagen que se quiere proyectar. Incluso se busca intimidar: acercarse a la figura de padre y al estereotipo masculino. Esto es algo profundo que nos remite a nuestro comportamiento más primario. Los animales tienen una conducta similar; de hecho, muchos “quieren hacerse pasar por más dominantes y peligrosos” (Herrero, 2014: 29). Por ejemplo, De Waal observó que algunos primates machos aparentan no tener problemas físicos, como una cojera, “para no mostrar su vulnerabilidad. También aparentan no estar debilitados tras una pelea” (Herrero, 2014: 32).

Hay que proyectar fuerza para dominar; como sucede en el campo político. Líderes alfa hay en todas las regiones del planeta: Trump, Putin, Berlusconi, Erdogan, Chávez, Uribe, etc. Fukuyama (2000) plantea que las personas que ostentan un cargo importante o despuntan en una actividad generalmente buscan saciar sus ansias de poder, lo que explica su conducta, en sus palabras:

Un profesor que recibe una plaza en una universidad de prestigio, un político que gana una elección o un alto ejecutivo que logra elevar el valor de las acciones de una empresa satisfacen el impulso de alcanzar una posición de poder igual al del macho alfa de una comunidad de chimpancés (P. 31).

Con frecuencia el liderazgo se asocia al temperamento. Es raro que una autoridad electa no procure transmitir seguridad y fuerza cuando se dirige a la gente. Se cree que las medidas importantes se toman con personalidad y coraje, que en los momentos complicados se destacan los funcionarios más firmes, que las palabras duras y las reprimendas son parte del trabajo diario porque hay que conseguir las metas. Mosterín (2007: 25) plantea que “los deportistas de élite, los empresarios exitosos y los políticos que ganan las elecciones suelen ser individuos especialmente agresivos, al menos en su campo de actividad” En estas condiciones, el rol desempeñado por los hombres es sobrevalorado y el de las mujeres subvalorado (Duarte Cruz y García-Horta, 2016); por lo tanto, las decisiones importantes caen sobre los hombres maduros. “El sexismo es la implementación cotidiana de la fantasía de superioridad que justifica el manejo del poder. La desvalorización de la mujer y de lo femenino resulta un mecanismo central para mantener esta imagen ideal libre de toda sombra” (Pérez, 2010: 233). 

Buscamos al momento de sufragar una figura paternal, dado que la gente elige padres, no gerentes, sostiene el consultor Jaime Durán Barba (Cué, 2016). Buscamos un padre exigente que pueda resguardar a la familia y sostenerla en los momentos arduos, que transmita a los chicos la diferencia trascendental “entre el bien y el mal” (Lakoff, 2007: 9). Se trata de un papel que se les da muy bien a políticos como Febres Cordero, Nebot, Bucaram y Correa, por la carga dominante (D) que poseen (Marston, 1928), ya que los cuatro personajes disfrutan del poder, son duros en las formas, mandones y activos. Esto es, líderes patriarcales que procuran legitimarse constantemente, y lo hacen demostrando la capacidad que tienen para imponerse en diferentes situaciones, incluso de manera violenta, ya que “para el estereotipo, el poder, la dominación, la competencia y el control son los mejores datos para dar prueba de la verdadera masculinidad” (Fernández, 2004: 37).

Pues bien, el liderazgo dominante y patriarcal se puede definir como la capacidad de un político de convencer y dirigir a través de una serie de cualidades asociadas al don de mando, como el carisma, la inteligencia, el empeño y la elocuencia, siempre que estén acompañadas de algunos rasgos que desde el enfoque elegido acá resultan decisivos, a saber, un comportamiento orientado hacia el poder, tenaz, impetuoso, controlador, racional y exigente (consigo mismo y con los demás). Esto es, una considerable carga D del modelo DISC que surge de la teoría de Marston (Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011), lo que alude al gobierno del padre (Lakoff, 2007) y a la “autoridad de los varones” en la cultura patriarcal: la sumisión de las mujeres, de los niños y de todas las personas que no entrenen en el canon establecido por el androcentrismo, de tal forma que se evita cualquier comportamiento que pueda ser interpretado como femenino.

Los datos empíricos recogidos en esta investigación dialogan (Ragin, 2007) fluidamente con las teorías elegidas, con este propósito se ha tomado noticias de la prensa, información de redes sociales, artículos académicos y de opinión. Evidentemente, Febres Cordero fue un líder dominante y patriarcal, con los “pantalones bien puestos”, de temperamento, aficionado a las armas y a los caballos, recordado por su “yo no me ahuevo carajo” (Cabrera, 2014). Se trata del político más representativo y carismático de la derecha ecuatoriana de las últimas décadas, el candidato que en 1984 ofreció “pan, techo, empleo” y al llegar al poder fue acusado por perseguir y reprimir. Era el “dueño del país” porque no había puerta que no se le abra en aquellos años. El político que “recuperó Guayaquil” de las manos del PRE. En segundo lugar, Nebot, el “cachorro de León”, recordado por insultos como el “ven para mearte insecto…” del año 1990 en el Congreso Nacional. El candidato que cayó en segunda vuelta ante Durán Ballén y luego frente a Bucaram, e hizo de Guayaquil su fortaleza como alcalde, el que todavía influye en la política nacional como líder máximo del PSC y propone que Ecuador se convierta en una República federal para enfrentar los problemas políticos, económicos y sociales (2022).

En tercer lugar, Bucaram, “el loco que ama”, de gestos y palabras ordinarias, vociferante, cínico, el político que dice haber enfrentado a la oligarquía en todos los campos, que tiene varias acusaciones por corrupción y prácticas mafiosas. Presidente de la República por seis meses, exalcalde de Guayaquil. De discurso populista, Bucaram se jacta de su “virilidad”, y dijo en su momento: “yo era un mujeriego, muy enamorador, siempre tuve seis, siete novias a la vez. Me fascinaban las mujeres, siempre me han encantado, son las grandes debilidades de Abdalá'” (Burbano de Lara, 1997: 46). Finalmente, Correa, que antagonizó permanentemente con las elites y polarizó al Ecuador. Desarrollista, que le dio al Estado un lugar central en la economía. El presidente que invitó a un adversario político a solucionar sus diferencias a golpes, que rompía periódicos “en vivo” para deslegitimar el trabajo de los medios de comunicación e imitaba y se burlaba de los líderes de la oposición. De gran respaldo popular, Correa es el político más influyente de las últimas décadas en Ecuador, y continúa disputando importantes espacios de poder, aunque reside en Bélgica desde el año 2017.        

Como se ve, los cuatro políticos ecuatorianos que dan contenido empírico a esta investigación tienen algunos rasgos importantes en común, a saber: su actitud dominante, firme, explosiva y paternal, lo que no es la primera vez que se plantea. Por ejemplo, Alexis Mera, funcionario que trabajó de cerca con Febres Cordero y Correa, señaló que ambos líderes se parecen ya que “son personas decididas, toman decisiones inmediatamente, son determinantes. Correa es un fósforo que se prende y apaga. Igual era Febres Cordero. En psicología eso se llama carácter colérico” (El Comercio, 2011a: párr. 74). Ahora bien, León y Nebot también se parecen, ambos son caudillos, “explosivos, irascibles, acostumbrados a mandar con vehemencia desbordada. La palabra preferida de Nebot parece ser carajo” (Vera, 2015: párr. 8). Y Bucaram y Correa no están lejos desde esta perspectiva, porque “ambos son políticos de tarima, canto, grito e insulto” (La Hora, 2020: párr. 3). Así, el recurso de “los pantalones bien puestos” está en la política nacional desde hace mucho tiempo y es usado para afirmar “la identidad (en la) valentía de macho” (Burbano de Lara, 1997: 46).

 

VIII. Conclusiones

Este artículo académico analiza la conducta dominante y patriarcal de Febres Cordero, Bucaram, Nebot y Correa, cuatro políticos centrales en la historia reciente de Ecuador, a través de un marco teórico que incorpora elementos de tres disciplinas. En primer lugar, la psicología: el modelo DISC que surge de la teoría de William Marston (1928), un sistema que explica la forma en que sienten y se conducen las personas a partir “de la interacción dinámica de cuatro reacciones emocionales fundamentales: Dominación, Influencia, Firmeza y Conciencia” (Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011: xii). En segundo lugar, los estudios de género: el patriarcado y los men's studies. En tercer lugar, la ciencia cognitiva: la teoría de George Lakoff (2007), concretamente, la importancia de la figura del padre en la consolidación del liderazgo político en la disputa democrática por el poder.

En el terreno empírico, se pudo ver que al expresidente Febres Cordero se lo recuerda por su actitud beligerante y decidida, por su carácter, por defender sus ideas con convicción. Se trata de un personaje dominante y carismático que alcanzó la presidencia en 1984 y gobernó con acciones autoritarias. Conocido como el “dueño del país”, fue alcalde de Guayaquil desde 1992 hasta el 2000, en dos periodos. Quizás ningún mandatario ecuatoriano ha proyectado más fuerza y determinación ante las cámaras, y algunos políticos trataron de emularlo, como Alfonso Harb, se puede decir que hizo de su partido una “escuela”. Así, Nebot prolongó la política temperamental y “de pantalones” socialcristiana en Ecuador, pero nunca llegó a la presidencia de la República. Fue diputado y luego alcalde de Guayaquil, desde el 2000 hasta el 2019. El “cachorro”, preferido de León (Ribadeneira, 2015), sacaba toda su “hombría” en los discursos de la avenida 9 de octubre y, en su momento, insultó a otros congresistas con palabras procaces que permanecen en la memoria de muchos ecuatorianos, por ejemplo: “ven para mearte insecto…” y "cuál socialismo, mamarracho, vestido de frac, con pipa y tabaco inglés, ¡cojudo!"… Se trata un personaje irascible, enérgico y ambicioso, que todavía mueve algunos hilos claves de la política nacional.

En tercer lugar, Bucaram, otro personaje costeño carismático, explosivo y patriarcal, que fue alcalde de Guayaquil y presidente de la República por seis meses solamente. Se trata de un político que se jacta de su virilidad y feminiza a sus rivales con el objetivo de dañar su imagen. Procura representar al estereotipo masculino. De medios arteros para alcanzar sus objetivos, evadió veinte años la justicia al refugiarse en Panamá (de 1997 a 2017). Su vulgaridad y excentricidad lo hicieron conocido en Latinoamérica. Hoy, todavía tiene redes y contactos en el ambiente político nacional, y su hijo Abdalá Jaime, alias Dalo, ha querido prolongar la “dinastía”. Finalmente, Correa, que combinó un intenso discurso antagonista (maniqueo) con un liderazgo dominante que evoca la figura de padre (Lakoff, 2007), una fórmula que le dio mucha fuerza en las encuestas y en las urnas. Nacionalista, desarrollista y keynesiano, gobernó por una década. Llegó a la presidencia con el eslogan “se viene el correazo” (como castigo a la partidocracia), sosteniendo una correa en su mano derecha. Es un líder capaz de retar a los puños a los adversarios políticos o frenar la caravana presidencial para reprender al niño que le hace un “yucazo” (un gesto ofensivo en Ecuador). Todavía mantiene un gran respaldo popular, pelea por el sentido de las ideas y lidera la bancada más numerosa de la Asamblea Nacional, Unión por la Esperanza.

Pues bien, en la sociedad patriarcal los líderes deben demostrar permanentemente su don de mando, fuerza y determinación. A muchos les mueve, les activa, una serie de emociones básicas, la posibilidad de controlar un grupo de personas, incrementar su poder e intimidar, como sucede con ciertos primates (Fukuyama, 2000). Efectivamente, la figura del padre severo es clave en el campo político, de tal manera que no es raro que quienes lleguen al poder sean sujetos dominantes e incluso agresivos en determinadas situaciones. En este orden de ideas, el comportamiento femenino se entiende “en términos negativos, en términos de lo que no se debe ser” (Burbano de Lara, 1997: 46), es “sinónimo de debilidad, fragilidad, es jerarquizado como inferior: las mujeres quedan reducidas a un objeto de poder y conquista. EI poder está en ser macho-hombre, metáfora suprema del poder en las sociedades patriarcales” (Burbano de Lara, 1997: 47). Por esta razón, los políticos machistas suelen deslegitimar a sus adversarios, “por su falta de hombría”, como se ha visto en estas páginas. “En nuestra cultura de género otra forma de atacar a los enemigos es feminizándolos” (Burbano de Lara, 1997: 46).

Febres Cordero, Nebot, Bucaram y Correa, pese a los aspectos que los distancian en varios campos, poseen un comportamiento combativo y controlador, con una importante carga dominante (D) del modelo psicológico DISC (Sugerman, Scullard y Wilhelm, 2011: 208). Son el padre (estricto o protector) del que habla Lakoff (2007) en el libro No pienses en un elefante. Lenguaje y debate político. Desde este enfoque, los cuatro políticos se parecen, lo que permite proponer un concepto central en esta investigación cualitativa: el liderazgo dominante y patriarcal, esto es, la capacidad de influir en otras personas a través de algunas cualidades comúnmente asociadas al liderazgo, como el carisma, la inteligencia, la visión, el tesón, la elocuencia y la preparación académica, siempre que estén acompañadas de manera sostenida por un comportamiento orientado hacia el poder, enérgico, pendenciero, impositivo, exigente y patriarcal.

 

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[1] Politólogo. Profesor del Instituto de Altos Estudios Nacionales desde el año 2019. Cuenta con un Doctorado en Ciencias Sociales con especialización en Estudios Políticos por FLACSO Sede Ecuador, una Maestría en Ciencia Política por FLACSO Sede Ecuador y un Bachelor of Science en Negocios Internacionales por la Universidad Palm Beach Atlantic, Estados Unidos. Sus investigaciones son sobre populismo, liderazgo político y la relación entre la ciencia política y la crisis ecológica. Además, es especialista en métodos de investigación social.

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-4718-5976

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