TENSIONES Y DESPLAZAMIENTOS CONCEPTUALES DE LO SOCIAL EN LA OBRA DE LACLAU

 

TENSIONS AND CONCEPTUAL CHANGES OF THE SOCIAL IN LACLAU

 

TENSÕES CONCEITUAIS E DESLOCAMENTO DO SOCIAL NA OBRA DE LACLAU

 

Lic. Leonela Infante

(Universidad de Buenos Aires-Instituto de Investigaciones Gino Germani /

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina)[1]

 

Mg. Javier Nuñez

(Universidad de Buenos Aires-Instituto de Investigaciones Gino Germani /

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina)[2]

 

Fecha de recepción: 28 de febrero de 2023

Fecha de aceptación: 25 de abril de 2023

Creative Commons 4.0

Cómo citar: Infante, L., Nuñez, J. (2023).Tensiones y desplazamientos conceptuales de lo social en la obra de Laclau. Revista Pares - Ciencias Sociales, 3(1), 85- 104.

ARK CAICYT: http://id.caicyt.gov.ar/ark://rswzeatwd

 

Resumen

La diferencia entre lo social y lo político constituye uno de los núcleos temáticos de la obra de Ernesto Laclau. El artículo aborda la definición de lo social en diferentes etapas de su trabajo, teniendo en cuenta el planteo original de los años 80, su reformulación en la década siguiente y la conceptualización que lleva a cabo en La razón populista. Se sostiene que al recuperar una complementariedad entre significantes y significados, Laclau favoreció una definición de la estructura como una serie de posiciones sociales dispersas. La asimilación de lo social a la lógica de la diferencia supuso una serie de reduccionismos respecto a la formación de demandas y a las ambigüedades de significados presentes en ella. Hacia el final del artículo, se regresa sobre la definición lacaniana de la articulación entre significantes y se profundiza en la relectura llevada a cabo por Laclau, reconociendo en ella una serie de desplazamientos que llevaron a esa definición de lo social y a las aporías que la acompañan. 

Palabras clave: Social, Estructura, Significantes, Laclau

 

Abstract

The difference between social and political conforms to one of the main topics of Ernesto Laclau’s texts. The article studies his definition of the social along different phases of his works, considering his original proposal of the 80’, its reformulation during the following decade, and the conceptualization carried out On populist reasons. It is concluded that, as a consequence of recovering the complementarity of significance and meaning, Laclau tended to a definition of the structure in terms of a series of scattered social positions. The assimilation of the social to the logic of difference implied a series of reductionism in relation to demands formation and the ambiguities of significance present in it. The end of the article goes back to Lacan’s definition of significant articulation, and deepens on Laclau’s interpretation of it, recognizing a series of displacements that led to his definition of the social and its difficulties.

Keywords: Social, Structure, Signficants, Laclau.

 

Resumo

A diferença entre o social e o político conforma um dos principais temas dos textos de Ernesto Laclau. O artigo estuda sua definição do social ao longo das diferentes fases de suas obras, considerando sua proposta original da década dos 80, sua reformulação na década seguinte e a conceituação realizada na década dos 2000. Argumenta-se que, ao recuperar uma complementaridade entre significantes e significados, Laclau favoreceu uma definição de estrutura como uma série de posições sociais dispersas. A assimilação do social à lógica da diferença implicou uma série de reducionismos quanto à formação de demandas e às ambigüidades de significados nela presentes. No final do artigo, retomamos a definição lacaniana da articulação entre significantes e aprofundamos a releitura realizada por Laclau, reconhecendo nela uma série de deslocamentos que levaram a essa definição do social e das aporias que o acompanham.

Palavras chave: Social, Estrutura, Significantes, Laclau.

 

Introducción

La diferencia entre lo social y lo político constituye una distinción clásica de la teoría política, que puede ser reconocida, por lo menos, desde el par koinonía/polis de Aristóteles. Durante el siglo XX, fue actualizada por pensadores como Arendt (1998), Lefort (1990) o Rancière (1996), solapándose con el par lo/la político/a (Marchant, 2009), permitiendo impugnar existencia de fundamentos políticos últimos En este amplio marco, Laclau ofreció un tratamiento novedoso de estas distinciones, focalizado en el estudio de la formación de identidades. Si bien con modificaciones, su obra –desde la década de 1970 hasta los primeros años del siglo XXI– se caracteriza por las continuidades en su planteo: Laclau introduce categorías y arriba a marcos teóricos novedosos, pero siempre en la búsqueda de resolver ciertos problemas que se reiteran de texto en texto. Una de estas temáticas recurrentes está dada por la demostración de la imposible clausura de lo social.

En tanto el carácter relacional de las identidades impide concebirlas como una mera continuación de posiciones estructurales, Laclau rechaza entender a lo social como una totalidad cerrada –autofundante. Generadas por articulaciones contingentes, las identidades revelan la capacidad de lo político sobre lo social: la fijación de un sentido supone el juego de articulaciones que –combinando lógicas de la diferencia y de la equivalencia– suturan parcialmente un vínculo entre significantes.

Aún si la primacía de lo política caracteriza su relación con lo social, no descarta el interrogante sobre cómo debe definirse a esto último. Si el carácter relacional de las identidades impide su cierre, ¿qué constituye a lo social una vez descartada las definiciones esencialistas?

Este artículo repasa las distintas respuestas dadas por Laclau. Se sostendrá que crecientemente asemejó lo social a un efecto de lo político, dando lugar a resultados paradójicos. Si por un lado Laclau consiguió reabrir lo social a partir del carácter contingente de las prácticas articulatorias, el concebirlo cada vez más como el producto de las decisiones de lo político redujo  la complejidad de lo social en una simple fijación de diferencias. La relectura de los significantes lacanianos a partir de una distinción saussureana clásica (significante/significado) cumplió una función clave en esta conceptualización de la estructura. Hacia el final del artículo, se propone cómo la definición lacaniana de la producción de significados a partir de significantes (Lacan, 2002) permite el abordaje de las representaciones sociales de sentido común sin perder el énfasis de Laclau en el rol de las articulaciones simbólicas.

A continuación, se periodiza brevemente la obra de Laclau. Las siguientes secciones se concentran en Hegemonía y estrategia socialista, en algunos aportes de los años 90' y en La razón populista. Luego, se explora la perspectiva lacaniana en torno a la articulación de significantes y sus implicancias para el estudio de las representaciones sociales.

 

Modificaciones en la continuidad: periodizando la obra de Laclau

Desde Política e ideología en la teoría marxista –de 1977– hasta La razón populista –del 2005–, la obra de Laclau se encuentra atravesada más por continuidades que por rupturas: temáticas como la hegemonía o el populismo persisten desde  los 70  hasta los comienzos del siglo XXI. Empero, las soluciones que aporta Laclau no permanecen inalteradas entre texto y texto, aunque por momentos solo precisan  argumentos previos.

Estas similitudes no descartan sino que resaltan la necesidad de periodizaciones que faciliten la comparación entre textos. Refiriéndose a la noción de hegemonía, Howarth (2008) distingue tres momentos en los trabajos de Laclau. Primero, el de los años 70, en los que desde una mirada todavía fuertemente althusseriana, Laclau refuta la necesidad de una pertenencia política de clase social frente a apelaciones como las de nación o pueblo (Laclau, 1986; Acha, 2013). Segundo, la definición de Hegemonía y estrategia socialista, en la que destaca el papel de prácticas articulatorias y demarcaciones de fronteras antagónicas en la formación de hegemonías (Laclau y Mouffe, 2015). Tercero, la reformulación de los planteos de  los 80 durante la década siguiente, cuando resaltan  las nociones de decisión (Laclau, 2000), por un lado, y de significante vacío (Laclau, 1996), por el otro. A estos tres momentos cabría agregar un cuarto, que puede identificarse en La razón populista (2015), donde Laclau propone a la demanda como unidad mínima de análisis y enfatiza procesos afectivos y de identificación con liderazgos.

Algunas lecturas de Laclau han conservado todos estos momentos, abordando las variaciones desde los 70 hasta los 2000. Siguiendo esta línea, podría sostenerse que la discusión al interior del marxismo que caracterizó a la primera etapa tuvo  continuidad –a pesar de las incorporaciones teóricas– en las demás (Acha, 2013). Sin embargo, el propio Laclau tiende a ver en Hegemonía y estrategia socialista cierta instancia original, a la que remitirían sus trabajos posteriores (Laclau, 2006). En efecto, en dicho libro, Laclau deja de lado buena parte del estructuralismo althusseriano y consolida un marco teórico fuertemente influenciado por el deconstructivismo de Derrida y el psicoanálisis lacaniano. A pesar de que la primera etapa presenta antecedentes de la definición de lo social, las corrientes teóricas que más influyeron en el resto de la obra cobraron importancia recién en la segunda. Estas relecturas –además de originales– confluyeron sobre su tratamiento de la imposibilidad de clausura de las identidades políticas. Aunque algunas categorías de Hegemonía y estrategia socialista –como la de puntos nodales– fueron gradualmente relegadas en los 90 y los 2000, estos cambios pueden ser leídos como reformulaciones de conceptos específicos –entre los que se encuentra la relación entre lo político y lo social– del andamiaje teórico de 1985. Por tanto, la periodización desarrollada en este trabajo conservará solo tres momentos, marcando cómo Laclau reformula su perspectiva de lo social en Hegemonía y estrategia socialista y en trabajos posteriores de los años 90, por un lado, y en La razón populista, por el otro. El recorte de estas tres etapas dentro del conjunto de la obra y la descripción de sus diferencias busca focalizar en los desplazamientos en torno a lo social, remarcando la incorporación de nuevos conceptos que complejizan el planteo de Laclau (significantes vacíos, sedimentaciones y decisión en los 90 y demandas en los 2000). 

 

Articulación y puntos nodales

La creciente dificultad –hasta tornarse imposible– de sostener la continuidad lineal necesaria, entre posiciones estructurales e identidades políticas ordena el recorrido de Hegemonía y estrategia socialista. Entre los debates de la Segunda Internacional y el propio libro de Laclau y Mouffe, el marxismo acabaría por refutar cualquier tipo de necesidad histórica, de modo tal que lo social dejaría de constituirse en una totalidad cerrada, única y autofundante, que explicaría las demás instancias, justificando su primacía sobre la política (Laclau y Mouffe, 2015).

Laclau y Mouffe parten de la distinción entre mediación y articulación, retomando la clásica crítica de Althusser al hegelianismo (Althusser, 2004). La articulación daría cuenta de relaciones entre elementos exteriores entre sí y que no pueden ser reducidos –como en la mediación– a momentos de una totalidad superior. En consecuencia, sus lazos contingentes exhibirán el carácter abierto de lo social.

Ahora bien, Laclau y Mouffe no se limitan a justificar la contingencia de la formación de identidades. Al avanzar teóricamente a partir de esa redefinición, realizan un doble distanciamiento del marxismo mediante la reformulación de  la categoría de sobredeterminación. Por un lado, en tanto vínculo entre elementos, la sobredeterminación se alejaría de cualquier pretensión de establecer la determinación en última instancia de la economía, como buscó probar Althusser (2004). Todavía en Política e ideología en la teoría marxista, Laclau había recurrido a la distinción entre modo de producción y formación social, propia del estructuralismo althusseriano (Laclau, 1986; Althusser y Balibar, 2004). En cambio, en Hegemonía y estrategia socialista, el tránsito hacia el posmarxismo parte de un rechazo a cualquier instancia social que predomine sobre las demás, impugnando el primado necesario de luchas clasistas sobre otro tipo de demandas (Laclau y Mouffe, 2015). Esta postura política ya había tenido antecedentes en los primeros trabajos de Laclau de los 60 –que pueden ser interpretados como su origen (Acha, 2013)–. Empero, la elaboración conceptual de 1985 no dejó de ser novedosa.  

Por otro lado, la sobredeterminación supondría –según la lectura que realizan los autores de Lacan– colocar a lo simbólico como el ámbito en el que se lleva a cabo esa relación. Lo discursivo sostendría epistemológica y ontológicamente al concepto de hegemonía. Las relaciones entre sus elementos ya no remitirían a una totalidad preexistente. La hegemonía supondrá relaciones diferenciales, entendiendo a lo discursivo como prácticas significantes:

El concepto de sobredeterminación se constituye en el ámbito de lo simbólico y carece de toda significación al margen de este. Por consiguiente, el sentido potencial más profundo de la afirmación althusseriana, que no hay nada en lo social que no esté sobredeterminado, es la aserción de que lo social se constituye como orden simbólico. El carácter simbólico, es decir, sobredeterminado, de las relaciones sociales, implica que éstas carecen de una literalidad última, que pueda reducirlas a momentos necesarios de una ley inmanente. (Laclau y Mouffe, 2015: 134)

Esta interpretación de la sobredeterminación –en la que todo puede ser abordado de manera discursiva y en la que las relaciones entre elementos son necesariamente precarias dado su carácter de contingentes– arrastró varias consecuencias para el planteo de Laclau y Mouffe. Por caso, justificó el estudio de las identidades en términos de relaciones entre significantes aunque –como se desarrollará más adelante– bajo una relectura de la acepción lacaniana de este concepto. A su vez, desplazó doblemente a la definición de lo social: primero, en términos de necesaria abertura; segundo, en vistas a cómo se produce la fijación de sentido.

En el planteo althusseriano, la sobredeterminación explicaba el juego de relaciones entre instancias estructurales, estando al servicio de una fuerte categoría de totalidad como la de modo de producción (Althusser, 2004). En la acepción de Laclau, la sobredeterminación cumple una función opuesta: expone la imposibilidad última de dar una definición de la sociedad como una totalidad. Siguiendo a Saussure (1978), cada punto de la estructura conforma una diferencia, cuyo valor está dado por el conjunto de relaciones que tiene con las demás de su clase. Ahora bien, si los lazos entre diferencias otorgan a Laclau una noción de estructura, no por eso se trata de una totalidad cerrada. Todo lo contrario: como la identidad de cada diferencia depende del vínculo con las demás, no cabe fijar de manera plena ninguna de las identidades. Así, no puede existir un principio subyacente que explique a los demás, al estilo de la determinación en última instancia de la economía. Desde este punto de vista, dicen Laclau y Mouffe, “la sociedad no existe”. Este límite a toda fijación se encuentra dado, por lo menos en el caso de las prácticas articulatorias que involucran a la hegemonía, por un elemento interno que lo subvierte a través del cual lo antagónico adopta una presencia (Laclau y Mouffe, 2015).

Lo social debe ser entendido, por lo tanto, desde su carácter abierto, imposibilitado de una sutura completa. Sin embargo, no es simplemente esta suma de relaciones entre diferencias que impide la fijación; lo social es, también, la pretensión de darles un sentido:

Si lo social no consigue fijarse en las formas inteligibles e instituidas de una sociedad, lo social sólo existe como esfuerzo por producir ese objeto imposible. El discurso se constituye como intento por dominar el campo de la discursividad, por detener el flujo de las diferencias. (Laclau y Mouffe, 2015: 152)

Así, lo social es colocado en la clave de una plenitud imposible, aunque frágilmente establecida. En Hegemonía y estrategia socialista, esta  fijación temporaria es abordada a través de lo que Lacan denominó “puntos nodales”, es decir, significantes privilegiados que forman parte de una cadena. La conformación de semejantes lazos de sentido puede darse siguiendo dos lógicas –de la diferencia y de la equivalencia. En la primera, predominan las distancias entre elementos, permitiendo una resolución segmentada de conflictos. En la segunda, en cambio, se privilegia una articulación en común frente a cierto antagonismo– según predomine lo que tienen en común frente a un antagonismo o la distancia entre ellos. La existencia de prácticas articulatorias que privilegian la lógica de la equivalencia, por un lado, y de fronteras de tipo antagónico, por el otro, definen a la hegemonía. Los “puntos nodales” anticiparon categorías empleadas por Laclau en textos posteriores  –como la de significantes vacíos– aunque la ambigüedad de su empleo ha sido objeto de reiteradas críticas (Zicman de Barros, 2023; Ostuguy y Mouffit, 2020).

En términos de la distinción entre lo social y lo político, el recorrido de 1985 desde la sobredeterminación hasta la hegemonía no dejó de tener efectos duraderos en la obra de Laclau. 

Por un lado, la concepción de lo social como imposible de clausurar pero con suturas frágiles contribuyó a acentuar la primacía de lo político; al fin y al cabo, la definición de qué es lo social dependerá de su exterioridad. Por otro lado, la acepción de lo social como un sentido frágil y localizado –al modo de los puntos nodales– lleva a preguntarse sobre si existen otros rasgos de lo social más allá de su carácter de estructura de diferencias discursivas. A pesar de la influencia lacaniana, Laclau concibe la relación significante/significado en clave eminentemente saussureana. Esta paridad entre planos –que Lacan impugna (2002)– favorece una definición de lo social como una serie de posiciones dispersas, lo que conllevará ciertos reduccionismos al momento de interpretar la formación de demandas. Los efectos de esta decisión teórica serán más visibles en La razón populista. Entre los 80 y los 2000, Laclau se enfocará en clarificar la primacía de lo político, profundizando una definición de lo social como un conjunto de identidades entre las que suele predominar la lógica de la diferencia.

 

Decisión y sedimentación

Si bien Hegemonía y estrategia socialista realiza una síntesis de diferentes corrientes teóricas, Laclau se concentró en debatir, todavía, con el marxismo y, particularmente, con ciertas variaciones de estructuralismo althusseriano. En los trabajos de los años 90, la distinción entre lo social y lo político se desplazó hacia un diálogo con corrientes de la teoría política. En este nuevo marco, la imposibilidad de otorgar un cierre definitivo a lo social deviene un argumento que contrapone a Laclau con Habermas, mientras que las prácticas articulatorias son colocadas en relación a un momento de decisión –propio de lo político– que interrumpe lo social como sedimentación (Laclau, 2000). Los textos de los 90 buscan justificar una dimensión conflictual de lo político antes que complejizar la descripción de lo social.

La definición de la sociedad como un objeto de sentido imposible de ser clausurado pero al que se pretende instituir mediante equilibrios de diferencias y equivalencias no fue dejado de lado en ningún trabajo posterior a los 80. El punto de partida para definir la distinción entre lo social y lo político siempre estará dado por esa construcción de una universalidad nunca plenamente suturada, corroída internamente por sus propios límites. Sin embargo, Laclau agregó nuevas categorías, mediante las que busca precisar qué entiende por lo social.

La introducción de la noción de decisión –presente, desde una perspectiva schmittiana, en los trabajos de Mouffe (2007)– cambia el campo de aplicación de la diferencia entre lo social y lo político: de la falta de correlación entre identidades políticas y posiciones estructurales Laclau pasa a un planteo más general, que opone decisión a estructura. La imposibilidad de suturar un sentido último de lo social equivale, entonces, a asimilar el carácter contingente de cualquier identidad a su dependencia de una instancia originaria de decisión y no tanto a la sobredeterminación de identidades como efecto del carácter relacional de las mismas:

Si el agente no es, sin embargo, enteramente interior a la estructura, esto se debe a que la estructura misma es indecidible y en tal sentido no puede ser enteramente repetitiva, ya que las decisiones tomadas a partir de ella –pero no determinadas por ella– la transforman y subvierten de manera constante (…) La decisión tiene, ontológicamente hablando, un carácter fundante tan primario como el de la estructura a partir de la cual es tomada, ya que no está determinada por esta última. (Laclau, 2000: 46-47)

La consecuencia de este desplazamiento teórico será contraponer linealmente la decisión a la estructura, así como lo político se opone a lo social. Incluso más: el par decisión/estructura deviene un modo de dar cuenta de la distinción político/social.

Ciertamente, colocar a la estructura en oposición a la decisión supone una perspectiva ajena al marxismo, que –desde diferentes posiciones, inclusive el estructuralismo– resolvía esta cuestión a partir de la categoría de práctica (Althusser y Balibar, 2004). Ahora bien, si ubicar al sujeto entre la estructura y la decisión aleja a Laclau del marxismo subyacente a Hegemonía y estrategia socialista, el modo de entender a la estructura lo distancia aún más.

Para dar cuenta del lugar de la decisión, Laclau recurre a la noción de sedimentación empleada por el último Husserl. En efecto, en  La crisis de las ciencias europeas, la reducción de la complejidad del mundo de la vida que realizaban las ciencias fue explicada a partir del momento originario de Galileo, en el que habría operado una matematización de las diferentes formas de la experiencia (Husserl, 2008). Esta operación primera habría quedado borrada, tras la sedimentación que favorece la continuidad de una decisión. Laclau traslada la categoría al conjunto de lo social, convirtiéndola en un modo de explicar su génesis: “Las formas sedimentadas de la ‘objetividad’ constituyen el campo de lo que denominamos lo social” (Laclau, 2000: 51).

De este modo, las estructuras que enmarcan a la decisión pueden ser entendidas, a su vez, como sedimentaciones de decisiones anteriores. Reactivaciones y sedimentaciones conformarían ciclos de rupturas de la estructura; el antagonismo revelaría ya no solo el límite que impide clausurar todo sentido sino la existencia de decisiones incompatibles. La dislocación estructural y la subjetividad irrumpen como conceptos que explicarían el surgimiento de demandas, cuestión no desarrollada por Laclau en los textos de los 80’ (Retamozo, 2009).

La comprobación de la distinción entre lo social y lo político siguió ligada al carácter contingente de la articulación, solo que comprensible a través de la decisión:

Toda construcción política tiene siempre lugar contra el telón de fondo de un conjunto de prácticas sedimentadas. La última instancia en la que toda realidad es política no sólo es asequible sino que, de ser alcanzada, borraría toda distinción entre lo social y lo político (…) La distinción entre lo social y lo político es pues ontológicamente constitutiva de las relaciones sociales. (Laclau, 2000: 52)

Desde luego, la sobredeterminación de Hegemonía y estrategia socialista y la decisión de Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo no conforman categorías incompatibles entre sí. Sin embargo, llevan a conclusiones divergentes, que exponen qué tanto no resultan tan fácilmente asimilables. Laclau extrae una serie de consecuencias a partir de esta definición de lo social como capas sedimentadas.

En primer lugar, acentúa la primacía de lo político sobre lo social. Las prácticas articulatorias de Hegemonía y estrategia socialista demostraban el cierre imposible de lo social, pero no lo convertían en su epifenómeno. En cambio, lo social como decisión sedimentada necesariamente lo transforma –aunque sea en sus orígenes– en un derivado de lo político. Este empleo de la categoría de decisión resulta de utilidad para el estudio de movimientos sociales y procesos de movilización (Retamozo, 2008) pero, como se desarrollará más adelante, no necesariamente para la comprensión de significaciones de sentido común.

Empero –en segundo lugar– lo social es algo más que mera sedimentación. En tanto toda decisión supone dejar de lado alternativas, lo social no puede ser escindido de la existencia de “desniveles”, solo que ellos no dejan de ser resultados de equilibrios anteriores:

No toda posición en la sociedad, no toda lucha es igualmente capaz de transformar sus contenidos en un punto nodal que pueda tornarse un significante vacío. ¿Pero no es esto volver a una concepción por demás tradicional de la efectividad histórica de las fuerzas sociales (…)? No, porque estas localizaciones sociales desiguales, algunas de las cuales representan puntos de alta concentración de poder, son ellas mismas el resultado de procesos en los que las lógicas de la diferencia y de la equivalencia se sobredeterminan entre sí. (Laclau, 1996: 81)

Las decisiones sedimentadas se acumularían en “centros de poder”. La acepción que utiliza Laclau de esta categoría resalta por su generalidad y puede ser leída como un efecto de la contraposición lineal entre estructura y decisión. En tanto lo social centrado y plenamente suturado no existe, dichos centros no implican la existencia de un espacio social único; lo social se encuentra “dislocado” (Laclau, 2000: 56) en diferentes puntos amenazados por sentidos que los subviertan. Pero como meros focos de sedimentación, Laclau paradójicamente reduce a lo social en única dimensión –la del poder como simple decisión realizada– cuyas variaciones dependen de la mayor o menor articulación entre identidades.

Así, a pesar de su carácter inestable –de abierto a la contingencia-, lo social termina asimilado a una estructura de poder y los sujetos a posiciones dentro de semejantes estructuras con posibilidad de decisión. Definido como una sedimentación, lo social se identifica, además, a un conjunto de diferencias relativamente consolidadas, cuyas relaciones son interrumpidas por la instancia de la decisión. Ambos elementos –el lugar de las diferencias y la decisión como su instancia de ruptura– reaparecerían, aunque con la reformulación de algunas categorías, en La razón populista.

 

Institución y populismo

En los textos de los años 80 y los 90, la definición de lo social complementó dos acepciones básicas: como estructura, lo social supone un conjunto de diferencias con relaciones entre identidades relativamente estables aunque precarias; como puntos nodales o decisiones sedimentadas, lo social asemeja a una construcción de sentido ubicada en algún punto entre la lógica de la diferencia y de la equivalencia. Laclau suele pasar de una acepción a la otra; ahora bien, entre ellas existe cierta tensión en tanto la estructura como conjunto de diferencias lingüísticas –si bien abiertas– parece más próxima a una lógica –la de la diferencia– que a la otra. ¿Cómo conciliar ambos modos de entender a lo social? La solución –que ya entrañaba la introducción de la categoría de decisión– partió de considerar al predominio de la lógica de la equivalencia como una interrupción de una situación de lo social, si se quiere, habitual, en la que predomina la lógica de la diferencia.

En La razón populista, Laclau clarifica su noción de demanda. Sus nociones previas de articulación equivalencial y de formación de fronteras se complementan con la nominación del pueblo como condición del populismo (Laclau, 2011). Interrogándose por qué tipo de unidad permite esta expresión, Laclau convierte a la demanda social en la unidad más pequeña donde pueden encontrarse sus rasgos. Ahora bien, la unificación de estas demandas deviene en un sistema estable de significación una vez que la movilización política alcanza su punto más alto. Este sendero desde la demanda en cuanto diferencia hasta la cadena equivalencial prioriza –por lo menos en la construcción formal que realiza Laclau– procesos de movilización. Esta operación relega la posibilidad de que semejantes equivalencias surjan al interior de las representaciones sociales, aún en situaciones que Laclau calificaría como predominio de la lógica institucional.

Así, La razón populista precisa a lo social construyendo un momento hipotético mucho más cercano al predominio de la diferencia:

La unidad más pequeña por la cual comenzaremos corresponde a la categoría de “demanda social (…) Surgen problemas de vivienda y un grupo de personas afectadas pide a las autoridades locales un tipo de solución. Aquí tenemos una demanda que inicialmente tal vez sea solo una petición. Si la demanda es satisfecha, allí termina el problema; pero si no lo es, la gente puede comenzar a percibir que los vecinos tienen otras demandas igualmente insatisfechas (…) Si la situación permanece igual por un determinado tiempo, habrá una acumulación de demandas insatisfechas y una creciente incapacidad del sistema institucional para absorberlas de modo diferencial (…) y esto establece entre ellas una relación equivalencial. (Laclau, 2011: 98)

En textos anteriores –en especial en Hegemonía y estrategia socialista– Laclau se mostraba bastante más cauto en la extracción de conclusiones sustanciales a partir de las categorías de su marco teórico, que siempre concibió en clave de formalismos. La cita de arriba se aparta considerablemente de ese procedimiento: Laclau construye una hipotética génesis de una relación equivalencial, en la que se filtran numerosos supuestos respecto a cómo entender a lo social. La suma de diferencias sobredeterminadas entre sí ceden su lugar a demandas cuyo surgimiento es relativamente autónomo y que no encuentran respuesta institucional. El resultado es una descripción asombrosamente similar a la de la ciencia política de mediados de siglo XX, en la que las demandas podían encontrar o no procesamiento en la “caja negra” del sistema político (Almond y Powell, 1978). En este escenario, es de esperarse que las identidades encuentren resolución institucional –es decir, bajo un predominio de la lógica de la diferencia– puesto que están concebidas como diferencia relativamente aisladas entre sí que solo por no encontrar encauce, acabarían por encontrarse con otras demandas.

No es de extrañar que, desde semejante punto de partida, la práctica articulatoria de Hegemonía y estrategia socialista transmute en el momento populista como interrupción de esta resolución institucional a la que estarían habituadas las demandas. En esta operación –en la que finalmente el predominio de la equivalencia supone una situación de pausa del cauce normal de las identidades– la distinción entre lo social y lo político tiende a solaparse con las dicotomías diferencia/equivalencia e institucional/populismo.

Si bien Laclau entiende que las lógicas institucionales y populistas suponen los extremos ideales de un continuo, la descripción que realiza de lo institucional –y el modo en que lo populista lo interrumpiría– llevan a una definición de lo social más cerrada que la de textos anteriores. En este punto, la prioridad de la dimensión discursiva de la estructura se muestra contraproducente: la lógica institucional asimila al sistema cerrado de Saussure, por lo menos mientras no irrumpa el momento populista. Al recuperar la complementariedad entre significado y significante –es decir, el signo saussureano– Laclau impide que al interior de la estructura se generen equivalencias simbólicas, salvo por mediación de un elemento externo (decisión, líder, populismo). Por el contrario, cabe preguntarse si las construcciones de sentido común no están plagadas de ambigüedades e intercambios al igual que las complejas operaciones de nominación que involucran significantes vacíos; es decir, si en lo que Laclau entiende por lógica de la diferencia no se presenta una menor grado de clausura simbólica.

Desde el extremo de La razón populista, la definición de lo social se muestra tanto próxima como alejada de Hegemonía y estrategia socialista. Laclau siguió entendiendo a lo social como una clausura imposible sobre la que se pretende, empero, construir sentido. Pero la relación con otras categorías –decisión, populismo, etc.– acentuaron rasgos de la distinción de lo social y lo político diferentes. En este desarrollo –en el que lo político finalmente interrumpe la continuidad de lo social– Laclau tuvo un devenir teórico similar al de otros autores que suelen ser ubicados en el “posmarxismo”, como Badiou o Rancière – acerca de quien incluso el propio Laclau se detiene hacia el final del libro para aclarar cuáles son sus diferencias con El desacuerdo (Laclau, 2011).

 

Los órdenes de la estructura

Dos aportes de Lacan resultan fundamentales para comprender la formación de identidades en Laclau. Por un lado, el rol de los afectos, que se vincula a la tríada de lo simbólico, lo imaginario y lo real (Lacan, 2014). Por el otro, la articulación de significantes como generación de significados (Lacan, 2002). Laclau aportó una lectura original de estos dos elementos aunque la reformulación del segundo llevó a ciertas dificultades teóricas en relación a lo social.

Si bien emplea otra terminología, el pensamiento de Laclau es relativamente fiel al primer aporte de Lacan. Para este último, la realidad humana se organiza por los órdenes de lo simbólico, lo imaginario y lo real (Lacan, 2014). A diferencia del estructuralismo lingüístico del período de entreguerras, Lacan no entiende a la estructura como un todo coherente, sino como más bien antinómica e incompleta. Esta definición de la estructura supuso un retorno y relectura de Freud, Lévi-Strauss y Saussure (Dosse, 2017). Cada uno de los tres órdenes se considera como redondeles de una cuerda, que se anudan entre sí, cuyo ordenamiento no es estático, sino que asume diversas formas de combinación. Así, el orden puede ser tanto SIR, como RIS, IRS, etc. El carácter de conjunto de estos elementos apoya la descripción de Laclau sobre las articulaciones entre identidades. Al mismo tiempo, la presencia de la falta en la estructura inscribió a Lacan en el posestructuralismo (Dosse, 2017) y constituyó una referencia central para la imposible sutura de la social según Laclau. Para Lacan, lo real es inaccesible en el sentido de que es irrepresentable (Dosse, 2017), de la misma forma que Laclau y Mouffe indican que “la sociedad no es un objeto legítimo de discurso” (Laclau y Mouffe, 2015: 189).

Para el sujeto, lo simbólico cumple la función de distanciarlo de su relación del otro, produciendo un desdoblamiento de la posición del otro imaginario y del otro simbólico. Al mismo tiempo, los efectos de lo real sobre lo imaginario pueden ser reconocidos en el antagonismo, en tanto actualización del trauma de lo real (Biglieri y Perelló, 2011). Este solapamiento entre alteridades coloca a los afectos en el centro de la formación de identidades. La importancia de esta dimensión fue creciendo a lo largo de la obra Laclau, hasta ser resaltado en La razón populista. Sin embargo, su rol no resulta del todo claro y los ejemplos que aporta, por lo menos por momentos, parecieran favorecer cierto anclaje individual de lo afectivo que no resulta del todo conciliable con el resto de su andamiaje teórico.

En cambio, a pesar del común énfasis en la dislocación, la definición de la estructura presenta distancias entre Laclau y Lacan, Como ya se mencionó, el primero retorna sobre el signo saussureano. Para Lacan, los elementos simbólicos poseen un valor diferencial pero la articulación entre significantes supone otro lugar del significado. La significación es figurada, dado que en el inconsciente los términos no tienen una significación fija sino que resulta un efecto imaginario de la estructura simbólica (Lacan, 1999). Así, el significante –o más bien la relación y articulación entre significantes– genera significación. Las cadenas equivalenciales lacanianas conllevan un estatuto distinto de los significantes, que justifica su producción de significados. Lejos está Lacan, por tanto, de una complementariedad con el plano del significado, que la noción de diferencia –tal y como es trabajada en Laclau–  favorece.

El contraste entre Laclau y Lacan puede ser reconocido en el uso que primero realiza de los “significantes vacíos”. Los distintos usos que Laclau realiza de este concepto han sido recurrentemente remarcados (Zicman de Barros, 2023; Ostuguy y Mouffit, 2020). Así, en los años 90, Laclau y Mouffe los asemejaron a los “puntos nodales” lacanianos, pero en los trabajos posteriores a los años 2000’, la categoría adquirió otros empleos (Zicman de Barros, 2023). Por lo menos parcialmente, puede ser definido como un significante tendencialmente vacío, es decir, que siempre guarda un resabio de particularidad, de diferencia, es decir, de significado (Laclau, 2005). Ciertamente, este argumento explica la ambigüedad de demandas, de líderes o de formas de nominación (pueblo, nación). Empero, reduce los significados a un elemento inerte, que espeja la definición de la estructura como dispersión de posiciones sociales.

Así, en ausencia de equivalencias, lo social es incapaz de producir significados ambivalentes. Lo autoevidente de la formación diferencial de demandas es la contracara de los significantes vacíos: la diferencia se encuentra cerrada sobre sí misma –y quizá institucionalmente resuelta (Laclau, 2005)– salvo que aparezca un elemento externo. De ahí el peso creciente del decisionismo en la obra de Laclau y de la figura del líder.

En los últimos años, Ostuguy y Mouffit han propuesto retener una dimensión experiencial de las significaciones ahondando en la dimensión performativa de la acción de líderes así como en la diversidad de interpretaciones que recibe de parte de sus seguidores (Ostuguy y Mouffit, 2020). Aquí, en cambio, se considera que un modo de superar estas dificultades teóricas se encuentra en el estudio de representaciones sociales de sentido común. Para tal fin, cabe explorar una recuperación de la  generación lacaniana de significado a partir del significante, reemplazando a la complementariedad entre planos. Para la perspectiva de este artículo, este desplazamiento facilitaría la comprensión de representaciones sociales de sentido común y colocaría la ambigüedad de significados al interior de lo social.

En efecto, en la estructura social existen elementos que favorecen la articulación entre significantes pero que en la descripción de Laclau sobre el surgimiento de identidades permanecen relegados. Por ejemplo, la capacidad simbólica del Estado en tanto creador de categorizaciones sociales (Bourdieu, 2014) es reducida en La razón populista a una resolución diferencial (institucional) de demandas. Por el contrario, las nominaciones estatales bien pueden demostrarse parciales, pueden vincular sujetos y demandas entre sí tanto como apartar otros, pueden legitimar ciertos reclamos como impugnarlos. Si bien la temática excede a este artículo, cabe reconocer en lo estatal –en sus categorizaciones y en cómo son socialmente representadas– una dimensión que complejiza el tratamiento de Laclau sobre lo social y que exhibe cómo lo que denomina “demandas democráticas” ya se encuentran provistas de equivalencias a su interior.

De la misma forma, Laclau justificó en los 80 la ausencia de prioridad ontológica de las clases sociales sobre otras esferas de la vida social al momento de la formación de identidades y antagonismos (Laclau y Mouffe, 2015). Más allá de lo valioso del aporte, cabe preguntarse sí la definición de este límite a la capacidad de las clases sociales –validado en su momento por el surgimiento de los nuevos movimientos sociales– agota su rol en el surgimiento de demandas. En Hegemonía y estrategia socialista, las clases devienen una diferencia más, isomórfica a otras identidades, como las de esos movimientos (feministas, ecologistas, derechos humanos, etc.). Cabe preguntarse si, por caso, la trayectoria laboral de los sujetos no puede cumplir un rol transversal a la formación de demandas, promoviendo equivalencias simbólicas o apartando significantes entre sí. Así como lo estatal no parece fácil de reducir a la lógica de las diferencias, las clases sociales tampoco son asimilables a un significado diferencial, más allá de las dificultades del marxismo del siglo XX para conceptualizar su rol.

Sin ánimos exhaustivos, colocar a la articulación lacaniana de significantes al interior de lo social –y no como aquello que vendría a impedir su tendencia a la clausura– podría abrir otros interrogantes, conservando la importancia concedida por Laclau a las demandas como el producto de suturas simbólicas. ¿La ambigüedad de significados debe explicarse siempre por capas de sedimentación emanadas de decisiones contingentes? ¿O qué formas de socialización pueden vincular a los sujetos a complejas equivalencias simbólicas sin mediar una exterioridad de lo social? ¿Qué entramados sociales resultan pertinentes para estudiar estas equivalencias? ¿Su carácter contingente justifica la semejanza entre formas, como si existieran similitudes en la constitución de demandas más allá de los espacios sociales que involucran? ¿Qué distancias teóricas se presentan entre abordar la sutura de significados en términos de representaciones sociales de sentido o inscriptas en dinámicas de movilización política?

Las aporías de su noción de lo social no quitan originalidad al planteo de Laclau. Por el contrario, invitan a retener su énfasis en el carácter articulatorio de lo simbólico –en su fragilidad tanto como en su búsqueda de cierre– sin que la primacía de lo político reduzca a lo social a un conjunto de posiciones dispersas, tendencialmente cerradas. Reformular la relación entre la experiencia de los sujetos en instancias estructurales de socialización y la generación de significaciones podría conducir a nuevos abordajes de la tematización de demandas, reteniendo las ambigüedades que son propias de lo social sin reducirlo simplemente a un resabio de sedimentaciones que lo exceden.

 

Conclusiones

La distinción entre lo social y lo político cumple un rol central en la obra de Laclau, permitiéndole discutir con el marxismo –en especial en sus primeros trabajos– y con diferentes corrientes de la teoría política, en especial a partir de los años 90'. Lo social puede ser entendido a partir de dos rasgos centrales: por un lado, su carácter de estructura de diferencias discursivas sobredeterminada por las relaciones entre ellas, que le impiden fijar un sentido; por el otro, la pretensión –por más que imposible– de clausurarlo, a partir de un equilibrio de lógicas de la diferencia y de la equivalencia.

Estas dos dimensiones se complementan en los diferentes textos pero su relación con lo político no está exenta de tensiones. Los cambios realizados sucesivamente por Laclau en la distinción entre lo social y lo político acentuaron la primacía del segundo.  Hegemonía y estrategia socialista todavía tenía como principal interlocutor al estructuralismo althusseriano; no suponía un abandono del marxismo aunque sí su replanteo radical. La introducción de las categorías de decisión y sedimentación abrieron un espacio teórico en el que lo social asimila fuertemente a un conjunto de diferencias que, mientras se mantengan en el plano de lo social, permanecen entre cerradas y aisladas. El predominio de la lógica institucional presente  en La razón populista avanza en una definición como estructura de diferencias que solo puede ser interrumpida fugazmente por momentos de predominio de la lógica de la equivalencia.

El planteo de Laclau –que empezó resaltando el carácter abierto de lo social y destacando su politicidad– acaba, entonces, en un punto un tanto paradójico. La teoría de Laclau suele ser criticada por tener una definición estrecha de la estructura, en la que el abordaje en el terreno de lo discursivo ocultaría otras dimensiones estructurales. Más allá del mérito de estas críticas, el uso de la contraposición entre decisión y estructura también es problemática desde el punto de vista de la agencia, que o bien queda reducida a una instancia de decisión autofundante o –como en los reproches habituales al estructuralismo de los 60 – resulta difícil de conciliar con su noción de estructura.

Como resultado, Laclau aportó una conceptualización de lo simbólico que enfatizó su carácter de sutura contingente, contribuyendo a un abordaje original de surgimiento de movimientos y de identificación con liderazgos. Por el contrario, las aporías de lo social resaltan en relación a las representaciones sociales de sentido común, transformadas en capas sedimentadas de sentidos, derivadas de decisiones contingentes situadas en otro plano (lo político). Por lo tanto, si los trabajos de Laclau permiten vincular la formación de demandas a procesos de movilización, poseen dificultades para vincular la tematización de lo demandable a significaciones socialmente extendidas. 

La inversión del significante por Lacan, –donde la articulación significante desliza en  significado– podría evitar algunas de estas complejidades. Aquí, se exploró comprender el surgimiento de demandas a partir de la relación entre significantes vinculados a la interacción de los agentes en diferentes instancias de socialización. Los sentidos generados por la experiencia de los sujetos en dichas instancias –por ejemplo, con el Estado o con el mercado laboral– podrían ser entendidos como transversales a la articulación entre significantes. De esta manera, se podría conservar el énfasis de Laclau en las demandas como el producto de la sutura de significados, sin reducir a lo social a un conjunto de posiciones dispersas.

 

Referencias bibliográficas

Acha, O. (2013). Del populismo marxista al postmarxista: la trayectoria de Ernesto Laclau en la Izquierda Nacional (1963-2013). Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, 2(3), 57-78.

Almond, G. A., Powell, G. B. (1978). Política comparada: una concepción evolutiva. Madrid: Paidós.

Althusser, L. (2004). La revolución teórica de Marx. México: Siglo XXI.

Althusser, L. y Babilar, E. (2004). Para leer el capital. México: Siglo XXI.

Arendt, H. (1998). De la historia a la acción. Barcelona: Paidós.

Biglieri, P. A. y Perelló, G. (2011). The names of the real in Laclau’s theory: Antagonism, dislocation, and heterogeneity. Filozofski Vestnik, 32, 47-64.

Dosse, F. (2017). Historia del estructuralismo I y II. Madrid: Akal.

Howarth, D. (2008). Hegemonía, subjetividad política y democracia radical. En S. Critchley y O. Marchart (comps.), Laclau. Aproximaciones críticas a su obra (317-346). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Husserl, E. (2008). La crisis de las ciencias sociales europeas y la fenomenología trascendental. Buenos Aires: Prometeo.

Lacan, J. (1999). El Seminario, Libro III: Las psicosis (1955-56). Barcelona: Paidós.

Lacan, J. (2002) . La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud  En J. Lacan, Escritos I (pp. 461-508). Buenos Aires: Siglo XXI.

Lacan, J. (2014). Lo simbólico, lo imaginario y lo real. En J. Lacan, De los nombres del padre (pp. 11-64). Buenos Aires: Paidós.

Laclau, E. (1986). Política e ideología en la teoría marxista. Madrid: Siglo XXI.

Laclau, E. (1996). ¿Por qué los significantes vacíos son importantes para la política? En E. Laclau, Emancipación y diferencia.(pp. 69-86). Buenos Aires: Ariel.

Laclau, E. (2000). Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo. Buenos Aires: Nueva visión.

Laclau, E. (2006). Ideología y posmarxismo. Anales de la Educación Común, 2 (4), 20-34.

Laclau, E. (2011). La razón populista, Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica.

Laclau, E. y Mouffe, C. (2015). Hegemonía y estrategia socialista. Madrid: Siglo XXI.

Lefort, C. (1990). La invención democrática. Buenos Aires: Nueva visión.

Marchant, O. (2009). El pensamiento político posfundacional. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Mouffe, C. (2007). En torno a lo político. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Ostuguy, P. y Mouffit, B. (2020). Who would identify with an “empty signifier”? En P. Ostiguy, F. Panizza y B. Moffitt (eds.), Populism in global perspective: A performative and discursive approach (pp. 47-72). Londres: Routledge.

Rancière, J. (1996). El desacuerdo: política y filosofía. Buenos Aires: Nueva visión.

Retamozo, M. (2008). Decisión y sujetos políticos. Ponencia en VII Jornadas de Investigación en Filosofía, 10 al 12 de noviembre de 2008. La Plata, Argentina. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Departamento de Filosofía.

Retamozo, M. (2009). Las demandas sociales y el estudio de los movimientos sociales. Cinta de moebio, 35, 110-127.

Saussure, F. D. (1978). Curso de lingüística general. Buenos Aires: Losada.

Zicman de Barros, T. (2023). The polysemy of an empty signifier: the various uses of Ernesto Laclau’s puzzling concept. Journal of Political Ideologies, 22, 1-19.

 



[1] Becaria interna doctoral en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas con sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Sociales, Universidad de Buenos Aires. Ayudante de primera en la Carrera de Ciencia Política, Universidad de Buenos Aires. Licenciada en Sociología, Maestranda en Teoría política y Social por la Universidad de Buenos. Ha publicado trabajos sobre sociología política y opinión pública.

ORCID: https://orcid.org/0000-0003-1417-3271

Correo electrónico: brenda.leonela.infante@gmail.com

[2] Becario interno doctoral en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas con sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Sociales, Universidad de Buenos Aires. Ayudante de primera en la Carrera de Ciencia Política, Universidad de Buenos Aires. Licenciado en Ciencia Política y Licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires. Magíster en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural por la Universidad Nacional de San Martín. Ha publicado trabajos sobre representaciones sociales de sectores populares, en especial en relación a temáticas de sociología urbana y sociología política.

ORCID: https://orcid.org/0000-0003-1738-7881

Correo electrónico: javiern1991@gmail.com