ELEMENTOS PARA UN DIÁLOGO INTER-ECONÓMICO
UNA PROPUESTA DESDE ENRIQUE DUSSEL
ELEMENTS FOR AN INTER-ECONOMIC
DIALOGUE
A PROPOSAL FROM ENRIQUE DUSSEL
ELEMENTOS PARA UM DIÁLOGO INTERECONÔMICO
UMA PROPOSTA DE ENRIQUE DUSSEL
Mg. José Francisco Desentis Torres
(Universidad Nacional Autónoma de México, México)[1]
Fecha de recepción: 18 de enero de 2023
Fecha de aceptación: 14 de marzo de 2023
Creative Commons 4.0
Cómo citar: Desentis Torres, J. F. (2023). Elementos para un diálogo
inter-económico. Una propuesta desde Enrique Dussel. Revista Pares - Ciencias Sociales, 3(1), 64- 84.
ARK CAICYT: http://id.caicyt.gov.ar/ark://3xua7djb3
Resumen
El
artículo plantea la hipótesis de un “diálogo inter-económico” como estrategia
para hacer frente a los dilemas ontológicos, epistemológicos y éticos de los
discursos económicos contemporáneos. La formulación de tal hipótesis tiene como
principal referente el trabajo teórico de Enrique Dussel sobre el “diálogo
intercultural” y el “diálogo inter-filosófico”. Cuatro coordenadas metódicas
orientan la definición de un posible “diálogo inter-económico”: a) localizar
geopolíticamente los discursos económicos en el Sur y Norte globales; b)
reconocer la situación asimétrica de las comunidades de comunicación de los economistas; c)
establecer núcleos problemáticos universales de la economía; y d) proyectar
como horizonte intencional la realización de un diálogo plural. Se sostiene que
el sentido de un “diálogo inter-económico” no se reduce al despliegue de una
crítica económica deconstructiva del capitalismo, sino se anima a una crítica
económica creativa de alternativas post-capitalistas concretas. El trabajo finaliza
con una sugerencia temática para una agenda de un “diálogo inter-económico”
Sur-Sur: ¿qué significa pensar
económicamente? Con el planteamiento de la pregunta se busca sugerir que una
reforma plena del modo económico de pensar vigente puede comenzar su transformación
a través de una reflexión filosófica acerca del sentido de la economía en
cuanto tal.
Palabras clave: filosofía económica, ética
económica, diálogo inter-económico, Dussel
Abstract
The paper proposes the hypothesis of an
“inter-economic dialogue” as a strategy to face the ontological,
epistemological and ethical dilemmas of contemporary economic discourses. The
formulation of such hypothesis has as its main referent the theoretical Enrique
Dussel work on “intercultural dialogue” and “inter-philosophical dialogue”.
Four methodical coordinates guide the definition of a possible “inter-economic
dialogue”: a) geopolitically locate economic discourses in the global South and
North; b) recognize the asymmetric situation of the communication communities
of economists; c) establish universal problematic nuclei of the economy; and d)
project the realization of a plural dialogue as an intentional horizon. It is
argued that the meaning of an “inter-economic dialogue” is not reduced to
deploying a deconstructive economic critique of capitalism, but rather
encourages a creative economic critique of concrete post-capitalist
alternatives. The paper ends with a thematic suggestion for an agenda for a
South-South “inter-economic dialogue”: What does it mean to think economically? With the approach to
the question, we seek to suggest that a full reform of the current economic way
of thinking can begin its transformation through a philosophical reflection
about the economy meaning as such.
Keywords: economic
philosophy, economic ethics, inter-economic dialogue, Dussel.
Resumo
O
artigo propõe a hipótese de um "diálogo intereconômico" como
estratégia para enfrentar os dilemas ontológicos, epistemológicos e éticos dos
discursos econômicos contemporâneos. A formulação de tal hipótese tem como
principal referencial a obra teórica de Enrique Dussel sobre "diálogo
intercultural" e "diálogo interfilosófico". Quatro coordenadas
metódicas orientam a definição de um possível “diálogo intereconômico”: a) localizar
geopoliticamente os discursos econômicos no Sul e no Norte globais, b)
reconhecer a situação assimétrica das comunidades de comunicação dos
economistas, c) estabelecer núcleos problemáticos universais da economia e d)
projetar a realização de um diálogo plural como horizonte intencional.
Argumenta-se que o significado de um “diálogo intereconômico” não se reduz a
implantar uma crítica econômica desconstrutiva do capitalismo, mas sim encoraja
uma crítica econômica criativa de alternativas pós-capitalistas concretas. O artigo
termina com uma sugestão temática para uma agenda para um “diálogo
intereconômico” Sul-Sul: o que significa pensar
economicamente? Com a abordagem da questão, buscamos sugerir que uma reforma
integral do pensamento econômico atual pode iniciar sua transformação por meio
de uma reflexão filosófica sobre o significado da economia como tal.
Palavras-chave: filosofia econômica, ética
econômica, diálogo intereconômico, Dussel.
1.
Introducción
El presente trabajo surge de una experiencia compartida por
parte significativa de la comunidad académica de economistas, a saber, un
“andar a tientas” sobre tres cuestiones fundamentales de la economía[2]: a) la determinación del objeto de
estudio, método y sentido; b) la
justificación del criterio de cientificidad de las investigaciones; y c) la contribución práctica en el ámbito
cotidiano e institucional. En lugar de analizar directamente tales asuntos o de
prefigurar un diagnóstico sobre sus causas probables, se plantea la hipótesis
del diálogo inter-económico como
estrategia comunitaria y reflexiva para la comprensión de los dilemas de la
economía y su transformación.
La hipótesis del diálogo inter-económico se inspira en la
propuesta filosófica de Enrique Dussel (2015a; 2015b; 2015c) sobre el “diálogo
intercultural” y el “diálogo inter-filosófico mundial”. Asimismo, el trasfondo
de los criterios analíticos, normativos y críticos desde donde se plantea la
posibilidad de una transformación de la economía se remite a las reflexiones
del mismo filósofo expuestas en su libro 16
tesis de economía política (Dussel, 2014).
El artículo se divide como sigue. El primer apartado
sintetiza las nociones dusselianas del diálogo intercultural y diálogo
inter-filosófico mundial. El segundo apartado define el diálogo inter-económico
en calidad de proceso analógicamente semejante al diálogo intercultural
(configurado en cuatro momentos reflexivos) y al diálogo inter-filosófico
(articulado en torno a núcleos problemáticos universales). El tercer apartado
presenta la cuestión sobre el modo económico de pensar como tema para la agenda
del diálogo inter-económico Sur-Sur. El cuarto apartado corresponde a la
conclusión del trabajo.
2.
Del diálogo
intercultural al diálogo inter-filosófico
El término diálogo
inter-económico no responde al ensamblaje caprichoso de otro neologismo
más. Como ya se anunció, dicho término tiene como background conceptual el trabajo reciente de la filosofía de la
liberación de Enrique Dussel sobre el diálogo inter-filosófico mundial que, a
su vez, deriva de una comprensión específica del diálogo intercultural.
Aunque la problemática de la interculturalidad es algo cada
vez más difundido en las ciencias sociales y humanidades, debe señalarse que la
fundamentación elaborada por Dussel sigue un camino distinto al de algunas
propuestas institucionales (unesco,
2017) o de otros de pensadores latinoamericanos (Fornet-Betancourt, 2007;
Beuchot y González, 2018). El diálogo intercultural de acepción dusseliana
comprende una imbricación de tres perspectivas: una narración filosófica, una
convicción ético-política y una reconstrucción histórica.
Para Dussel el estatuto del diálogo intercultural es siempre
ya ético-político puesto que involucra asumir una responsabilidad para con “el
Otro”, la víctima del sistema
vigente; y, además, un compromiso de toma de posición respecto a esa situación
de “exterioridad”, la exclusión
social. La especificidad de la tesis de Dussel es que tal responsabilidad ética
y compromiso político se experimenta en el mundo contemporáneo como resultado
de un largo proceso de mundialización
de 500 años de duración. La modernidad, el colonialismo y el capitalismo son
las tres caras de un mismo prisma cuyo principal efecto fue dividir
geopolíticamente el planeta en un “centro” europeo-estadounidense dominante y
unas “periferias” latinoamericana, africana y asiática dependientes (1994a).
La cuestión inicial del diálogo intercultural es entonces
que parte de una situación de asimetría
entre las posibles culturas dialogantes. A nivel mundial las culturas
“periféricas” no se encuentran en las mismas condiciones materiales y sociales
que las culturas del “centro” para producir sus discursos. No es lo mismo
hablar desde el Norte global que
hacerlo desde el Sur global: “Esta
distinción por latitudes nos recuerda la presencia, actual todavía, del
fenómeno del colonialismo cultural, económico y político. Luego de cinco
siglos, las comunidades filosóficas de los países poscoloniales […] aún no son
aceptadas por las comunidades hegemónicas metropolitanas” (Dussel, 2015c: 25).
Hay comunidades de comunicación que producen sus discursos
en entidades institucionales del Norte que cuentan con financiamiento
específico y que, además, generan un impacto significativo en la esfera pública
regional o internacional merced a la ventaja estructural de la posición
geopolítica (centro), cultural (occidental) e idiomática (angloparlante) de la
institución desde donde hablan. Hay otras comunidades de comunicación que
producen sus discursos en entidades institucionales del Sur que muchas veces
carecen de financiamiento especial y no generan un impacto más allá de la
esfera pública local por razón de la posición geopolítica (dependiente),
cultural (no occidental) e idiomática (no angloparlante) de la institución
desde donde hablan. Pero también hay muchas más comunidades de comunicación posibles que están excluidas de los
canales institucionales del diálogo por su situación de injusticia económica,
política, pedagógica, de género, entre otras.
Dicho en términos amplios, el objetivo del diálogo
intercultural es generar “una nueva visión crítica de las culturas periféricas,
e inclusive de Europa misma” (Dussel, 2015b: 273). Para cumplir tal criterio de
criticidad Dussel sostiene que la
naturaleza del diálogo entre culturas no deber ser multi-cultural ya que esta última determinación implica: “[El]
optimismo superficial de una pretendida ‘facilidad’ con la que se expone la
posibilidad de la comunicación o del diálogo multicultural, suponiendo
ingenuamente una simetría inexistente en realidad entre los argumentantes”
(Dussel, 2015b: 274). En su apreciación, tal sería la posición liberal de un
John Rawls (Dussel, 1998) o, incluso, de la ética del discurso de un Jürgen Habermas
y un Karl-Otto Apel (Dussel, 1994b; Dussel, 1998). Pero tampoco se trata, per contra, de extremar la dificultad
del diálogo crítico intercultural hasta el paroxismo (merced a la falta de
simetría entre las comunidades de comunicación) y afirmar una incompatibilidad
absoluta entre las diversas tradiciones culturales al estilo de un Alasdair
MacIntyre (Dussel, 1998) o de un Richard Rorty (Dussel, 1993). En realidad,
justo porque las experiencias culturales del Sur global se sitúan desde un
lugar de asimetría económica, política y social es que pueden irrumpir
evaluativa y críticamente frente a los desafíos de la Modernidad. Escribe
Dussel:
[Las
culturas del Sur] asumen los desafíos de la Modernidad, y aún de la
Post-modernidad europeo-norteamericana, pero responden desde otro lugar, other Location. Desde el lugar de sus propias
experiencias culturales, distinta a la europea-norteamericana, y por ello con
capacidad de responder con soluciones absolutamente
imposibles para la cultura moderna. Una futura cultura trans-moderna, que asume los momentos positivos de la Modernidad
(pero evaluados con criterios distintos desde otras culturas milenarias),
tendrá una pluriversidad rica y será
fruto de un auténtico diálogo intercultural, que debe tomar claramente en cuenta
las asimetrías existentes. (Dussel, 2015b: 283)
La “localización” del discurso en el Sur o en el Norte
global no es un a priori ni un nuevo
tipo de etnocentrismo. No supone un determinismo causal, teleológico u
ontológico entre la ubicación empírica de una comunidad en cierto espacio
geográfico con una modalidad particular de pensamiento. Vivir en América Latina
no implica de suyo la producción de un discurso crítico de la Modernidad. El
proyecto de la Transmodernidad no es por naturaleza una expresión de la
filosofía latinoamericana. Al contrario, la categoría de “localización” es
reflexiva. La producción de un discurso crítico involucra un gesto
interpretativo o “acción hermenéutica” de compromiso ético-político del punto
de vista observacional con un determinado contexto social, cultural e histórico
desde donde despliega su práctica discursiva.
El “otro lugar” de las culturas periféricas desde donde se
abre la posibilidad de enfrentar críticamente los desafíos de la Modernidad es
un resultado. Pero ¿un resultado de qué? Justamente del diálogo crítico intercultural. Según Dussel, un
diálogo de esas características se desenvuelve en cuatro momentos vinculados
por una misma intencionalidad programática: “Una estrategia de crecimiento y
creatividad de una renovada cultura no sólo descolonizada sino novedosa”
(Dussel, 2015b: 293). Dicho con mayor contundencia, el horizonte del diálogo
crítico intercultural no es limitarse a un proceso de “descolonización” sin
más, sino abrirse al proceso creativo de un contenido cultural distinto que
coexista en situación de simetría con los diversos contenidos culturales.
La descripción indicativa de los momentos del diálogo
intercultural (Dussel, 2015b: 285-293) es como sigue. En primer lugar, el estudio afirmativo o “autodescubrimiento”
del pasado cultural anterior a la Modernidad, pero no con la pretensión de
instituir algún tipo de fundamentalismo, sino de reconstruir una identidad
procesual desde la historia propia. En segundo lugar, el tiempo hermenéutico o de maduración reflexiva sobre los contenidos
narrativos, simbólicos y míticos de la propia cultura para tomar conciencia
crítica del eurocentrismo de las élites dominantes del Norte y, aún más, de las
élites dominantes del Sur. En tercer lugar, la autocrítica o deconstrucción de los presupuestos de la propia
cultura con elementos de su legado y de la Modernidad; así, al mismo tiempo que
se busca guardar cierta fidelidad a la tradición cultural, también se subsumen
selectiva y conscientemente elementos culturales de Occidente. Este momento
sitúa al pensamiento crítico en la
“frontera”, los “intersticios” o el “entre” de la propia cultura y la cultura
moderna. Y, en cuarto lugar, el diálogo
crítico intercultural propiamente dicho entre los “creadores críticos” de
la cultura. Se trata, pues, de una serie de encuentros dialógicos entre el
Norte-Sur y entre el Sur-Sur para pensar los problemas específicos de cada
cultura respecto a sus espacios de contacto y, sobre todo, dar apertura a un
proyecto distinto al de la Modernidad capitalista.
Sin embargo, dado que las culturas cuentan con un núcleo ético-mítico particular que
interpreta los fenómenos del mundo a partir de sus propias estructuras
intencionales y narraciones simbólicas, la comprensión intersubjetiva solo
puede darse a través de “un proceso hermenéutico que descubre las razones” (Dussel, 2015c: 13). Dussel considera que
este proceso hermenéutico para la mutua comprensión entre las culturas exige al
diálogo intercultural “fundarse epistemológica y ontológicamente en un diálogo
inter-filosófico mundial”, es decir, un diálogo que reconozca “preguntas
fundamentales” o “núcleos problemáticos universales” que permitan orientar las
agendas dialógicas interculturales hacia temas que les sean comunes (Dussel,
2015a: 81). Afirma:
La
universalidad formal abstracta de ciertos enunciados o principios que pueden
ser manejados de manera diferente en el nivel material de cada cultura, no
niega que puedan ser ‘puentes’ que permitan la discusión entre distintas
tradiciones filosóficas. Esa meta-filosofía es un producto de toda la
humanidad, aunque se dé en una cultura y época determinada y dentro de una
tradición que momentáneamente ha podido hacer más desarrollos que otras, pero
de los cuales todas las demás tradiciones pueden aprender a partir de sus
propios supuestos históricos. […] Es imposible estructurar una filosofía absolutamente post-convencional, sin
ninguna relación con una cultura concreta, y todas las filosofías, situadas
inevitablemente en una cultura, pueden sin embargo dialogar con las otras a
través de los núcleos problemáticos comunes y de las respuestas de los
discursos categoriales filosóficos, en cuanto humanos y por ello, universales.
(Dussel, 2015c: 25)
El diálogo crítico intercultural mundial no pretende
limitarse a la afirmación de cada cultura en calidad de comunidad de
comunicación válida. En realidad, el proceso hermenéutico de la comprensión
intersubjetiva de las culturas abre la labor dialógica a diversos campos de
sentido, de manera que el carácter de los núcleos problemáticos universales no
es exclusivamente filosófico, sino también social, ecológico, político, de
género o, como se intenta mostrar a continuación, económico.
La analogía del diálogo
inter-económico
El trasfondo conceptual de la hipótesis del diálogo
inter-económico fue presentado en el apartado anterior, de manera que aquí
corresponde argumentar a favor de la plausibilidad del diálogo inter-económico
en cuanto analógicamente semejante al diálogo inter-filosófico. El objetivo es
elaborar una primera aproximación sobre los elementos mínimos para un proyecto
dialógico entre las distintas tradiciones de discursos económicos del Sur y el
Norte globales. Una vez hecho esto, el siguiente apartado ofrece una propuesta
temática para el diálogo inter-económico Sur-Sur.
Debe mencionarse que la hipótesis del diálogo
inter-económico no es de suyo un planteamiento original, sino que es efecto del
proceder filosófico dusseliano: el recurso de la analogía como “método”
(Dussel, 1974) o “lógica” (Dussel, 2020a). La estructura de la obra dusseliana
de las últimas tres décadas manifiesta un despliegue analógico estricto al
inscribir gestos programáticos y categoriales semejantes (no absolutamente “idénticos”) en campos de realidad y
de saber prácticos distintos (no
absolutamente “diferentes”). El proyecto histórico, normativo y crítico de la
ética de la liberación (Dussel, 1998) abre camino a los proyectos
analógicamente semejantes/distintos de la política de la liberación (Dussel,
2006), económica de la liberación (Dussel, 2014), lógica de la liberación
(Dussel, 2020a), teología de la liberación (Dussel, 2017b) y estética de la
liberación (Dussel, 2020b). De esta manera, la hipótesis del diálogo
inter-económico no es más que un desplazamiento analógico de los cuatro
momentos constitutivos del diálogo intercultural y del planteamiento de los
núcleos problemáticos universales del diálogo inter-filosófico. El
desplazamiento analógico no se emprende desde cero, pues parte considerable de
la obra dusseliana se ha dedicado a meditar sobre los menesteres económicos.
En efecto, desde la segunda mitad de la década de los años
setenta Dussel reconoce que “era necesario efectuar la ‘vía larga’ de la filosofía económica” (Dussel, 2017a:
55). Inicialmente da pasos precavidos en su labor filosófica (Dussel, 1977),
teológica (Dussel, 1980) e histórica (Dussel, 1983: 30-38) sobre la pertinencia
de formular un marco categorial filosófico-económico mínimo y, paralelamente,
atender los efectos del sistema capitalista en el “mundo de la vida” y a nivel
geopolítico. Tras un paciente periodo de estudio de la obra de Marx (Dussel,
1985; Dussel, 1988; Dussel, 1990; Dussel, 2017) engarza definitivamente la
ética con un criterio material que,
en esos años, se intenta fundamentar desde una “económica trascendental” o
“económica ideal” (Dussel, 1992: 410-412; Dussel, 2017: 213-256). Aunque el
planteamiento de dicha “económica” se reemplaza con la formulación de un
“principio material universal” en la Ética
de la liberación (Dussel, 1998; Dussel, 2017: 71), a principios del nuevo
siglo, Dussel (2001) revisa críticamente la obra del economista indio Amartya
Sen donde, entre otras cosas, esboza los elementos mínimos para una económica de la liberación:
Se pueden
fundar principios universales, que dan marco y son las condiciones universales
del acto económico, y que permiten al acto económico tener pretensión económica de justicia (dimensión específica y
diferenciada de la pretensión ética de
bondad). Dicha pretensión
manifiesta, como he dicho, la incertidumbre propia de la indecibilidad y la
finitud de la razón económica. Llamaré por ello pretensión económica de justicia a la pretensión ética de bondad cuando ésta se sitúa en un nivel
estrictamente económico, pudiendo ser también un momento de los actos públicos,
social, político o intersubjetivo externo. (Dussel, 2001: 150)
Dicha económica de la liberación no se despliega en extenso
sino hasta 16 tesis de economía política
donde Dussel (2014) formula proposiciones filosófico-económicos explícitas: “Al
avanzar en los últimos 30 años nuestras investigaciones de filosofía económica
[…] hemos madurado hipótesis que nos permiten ahora proponer algunos enunciados
filosófico-económicos como
contribución a los debates actuales, no sólo teóricos sino igualmente
prácticos” (Dussel, 2014: 7).
De esta última obra interesa destacar el planteamiento sobre
el “tiempo largo” de la “gran Transición” hacia un sistema económico
post-capitalista (Dussel, 2014: 322-334). De acuerdo con Dussel, dicha
problemática exige una “nueva ciencia económica que considere los procesos
entrópicos y no equivalenciales como obstáculos que deberán superarse más allá
de los dogmas de la economía clásica y neoliberal” (Dussel, 2014: 327). Sugiere
que para ello debe seguirse un proceder similar al de Marx de El capital, a saber, analizar la
estructura del sistema económico vigente y, al mismo tiempo, “exponer
críticamente el marco categorial que
lo explica” (Dussel, 2014: 331). Se trata entonces de una crítica
epistemológica económica desde una ciencia económica crítica que, a su vez,
implica una crítica normativa de los discursos económicos que justifican
ideológicamente al capitalismo.
Dando un paso adelante, Dussel afirma que tal crítica
normativa apunta a una “descolonización
epistemológica de las teorías económicas vigentes” (Dussel, 2014: 331), es
decir, un modo económico de pensar donde los economistas críticos se
comprometen éticamente con la situación de las víctimas del sistema económico (los pobres, la economía doméstica
no remunerada, aquellos que
trabajan de manera informal, el precariado, los países dependientes, las
regiones periféricas, entre otras) y, por lo tanto, asumen reflexivamente esa
posición como el lugar desde donde es debido emprender el quehacer científico.
Al seguir tal línea de discusión, se busca explicitar que la
edificación de una nueva ciencia económica de esas características no es algo
que pueda ser obra exclusiva de un individuo, grupo, entidad académica,
institución gubernamental u organismo internacional. Por el contrario, consiste
en una tarea comunitaria que debe elaborarse dialógicamente entre las distintas
modalidades de discursos económicos, esto es, a través del diálogo
inter-económico mundial.
De manera análoga al diálogo intercultural, el diálogo
inter-económico mundial tiene como punto de partida explicitar la situación
concreta de asimetría de las comunidades de comunicación. Una situación que no
se debe a cuestiones de mérito individual, credencialismo y prestigio
institucional (Sandel, 2020), sino a cuestiones de carácter histórico-estructural, como a su manera
ya lo habían sugerido los cepalinos (Guillén,
2018). Resulta evidente que no es una experiencia simétrica ofrecer un análisis
sobre la desigualdad del sistema capitalista o recomendaciones de política
económica para mitigar la pobreza desde la Ecole d'économie de Paris (Piketty,
2014) o desde el Massachusetts Institute of Technology (Banerjee y Duflo, 2020)
que ofrecer esas mismas cuestiones desde el Departamento Ecuménico de
Investigaciones en San José (Hinkelammert y Mora, 2013).
La “heterogeneidad estructural” de las regiones periféricas
también se manifiesta a escala mundial, de tal manera que las condiciones de
producción discursiva y el impacto de los mismos discursos difícilmente son
simétricos. Al reconocer la distinta posición de las comunidades de
comunicación y, aún más, de los excluidos
de toda comunidad de comunicación se asume como compromiso ético-político del
diálogo inter-económico escuchar la
“razón (económica) del Otro”:
El Otro,
excluido de la ‘comunidad’ de comunicación y de los productores, es el pobre.
[…] Irrumpe, entonces, no sólo como el excluido de la argumentación, afectado
sin ser-parte, sino como el excluido de la vida, de la producción y del
consumo, en la miseria, la pobreza, el hambre, la muerte inminente. […] Éste es
el tema de la filosofía en el mundo periférico, el ‘Sur’ […] No hay liberación
sin racionalidad; pero no hay racionalidad crítica
sin acoger la ‘interpelación’ del excluido”. (Dussel, 1994b: 89)
No se trata solamente de instituir mecanismos de aceptación
formal de la validez argumentativa del “pobre” (Cortina, 2020), sino de
elaborar proyectos factibles de largo aliento que busquen generar condiciones
materiales para su inclusión en la comunidad de productores/consumidores, i.e.
asumir una “pretensión económica de justicia” (Dussel, 2014: 293-296). Ello
significaría generar las condiciones formales y materiales para un auténtico
diálogo inter-económico mundial en situación de simetría, pero como no es éste
todavía el escenario de las comunidades de comunicación del Sur global es
preciso comenzar a dialogar sobre cómo hacer para que todos puedan
efectivamente dialogar.
Al seguir el esquema de los cuatro momentos del diálogo
crítico intercultural (Dussel, 2015b: 285-294), puede reescribirse
analógicamente la cuestión para el diálogo crítico inter-económico. En primer
lugar, el estudio afirmativo de la cultura práctico-productiva del Sur anterior
a la subsunción capitalista; por caso, tendría que reconstruir históricamente
la cuestión de si el trueque o el intercambio directo pre-dinerario es o no un
“mito” como algunos han sugerido (Graeber, 2012). En segundo lugar, el tiempo
hermenéutico sobre las narraciones simbólicas que sugieren experiencias de lo económico
constituidas por componentes políticos (Dussel, 1984), lingüísticos (Shell,
2014), sacramentales (Eliade, 2016), entre otros. En tercer lugar, la
autocrítica de los presupuestos de la propia cultura práctico-productiva con
elementos de su legado y de la Modernidad; por caso, un estudio crítico de las
experiencias tributarias centralizadas de las organizaciones prehispánicas o,
más acá, de las experiencias latinoamericanas del “socialismo del siglo XXI” a
partir de los criterios de la “socioeconomía de la solidaridad” (Guerra, 2014),
la “racionalidad reproductiva” (Hinkelammert y Mora, 2013), la “federación de
los comunes” (Laval y Dardot, 2015), la “oikonomía de la gobernanza” (Calame,
2019), etcétera. Y, en cuarto lugar, el diálogo
crítico inter-económico propiamente dicho entre los “creadores críticos” de
la cultura práctico-productiva.
De la misma manera que el diálogo inter-filosófico mundial
(Dussel, 2015c: 11-12), para que las diversas culturas práctico-productivas
entren en un proceso intersubjetivo de mutua comprensión debe darse entrada a
los núcleos problemáticos universales, esto es, preguntas fundamentales de la
economía que permitan generar una agenda de diálogo inter-económico mundial con
temas en común. Debería partirse de la admisión de un principio material
“irrebasable” que “exprese los límites desde donde interpretamos, conocemos y
actuamos en la realidad práctica” (Zúñiga, 2017: 54) y, a partir de él, abrir
la posibilidad de una racionalidad práctica económica de carácter universal:
Las
condiciones histórico-materiales (referidas a la afirmación y crecimiento de la
vida humana), que son universalmente necesarias para la existencia humana —y
por lo tanto económicas, por ejemplo—, ya que somos sujetos corporales
vivientes como propuso Karl Marx, parecen ser también universalmente válidas
para todas las culturas. (Dussel, 2015c: 24-25)
Así, las discusiones en torno a problemáticas
histórico-materiales y económicas universales pueden plantearse tanto a un
nivel ontológico trascendental como a un nivel óntico mundial. Por caso, puede
dialogarse sobre el estatuto ético-político de la economía a partir de los
principios trascendentales implícitos de los diversos discursos económicos
(Conill, 2004); o bien, dialogarse sobre la realidad del Capitaloceno a partir
de los registros ecológicos de la devastación medioambiental planetaria (Moore,
2016).
Ahora bien, en estricto apego al esquema dusseliano del
diálogo inter-filosófico mundial, no debe olvidarse que tales discusiones se
establecen entre comunidades de comunicación inscritas en una situación de
asimetría. Lejos de revitalizar un agotado maniqueísmo, la insistencia sobre la
localización geopolítica del discurso tiene como objetivo no obviar su
condicionamiento tanto en la perspectiva de abordaje de las problemáticas
económicas como la selectividad de temáticas que se consideran relevantes para
discutir en el diálogo inter-económico. Un tema que ilustraría el contraste
entre el diálogo Norte-Sur y el diálogo Sur-Sur tanto en el sentido de los
términos de discusión como en el programa de implementación práctica es el de
las propuestas de economía alternativa.
Un caso hipotético de diálogo inter-económico Norte-Sur
sería entre Enrique Dussel y el economista austriaco Christian Felber en torno
a la reivindicación de la idea del bien
común para la transformación radical de la economía. Dussel plantea un
proyecto de “hegemonía de lo común” que apuesta por la transición hacia un
sistema económico de gestión equivalente del excedente: “una economía regulada
por criterios y principios que dan absoluta prioridad a lo común” (Dussel, 2014: 290). Esta “nueva vía” intenta llegar a
un “equilibrio auto-consciente, racional, participativo y consensuado” de
instituciones económicas mínimas, aunque de nuevo tipo: el mercado, la empresa
y la regulación comunitaria/estatal (Dussel, 2014: 268-275). Felber plantea una
“economía del bien común” que se sustenta por la regularización de las
empresas: “la diferencia con el capitalismo radica en que el beneficio financiero
ya no es la finalidad del afán empresarial sino un medio para el propósito
verdadero: prestar la aportación más grande posible al bienestar” (Felber,
2014: 21). Esta nueva organización legal de las empresas intenta aumentar la
“libertad de los individuos” mediante la cooperación y democratización de la
economía, dirigida hacia un “desarrollo abierto” (Felber, 2014: 260-267). Ambos
pensadores comparten la idea de implementar un sistema económico alternativo al
capitalismo y al socialismo real que recupere la dimensión ética y la
participación democrática en la toma de decisiones económicas. Sin embargo,
mientras Felber se concentra en el planteamiento de nuevos esquemas
jurídico-económicos empresariales (como el “balance del bien común”); Dussel
consideraría esto una tarea secundaria e insuficiente pues, al considerar el
contexto geopolítico de la economía, en las regiones periféricas resulta más
apremiante pensar en estrategias político-económicas para la superación de la
dependencia y la pobreza.
En cambio, un caso hipotético de diálogo inter-económico
Sur-Sur sería entre la propuesta ya señalada de Dussel y la de Pablo Guerra,
profesor de la Universidad de la República de Montevideo. Guerra (2014) habla
acerca de una “socioeconomía de la solidaridad” cuya redefinición del “acto
económico” de la producción, distribución, consumo y acumulación permite dar
cuenta de las relaciones de donación, reciprocidad, comensalidad y cooperación
(Guerra, 2014: 35-53). Al apelar a una “racionalidad solidaria y comunitarista”
se plantea como horizonte una “utopía solidaria” conformada por un mercado
democrático, incluyente y justo (Guerra, 2014: 253-260). En la medida que
Dussel y Guerra reconocen la condición periférica de la región latinoamericana
y la racionalidad práctica comunitaria de las economías populares sus
preocupaciones temáticas no son tan dispares. Hay puntos de encuentro como la
explicitación de la dimensión moral y ética de la economía; la ampliación de
las prácticas económicas allende el esquema empresarial; la diferenciación de
tipos de comportamientos mercantiles; y la relevancia del horizonte utópico
para pensar en alternativas. Posiblemente los puntos de desencuentro se darían
en cuestiones como el estatuto otorgado a la dimensión ética de la economía; las
mediaciones políticas y estratégicas para la consecución de una praxis
económica distinta; o la configuración de las ideas del bien común y
solidaridad en instituciones económicas concretas; por mencionar algunos.
La comprensión de la “razón económica” del Otro no emana
entonces ni de una predicción econométricamente calculada ni de una artificiosa
armonía de opiniones, sino del conflicto de las interpretaciones. El diálogo
inter-económico no puede afirmar la pluralidad sin, al mismo tiempo, no dar apertura
al disenso. El consenso económico debe emanar de la reflexión plural y
democrática para constituir un acuerdo provisional, ante todo, sobre qué temas
económicos agendar para un diálogo inter-económico mundial.
La urgencia de comenzar por el diálogo inter-económico
Sur-Sur (y, después, el Norte-Sur) responde a la heterogeneidad estructural de
las comunidades de comunicación localizadas en las regiones periféricas. Lo
dicho por Dussel respecto al diálogo inter-filosófico Sur-Sur, podría
parafrasearse para el diálogo inter-económico Sur-Sur como sigue:
Es
necesario que [los
economistas] del Sur se reúnan teniendo en cuenta su propia existencia, para
que a partir de las tradiciones que hayan cultivado en la economía regional
desde su origen, pero primeramente desde el siglo XVI, época en la que comienza
la hegemonía europea, se puedan aclarar posiciones, desarrollar hipótesis de
trabajo y poder, posteriormente, entablar un diálogo [inter-económico] fecundo
Sur-Norte, con una agenda bien establecida por [las economías] de los países
llamados periféricos, subdesarrollados, y que bien pueden interpretarse como
explotados por un capitalismo colonialista que hoy se globaliza y está en
crisis. (Dussel, 2015a: 82)
Para mostrar la particularidad del diálogo inter-económico
Sur-Sur el siguiente apartado propone un tema que, si bien tiene estatuto de
núcleo problemático universal, adquiere una distinción analógica por ser
enunciado desde una comunidad de comunicación localizada en América Latina.
Hacia una agenda de temas económicos
para el diálogo Sur-Sur
Establecer una agenda de temas económicos para el diálogo
Sur-Sur es una tarea comunitaria en grado sumo compleja. Las problemáticas por
abordar son amplias y se encuentran intrínsecamente vinculadas a los contextos
socioeconómicos y culturales desde donde son experimentadas. Por tal motivo, si
en el apartado anterior se limitó a llamar la atención sobre la pertinencia de
establecer un diálogo inter-económico mundial, aquí sencillamente se trata de
sugerir un tema y justificar su relevancia para un diálogo inter-económico
Sur-Sur. Debe advertirse que, aunque la formulación inicial del asunto se
desprende de un pensar surgido en el Norte, enseguida se despliega en cuanto
localizado desde el Sur.
Se plantea el tema como sigue: ¿Qué significa pensar en economía? El camino al que se
dirige la cuestión no es directamente epistemológico, sino que emprende su
trazo a partir de una reorientación ontológica. Los conceptos fundamentales
de la economía, en cuanto investigación con pretensión de cientificidad,
demarcan las regiones esenciales y las posibilidades interpretativas de
descubrimiento de la economicidad de ciertos fenómenos de la realidad práctica
humana. A su vez, tales conceptos definen los hilos conductores del diagnóstico
de las causas, el discernimiento de los límites y la prefiguración de vías
alternativas del “ser-económico-en-el-mundo”. Por tal motivo, el
cuestionamiento por el modo económico de pensar involucra, de manera “más
originaria”, la pregunta por el sentido de lo
económico como tal, i.e. ¿cómo es
lo económico? ¿por qué hay economía y no, más bien, aneconomía? En palabras de
Heidegger: “Esa investigación preliminar que elabora los conceptos
fundamentales no significa otra cosa que la interpretación de ese ente en
función de la constitución fundamental de su ser” (Heidegger, 2014: 31).
La convicción central de todo esto es que tras el “olvido”
de la pregunta por el “ser” de lo económico se ha perdido de vista la
contingencia y mutabilidad de las formas existentes la economía y, en
consecuencia, opera un mecanismo de “naturalización ideológica” o
“fetichización” donde resulta “más fácil imaginar un fin del mundo que un fin
del capitalismo”, como dijera Jameson.
Desde el Sur latinoamericano Dussel brinda en 16 tesis de economía política pasos
significativos hacia una reorientación ontológica de lo económico. En las
cuatro tesis iniciales Dussel
describe fenomenológicamente las categorías fundamentales del ser-económico-en-el-mundo
o, más estrictamente, de los sistemas
económicos (Dussel, 2014: 17-64). Pero, yendo más allá del proceder
indicado por Heidegger, inscribe una posición de criticidad en la “fenomenología económica”, de manera que no se
limita a construir una narración filosófico-económica “pura” (en realidad
imposible), sino siempre ya ética y,
por tanto, de intencionalidad transformadora:
¿Cuáles
son los criterios o principios normativos de la economía que deberían guiar el
proceso de la construcción del sistema equivalencial futuro? […] De lo que se
trata es de analizar principios
orientadores y construir categorías que ayuden concreta y positivamente en su
praxis liberadora a los que están efectivamente ejerciendo el poder
delegado y obediencial político en América Latina, y en otras partes del mundo,
y a los que están efectuando experiencias de un nuevo modelo o sistema en los
diferentes momentos de las estructuras posibles de la economía (Dussel, 2014:
10).
Puesto que una “arquitectónica” o descripción fundamental de
la ontología y normatividad de la economía se encuentra esbozada en sus
lineamientos generales en la sección de la obra citada, el argumento se limita
a sugerir de manera indicativa un aspecto complementario que no podría dejarse
de lado al preguntar por la posibilidad de una reforma del modo económico de
pensar desde el Sur global, a saber, la vertiente hermenéutica de la economía.
Es cierto que, en otro registro, a propósito de un examen
sobre el entrecruzamiento recíproco del “acto-de-habla” pragmático con el
“acto-de-trabajo” económico, Dussel concluye que: “La hermenéutica sin
económica es vacía; la económica sin hermenéutica es ciega” (Dussel, 1998b:
105). Empero, no da el siguiente paso de preguntarse por la relevancia
metodológica de la perspectiva hermenéutica para pensar económicamente o
“descubrir el carácter interpretativo
de la economía” (Conill, 2004: 84). Por lo anterior, estas últimas líneas
apuntan tres proposiciones que invitan a construir una hermenéutica crítica “para comprender el sentido de los fenómenos económicos y articular las diversas voces de la
razón” (Conill, 2004: 85).
[1] El sentido de la
economía es diverso. Si algo deja
en evidencia la mayoría de los discursos económicos contemporáneos es su
ignorancia voluntaria para comprender la realidad económica por fuera de los
esquemas unívocos del “paradigma contable”, esto es, los indicadores, modelos
matemáticos, correlaciones econométricas, proposiciones lógico-formales,
etcétera. Por el contrario, afirmar la diversidad de sentido del “ser económico
en el mundo” permite atravesar la operación ideológica de la “objetividad”
cientificista y, de esta manera, descubrir en el “bosque” fáctico e ideal de la
vida económica nuevas posibilidades de descubrimiento del “ser” de la economía.
[2] La economía se
constituye en visiones de paralaje.
En términos discursivos significa que no hay meta-lenguaje (Žižek, 2009) y, en
este caso, no hay economía en tanto la
“Ciencia Económica”. Tal falta de
contenido sustancial positivo inscribe un antagonismo irreductible en el núcleo
de la economía: la economicidad se dice de muchas maneras. La economía
política, filosofía económica, historia económica, política económica, economía
aplicada, por mencionar algunas, son tan solo paralajes o desplazamientos de
perspectivas en torno a lo económico. Cada una de ellas brinda un acceso de
comprensión parcial de los fenómenos económicos que, lejos de conducir a una
errancia relativista, dota de vida al discurso económico. Éste queda situado,
tomando prestada la expresión de Kant, en un “campo de batalla de inacabables
disputas”, que por lo demás nunca son éticamente neutrales.
[3] Pensar
económicamente es interpretar. Asumiendo la diversidad de sentido del “ser económico en el
mundo” y la correspondiente brecha de paralaje en la comprensión económica de
tal sentido se llega a la exigencia metodológica de una transformación hermenéutica de la economía, i.e. un modo económico
de pensar abierto a la inconmensurabilidad de la vida económica: no toda
experiencia de la economicidad es susceptible de medición en un indicador,
modelo o base de datos. Se trata, por tanto, de emprender la “vía larga” de una
economía ontológico-hermenéutica cuyo trazado de caminos de inteligibilidad no
puede sino jugarse en el paciente diálogo
entre comunidades de comunicación distintas. Un diálogo que, como dijera Dussel
(2020a) siguiendo a Gadamer, tuviera como propósito emprender una “fusión de
horizontes” siempre inacabada.
Para el Sur global esta propuesta de una economía
ontológico-hermenéutica tiene gran relevancia puesto que abre el horizonte del
modo económico de pensar allende la univocidad de la institucionalidad
mercantil capitalista. La comprensión de las dinámicas económicas populares,
sociales, solidarias, recíprocas, entre otras, es la condición de posibilidad
para establecer un proyecto de transición hacia una vida y ciencia económicas
alternativas.
Conclusión
El artículo planteó una justificación de la hipótesis del
diálogo inter-económico a través de la propuesta programática y conceptual del
diálogo intercultural y el diálogo inter-filosófico mundial de Enrique Dussel.
Mediante la descripción del trasfondo filosófico, histórico y ético-político de
tales propuestas se abrió la posibilidad de definir analógicamente un diálogo
inter-económico mundial que compartiera las siguientes características: la
“localización” geopolítica del discurso; la situación asimétrica de las
comunidades de comunicación; la necesidad de establecer núcleos problemáticos
universales; y la exigencia de una pluralidad dialógica.
De manera particular, se definió la estructura del diálogo
inter-económico con gran proximidad a lo planteado por Dussel en la parte
conclusiva de 16 tesis de economía
política. Se destacó que la idea de una “descolonización epistemológica de
la economía” y una “nueva ciencia económica” corresponde a una tarea que debe
desplegarse entre las comunidades de comunicación, sobre todo, del Sur global.
Asimismo, se indicó los cuatro momentos del diálogo inter-económico (estudio
afirmativo, tiempo hermenéutico, autocrítica y diálogo crítico) y se brindaron
sugerencias de temas relevantes en cada momento. Para mostrar los efectos
discursivos de la situación de asimetría entre las comunidades de comunicación
según su localización geopolítica, se puso como ejemplo un hipotético diálogo
inter-económico Sur-Norte entre Dussel y Felber alrededor de la cuestión del
“bien común”; y un hipotético diálogo Sur-Sur entre Dussel y Guerra alrededor
de la cuestión de los tipos de “comportamiento mercantil”.
Por último, se propuso un tema económico para la agenda del
diálogo inter-económico Sur-Sur: el modo económico de pensar. Comenzando con un
planteamiento ontológico de matriz heideggeriana sobre el
ser-económico-en-el-mundo, se destacó la necesidad de integrar la criticidad
ético-política dusseliana para proyectar como horizonte intencional la
edificación de una economía alternativa. Complementariamente, se sugirieron
tres proposiciones para una apertura ontológico-hermenéutica de la economía: la
diversidad de sentido, la visión de paralaje y la transformación hermenéutica.
Sumariamente, puede señalarse que el artículo ofreció un
ejercicio de reescritura de ciertas propuestas de la filosofía de Enrique
Dussel en el campo de la economía. El objetivo de plantear por qué es necesario
establecer un diálogo entre las distintas tradiciones de discursos económicos
del Sur y el Norte quedó delimitado en sus rasgos generales. Sin embargo, es
preciso continuar la investigación para precisar la relevancia que puede tener
un ejercicio interpretativo de esas características y, principalmente, la
viabilidad de una tarea dialógica como la descrita.
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[1] Licenciado en Economía, especialista en Historia del
Pensamiento Económico, Maestro en Estudios Latinoamericanos, todo por la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Actualmente es doctorando en
Estudios Latinoamericanos en la misma universidad.
ORCID:
https://orcid.org/0000-0002-3070-2578
Correo
electrónico: f.desentis08@gmail.com
[2] Dado que en castellano no existe como en inglés
una diferencia terminológica explícita entre la economía en tanto disciplina
científica (economics) y la economía
en tanto fenómeno (economy), en el
trabajo se reserva el sustantivo de “economía” para referir a la primera
acepción y, en cambio, se escribe adjetivamente “realidad económica”, “fenómeno
económico”, “proceso económico”, etcétera para referir a la segunda.