EL MALESTAR EN LA SOCIEDAD MODERNA: ANOMIA E INDIVIDUALISMO

 

UNEASINESS IN MODERN SOCIETY: ANOMIE AND INDIVIDUALISM

INQUIETAÇÃO NA SOCIEDADE MODERNA: ANOMIA E INDIVIDUALISMO

Lic. Eduardo Alfaro1

(Universidad Nacional de Entre Ríos, Argentina)

 

 

Fecha de recepción: 29 de septiembre de 2022

Fecha de aceptación: 12 de noviembre de 2022

 


    Creative Commons 4.0

Cómo citar: Alfaro, E. (2022). El malestar en la sociedad moderna: anomia e individualismo. Revista Pares - Ciencias Sociales, 2(2), 256-269.

ARK CAICYT: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s27188582/srscatqrx

 

 

…Y con la resaca a cuestas Vuelve el pobre a su pobreza Vuelve el rico a su riqueza

Y el señor cura a sus misas…

(Fragmento de “Fiesta” - Joan Manuel Serrat)

 

Resumen

El individualismo es uno de los procesos característicos de la sociedad moderna, y uno de los interrogantes fundamentales en el campo sociológico. El artículo señala los acontecimientos históricos y sociales que le dieron origen, y se detiene en el examen del malestar y tensión que generan en la relación individuo-sociedad. Para ello, se consideran


1 Licenciado en Economía. Integrante del Centro Interdisciplinario de Estudios de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Entre Ríos.

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3726-5841 E-mail: ealfaro.51@gmail.com


especialmente los aportes de la sociología clásica provenientes de Émile Durkheim y su concepto de anomia. Este es objeto de múltiples resignificaciones (inclusive en la obra del propio Durkheim) en la sociología, pero interesa especialmente indicar su alcance para referir la inadecuación entre las oportunidades objetivas y las aspiraciones personales. Se discuten algunas manifestaciones de la anomia en la sociedad contemporánea y se proponen algunas alternativas para contrarrestar las tendencias disgregadoras del presente.

Palabras clave: Modernidad, individualismo, anomia, Durkheim.

 

 

Abstract

Individualism is one of the most distinctive processes of modern society, and one of the fundamental questions in the sociological field. The article points out the historical and social events that gave rise to it, and examines the uneasiness and tension that they generate in the individual-society relationship. For this purpose, the contributions of classical sociology from Émile Durkheim and his concept of anomie are especially considered. The concept of anomie has been object of multiple reviews (including in the work of Durkheim himself) in sociology, but it is especially interesting refer to the inadequacy between objective opportunities and personal aspirations. Some manifestations of anomie in contemporary society are discussed and some alternatives are proposed to counteract the disintegrating tendencies of the present.

Keywords: Modernity, Individualism, anomie, Durkheim.

 

 

Resumo

O individualismo é um dos processos característicos da sociedade moderna e uma das questões fundamentais no campo sociológico. O artigo aponta os acontecimentos históricos e sociais que lhe deram origem e examina o desconforto e a tensão que eles geram na relação indivíduo-sociedade. Para isso, são consideradas especialmente as contribuições da sociologia clássica de Émile Durkheim e seu conceito de anomia. Este é objeto de múltiplas ressignificações na sociologia (inclusive na obra do próprio Durkheim), mas é especialmente interessante indicar seu alcance para se referir à inadequação entre oportunidades objetivas e aspirações pessoais. Discutem-se algumas manifestações da anomia na sociedade contemporânea e propõem-se algumas alternativas para contrariar as tendências desintegradoras do presente.

Palavras chave: Modernidade, individualismo, anomia, Durkheim.


Introducción

La individualización es uno de los “mitos fundacionales” de la modernidad. Su devenir y consecuencias han sido tratadas por múltiples autores y es objeto de renovado interés en el campo de las ciencias sociales, en particular en la sociología. El presente artículo presentará las características más importantes de este proceso en el marco del desarrollo de la sociedad moderna, señalando su relación con la anomia y algunas de sus manifestaciones en la sociedad contemporánea.

Para ello, en el primer apartado se repasan las principales características de la modernidad y se da cuenta de algunas controversias que ha suscitado este concepto. La segunda sección se enfoca en analizar uno de los procesos característicos de la modernidad, el individualismo, destacando los principales factores que confluyen en su consolidación. La tercera parte se detiene en el abordaje que realiza el sociólogo Emile Durkheim sobre el individualismo y la anomia como malestar característico de la sociedad moderna. En la cuarta, se repasan algunas manifestaciones contemporáneas de la anomia y sus causas. Por último, en las conclusiones se presentan algunos caminos posibles para enfrentarla.

 

1.   La modernidad en su laberinto

En su obra Consecuencias de la Modernidad, Anthony Giddens (1993: 5) sostiene que ella refiere, en términos generales, a una época que comienza en Europa en el siglo XVII, signada por un conjunto de “modos de vida u organización social […] cuya influencia, posteriormente, los han convertido en más o menos mundiales”. De acuerdo al autor (p. 19), las instituciones sociales modernas se distinguen por una serie de discontinuidades de los órdenes sociales anteriores. Una es la celeridad en el ritmo de cambio2; la segunda es el ámbito del cambio (interconexión entre diferentes regiones del mundo); y la tercera es la naturaleza intrínseca de las instituciones modernas (formas sociales que no se dan en períodos históricos anteriores, o se dan en una forma totalmente distinta, como el Estado-nación en el orden político-administrativo, y el capitalismo en el orden económico).

Osvaldo Iazzetta (2020) sostiene que la modernidad puede resumirse en dos procesos y en dos formas de organización. Los primeros refieren a la racionalización e individualización; los segundos al capitalismo y al Estado-nación:

 

 

 


2 Ello es retratado por Marx y Engels en su Manifiesto Comunista (1848), inclusive antes de que Baudelaire hiciera la célebre definición de modernidad como lo “efímero, fugitivo, contingente”. “Todas las relaciones fijas, congeladas, son barridas, y todas las que acaban de conformarse se vuelven anticuadas antes de cristalizar. Todo lo sólido se disuelve en el aire”.


Estos cuatro elementos bastarían para resumir los cambios introducidos por la modernidad y designan rasgos y procesos que se mantienen desde su formación. Los dos procesos mencionados arriba muestran un desarrollo progresivo desde su aparición, en tanto las dos formas de organización experimentaron cambios asociados al impacto de la globalización y la revolución científica y tecnológica desatados a fines del siglo XX. (p. 3)

Hay algunos aspectos de la modernidad que son controvertidos. En este trabajo se comentarán brevemente dos: a) si el concepto de modernidad refiere a una época que abarca al conjunto de la humanidad o solo a una porción de ella (el Occidente moderno); b) si nos encontramos o no ante su disolución. Respecto al primero de los puntos, Danilo Martuccelli (2020) reflexiona acerca de la narrativa histórica hegemónica de la excepcionalidad de la modernidad en Occidente. De acuerdo al autor, la idea de superioridad se ha constituido en torno a dos grandes ejes: el descubrimiento y conquista de América en los siglos XV y XVI; y la formación de la ciencia moderna y la Revolución Industrial en los siglos XVII y XVIII. El primer eje supuso la construcción de un Gran Otro (y por ende, de un “sí mismo” occidental), compuesto por las civilizaciones no-occidentales (americanas, africanas, orientales) con las que se construyó una conexión subalterna. Por otra parte, el segundo eje implicó la devaluación de otras formas de conocimiento, erigiéndose una “representación de un mundo en el que, gracias a la ciencia moderna, será posible establecer únicamente sobre bases factuales y revisables una sólida línea de demarcación entre la realidad y las fábulas” (Martuccelli, 2020: 52). Cabe reconocer que esta idea de superioridad también se basa en la

eficiencia y poderío práctico de la ciencia y la técnica modernas3.

En segundo término, la cuestión sobre si nos encontramos o no ante la disolución de la modernidad ha suscitado un amplio debate en la sociología durante las últimas cuatro décadas. De acuerdo a Giddens (1993: 16), los términos para señalar esta nueva era han sido

 


3 En un sentido similar, Pérez Agote y Sánchez Capdequí (2017) proponen reintroducir la historia para repensar la modernidad, concluyendo que la consideración de las contingencias históricas presentes y pasadas abre las puertas a la diversificación de la noción de modernidad, transformándose el problema de la modernidad en el problema de las modernidades. En su trabajo, identifican diferentes corrientes de pensamiento: variaciones de la modernidad (asociada a autores como Volker Schmidt, Wolfang Streek y Kozo Yamamura), que sostiene que hay aspectos estructurales de la modernización (capitalismo, burocracia, relevancia de la educación, etc.) que triunfan por igual en Occidente y en Oriente; dejando las diferencias y variaciones en un lugar secundario; modernidades enredadas (Shalini Randeria y otros autores enrolados en la crítica poscolonial), que propone una perspectiva relacional en el estudio de los hechos culturales; modernidades múltiples (Eisenstadt), desde la cual se constata que la autorreflexividad no es patrimonio exclusivo de la cultura judeo-cristiana, sino que surge en la segunda mitad del siglo I a.c. de la mano de formaciones culturales como el Confucianismo, Judaísmo, Cristianismo, Budismo, Zoroastrismo. De esta forma, la interrogación a su tiempo es algo a realizar por las personas desde marcos culturales concretos.


profusos; algunos se centran en transformaciones institucionales (por ejemplo, el de “sociedad de la información”), y otros en cuestiones epistemológicas y filosóficas (como el de “posmodernidad”, cuya difusión se debe al filósofo Jean-François Lyotard). El sociólogo inglés reconoce (p. 57): “aún no vivimos en un universo social postmoderno, pero podemos vislumbrar algo más que unos pocos destellos del surgimiento de modos de vida y formas de organización social que divergen de aquellos impulsados por las instituciones modernas”.

La etapa de transición está caracterizada por una “radicalización” de los rasgos salientes de la modernidad, que son la separación entre tiempo y espacio; el desarrollo del mecanismo de desanclaje; la apropiación reflexiva del conocimiento. El primero de ellos (ligado a la adopción extendida de métodos uniformes de medida del tiempo, que permite dislocarlo del espacio y de las particularidades de contextos locales específicos) es de gran relevancia para explicar el dinamismo y la racionalización propias de la modernidad; el desanclaje, por su parte, consiste en “despegar las relaciones sociales de sus contextos locales de interacción y reestructurarlas en indefinidos intervalos espacio-temporales”; por último, la reflexividad refiere al propio pensamiento respecto a las prácticas sociales, que son examinadas constantemente y reformadas a la luz de nueva información sobre esas mismas prácticas, que de esa manera alteran su carácter constituyente.

Ulrich Beck (1998) coincide en señalar que transitamos una época que no escapa a los límites de la modernidad: “somos testigos (sujeto y objeto) de una fractura dentro de la modernidad, la cual se desprende de los contornos de la sociedad industrial clásica y acuña una nueva figura, a la que aquí llamamos «sociedad industrial del riesgo»” (p. 16). Precisamente, la sociedad industrial es una “figura social” de la modernidad, pero no su esencia misma.

De una manera similar a como en el siglo XIX la modernización disolvió la sociedad agraria anquilosada estamentalmente y elaboró la imagen estructural de la sociedad industrial, la modernización disuelve hoy los contornos de la sociedad industrial, y en la continuidad de la modernidad surge otra figura social” (p.16).

 

2.  La modernidad y las raíces del individualismo

El desarrollo de la sociedad moderna trajo consigo una afirmación de la individualidad4. El racionalismo iluminista mostró una fe ciega en la naturaleza humana y en


4 Cabe reseñar aquí la distinción entre los conceptos de individuo individualismo individuación. El término “individuo” puede designar tanto al agente empírico “de carne y hueso”, presente en toda colectividad, así


sus potencialidades, convirtiendo al individuo en fuente de derechos y deberes, en fundamento del Estado (a partir de la doctrina contractualista de Thomas Hobbes) y de la vida económica (Adam Smith considera al egoísmo como motor de la actividad productiva y comercial), etc.

El individualismo hunde sus raíces en el curso de los acontecimientos sociales y económicos propios de la modernidad. En primer término, el modo de producción capitalista dio lugar a nuevas formas de la sociabilidad que son típicamente modernas. Así, se produce una transformación radical del carácter de las relaciones sociales; en términos de Karl Marx, un pasaje de relaciones de dependencia personal a relaciones “impersonales” mediadas por objetos. Estos cambios traen aparejado un cambio fundamental respecto al rol del individuo:

Para el “modo de vida” capitalista son fundamentales la especulación como orientación de la conducta y la experiencia de la “sociedad” como un mero ambiente externo de la acción individual (que puede convertirse en un medio para los fines personales). También lo son las nuevas formas de autodisciplina y un ethos de conducta diferenciado, que constriñen y potencian a los hombres modernos de maneras esencialmente nuevas, regulando los recovecos más íntimos de su humanidad. (Sayer, 1994: 14-15)

En suma, el surgimiento de esta antinomia entre individuo y sociedad es una característica de la modernidad5.

En segundo lugar, el propio desarrollo del capitalismo, que implica la producción generalizada de mercancías sobre la base de trabajo asalariado (Sayer, 1994: 36), conlleva la formación de un mercado de trabajadores libres obligados a vender su fuerza de trabajo. Por sobre todas las cosas, el trabajo es colocado en el centro de la escena de la producción de riqueza, y en la esencia del hombre y núcleo básico de su cultura. Los cambios a nivel socioeconómico son acompañados por el fortalecimiento del papel del Estado. Martuccelli (2009, 2020) enfatiza el hecho de que el poder coercitivo y el monopolio legítimo del uso de la violencia obligan al individuo a una autorregulación de su propia conducta y

 


como a las representaciones culturales que sobre él se realizan. La valorización del individuo como principio formador del lazo social, y la concepción y el conjunto de instituciones que promueven, defienden o valoran explícitamente la dignidad, los derechos y los intereses de los individuos con respecto a los grupos conforman el “individualismo”. Los procesos de “individuación”, por su parte, dan cuenta del tipo de individuos que son estructuralmente producidos en una sociedad (Araujo y Martuccelli, 2020).

5 Tanto para Marx como para Durkheim, en la etapa pre-capitalista hay un escaso desarrollo de la individualidad, quedando los individuos totalmente absorbidos por las relaciones sociales que los definen (Sayer, 1994: 30)


comportamiento; por otro, se instituye jurídicamente a un individuo que tiene libertades, derechos y deberes definidos por el Estado, haciéndolo responsable de todos sus actos6.

Desde el punto de vista del análisis sociológico, Émile Durkheim (1858-1917) y Max Weber (1864-1920), los “padres fundadores”7 de la sociología, retoman la distinción formulada por Ferdinand Tönnies entre “comunidad” y “sociedad”, sosteniendo que la primera, por su débil diferenciación creciente de actividades y funciones sociales, no daría oportunidad sino a una insuficiente individualización, imponiéndose la semejanza entre sus miembros. En cambio, en “la sociedad”, gracias a la multiplicación de círculos sociales y su creciente diversificación funcional, se asiste a la emergencia del individuo8. Durkheim, en su tesis sobre la división del trabajo, aparecida en 1893, se pregunta por el modo en que se mantiene la cohesión en las sociedades modernas, en las que ya no es posible pensar en una “solidaridad mecánica” propia de comunidades tradicionales de baja complejidad. En las sociedades urbanas, industrializadas y capitalistas, la cohesión social es producto de la “solidaridad orgánica”, generada por la diferenciación creciente de funciones y por la división del trabajo (Nun, 2015: 200-201).

En el plano existencial, la modernidad introdujo una novedad. En términos de Cornelius Castoriadis (y siguiendo a Zygmunt Bauman, 1999: 41 y ss.), combinó una estrategia “heterónoma” y “autónoma” a la vez, para dar respuesta a la pregunta por el propósito de la vida. La heteronomía,

al igual que su predecesora premoderna, se basaba en la inclusión predeterminada de cada efímera vida individual dentro de una cadena vital cuyo origen era anterior a ella y que estaba destinada a sobrevivirla” [...; sin embargo], la estrategia moderna era simultáneamente autónoma, dado que subrayaba el origen humano de las totalidades y, más aun, dado que ponía de relieve la dependencia mutua entre el itinerario vital elegido por cada miembro de la totalidad duradera y la duración de esta última. (p. 43)

 

 

 


6 Asimismo, el otorgamiento y garantía de los derechos de propiedad por parte del Estado influyó no sólo en el desarrollo del capitalismo sino en la producción categorial del individuo.

7 El origen de la Sociología se remonta a la obra de autores como Saint Simon, Comte, Spencer, Tönnies, entre otros que aportan consideraciones metodológicas, un interés centrado en el mantenimiento de estabilidad y orden frente al surgimiento de conflictos propios de la etapa de madurez del industrialismo.

8 Conviene notar que esta contraposición entre comunidad y sociedad no estuvo sustentada en la experiencia de países latinoamericanos u otras de países no europeos del período. La distinción fue trazada en referencia las sociedades tradicionales europeas (un pasado común propio, más o menos lejano y superado) y a un presente “atrasado” en el Sur, que serían las sociedades “sin” individuos (por oposición a las del Norte, “con” individuos). (Martuccelli, 2009).


Entonces, esta estrategia a la vez heterónoma y autónoma le otorga a la vida de cada individuo el sentido de producir colectividades que lo trasciendan y que busquen perdurar. Dentro de estos colectivos, la nación y la familia son las “invenciones” de la modernidad más relevantes, son, también, las que en el último tiempo han sufrido un desmoronamiento gradual y constante, perdiendo por lo tanto su capacidad de conferir sentido.

En resumen, el individualismo y la idea de un progreso continuo e indetenible, no ocurrió por generación espontánea ni fue obra de individuos aislados. Sucedió en el marco de una “sociedad que comenzaba a asumirse como producto exclusivo de sus propias obras, donde convivían y se combinaban lo viejo y lo nuevo, y en la cual crecían instituciones y prácticas alternativas o adquirían otros significados las ya existentes” (Nun, 2015: 201).

 

3.  El individualismo y la anomia de acuerdo a Emile Durkheim

El incesante cambio y el individualismo característicos de las sociedades modernas generan malestar y tensión en la relación del individuo con la sociedad. Una de las manifestaciones de este malestar es la anomia, concepto introducido por Durkheim en La División del Trabajo Social (1893) y ampliado en El Suicidio (1897). En la primera obra, se trata a la anomia como una etapa, producto de las rápidas transformaciones sociales y económicas, y refiere a la ausencia de un cuerpo de normas que regulen las relaciones entre diferentes funciones sociales. En El Suicidio, en cambio, considera a la anomia como una característica estructural de las sociedades modernas, producto del debilitamiento de los límites, y la ausencia de puntos de referencia que pongan freno a las pasiones y deseos. Los ciclos de expansiones y recesiones económicas producen desclasamientos sociales que hace que los individuos pierdan sus anteriores niveles de integración social. Todo ello genera una situación de permanente frustración: las necesidades y expectativas son ilimitadas y nunca encuentran forma de ser plenamente satisfechas (Girola, 2005; Sidicaro, 2022).

Sostiene Durkheim (2012), “en efecto, la historia nos enseña que el suicidio, suele ser raro en sociedades jóvenes, en vías de evolución y formación, mientras que se multiplica a medida que estas se desintegran” (p.173). Y señala más adelante:

[P]ero la sociedad no puede desintegrarse sin que el individuo se desapegue de lo social, sin que los fines propios se vuelvan preponderantes sobre los fines comunes, sin que la personalidad individual tienda a ponerse por encima de la personalidad colectiva. Cuanto más débiles son los grupos a los que pertenece,


menos depende de ellos, y más se exalta a sí mismo para no reconocer otras reglas de conducta que las fundadas en sus intereses privados9. (p. 179)

Bericat Alastuey (2001) propone una lectura que enfatiza el análisis de las emociones como “nexo” entre la realidad social y los actos individuales. Así, a los diferentes tipos de suicidio tipificados por Durkheim corresponden a diferentes dimensiones de la sociabilidad humana, y tienen diferentes emociones asociadas (Tabla 1).

 

Tabla 1. Tipos de suicidio en Durkheim, sociabilidad humana y emociones

 

 

Dimensión

 

Descripción

Tipo de suicidio característico en la sociedad moderna

 

Emociones asociadas

 

 

Intercomunicativa

 

Se refiere a la relación del individuo frente al grupo. Factor integrativo de la cohesión social.

Egoísta, producido por la pérdida de intensidad en la identificación con el grupo (no hay un único universo simbólico, sino múltiples).

 

Depresión, desencanto, melancolía, tristeza

 

 

 

Interactiva

 

Es aquella que contempla al ser humano como un ser activo que ejerce su voluntad frente al mundo.

Factor regulativo de la cohesión social.

Anómico, producido por un contexto social sin restricciones y pérdida de vigencia de las normas sociales que limitan tanto las aspiraciones como los medios disponibles para lograrlas.

 

 

Frustración, decepción.

 

 

 

 

Orden/caos social

El orden se logra a partir de la “fusión simbiótica” de la dimensión intercomunicativa y de la dimensión interactiva del orden social. Si no hay un sustento mutuo de la “conciencia” y de la “actividad”, el orden puede convertirse en “caos social”.

 

La sociedad moderna, en tanto sociedad que incorpora el cambio como quintaesencia de su naturaleza, genera una dinámica singular en la que orden y caos social coexisten.

 

 

Sorpresa, incertidumbre, perplejidad, ansiedad, falta de confianza

 

Elaboración propia sobre la base de Bericat Alastuey (2001)

 

 


9 El Suicidio es sin dudas el texto más importante de Durkheim, por presentar de forma acabada su teoría sobre la sociedad, delimitando el campo de la sociología, así como por ofrecer un modelo de investigación empírica basado en el uso de estadísticas y la comparación, todavía utilizado como ejemplo de tratamiento específico de relaciones entre variables para robar conexiones causales (Portantiero, 2004: 28; Rodrigues, 2009). Sintéticamente, de acuerdo a Durkheim la relación entre el individuo y la sociedad puede dar lugar a tres tipos de suicidio: a) egoísta: aquel tipo de suicidio motivado por un aislamiento demasiado grande del individuo con respecto a la sociedad; el de los marginados, solitarios, etc.; b) altruista: aquel que ocurre cuando el individuo está demasiado fuertemente ligado a la sociedad, por ejemplo los que ocurren en el orden militar; c) anómico: es el tipo más significativo de suicidio; el suicida por anomia es aquel que no ha sabido aceptar los límites que la sociedad impone, aquel que aspira a más de lo que puede y cae, por lo tanto, en la desesperación.


La cuestión del individualismo y la anomia fueron temas centrales en la obra de Durkheim. En él es palpable la tensión entre una percepción positiva del individualismo (ligada a las posibilidades de emancipación) y otra negativa (amenaza para la integración y solidaridad social) (Iazzetta, 2020: 2). La pregunta central de sus sucesivas obras es cómo asegurar el orden en la compleja sociedad industrial en donde los lazos tradicionales que ataban al individuo con la comunidad están rotos (Portantiero, 2004: 26).

La cultura, a través del proceso de socialización, era lo que garantizaba el acuerdo entre las expectativas personales y las posibilidades objetivas (Araujo y Martuccelli, 2010: 5). No obstante, y de acuerdo a lo afirmado por Araujo y Martuccelli:

[L]a cultura es hoy en día una máquina para producir una inflación increíble de expectativas individuales […lo que] es una consecuencia más o menos directa de la impronta del mercado sobre la vida social. El mercado crea un conjunto de expectativas cada vez mayores engendrando una falta de adecuación estructural entre nuestras aspiraciones personales y nuestras oportunidades objetivas”. (2010: 5)

Ello constituye una diferencia fundamental respecto a lo que suponía la sociología clásica, puesto que la cultura deja de ser un factor de integración entre el individuo y la sociedad y pasa a ser un factor de separación.

 

4.  La anomia como expresión de malestar de nuestra época

El concepto de anomia ha sido ampliamente utilizado por sociólogos, aunque con diferentes significados e interpretaciones (Girola, 2005; Sidicaro, 2022)10. Diversos fenómenos característicos de la época actual demuestran la utilidad de recurrir a este concepto. La celeridad del ritmo de cambio de la sociedad actual, las consecuencias de la globalización económica y cultural, la erosión de las capacidades estatales y de la eficacia de la representación política y los procesos de exclusión social confluyen en cambios en las

 


10 Siguiendo a López Fernández (2009), entre los aportes posteriores al concepto de anomia en el campo de la sociología, se pueden mencionar los trabajos de Elton Mayo, Talcott Parsons, Robert Merton, entre otros. En lo que respecta a este último, su obra destaca por tratar a la anomia como una situación de quiebre entre las capacidades individuales y fines atribuidos socialmente. Para Elton Mayo, la anomia implica la pérdida de fuerza de la tradición como elemento para interpretar y organizar la realidad, y para la asignación de funciones al interior del grupo social. En este marco, interpreta que el ámbito laboral puede servir de medio para reconstruir la cooperación entre las personas, en una postura que lo acerca a Durkheim, por asignarle a los grupos intermedios un papel relevante en la regulación de la conducta y de integración del individuo al grupo. Para Parsons, en las sociedades modernas no se verifican roles asignados rígidamente para los individuos como ocurre en las sociedades tradicionales, lo que provoca confusión e inestabilidad. En América Latina, los trabajos de Carlos Nino y la propia Lidia Girola son referencias ineludibles.


constricciones que pesan sobre los individuos que pueden provocar y/o agudizar situaciones de anomia.

El estado de permanente cambio que caracteriza a las sociedades contemporáneas (tecnológicos, migraciones, modelos de consumo) produce un aumento espectacular del fenómeno de anomia (Touraine, como se cita en Sidicaro, 2022: 18). Bauman ha resaltado los efectos de la cultura consumista que genera una incesante búsqueda de satisfacción individual, que caracteriza como la “enfermedad del infinito”, sin ninguna pretensión de trascendencia (Bauman, 1999). Las consecuencias de la globalización, entre otras en la etnicidad y el lenguaje, contribuyen decisivamente a minar la referencia a la comunidad nacional. La familia, por su parte, ya no ofrece demasiadas garantías de perdurabilidad (Bauman, 1999).

El repliegue sobre cuestiones puramente personales, la cultura de “vivir el momento” desplaza a la conciencia colectiva y a la preocupación por diversos asuntos de interés público. La lógica del individualismo se ha llevado al extremo “de una guerra de todos contra todos y la búsqueda de la felicidad al punto muerto de una preocupación narcisista por el Yo” (Lasch, 1999: 25). La caída en la confianza de la ciudadanía respecto a sus representantes, la pérdida de interés sobre diferentes asuntos de la política pública, especialmente en los jóvenes, minan las referencias y los anclajes del individuo para con la comunidad de la que forma parte.

De acuerdo a Beck (1998) el mercado de trabajo sobre el trasfondo de los derechos sociales y políticos propios del Estado de Bienestar, si bien están orientados a asegurar un piso mínimo de derechos y de “solidaridad”, configuran también un escenario en el cual los individuos son desprendidos de sus nexos de clase. Se produce así una estructura social individualizadora, en la que las clases sociales son destradicionalizadas y disueltas, y los seres humanos son los únicos responsables de su destino individual. El desempleo, por ejemplo, ya no golpea a una clase o una capa sino al propio individuo y sus circunstancias, que se queda sin formas de defensa o de apoyo. El desempleo se transforma en parte de la “biografía” de las personas, y a la vez se masifica y “democratiza”: nadie está exento de caer en esta situación, y a la vez transforma “las causas exteriores en culpa propia, los problemas del sistema en fracaso personal” (pp. 121-122).

Todo ello va aunado a una pérdida de las capacidades estatales y un retroceso en el plano de las regulaciones normativas que actualizan las referencias a situaciones de anomia (Sidicaro, 2022: 17). Así, por ejemplo, el debilitamiento de las redes de protección social genera una amplia masa de individuos excluidos, condenándolos a la miseria y a la


desesperanza. Así, en sociedades como la argentina, donde las instituciones no ofrecen las garantías básicas para la existencia, el individuo debe resolver por si mismo o a través de soportes construidos por él mismo, el conjunto de protecciones básicas para poder vivir, lo que Martuccelli denomina “hiperindividuo” (Araujo y Martuccelli, 2020).

 

5.  A modo de cierre: el papel de la educación para enfrentar la anomia contemporánea

El individualismo es un interrogante fundamental en el ámbito de las ciencias sociales, y de la sociología en particular. Reconociendo que es pasible de múltiples abordajes, aquí se prestó atención a los procesos de individuación en la sociedad moderna y las tendencias a la singularización de las trayectorias individuales. La persecución “desbocada” de la satisfacción individual y el narcisismo provocados por el profundo vacío existencial de nuestro tiempo, nos empuja a transitar vidas parecen carecer de un sentido trascendente. La pregunta sobre la anomia es la pregunta respecto a cómo encontrar pistas para echar luz sobre esta cuestión. Este interrogante parece excesivo en una época en la que, como sostiene Sayer, la civilización dejó de interrogarse a sí misma.

La obra de Durkheim da algunas pistas para intentar respuestas a la anomia. La imposición de límites como solución de carácter general. Ellos no deben buscarse ni en la constitución orgánica ni psicológica; deben ser impuestos a los hombres desde afuera por un poder moral indiscutido que funde una ley de justicia:

Únicamente la sociedad, ya directamente y en su totalidad, ya por mediación de uno de sus órganos, está en condiciones de desempeñar ese papel moderador; porque ella es el único poder moral superior al individuo y cuya superioridad es aceptada por éste. (fragmento de El Suicidio, como se cita en Portantiero, 2004)

En el prefacio a la segunda edición de La División del Trabajo Social, Durkheim plantea que la profesión y específicamente el gremio juega un papel preponderante para moderar la relación individuo-sociedad. La propuesta, de evidentes resonancias conservadoras, descansa en el impulso a un modelo corporativo de organización de la comunidad como salida para la inestabilidad del mundo moderno (Portantiero, 2004: 30).

En La Educación Moral (publicado póstumamente en 1925), Durkheim enfatiza sobre el papel de la educación y la moral como mecanismos para determinar imperativamente conductas y una disciplina que contenga a los deseos ilimitados. La disciplina tiene una utilidad social y dota de sentido a las acciones de los individuos (Girola, 2005: 37-38). Este aspecto merece ser resaltado, teniendo en cuenta la crisis y la anomia que también atraviesan


los sistemas educativos, que ven fuertemente deteriorados el prestigio y la autoridad docentes, un aumento generalizado de la apatía escolar y de desconfianza ante el saber.

Los autores clásicos, tal el caso de Durkheim, tienen el mérito de haber enunciado verdades cuya vigencia trasciende la época que les tocó vivir. Por supuesto que requieren una revisión crítica a la luz de la experiencia actual, pero recuperar su legado no tiene sólo un interés académico. Durkheim notó que la complejización de la sociedad y el creciente individualismo generan un creciente malestar y requieren la reconfiguración de las relaciones sociales bajo nuevas formas de solidaridad. Las lógicas individualizadoras, no obstante, pueden coexistir con otras tendientes a nuevas formas de relacionamiento entre las personas. Transformar este malestar colectivo en un problema social, recuperando una ciudadanía activa y comprometida que reconstruya los puentes que ligan al individuo con la comunidad es una necesidad imperiosa.

 

Referencias bibliográficas

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Bauman, Z. (1999). En busca de la política. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Beck, U. (1998). La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad. Barcelona: Paidós (Ed.) Bericat Alastuey, E. (2001). El suicidio en Durkheim, o la modernidad de la triste figura.

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Girola, L. (2005). Anomia e individualismo: del diagnóstico de la modernidad de Durkheim al pensamiento contemporáneo. Barcelona: Anthropos Editorial; México: Universidad Autónoma Metropolitana.

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