La Escuela de Frankfurt, Freud y Marx en diálogo:
desafíos y aportes en el contexto actual
The Frankfurt School, Freud and Marx in dialogue: challenges and
contributions in the current context
A Escola de Frankfurt, Freud e Marx em diálogo: desafios e contribuições
no contexto atual
Dra. Sheila López-Pérez
(Universidad Isabel I, España)[1]
Fecha de recepción: 07 de octubre de 2024
Fecha de aceptación: 27 de noviembre de 2024
Creative
Commons 4.0
Cómo
citar: López-Pérez, S. (2024). La Escuela de Frankfurt, Freud y Marx en diálogo: desafíos y aportes en el
contexto actual. Revista Pares - Ciencias
Sociales, 4(2), 191-208.
ARK CAICYT: https://id.caicyt.gov.ar/ark:/s27188582/hyc4zjnwz
Resumen
El presente trabajo rastrea las características del
freudomarxismo para testar su posible pertinencia en el análisis de la sociedad
contemporánea. En persecución de este objetivo, primeramente presentaremos un
breve acercamiento a las teorías sociales de Marx y de Freud, de modo que
podamos comprender mejor su posible síntesis así como la legitimidad de su
fusión. Seguidamente, abordaremos el nacimiento de la corriente freudomarxista
con especial énfasis en los pensadores de la Escuela de Frankfurt, pioneros en
su abordaje y difusión. Indagaremos el modo en que los de Frankfurt utilizaron
dicha fusión para analizar los efectos del capitalismo contemporáneo, la
mentalidad consumista y la adscripción a los fascismos del siglo XX. Por
último, esbozaremos los motivos por los que consideramos el freudomarxismo una
teoría capaz de analizar la sociedad actual.
Palabras clave: Freudomarxismo,
capitalismo, sociedad contemporánea, individuo, moral
Abstract
The present work traces the characteristics of
Freudo-Marxism to test its possible relevance in the analysis of contemporary
society. In pursuit of this objective, we will first present a brief approach
to the social theories of Marx and Freud, so that we can better understand
their possible synthesis as well as the legitimacy of their fusion. Next, we
will address the birth of the freudo-marxist current with special emphasis on
the thinkers of the Frankfurt School, pioneers in its approach and
dissemination. We will investigate the way in which those from Frankfurt used
this fusion to analyze the effects of contemporary capitalism, the consumerist
mentality and the affiliation to the fascisms of the 20th Century. Finally, we
will outline the reasons why we consider Freudo-Marxism a theory capable of
analyzing current society.
Keywords: Freudomarxism,
capitalism, contemporary society, individual, morality
Resumo
O presente trabalho traça as características do
Freudo-Marxismo para testar sua possível relevância na análise da sociedade
contemporânea. Na prossecução deste objetivo, apresentaremos, primeiro, uma
breve abordagem das teorias sociais de Marx e Freud, para que possamos
compreender melhor a sua possível síntese, bem como a legitimidade da sua
fusão. A seguir, abordaremos o nascimento da corrente freudo-marxista, com
especial destaque para os pensadores da Escola de Frankfurt, pioneiros na sua
abordagem e divulgação. Investigaremos a forma como aqueles de Frankfurt
utilizaram esta fusão para analisar os efeitos do capitalismo contemporâneo, da
mentalidade consumista e da filiação aos fascismos do século XX. Por fim,
delinearemos as razões pelas quais consideramos o Freudo-Marxismo uma teoria capaz
de analisar a sociedade atual.
Palavras-chave: Freudo-marxismo,
capitalismo, sociedade contemporânea, indivíduo, moralidade
1.
Introducción
Freudismo y marxismo son corrientes que
han generado polémica desde su nacimiento. En efecto, cada una de ellas nació
para echar abajo ciertas concepciones arraigadas en la sociedad occidental y
por ello se volvieron blanco de sus críticas. El marxismo sometió a un análisis
radical el sustento del pensamiento filosófico de la modernidad capitalista y
liberal (López Pérez, 2023). El freudismo, por su parte, revolucionó no solo la
comprensión de la psique humana, sino también numerosas concepciones sobre la
naturaleza, la sociabilidad, las relaciones intrafamiliares y la conducta
(Fromm, 1999).
Si el marxismo y el freudismo han
sobrevivido en cierta medida después de tantos años se debe a que, aunque
emergieron en contextos diferentes, ambos sistemas desafiaron las ideas
predominantes de unas épocas cuyos imaginarios se extienden hasta nuestra
actualidad. La satisfacción inmediata prometida por el consumismo, la
alienación provocada por el trabajo capitalista, la represión de los impulsos y
deseos humanos, el conformismo y la falsa conciencia, el papel del Estado como
instrumento de opresión, la incapacidad para construir una vida feliz; todas
ellas son características de un sistema que ha evolucionado, pero que se
mantiene estable en sus fundamentos.
La fusión entre marxismo y freudismo es
un tema que ha generado debate y discusión en el ámbito de la filosofía política,
la sociología y la psicología a lo largo del último siglo. La convergencia de
ideas entre estas dos corrientes se ha denominado “freudomarxismo”, y ha
consistido en una diversa combinación de elementos que tratan de abarcar mejor
la naturaleza de la civilización occidental (Rodríguez Benítez, 2023).
La legitimidad de esta fusión ha
dependido en gran medida de quién es su analizador, de la perspectiva desde la
cual se evalúe y del contexto en el que se aplique. Algunos han argumentado que
la síntesis entre ideas freudianas y marxistas es muy valiosa, ya que ambas
teorías ofrecen análisis profundos de la relación entre naturaleza humana y
sociedad. En este sentido, se ha argumentado que el psicoanálisis explica mejor
que nadie cómo las dinámicas psicológicas individuales beben de las estructuras
sociales, mientras que el marxismo, por su parte, proporciona un marco
inigualable para analizar las relaciones de poder y las desigualdades en esas
sociedades en las que se conforman las psiques (Castilla del Pino, 1971, p. 13;
Taberner & Rojas, 1985, p. 88). Desde esta perspectiva, la fusión entre
marxismo y freudismo aparece como un hecho de ineludible éxito.
Otros críticos, sin embargo, han
argumentado que la fusión entre estas teorías es problemática debido a
diferencias fundamentales en sus enfoques y objetivos. El marxismo se centra
principalmente en las cuestiones económicas y de clase, mientras que el
psicoanálisis se enfoca en aspectos psicológicos individuales. Además, estos
críticos argumentan que el intento de fusionar las dos teorías puede
simplificar en exceso la complejidad de sus enfoques, lo que llevaría a
interpretaciones reduccionistas y distorsionadas y provocaría que perdieran
riqueza interpretativa. En resumidas
cuentas, la legitimidad de la fusión entre freudismo y marxismo es un debate
aún en curso.
El objetivo de
este texto es rastrear los pormenores de ambas corrientes y analizar la
legitimidad de su fusión, así como tantear su utilidad para interpretar la
actualidad. Nosotros, habiendo pasado por diversos acontecimientos históricos
desde los escritos de Marx y Freud, estamos en una posición privilegiada para
testar sus predicciones y argumentos. Con relación a las teorías de Marx,
tendríamos difícil negar que el marxismo teorizó de manera apropiada las causas
que hacían del capitalismo de libre competencia un sistema bárbaro y hostil a
las necesidades de la mayoría. También sería difícil negar el gran
descubrimiento de Freud: que la psique individual está configurada de maneras
mucho menos “lógicas”, evidentes y predecibles de lo que el racionalismo
occidental ha tratado de fundamentar. Partiendo de que estos dos
descubrimientos han resultado ser de gran utilidad para la sociedad
contemporánea, nos aventuraremos a explorar el resto y a tantear una posible
actualización de su crítica.
Para abordar el
freudomarxismo como herramienta analítica de la sociedad contemporánea, este
trabajo adopta una metodología fundamentada en tres ejes principales. En el
primero de ellos, mediante revisión bibliográfica, se realiza una recopilación
y análisis de fuentes clave en la obra de autores como Karl Marx, Sigmund Freud
y los principales representantes del freudomarxismo, sobre todo algunos
pensadores de la Escuela de Frankfurt: Adorno, Marcuse y Fromm. Además, se
incorporan investigaciones contemporáneas que actualizan y contextualizan estas
ideas en el marco del capitalismo digital y las dinámicas sociales actuales.
Seguidamente, en el segundo eje, se lleva a cabo un análisis
histórico-conceptual, en el que se examina el surgimiento, desarrollo y crítica
de las ideas freudomarxistas, contextualizándolas en sus respectivos momentos
históricos y analizando su impacto en la configuración de la crítica social y
psicológica frente al capitalismo contemporáneo. Finalmente, en el tercer y
último eje, se lleva a cabo una síntesis interdisciplinaria, que propone una
integración de perspectivas provenientes del psicoanálisis, la sociología
crítica y la filosofía política, con el fin de evaluar la relevancia de las ideas
freudomarxistas para interpretar fenómenos actuales, como el consumismo, la
alienación y la manipulación cultural.
Este enfoque
metodológico tiene como objetivo no solo rastrear las raíces teóricas del
freudomarxismo, sino también evaluar su pertinencia para comprender las
dinámicas socioeconómicas y psicológicas contemporáneas, previa adaptación de
sus postulados a los desafíos del siglo XXI.
2. La crítica
marxista y la crítica freudiana
El marxismo ha sido calificado como una
de las interpretaciones más influyentes sobre las dinámicas socioeconómicas del
capitalismo, mientras que el psicoanálisis ofrece un marco único para analizar
las dinámicas individuales (Marcuse, 2010). La posible síntesis entre estas
teorías, defendida por autores como Fromm y Marcuse, encuentra sustento en la
idea de que las estructuras sociales moldean la psique individual, y viceversa
(Fromm, 2014). Ambas teorías colaboran a la hora de esclarecer la “teoría de la
motivación” de los procesos de la realidad: el primero arrojando luz sobre lo
socioeconómico; el segundo, sobre la psique individual.
No obstante, esta síntesis ha sido
objeto de múltiples críticas. Algunos autores consideran problemático integrar
enfoques tan alejados, alegando que se corre el riesgo de simplificar excesivamente
las complejidades de ambas teorías (Taberner & Rojas, 1985). No obstante,
estudios recientes argumentan que su integración puede ofrecer herramientas
cruciales para comprender fenómenos contemporáneos, como el auge de las redes
sociales y su impacto en la psique colectiva (Rodríguez Benítez, 2023).
El intento de establecer un puente
entre ellos, que muestre que los actos llevados a cabo en el mundo
socioeconómico nacen de la psique individual y que esta, a su vez, está
determinada por el mundo socioeconómico, es lo que han tratado de llevar a cabo
los pensadores freudomarxistas desde hace aproximadamente un siglo. Por tanto,
comenzaremos primeramente por explorar las obras de Marx y de Freud.
Sus diferencias a la hora de analizar
la realidad han sido motivo de enfrentamiento entre los acólitos de cada
corriente. Por un lado, al marxismo se le ha acusado de ser incompatible con la
atención al sujeto concreto; al psicoanálisis, por su parte, de ser
irremediablemente individualista. No se discute tanto la utilidad de su
coexistencia cuanto lo inviable de una posible síntesis, así como la
incompatibilidad entre sus premisas y objetivos.
Marx puso empeño en dar una explicación
sociohistórica del modo de ser de los individuos, los cuales, según él, se constituían
a través de su participación en el medio social (Marx & Engels, 2014, pp.
67-68) . Así pues, su contribución en la labor de producción de la comunidad es
lo que los configurará como sujetos (Marx, 2008, pp. 13-15; 77-81). Para Freud
(1986a), por el contrario, la naturaleza individual es el dato primigenio del
que partimos, mientras que la socialización es algo impuesto al núcleo
originario biológico-instintivo (Freud, 1986b). Mientras que para Marx todo
nuestro desarrollo depende de las condiciones materiales de existencia, para
Freud existe un Yo que está en constante confrontación con su situación
material concreta (Brown, 1973: 95).
Así pues, Marx cree que la sustancia
del hombre es su antropogénesis colectiva, p. el hombre se va haciendo en contacto
con las formas sociales cambiantes y las objetivaciones materiales del trabajo
(López Pérez, 2023, p. 7). En este sentido la historia no deja de transformarse
a medida que nacen nuevos individuos y nuevas formas de trabajo. Para Freud, en
cambio, la historia es un horizonte cerrado y repetitivo que va apagando la instintividad del ser humano, en la
medida en que el Estado “perfecciona” las formas sociales de coerción y
homogeniza a los sujetos.
En lo que respecta a su tratamiento del
individuo, el determinismo psíquico y la fijación de los instintos son la marca
de la teoría freudiana. Mientras tanto, la teoría marxiana subraya la
plasticidad del ser humano, esto es, la posibilidad de labrarse un futuro
diferente a su pasado y, por tanto, diferente de los instintos heredados. De
ahí el optimismo prometeico y revolucionario del segundo, que contrasta con el
indefectible derrotismo del primero.
En lo que respecta a su metodología,
Marx decidió utilizar el materialismo dialéctico para analizar una realidad en
constante evolución. En opinión del alemán, esta herramienta no componía una
filosofía abstracta y especulativa, sino que se trataba de una ciencia
positiva, natural y exacta. Cualquier explicación de la realidad debía apoyarse
en los datos empíricos que la ciencia podía extraer de cada momento concreto, y
esto era precisamente lo que hacía el materialismo dialéctico. Concebir
dialécticamente un objeto, pensar una realidad desde la dialéctica supone
aproximarse a ella como totalidad conflictiva en movimiento, en donde sus
partes a la vez se sostienen y están en continua fricción (Reich, 1989, p.
131). Esto provoca situaciones nuevas e insospechadas, o, lo que es lo mismo,
transformaciones que hacen precisa una recomposición continua del equilibrio perdido
en la que lo antiguo se conserva y se supera en lo nuevo.
El materialismo dialéctico del que hizo
uso Marx parte de la relación entre sujeto y naturaleza para explicar la
evolución de la historia: el sujeto se “civiliza” a medida que controla, de
manera cada vez más perfeccionada, la naturaleza, mientras que esta se
“humaniza” a medida que el primero incide en y sobre ella, haciendo del mundo
algo no solo “en sí” sino también “para sí” (López Pérez, 2023, p. 8). La
principal diferencia con Freud radica en que este cree que, a medida que el
hombre humaniza la naturaleza –transformándola con la técnica a su imagen y
semejanza–, se deshumaniza a sí mismo. Para el psicoanalista, más civilización
equivale a menos humanización, en las antípodas de Marx.
Recordemos que Marx vivió en una época
influenciada por el idealismo alemán. Debido a ello se empapó de la creencia de que, cuanto más
transformase el ser humano la realidad, mejor accedería al conocimiento de sí
mismo. Puesto que la esencia del ser humano es su capacidad creadora, aquello
en lo que elige ir transformándose, solo se podrá conocer a sí en la medida en
que se crea. Esta idea, no obstante, era demasiado “artificiosa” para Freud,
quien creía en los instintos, las pulsiones y los impulsos naturales. Según el
psicoanalista, el ser humano tiene poco poder de intervención sobre su propia
naturaleza; lo que sí tiene a su alcance es hacer conscientes sus neurosis
particulares y, a partir de esta consciencia, tratar de integrarlas en una vida
lo más normal posible.
Freud manifestó que la dialéctica
marxista era simplemente un “residuo de aquella oscura filosofía hegeliana”
(Freud, 1976, p. 163). De esta manera mostraba su desprecio por cualquier
teoría demasiado idealista, metafísica y artificiosa del ser humano, adjetivos
que para él eran sinónimos y ciertamente peyorativos. Podríamos aducir que el austriaco no
captó la diferencia entre la dialéctica como sistema –en la que se podría
encuadrar la filosofía de Hegel– y la dialéctica como método –en el que quizá
se encuadre la de Marx, aunque hay diferentes opiniones al respecto[2]–.
Freud entendió el marxismo como una teoría historicista y observó en él un
vaciamiento de sujetos, llegando incluso a sugerir, en tono jocoso, que no le
vendría mal acudir a psicoanálisis (Freud, 1976, p. 872).
El austriaco pensó toda la historia del
ser humano bajo el signo de la represión. Aun señalando que las fuentes
profundas del malestar individual son siempre de naturaleza social, no se
sintió llamado a formular teorías revolucionarias que pudiesen arreglar esta
situación: consideraba insuperables los males e insuficientes las terapias. La
labor del psicoanálisis debía lograr otra cosa: facilitar el crecimiento del yo
y de la conciencia, de modo que permitiera al sujeto convivir con un principio
de realidad que, de otro modo, podría resultar asfixiante.
Debemos tener en cuenta que el
presupuesto del que partía el austríaco era la tradicional concepción
hobbesiana del mundo como campo de lucha en el que individuo e individuo, por
una parte, e individuo y sociedad, por otra, estaban irremediablemente
enfrentados (Hobbes, 2003, p. 294). Junto con la inevitabilidad de estas
conflictivas relaciones aparece, en su opinión, la irremediable necesidad de
sujeción de lo individual a lo social. En la base de este presupuesto está la
idea de una naturaleza humana pura y pre-social que exige ser socializada,
tarea ardua ya que lo instintivo se resiste continuamente a su integración en
lo colectivo.
Marx, por su parte, pensó la historia
del ser humano bajo el signo de la alienación. Contrariamente al hobbesianismo
de Freud, Marx participaba de la creencia roussoniana de que el ser humano era
bueno por naturaleza, y eran las cadenas sociales las que lo corrompían. La
naturaleza humana consistiría entonces en un hacerse –y por tanto liberarse–
mediante el trabajo, a través del cual el hombre se ponía en contacto con la
naturaleza y con sus iguales. La división del trabajo y la emergencia de la
propiedad privada habían perturbado la condición esencial del ser humano, el
cual ya no lograba conectar con lo que le rodeaba. La sociedad comunista debía
restablecer ese carácter social mediante la apropiación comunitaria de los
medios de producción y, consecuentemente, hacer desaparecer el trabajo alienado
junto con las demás formas de explotación (Marx & Engels, 2014, p. 99).
Marx y Freud, en cierto sentido,
concibieron conjuntamente la historia del hombre como la mutilación que sufre
su verdadera naturaleza. A pesar de que entre ellos solo parece haber un punto
en común, aquel que se refiere al reconocimiento de una falta radical en la existencia
del ser humano, la localización de qué ha de completar dicha falta y la
pregunta de si esta puede ser completada compone su gran diferenciación.
3. La
Escuela de Frankfurt: los primeros pensadores freudomarxistas
En sentido técnico es más correcto
hablar de pensadores freudomarxistas que de freudomarxismo. Se trata de
pensadores contemporáneos que se apoyaron en las enseñanzas de Marx y Freud
para elaborar una crítica capaz de alumbrar los efectos psicológicos y sociales
del capitalismo tardío. Algunas de las características que compartieron estos
pensadores son el ateísmo –o agnosticismo–, su oposición al sistema mercantil,
su rechazo de los tabúes sexuales conservadores, su crítica al modus vivendi consumista y su amparo de
la afectividad como modo de relación propia de los humanos (Taberner &
Rojas, 1985, p. 41).
Los miembros de la primera Escuela de
Frankfurt son los más claros ejemplares de los pensadores freudomarxistas.
Partiendo de Marx y Freud, elaboraron diferentes discursos no tanto negativos como negadores de la realidad prevaleciente. Desde un marxismo
profundamente revisado y con elementos de la teoría de Max Weber, incorporaron
a su teoría crítica de la sociedad lecturas libres de muchos pensadores calificados
de “negativos”: el joven Heidegger, un Hegel invertido –en el que la
dialéctica, lejos de suponer una línea teleológica entre el en sí, por sí y en
sí y para sí de cada elemento, supone un proceso abierto y sin final
deductible–, un Nietzsche socializado –en el que el desarrollo del individuo se
enfoca hacia su buen ensamblaje y cooperación en la sociedad, y no hacia un
solipsismo despolitizado– un Schopenhauer algo menos pesimista de lo habitual y
casi en su completitud, aunque a la par casi completamente transformados, a
Marx y Freud.
Según Adorno et al.
(1971), Freud explicaba mejor que nadie el carácter mediado de la personalidad
–lo que para él significaba intervenido, influenciado–. En su opinión, los
escritos de Freud atendían debidamente a la relación entre el ello y el yo,
alumbrando las mediaciones impuestas que nos hacían actuar y pensar tal y como
lo hacemos y de cuya influencia no somos conscientes. En este sentido, el
psicoanalista era más adecuado para analizar la construcción de la individualidad
que los marxistas, quienes trataban al ser humano como un ser puro –sin
mediaciones– en una sociedad corrompida.
Los marxistas, recordemos, creían que
el ser humano era bueno por naturaleza y que era la sociedad la que lo
corrompía. Como contrapartida, también creían en la posibilidad de una armonía
final entre individuo y sociedad, siempre y cuando esta última dejase de
oprimir al primero. Adorno pensaba que Freud supo ver mejor que Marx el
carácter traumático de toda civilización y la imposibilidad de un estadio final
de reconciliación (Adorno, 2002, p. 54). En este sentido, los marxistas eran
tan utópicos como poco realistas. Se podría decir que, en último término, los
marxistas eran más conformistas que Freud, quien no trataba de resolver falsamente
las contradicciones de un orden social irremediablemente dañado.
En opinión de Marcuse (2010), Freud
comprendió mejor que nadie las causas del malestar contemporáneo: aunque en su
terapia solo trataba de curar al individuo, en la teoría se daba cuenta de la
dependencia entre patología individual y patología colectiva. Este argumento ha
sido actualizado por estudios recientes que vinculan la dinámica capitalista
con el impacto de las industrias culturales y tecnológicas en la conformación
de las subjetividades (Cabot Ramis, 2018).
Marcuse consideraba que el
psicoanálisis proporcionaba una perspectiva valiosísima sobre cómo las
sociedades podían reprimir a los individuos y mantener el orden social sin que
los individuos se dieran cuenta (Marcuse, 1968a, p. 59). Esta fue, en su
opinión, la gran diferencia entre Marx y Freud: mientras que el primero
argumentaba que los individuos, aun de manera inconsciente, constatarían su
opresión y tarde o temprano se rebelarían, el segundo tuvo la “desdicha” de vivir
en una época en la que las técnicas de control social habían refinado sus
mecanismos. Por esto era tan pesimista respecto a su liberación. En la época
del capitalismo tardío, eran los propios sujetos los que deseaban verse en las zarpas de la dinámica capitalista del
trabajo-consumo.
El marxismo, siguiendo con la opinión
de Marcuse, teorizó adecuadamente las causas que hacían del capitalismo un
sistema inhumano en cuyo seno no cabían ni la igualdad ni la dignidad. Al mismo
tiempo, Marx vislumbró los cambios precisos para conseguir la ejecución de un
proyecto comunitario de plenitud. Marcuse estaba de acuerdo con las tesis de
Marx y creía que Freud se equivocaba al considerar imposible la creación de una
estructura social que se ajustara a nuestras necesidades y deseos.
Tampoco a su colega Fromm le convencía
la tesis freudiana del inevitable conflicto entre vida social y vida
individual. En opinión de Fromm (2014, p. 132), hay en el homo sexualis de Freud –aislado, asocial e insaciable– muchos
rasgos caracterológicos que expresan las cualidades del homo oeconomicus de la sociedad capitalista. Ambas tipologías están
basadas en la idea hobbesiana del hombre como lobo para el hombre y se sitúan
en las antípodas de la concepción demiúrgica de Fromm o Marcuse, quienes toman
la naturaleza del hombre como algo construido. Fromm sostendrá que las
concepciones hobbesiana y roussoniana están desfasadas: en realidad, el marco
social no es una cárcel ni un paraíso. Se trata más bien de un campo de cultivo
de las potencialidades humanas, y somos nosotros los que decidimos cuál de
ellas potenciar. Lo que debemos analizar es por qué muchas veces el marco
social obstaculiza las potencialidades beneficiosas y avala las perniciosas; de
este modo, podremos emprender las acciones necesarias para subvertir dicha
situación.
En opinión de Fromm, para determinar
las características del ser humano no se ha de partir ni de lo biológico ni de
lo económico, tal y como hicieron Freud y Marx, sino del análisis de la
“situación humana” al completo, es decir, del conjunto de condiciones en las
que emerge la existencia total del
hombre. Tomar una sola de las caras de la realidad como causante de la
situación humana al completo es el gran error de cualquier corriente o -ismo.
En cuanto perteneciente al mundo de los
animales, el hombre necesita con la misma imperiosidad que ellos satisfacer sus
necesidades fisiológicas, pero en tanto que humano, la satisfacción de estas no
basta para plenificarle. En realidad, cada paso de su existencia, tanto
individual como colectiva, significa la renuncia a un estado antiguo por un
estado nuevo sin que este camino tenga una etapa final. La planificación, por
tanto, consiste en seguir caminando.
4. Las
contradicciones del siglo XX y el freudomarxismo
No es casual que una buena parte de la
obra de los pensadores freudomarxistas –sobre todo Adorno, Marcuse y Fromm– se
dedicara a reflexionar sobre la violencia y el fascismo (Adorno, 2009; Fromm,
1964; Marcuse, 1986). Ensayos sobre
política y cultura. Barcelona: Planeta-Agostini.. La clave económica parecía
insuficiente para dar una explicación de aquella locura colectiva que
desgraciadamente les tocó experimentar en el siglo XX. Es por esto que Adorno,
Marcuse y Fromm exploraron los mecanismos profundos de la destructividad en el
psiquismo humano, de modo que pudieran hallar una explicación razonable para el
cataclismo que supusieron los fascismos contemporáneos. En esta línea, Fromm
escribió: “El fascismo es un problema económico y político, pero su aceptación
por parte de casi todo un pueblo ha de ser entendida sobre una base
psicológica” (Fromm, 2004, p. 90). Este enfoque se ha revitalizado en la
investigación contemporánea, que analiza el resurgimiento de movimientos
autoritarios en un contexto de crisis económica y alienación cultural (Tafur
Gómez, 2016).
Por su parte, Marcuse denunció la
integración realizada por la razón técnica de todas las fuerzas sociales. El
sistema ha demostrado poseer recursos suficientes para el control total,
limando las contradicciones que existían en las primeras formas del
capitalismo: contradicción trabajo-consumismo, contradicciones de clase,
contradicciones ideológicas. Es justamente la domesticación de estos espacios
de tensión conflictiva lo que distingue a la sociedad contemporánea de la
sociedad teorizada por Marx. Al contrario que para los trabajadores de las
fábricas del siglo XIX, las contradicciones del capitalismo actual ya no son un
problema para los trabajadores contemporáneos. Su consecuencia más aparatosa es
la desaparición del sujeto revolucionario en occidente, junto con el cierre de
las posibles salidas del sistema. Este argumento ha sido utilizado en
investigaciones actuales que han explorado cómo el capitalismo contemporáneo
utiliza el big data y las tecnologías
de vigilancia para reforzar su dominio sobre los ciudadanos, así como para
capar la emergencia del sujeto revolucionario (Rodríguez Benítez, 2023).
El marxismo y el psicoanálisis fueron
utilizados para dar cuenta de una sociedad en conflicto, en la que las clases y
los individuos llevaban a cabo batallas colectivas e individuales en pos de su
liberación. La liberación no se ha alcanzado y los conflictos han sido
sustituidos por la integración de las contradicciones en un todo inmodificable.
Freud fue quien alumbró los pormenores de este dispositivo al mostrar cómo
actúan los mecanismos de control en el interior de la vida psíquica, pues es
justamente en el psiquismo en donde se realiza el fundamental gobierno de los
individuos en las sociedades contemporáneas. Debido a ello, Marcuse, Adorno y
Fromm afirmaron que el psicoanálisis podría ayudar a desvelar las formas de
control del capitalismo aún más que el marxismo, aunque este último fuese
crucial para lograr la liberación colectiva.
La teoría de Freud explicó por primera
vez la administración “controlada” de las necesidades que opera en el
capitalismo contemporáneo (Freud, 1976). Esta administración de las necesidades
desemboca en que los individuos deseen precisamente lo que el sistema puede
proporcionarles. Apoyándose en sus enseñanzas, Marcuse (1968a) llegaba a
preguntarse si, en tales circunstancias, tenía sentido seguir hablando de
alienación, cuando es justamente el sujeto el que se reconoce plenamente en ese
sistema de objetos para él elaborados. Ahora el control del individuo se basa
en la creación de necesidades que precisan del sistema para ser satisfechas, lo
cual conduce no solo a la adaptación a lo social, sino a la plena
identificación con ello. Esta profunda adaptación, lejos de lo que buscaba la
Escuela de Frankfurt, no se realizaba porque el sujeto hubiese logrado una
sociedad racional en la que él mismo diera forma al objeto, sino porque el
sujeto se adaptaba por completo a la ley del objeto.
Para conseguir esta plena
identificación ni siquiera es indispensable el poder de una ideología que actúe
machaconamente sobre los individuos. Toda la realidad es ya ideológica, pues el
propio aparato productivo y los servicios que este crea adoctrinan nuestros
hábitos y comportamientos hasta el punto de querer únicamente lo que el sistema
ofrece. El conflicto freudiano entre el principio de placer –lo que deseamos– y
el principio de realidad –lo que nos rodea– queda así zanjado, ya que la
satisfacción individual se consigue aceptando como placenteras las ofertas que
el principio de realidad entrega (Fromm, 2014; Marcuse, 2010).
El optimismo de Fromm tomó una
dirección diferente al pesimismo de Adorno y a la desconfianza de Marcuse.
Afirma que el hombre puede estar orgulloso de sí mismo: “El problema de la
producción –que fue el problema del pasado– está resuelto en principio” (Fromm,
1999, p. 17). El hombre ha desarrollado la técnica hasta el punto en que la
supervivencia está ya asegurada. Debido a ello:
No es que se deba restringir la producción como tal, sino
que una vez que se hayan satisfecho las necesidades óptimas del consumo
individual, se la debe canalizar hacia la multiplicación de los medios de
consumo social tales como escuelas, bibliotecas, teatros, parques, hospitales,
transportes públicos, etc. (Lobo, 1981, p. 79)
Esta misma es la tesis de Marcuse
(1968b) ya existen condiciones técnico-productivas para construir la utopía,
para terminar de una vez por todas con las necesidades materiales que provocan
miseria. Precisamente es el marco represor el que impide materializar esta
utopía. Desde el punto de vista económico y técnico, el reinado de la libertad
ya es posible. La automatización permitiría abolir el trabajo mecánico y el
trabajo embrutecedor, en beneficio del tiempo libre y las actividades
creativas. El “desarrollo de las fuerzas productivas” que hemos logrado, por
ende, debería abolir el capitalismo y sus valores, que se han vuelto caducos.
Pero precisamente por esto, cree Marcuse, la vieja sociedad opresiva hace lo
imposible para impedir que los individuos sean conscientes de su liberación
posible. ¿Cómo lo hace? A través del manejo y el condicionamiento de las
conciencias: libertad “administrada”; democracia al servicio de un dominio
económico que perpetúa la precariedad, la inseguridad, el rechazo a plantearse
los problemas; integración de los individuos mediante el consumo masivo por una
parte y la homogeneización educativa por otra, una educación que los enclaustra
en una praxis técnica cuya ideología impide cualquier posibilidad de crítica y
rechazo.
Siguiendo a Adorno y Horkheimer (2007),
Marcuse cree que la ciencia y la técnica modernas han sido estructuradas como
instrumento de dominación. Por ello no basta con cambiar las relaciones
sociales de producción y hacerlas colectivas. Hay que reorientar el trabajo y
la producción hacia metas distintas a partir de una reorientación de las metas
del ser humano, lo que incluye una reorientación de sus necesidades y deseos.
La palabra “totalitario” recibe en Marcuse
una nueva connotación, e implica que la sociedad establecida elimina toda
oposición eficaz recurriendo a métodos aparentemente “pluralistas”. Ya no se
trata de un control dogmático y unificado, sino de un control cuyos mecanismos
son capaces de presentarse como deseables para los propios oprimidos. Todo
análisis del yo en esta sociedad debe partir entonces de un análisis político
en el que se rastree el vínculo del individuo con la masa, la cual marca el
ideal de aquel, su conciencia moral y su responsabilidad social. Este proceso
convierte a los ciudadanos en entes tan administrados como las cosas: “La
burocracia de dominación y de explotación difiere totalmente de la
‘administración de las cosas’, la que asegura según un plan el desarrollo y la
satisfacción de las necesidades individuales” (Marcuse, 1972, p. 45).
Marcuse sentencia que esta
estructuración de las necesidades individuales, modelada por el sistema
capitalista, cercena los proyectos de liberación. Por eso hay que leer a Marx
desde Freud, porque el centro de gravedad del neocapitalismo es la estructura
instintiva de los individuos creada por el sistema a imagen y semejanza del
proceso de reproducción material de la sociedad de consumo. Si se subvierte
esta unión, es decir, si se hace prevalecer la necesidad de liberación sobre
las necesidades de gratificación materialista-consumista, se estará atacando el
corazón del mecanismo represor.
No basta con tomar conciencia racional
de la injusticia capitalista o de las bondades del socialismo; para oponerse al
orden prevaleciente es menester, además, sentir subjetivamente la necesidad de
liberarse, la necesidad del placer de una existencia pacífica, con relaciones
sociales enriquecedoras y cooperadoras y con un medio ambiente rico y cuidado.
Al igual que la estructura instintiva de las masas fascistas estaba bajo el
signo de tánatos, una vitalidad
gratificada con la destrucción, el nuevo sujeto debe buscar el triunfo de eros, el fin de la lucha agresiva por la
existencia, la llegada de una verdadera paz e igualdad social.
Al llegar a Estados Unidos, Marcuse
comprobó que el psicoanálisis, terapia liberatoria individual, se había
convertido en un producto de consumo más, en un factor de integración en la
sociedad capitalista. Es en ese momento cuando descubre que el capitalismo ha
llegado a domar hasta las posibilidades de su negación, haciendo de ellas
mecanismos de acomodamiento en una sociedad injusta: “Mientras el psicoanálisis
reconocía que la enfermedad del individuo es, en última instancia, ocasionada y
mantenida por la civilización, la terapéutica psicoanalítica intenta curar al
individuo de manera que pueda continuar actuando como parte de una civilización
enferma, sin capitular completamente ante ella” (Marcuse, 1963, p. 21).
5. El capitalismo actual y las implicaciones del
freudomarxismo
Resumamos las implicaciones sociales de
ambas teorías, empezando por la teoría freudiana: las transformaciones
producidas en la sociedad industrial avanzada se acompañan de modificaciones no
menos fundamentales en la estructura psíquica primaria. Resulta que el yo ahora
se forma en el seno y por mediación de las masas, y no de la familia. Aquellas
dependen, a su vez, de la dirección objetiva de la administración técnica y
política de la sociedad. En la estructura psíquica, este proceso se ve
reforzado por la decadencia de la imago
familiar, la separación irreductible entre el yo y el ideal del yo –ahora
creado por una industria cultural desubstancializada– y la transferencia de
este yo a un ideal inalcanzable (Huertas Maestro, 2023, p. 15). La avidez por
poseer y la incapacidad para postergar la satisfacción de los deseos componen
las características finales del individuo contemporáneo.
Si no postergamos nunca la satisfacción
de nuestros deseos y si estamos condicionados para desear solo lo que podemos
obtener, entonces no tenemos conflictos ni dudas; no tenemos que tomar ninguna
decisión. Nunca estamos solos con nosotros mismos porque estamos siempre
ocupados en realizar lo realizable, que viene señalado desde fuera. Autores
recientes han destacado cómo la industria cultural y las plataformas digitales
moldean los deseos y necesidades de los usuarios, promoviendo una cultura de
satisfacción inmediata que limita la capacidad crítica y de negación por parte
de los individuos (Rodríguez Benítez, 2023).
Al héroe trágico de hace unos años,
abrumado por el peso de la historia, por la necesidad de comprenderla y por la
urgencia de realizar una praxis con la que instaurar una racionalidad más justa
en el mundo, le va sustituyendo una especie de antihéroe lúdico más preocupado
por los goces de la vida presente que por hipotecarse en un futuro que, aunque
lleno de herramientas para actuar en la realidad, se presenta claramente
inmodificable.
El ilustrado Voltaire, en su correspondencia
con Rousseau (Voltaire & Rousseau, 2024), avisó de la dificultad de
compatibilizar el optimismo que procede de la confianza en la razón con la
tristeza y el pesimismo que produce una mirada serena sobre la historia de los
hombres. Hay una incompatibilidad evidente entre luchar por un horizonte de
ciudadanos libres e iguales y la invitación permanente a cumplir deseos
instantáneos. También existe una dificultad para compatibilizar las referencias
a la solidaridad con el reclamo constante del carpe diem festivo e insolidario.
Para Fromm, la satisfacción de
cualquier deseo sin aplazamiento era una exigencia de la sociedad de consumo
que terminaba de destruir el yo, el cual, recordemos, siempre debe disponer de
voluntad para la negación y, sobre todo, para la contención propia. La creación
de individuos dóciles y manejables a disposición de los estímulos externos es
su culminación.
En términos usuales, la felicidad es
concebida no como el pleno desarrollo de las capacidades humanas, sino como el
intento de rellenar “faltas” o “carencias”. Faltas que, por otro lado, son
imposibles de rellenar, pues están insertadas en nuestra estructura psíquica
como algo que nos constituye indefectiblemente, y que la sociedad nos invita a
suplir con mercancía.
En estas coordenadas, la revolución
predicha por Marx, sería ya inconcebible, puesto que la propia clase obrera
está vinculada al sistema de necesidades en lugar de ser su negación.
Recordemos que, además, la mediación entre el yo y el otro cede su lugar a la
identificación inmediata con la masa. Una masa que, lejos de ser
autoconsciente, se deja llevar por unos impulsos plenamente manipulados. La
dinámica en virtud de la cual el individuo aseguraba y preservaba el equilibrio
entre autonomía y heteronomía, libertad y opresión, placer y sufrimiento, es
así sustituida por una identificación unidimensional y estática tanto con los
demás como con el principio de realidad administrado.
En este sentido el pesimismo de Freud
va todavía más allá: el capitalismo no es el problema. Los procesos y
conflictos psíquicos fundamentales no son históricos, no se limitan a un
período y a una estructura social dadas, sino que tienen carácter universal,
eterno y fatal. En su opinión, estos procesos no pueden desaparecer, ni tampoco
pueden resolverse los conflictos internos que provocan; se continúan época tras
época bajo formas diferentes que corresponden a nuevos contenidos sociales.
La regresión del yo en este sistema
reviste efectos nefastos, de entre los cuales el principal sería el
debilitamiento de las facultades críticas del espíritu: conciencia psíquica y
conciencia moral. Una no va sin la otra: no hay conciencia moral sin haber
evolucionado intelectualmente, sin conocimiento del bien y del mal. La
inteligencia es una categoría moral, tal y como dirá Adorno (2013, p. 15). En
condiciones de administración total, la conciencia moral y la responsabilidad
individual padecen una decadencia objetiva, puesto que es sumamente difícil
asignarse autonomía alguna cuando el funcionamiento del aparato determina las
directrices a seguir.
Solo a través del desarrollo del yo
–tanto a nivel psíquico como moral– se podrá desarrollar el poder de negación,
es decir, la aptitud para preservar un terreno personal y privado en el que no
permeen las directrices externas:
Despojado de su poder de negación, el yo se agota en la
búsqueda de la identidad, a menudo al precio de trastornos psíquicos y
mentales, o más aún, se somete de buen grado a modos de pensamiento y
comportamiento requeridos, tornando su ego más o menos parecido al de los
otros. (Fromm, 1999, p. 47)
Estamos en presencia de una sociedad
hasta ahora inédita: la sociedad sin padre –consciente– pero con padrinos
–inconscientes–. La sociedad que recibe órdenes sin que haya un mandatario
claro. En una sociedad tal puede llegar a producirse una liberación gigantesca
de energía destructiva: emancipada de los lazos afectivos con respecto al padre
en tanto autoridad y conciencia moral, la agresividad gana terreno y conduce a
la destrucción tanto de uno mismo como de los demás. Esto ha llevado a algunos
investigadores contemporáneos a proponer una revisión crítica del
freudomarxismo en el contexto de los desafíos actuales, como la crisis
climática y las desigualdades globales (Rodríguez Benítez, 2023).
6. Conclusiones
En un mundo marcado por desigualdades
económicas, crisis climáticas y transformaciones culturales aceleradas, el
freudomarxismo sigue ofreciendo herramientas conceptuales relevantes para
imaginar un futuro más justo y libre (Martínez Serna, 2023). La teoría mantiene
su vigencia por su capacidad de adaptación a nuevos contextos sociales y
económicos, como se evidencia en el impacto de las tecnologías digitales y el
auge del capitalismo de vigilancia (Zuboff, 2019). Asimismo, se ha adaptado a
otros contextos que van desde el impacto de las tecnologías digitales en la
construcción de las subjetividades al abordaje de la crisis climática a través
de herramientas que, a la vez, nos hacen más dependientes a nivel psíquico de
la tecnología, tal y como se indica en estudios recientes (López Pérez, 2023;
Rodríguez Benítez, 2023).
Un abordaje actual del freudomarxismo
nos podría conducir al análisis de la “economía del deseo” según la cual las
plataformas digitales y las redes sociales no solo moldean los deseos
individuales, sino que también perpetúan dinámicas de consumo que fortalecen
las estructuras de poder existentes. Este fenómeno refuerza las tesis de
Marcuse sobre la “unidimensionalidad” del sujeto moderno, atrapado en un
sistema que integra las necesidades individuales con los intereses del capital
(Marcuse, 2010).
En el plano social, el freudomarxismo
invita a cuestionar las bases culturales y psicológicas del conformismo que
prevalece en las sociedades contemporáneas, donde las crisis económicas y
ecológicas tienden a despolitizar a los individuos mediante una cultura de
entretenimiento y consumo instantáneo (Saito, 2020). Esto está alineado con los
debates actuales sobre la alienación digital y la dependencia tecnológica, que
destacan cómo la gratificación inmediata ofrecida por las plataformas digitales
reduce la capacidad crítica de los sujetos (Huertas Maestro, 2023).
Hoy en día, la suerte de la libertad
depende en gran medida de la fuerza y la voluntad empleadas para oponerse a las
concepciones arraigadas en la sociedad capitalista-consumista, para defender
las prácticas políticas poco populares y para modificar el sentido de la idea
de moral. El freudomarxismo, en este sentido, podría seguir considerándose una
teoría valiosa si partimos de que una teoría, para ser valiosa, ha de poseer
tres condiciones:
1.o Ser abierta, es decir, ser susceptible de
modificación a tenor de los hechos que en el futuro se aportan.
2.o Ser comunicable, es decir, poder ser
transmitida y comprendida.
3.o Ser corroborable, es decir, estar
capacitada para ponerse en práctica en un contexto concreto.
Consideramos que el freudomarxismo
sigue teniendo cabida en la sociedad actual debido a que, con un buen enfoque,
puede cumplir con las tres características. Por un lado, es capaz de adaptar
sus análisis a la estructura económica y psicológica actuales, ya que no hay
nada en las teorías de Marx y Freud que lo impida. Por otro, se presenta como
una teoría comprensible siempre y cuando el transmisor no se quede en las categorías
anticuadas de su época inicial. Por último, su practicismo es fácilmente
demostrable desde que aquello que critica sigue estando en pie.
Para cerrar, nos gustaría recoger la
que consideramos la conclusión principal del freudomarxismo: el aferramiento de
los individuos contemporáneos al capitalismo consumista, en el cual las
posibilidades de erradicar la miseria son ya factibles, solo puede comprenderse
si partimos del escaso poder de negación que posee el yo. La completa
integración del sujeto contemporáneo en el poder consumista y la opinión de las
masas es un hecho indefectible.
El freudomarxismo invita a imaginar una
sociedad en la que las necesidades materiales estén satisfechas y los
individuos tengan espacio para explorar y expresar sus potencialidades
creativas. Para lograr esta situación, no nos podemos limitar a una
transformación de los procesos económicos, sino que debemos abordar una
reestructuración de las normas sociales que van desde lo más material hasta lo
más simbólico. La justicia social, desde este enfoque, implicaría no solo la
redistribución de la riqueza, sino también la creación de un entorno donde el
ser humano pueda desarrollarse integralmente.
En un mundo en el que las desigualdades
económicas, la alienación y la manipulación cultural siguen estando vigentes,
el freudomarxismo puede ayudarnos a imaginar un futuro más libre y justo, en el
que los seres humanos puedan alcanzar tanto su bienestar material como su
autorrealización espiritual. Pues “la entidad básica del proceso social es el
individuo, sus deseos y sus temores, su razón y sus pasiones, su disposición
para el bien y para el mal” (Fromm, 2004, p. 22). Está en manos del individuo
construir la sociedad en la que quiere vivir.
Referencias
bibliográficas
Adorno, T. (2002). Dialéctica
negativa: la jerga de la autenticidad. Taurus.
Adorno, T. (2009). La
personalidad autoritaria. En Escritos sociológicos II. Akal.
Adorno, T. (2013). Minima
moralia. Reflexiones desde la vida dañada. Akal.
Adorno, T.,
Horkheimer, M., Marcuse, H., Dirks, W.,
Alexander, F., Balint, M., Bally, G., &
Krapf, E. (1971). Freud en la actualidad. Barral.
Adorno, T., & Horkheimer, M. (2007). Dialéctica de la Ilustración. Akal.
Bleger, J. (1958). Psicoanálisis
y dialéctica materialista. Paidós.
Bleger, J. (1971). Psicoanálisis y marxismo. En M. Langer
(Comp.), Cuestionamos: Documentos de
crítica a la ubicación actual del psicoanálisis (pp. 23-42). Granica.
Brown, B. (1973). Marx, Freud y la crítica de la vida cotidiana:
Hacia una revolución cultural permanente. Amorrortu.
Cabot Ramis, M. (2018). Adorno apropiándose de Freud: la
crítica del concepto de “inconsciente” en la tesis de 1927. Daimon. Revista Internacional de Filosofía,
73, 55-66. https://doi.org/10.6018/daimon/244781
Castilla del Pino, C. (1971). Psicoanálisis y marxismo. Alianza.
Freud, S. (1986a). Tótem y Tabú. En Obras completas, vol. XIII. Amorrortu.
Freud, S. (1986b). Más allá del principio de placer
(1920). En Obras completas, vol.
VIII. Amorrortu.
Freud, S. (1976). 35a Conferencia. En torno de
una cosmovisión. En S. Freud, Obras
completas. Amorrortu.
Fromm, E. (1964). Psicoanálisis
de la sociedad contemporánea. Fondo de Cultura Económica.
Fromm, E. (1999). Ética
y psicoanálisis. Fondo de Cultura Económica.
Fromm, E. (2004). El
miedo a la libertad. Paidós Ibérica.
Fromm, E. (2014). La
misión de Sigmund Freud: su personalidad e influencia. Fondo de Cultura
Económica.
Hobbes, T. (2003). Leviatán.
Editorial Losada.
Huertas Maestro, M. (2023). La recepción del
freudomarxismo en la España del tardofranquismo y de la Transición, 1975-1978. História, Ciências, Saúde-Manguinhos, 30, e2023016.
Lobo, J. L. (1981). El psicoanálisis humanista de Erich
Fromm. Papeles del Psicólogo, 0.
López Pérez, S. (2023). Marx y la técnica: ¿el progreso
humano conlleva la explotación de la naturaleza? Cuadernos de Pensamiento, 36,
75-100. https://doi.org/10.51743/cpe.334
Marcuse, H. (1963). Las implicaciones sociales del
'revisionismo' freudiano. Revista de la
Universidad de México, 5-6,
19-27.
Marcuse, H. (1968a). Cultura
y sociedad. Sur.
Marcuse, H. (1968b). El
final de la utopía. Akal.
Marcuse, H. (1972). El envejecimiento del psicoanálisis y
la represión sexual en la sociedad contemporánea. En La represión sexual en la sociedad contemporánea. Ediciones CEPE.
Marcuse, H. (1986). Ensayos
sobre política y cultura. Planeta-Agostini.
Marcuse, H. (2010). Eros
y civilización. Ariel.
Marcuse, H. y Fromm, E. (1968). Marcuse polémico. Editorial Jorge
Álvarez.
Martínez Serna, A. (2023). ¿Qué es el Freudo-Marxismo? Teoría y crítica de la psicología, 19, 106-118.
Marx, K. (2008). Contribución
a la crítica de la economía política. Siglo XXI.
Marx, K. &
Engels, F. (2014). La ideología alemana.
Akal.
Popper, K. (2020). La
sociedad abierta y sus enemigos. Paidós Ibérica.
Reich, W. (1989). Materialismo
dialéctico y psicoanálisis. Siglo XXI.
Rodríguez Benítez, A. (2023). Freudomarxismo y teoría
crítica: el psicoanálisis ante las limitaciones del marxismo clásico. Azur. Revista Centroamericana de Filosofía,
4(7), 51-62.Saito, K. (2020). El capital en la era del Antropoceno.
Akal.
Taberner, J. & Rojas, C. (1985). Marcuse, Fromm, Reich: el freudomarxismo. Cincel.
Tafur Gómez, J. (2016). Hedonismo y normatividad.
Discusión entre Freud y Marcuse. Disertaciones,
5(2), 63-73.
Voltaire & Rousseau, J. J. (2024). Sobre el mal, la providencia y el optimismo.
Ediciones Sequitur.
Zuboff, S. (2019). La
era del capitalismo de vigilancia: La lucha por un futuro humano frente a las
nuevas fronteras del poder. Paidós.
[1]
Defensora universitaria y Directora del Grado en Filosofía,
Política y Economía en la Universidad Isabel I. Doctora en Filosofía Moral y
Política por las Universidades de Valladolid y Salamanca. Investigadora en el
Proyecto de Investigación Tipo 1 Bienal (06/G024-T1): “El ejercicio de la
crítica en la filosofía contemporánea: variaciones conceptuales en el marco de
la teoría crítica y el pensamiento latinoamericano", financiado por el
CONICET. Primera premiada en la II Edición del Premio Javier Muguerza de
Investigación en Filosofía, organizado por la UNED. Es editora de la revista
Claridades, Revista Internacional de Filosofía. Es miembro del GIR Humanidades
y Ciencias Sociales en la era digital y tecnológica de la Universidad Isabel I.
Es investigadora en la Red Internacional de Investigadores de Teoría Crítica
(SETC).
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4198-6884
Correo electrónico: sheila.lopez@ui1.es
[2] Este es
uno de los puntos más confusos de la filosofía de Marx, así como el lugar desde
el que se le han practicado más críticas. A ojos de un gran número de
pensadores, es contradictorio defender en una misma filosofía la existencia de
una escatología de la historia y la libertad de acción de los individuos. Lo
primero implicaría tomar la dialéctica como sistema y lo segundo, tomarla como
método. Nos encontraríamos, así, justificando la opinión de Freud, con una
filosofía metafísica que teoriza sobre una realidad cerrada y sin posibilidad
de cambio, es decir, con la dialéctica tratada como sistema. Karl Popper
(2020), participando de esta crítica, incluyó a Marx en el grupo de los
enemigos de la “sociedad abierta”, o, en nuestras propias palabras, de los
enemigos de la dialéctica como método.