VIOLENCIA Y DISCRIMINACIÓN EN LOS
CERTÁMENES DE BELLEZA: UN ANÁLISIS DE REINA DE CUENCA
VIOLÊNCIA E DISCRIMINAÇÃO NOS CONCURSOS DE BELEZA: UMA
ANÁLISE DE REINA DE CUENCA
VIOLENCE AND DISCRIMINATION IN
BEAUTY PAGEANTS: AN ANALYSIS OF REINA DE
CUENCA
Mg. Verónica Lucía Neira Ruiz
(Kaleidos- Centro de Etnografía Interdisciplinaria-
Universidad de Cuenca, Ecuador)[1]
Fecha de recepción: 27 de febrero de
2024
Fecha de aceptación: 11 de mayo de
2024
Creative Commons 4.0
Cómo citar: Neira Ruiz, V. L. (2024).Violencia y
discriminación en los certámenes de belleza: un análisis de Reina de Cuenca. Revista Pares - Ciencias Sociales, 4(1),
57-73.
ARK
CAICYT: http://id.caicyt.gov.ar/ark://4m3j9pu66
Resumen
El
análisis crítico de los certámenes de belleza, centrado en el concurso de Reina
de Cuenca, revela la persistencia de estereotipos y violencias arraigadas en la
sociedad cuencana. Desde la elección de una mujer afroecuatoriana en 1995 en
Miss Ecuador hasta los prejuicios clasistas en Reina de Cuenca en 2007 y 2014,
la discriminación racial y social ha sido evidente. La relación entre la
belleza y la clase social, destacada por Bourdieu, se refleja en la importancia
del apellido y la educación en la percepción de la “verdadera” belleza. A través de la memoria y la atención
a X, se desentraña el imaginario colectivo, revelando la persistencia de
ideologías elitistas. A pesar de la violencia inherente, la participación
continua en estos certámenes invita a la reflexión sobre el poder de los
estereotipos y mantener un estatus a través de la clase.
Palabras clave: certámenes de belleza, Reina
de Cuenca, estereotipos, violencia, discriminación racial, clasismo
Abstract
The critical analysis of beauty pageant focusing on Reina de Cuenca contests, reveals the
persistence of stereotypes and violence deeply rooted in Cuenca's society. From
the selection of an Afro-Ecuadorian woman in 1995 at Miss Ecuador to
class-based prejudices in Reina de Cuenca in 2007 and 2014, racial
and social discrimination has been evident. The relationship between beauty and
social class, emphasized by Bourdieu, is reflected in the significance of
surname and education in the perception of “true” beauty. Through memory and
attention to X, the collective imaginary is unraveled, exposing the persistence
of elitist ideologies. Despite the inherent violence, continued participation
in these pageants prompts reflection on the power of stereotypes and
maintaining status through class.
Keywords:
beauty pageants, Reina de Cuenca,
stereotypes, violence, racial discrimination, classism
Resumo
A
análise crítica dos concursos de beleza, centrada no concurso da Rainha de
Cuenca, revela a persistência de estereótipos e violências enraizadas nessa
sociedade. Desde a eleição de uma mulher afro-equatoriana em 1995 no Miss
Equador até os preconceitos classistas no Rainha de Cuenca em 2007 e 2014, a
discriminação racial e social tem sido evidente. A relação entre beleza e
classe social, destacada por Bourdieu, reflete-se na importância do sobrenome e
da educação na percepção da “verdadeira” beleza. Através da memória e da
atenção ao X, desvenda-se o imaginário coletivo, revelando a persistência de
ideologias elitistas. Apesar da violência inerente, a participação contínua
nestes concursos convida à reflexão sobre o poder dos estereótipos e a
manutenção de um status através da classe.
Palavras-chave: concursos de beleza, Reina
de Cuenca, estereótipos, violência, discriminação racial, classismo
Introducción
La ciudad de Cuenca tiene una élite que desde su fundación
ha tenido gran influencia y representación, al punto que sus apellidos forman
parte del himno de la ciudad en donde se
los menciona como “próceres insignes de la ciudad”. La élite ha buscado
representar la belleza femenina a través del certamen Reina de Cuenca, que se
elige desde 1928 y conforme el paso de los años ha cobrado mayor importancia y
seguimiento en la ciudad, significando así una mayor acogida, más espacio en
los medios de comunicación e interés de la ciudadanía.
La belleza, al ser un constructo social, representa los
grupos que la construyen. En otras palabras, a pesar de la existencia de un
canon de belleza occidental, no significa que ejerce en todos los grupos
sociales el mismo peso. El certamen Reina de Cuenca busca representar a la
clase alta y media alta de la ciudad, no solo se puede ver en la gran acogida
que tiene el certamen, sino en lo que sucede posterior al reinado con quienes
han participado. Muchas ex reinas de Cuenca trabajan en actividades relacionadas
a la comunicación social, como televisión y radio. Además, han sido modelos de
grandes empresas de la ciudad, en especial las dirigidas por la élite cuencana.
El certamen Reina de Cuenca contribuye a representar y reproducir cánones de
belleza, con un fuerte componente racial y de clase. Independientemente de que
en teoría cualquier cuencana que cumpla determinados requisitos puede acceder a
la corona, en la práctica el certamen solo ha sido accesible a las mujeres de
determinados sectores sociales.
Esta investigación gira en torno a los certámenes de
belleza en relación a los estereotipos sobre la mujer existentes en el
imaginario social. Además, se profundiza en la interseccionalidad que existe
entre la violencia basada en género, el racismo y la clase social. La
concepción de la belleza se analiza de manera histórica en cómo se ha concebido
la belleza bajo tres parámetros: blanquitud, élite y control del cuerpo. En
Reina de Cuenca, como vox populi, se
sabe que solamente pueden participar las mujeres jóvenes de la élite, a pesar
de que la convocatoria para la participación es pública desde hace varios años.
Cada año se reciben aproximadamente quince carpetas. Durante la historia del certamen se puede ver
que las mujeres que participan casi siempre son de las familias que tienen
mayor poder económico o que pertenecen a la élite de la ciudad. La primera parte del texto busca ser un mapeo
histórico y un marco teórico acerca de la concepción de la belleza especialmente
femenina y sus representaciones a través del tiempo. El siguiente análisis
sobre los certámenes de belleza con la que se introduce la violencia de género
que se ha presentado en varios de ellos, usando como ejemplos Miss Ecuador
(1930, 1995, 2004) y Reina de Cuenca (2007, 2014). El análisis se encuentra
estructurado a través de tres ejes: violencia de género en relación con raza,
violencia de género en relación con clase social y violencia de género en
relación con estereotipos.
Certámenes de belleza:
violencia y estereotipos
La belleza femenina ha sido establecida a lo largo del
tiempo por parámetros específicos y en las últimas décadas a través de los
medios de comunicación y a lo que Eco (2010) llama la belleza de consumo. Estos
estereotipos son reforzados con los certámenes de belleza, transmitidos por los
medios de comunicación, en los que se busca encontrar (en el caso de los
femeninos) a la mujer más bella de un lugar específico, como una representación
de la belleza local.
Umberto Eco (2010) fundamenta la belleza desde diversas
perspectivas, inicia por el ideal estético en la antigua Grecia, hasta la época
mediática, que no se refleja solo en el arte, la literatura o la música, sino
principalmente fue fundamentada por artistas, escritores, músicos, a través del
ideal de belleza de una época específica. Además, Eco afirma que a pesar de que
se juzgue de relativismo, la belleza sí depende de un tiempo, un lugar y la
cultura, partiendo de la idea que la belleza no es inmutable ni absoluta de
ninguna forma, sino que ha adoptado diferentes matices dependiendo de la época
y el lugar, que no se aplica además tan solo a la belleza física, sino que
también a la de los santos, las ideas e inclusos a Dios. Esto no significa que
no exista más de un ideal en cada época, sino que se presentan variantes en los
diversos campos, es decir, si en la literatura se hablaba de un modelo, no
necesariamente en el arte era el mismo. La proporción es uno de los múltiples
conceptos que propone Eco (2010) a la concepción matemática del universo, es
decir, a comprender la belleza de las formas geométricas. Los certámenes de belleza, principalmente los
femeninos, generan gran expectativa a nivel mundial, especialmente aquellos
internacionales como Miss Universo que se realiza desde 1952, Miss
Internacional desde 1960, Miss Earth desde 2001, además de la importancia que
se les da dentro de cada país o ciudad al certamen local, como en el caso del
Ecuador, Miss Ecuador desde 1955 y en muchas de las ciudades del país, por
ejemplo, en Quito desde 1946, en Guayaquil desde 1956, y en Cuenca se realiza a
partir de 1930. Cuenca es una ciudad en la que la jerarquización social se
maneja de manera diferente al resto del país, porque la élite no depende
únicamente del poder económico, sino que gira alrededor del capital social y “la
buena familia”. Este surge por la idiosincrasia española que resalta o provoca
una mayor diferencia entre la élite y el resto de los ciudadanos que no logran
calzar en este molde. Vergara
Figueroa (2007) asegura que las élites tienen un papel dominante en la toma de
decisiones públicas, pero se observa un aumento en la influencia de presiones
populares y sociales, especialmente a través de movimientos cívicos. Se
destacan las oportunidades de colaboración entre élites democráticas y estos
movimientos para transformar las sociedades urbanas. La responsabilidad de
defender lo público recae en aquellos comprometidos con el bien común, como
intelectuales y profesionales. Se reconoce que lo público ya no se da por
sentado y debe ser construido y ganado, con diversas estrategias que van desde
la presión de la sociedad civil hasta actividades simbólicas como el arte
urbano y la conciencia de que los medios de comunicación son eventos públicos.
Es indispensable
conceptualizar y entender la interseccionalidad y su relación con los cánones
de belleza y la violencia que ejercen. El término fue introducido por Crenshaw
en 1991 para abordar la opresión específica que enfrentan las mujeres
afroamericanas. Su teoría sentó las bases para que otras académicas feministas
expandieran su análisis para incluir diversas relaciones de poder asociadas con
género, nacionalidad, raza, etnia, sexualidad y procesos de globalización. La
interseccionalidad explica cómo las identidades y experiencias de las personas
están formadas por una red compleja de factores interrelacionados. Este enfoque
es central para los feminismos multiculturales, poscoloniales y
globales/transnacionales, así como para los feminismos negro y latino, entre
otros. Estos enfoques buscan explicar las complejidades de la vida de las
mujeres en relación con su representación en los medios de comunicación (Dias
Baeta, 2023).
La interseccionalidad
se presenta como una construcción discursiva contrahegemónica que desafía el
espacio dominado por el posfeminismo en los medios de comunicación. Según la
noción de Stuart Hall (1998), quien considera que la cultura popular es tanto
un espacio de consentimiento como de resistencia a las normas impuestas por los
poderosos, la interseccionalidad representa una formación discursiva de
resistencia que desafía no solo los estereotipos, sino también las opresiones
de género entrelazadas con otras categorías sociales, como clase, sexualidad,
raza y etnia. Como
afirma Mancero Acosta (2012) “las élites aristocráticas inventan este certamen,
para congraciarse con el sector subalterno y a la vez construir su otro del
cual diferenciarse, y de ese modo acabar justificando su dominación racial” (p.
307).
De acuerdo con Moreno (2007) la elección de la reina se
puede entender como una declaración con respecto a la estructura social donde
las colectividades son indexadas por sus representantes y en la que se entiende
la relación jerárquica como producto de la competitividad presente en el
concurso que es un nuevo orden de clasificación de las relaciones entre estas
colectividades. Moreno (2007) analiza tres concursos como muestra de los
estereotipos que se encuentran (y hasta cierto punto se califican y premian) el
de 1930, 1995 y 2004. En el primer concurso, el de 1930, las dos finalistas
pertenecían a Guayaquil, una a la aristocracia y otra a la clase media, donde
el que haya ganado la finalista de la clase media se convierte en un
reconocimiento del proceso de movilidad social sobre las clases medias urbanas,
más que una calificación a la belleza.
Con respecto a la norma racial en este certamen no hubo
cambios hasta 1995, cuando por primera vez se coronó como Miss Ecuador a una
mujer afroecuatoriana. Previo a este evento las finalistas habían sido mujeres
blancas o mestizas de Guayaquil y de Quito. La elección desató una problemática
general en el país, que empezaban desde comentarios racistas contra la
ganadora, hasta reflexiones sobre la importancia de la ganadora para los grupos
y movimientos indígenas y afroecuatorianos. La elección permitió un debate
sobre el indigenismo, el blanqueamiento y el mito del mestizaje, que se
entiende como la combinación de los españoles y los indígenas, pero no
significa que “lo blanco se indianiza mientras que lo indígena se blanquea”
(Moreno, 2007, p. 83). Los afroecuatorianos eran (y lamentablemente aún son) el
otro, que como afirma Rahier (1998), es una forma de aberración histórico, “un
ruido en el sistema ideológico de la nacionalidad, una polución del banco
genético, el único verdadero ajeno, el no ciudadano por excelencia; no son
parte del mestizaje” (en Moreno, 2007, p. 83). Como consecuencia, Moreno
menciona como una de las formas de blanqueamiento sería dejar la identificación
étnica.
En el 2004 que se realizó el evento de Miss Universo en el
país, las mujeres indígenas del país se opusieron al certamen, expusieron y
cuestionaron la estructura racial y espacial de la sociedad nacional que
favorece a las élites urbanas de ascendencia blanco-mestiza (Moreno, 2007), al
punto en el que la presencia de mujeres indígenas en los certámenes de belleza
en el país es casi nula, y el de las mujeres afro ecuatorianas es mínima,
mayoritariamente debido a que lo indígena o afro no se encuentra dentro de los
cánones o estereotipos de belleza.
En muchas festividades indígenas religiosas y civiles, se
realizan también certámenes de belleza, que como afirma Roger (1999) no
muestran interés en la belleza de la misma forma que los eventos mediáticos
masivos. Su enfoque se centra más bien en modelos culturalmente específicos de
persona, especialmente para las mujeres y la cultura que representan. En ambos
certámenes las candidatas tienen una pasarela con el traje típico que busca
rescatar a la cultura del país (mestiza, indígena, afro, entre otros), como que
ellas fueran representantes de esos grupos, pese a que, salvo la cultura
mestiza, ninguna otra participa activamente en este certamen. Es incluso, el
uso del traje tradicional notoriamente excluyente en lugar de lo que intenta
ser, porque tratan de integrar los aspectos de la cultura ecuatoriana, aspectos
que a diario son ridiculizados o estereotipados como malos, poco atractivos,
feos, simples, tontos, incluso en el vocabulario común, en el que aseguramos
que ser cholo, indio, negro es malo. A diferencia del certamen indígena en el
que el traje representa realmente a una comunidad que cuenta con una candidata,
quien está concursando.
El análisis de María Moreno (2007) sobre el certamen Miss
Ecuador destaca tres años significativos: 1930, 1995 y 2004. En 1995, la
coronación de Mónica Chalá como la primera Miss Ecuador afroecuatoriana generó
reflexiones sobre la diversidad étnica y racial del país. Esto marcó un cambio
en la percepción de la belleza, ampliando el canon tradicional. Andrea Pequeño
(2004) sugiere que la elección de Chalá representó un avance en la aceptación
de la diversidad y la construcción de una “nueva identidad” nacional. Esto
desafió la ideología de blanqueamiento históricamente promovida por élites
mestizas y blancas. El surgimiento de reinas indígenas como Wendy Terán Jimenez
en 2014 y Luz Micaela Lema Illicachi en 2017 refuerza esta tendencia hacia una
representación más inclusiva. Según Pequeño (1999), la elección de la reina
tiene implicaciones políticas y simboliza el imaginario colectivo de la nación
sobre sí misma. En resumen, estas elecciones desafían las percepciones previas
de la belleza y la identidad ecuatoriana, demostrando una diversidad más amplia
y desafiando los estereotipos históricos.
Al considerar la construcción de la identidad femenina, Simone
de Beauvoir (2015) destacó la idea de que “no se nace mujer: se llega a serlo”
(p. 371). Esta noción resuena en los certámenes de belleza, donde la feminidad
y la figura de la reina no se perciben como innatas, sino como roles
construidos. Al explorar estas construcciones, Judith Butler (2007) profundiza
en la conexión entre el cuerpo y lo femenino. Butler sugiere que esta conexión
se basa en relaciones mágicas de reciprocidad, donde la feminidad queda
restringida a su aspecto físico. A su vez, el cuerpo masculino, aunque negado
en muchos aspectos, paradójicamente se convierte en el instrumento no corpóreo
de una supuesta libertad radical. De esta manera, la visión de Beauvoir de que
el cuerpo femenino debería ser un medio para la libertad se entrelaza con las
reflexiones de Butler sobre las restricciones y paradojas de la construcción de
género.
La participación para un reinado de belleza no es simple,
incluye clases de etiqueta, vestimenta, dicción, pasarela, modelaje, nutrición,
maquillaje, protocolo, entre otras cosas. Además, cuentan con un equipo de
gente que está pendiente de que las candidatas aprendan y se comporten como
debe hacerlo una reina. Estos certámenes buscan un canon específico de belleza,
que sí, efectivamente se ha modificado en los últimos años, pero sin salirse de
la norma. Este canon responde, como afirma Eco, a los medios de comunicación y
la belleza de consumo, el canon incluye desde el largo del cabello, hasta
facciones específicas en el rostro, altura, peso, medidas del cuerpo, etc. Toda
esta preparación se vuelve más compleja aun cuando el certamen pertenece a la
comunidad LGBTI, ya que como asegura Butler (2007) la reproducción de patrones
heterosexuales en contextos tanto heterosexuales como homosexuales podría ser
el inicio ineludible del proceso de desnaturalización y movilización de las
categorías de género. La persistencia de estas construcciones en entornos no
heterosexuales revela la naturaleza completamente construida del supuesto
original heterosexual. Por lo tanto, en la relación entre lo gay y lo
heterosexual no se trata de imitar un original, sino más bien de replicar una
copia.
Las teorías feministas han buscado borrar la idea de que
las mujeres son solo un cuerpo para ser visto, pero en los certámenes de
belleza premian a quien cumple con los estereotipos, reforzando la concepción
de la mujer como un objeto sexual. Los reinados de belleza siguen creciendo, se
convocan y participan anualmente, tienen extensa convocatoria tanto para
participación como asistencia, un sinnúmero de empresas privadas y algunas
públicas continúan con el auspicio a los certámenes. Hay escuelas y profesores
privados que preparan a candidatas para poder ser elegidas como Reina o Miss,
personas que sueñan y esperan con ansias participar y ganar como una de las
metas de su vida, se invierten miles de dólares e incluso cientos de miles en
estos eventos en los que además se recupera la inversión al término del mismo,
pero no es evento económico únicamente sino de renombre y presencia en los
medios, los periódicos y los canales de televisión buscan transmitirlos y las
noticias salen en primera plana o son transmitidas en vivo, Miss Universo
incluso a nivel mundial con lo que aumentan su rating en niveles
impresionantes.
Según Jones (1998),
los concursos de belleza poseen una función más profunda de lo que parece a
simple vista. Aunque para el público solo parezcan exhibiciones superficiales
centradas en la belleza y la objetivación del cuerpo femenino, en realidad
sirven para establecer un ideal femenino de belleza a través de la
participación en una competencia. Cortázar (2010) destaca que muchas candidatas
participan en ciertos concursos con el principal objetivo de acceder al mundo
del modelaje y la televisión, lo que conlleva un estilo de vida lujoso y
glamoroso que incluye viajes, cenas, vestidos elegantes, maquillaje, joyería,
conexiones importantes, contratos publicitarios, reconocimientos, entrevistas y
sesiones fotográficas frecuentes. Además, según José María Valcuende del Río y
Piedad Vásquez Andrade (2016), los concursos de belleza son vistos como
herramientas que contribuyen a la visibilización, organización, jerarquización
y “civilización” de los cuerpos subalternos, en particular de los grupos
racializados, que son interpretados desde una perspectiva femenina, así como de
las mujeres en general. Bajo esta misma lógica de los cuerpos racializados
Shrestha (2023) explora cómo en en Miss Nepal se presenta la conexión entre el
cuerpo de las mujeres y la política de poder en los concursos de belleza,
tomando en cuenta la idea de “hegemonía” de Gramsci y la noción de
“descolonización de la mente” de Ngugi wa Thiongo, y argumenta que el evento no
empodera a las mujeres, sino que sirve principalmente para obtener fama. Critica además la falta de autenticidad en el trabajo social realizado
durante el concurso y señala que la mayoría de las acciones se realizan en
busca de reconocimiento y fama, no por un genuino interés en beneficiar a la
sociedad. También critica a los organizadores del evento por no empoderar
verdaderamente a las mujeres y sugiere que aquellas que no ganan el título son
ignoradas. Destaca, que al igual que sucede en otros certámenes de belleza, no
todas las jóvenes aspiran a ser Miss Nepal, muchas están influenciadas por una
cultura capitalista que prioriza la apariencia y la fama sobre otros valores
importantes. Asimismo, argumenta que la industria de los concursos de belleza
perpetúa ilusiones y manipula a las jóvenes con el deseo de convertirse en
celebridades.
Perdomo Colina (2020)
analiza los discursos de la feminidad y la masculinidad construidos desde las
participantes en el reinado nacional de belleza en Colombia de 1934 a 2018. Un
recorrido histórico para visibilizar las representaciones sociales de género en
el país, donde evidencia los conceptos preconcebidos sobre los roles de género,
en relación con la construcción social de la feminidad y la masculinidad, así
como de las dinámicas de género presentes en los discursos de los concursos de
belleza. Sobre
esto, Wolf (1991) se pregunta ¿por qué la estructura social siente la necesidad
de protegerse, evitando a las mujeres genuinas con sus rostros, voces y
cuerpos, y reduciendo el concepto de mujer a estas imágenes de “belleza” que se
crean y reproducen constantemente? Aunque las ansiedades personales
subconscientes pueden ser una fuerza significativa en la creación de una
falsedad vital, la necesidad económica prácticamente la garantiza. Una economía
que depende de trabajadores necesita impulsar imágenes que “justifiquen” la existencia
de esa mano de obra. Las economías occidentales ya dependen en gran medida de
los salarios más bajos de las mujeres. Surgió una ideología que hacía que las
mujeres se sintieran “devaluadas” para contrarrestar la forma en que el
feminismo empezaba a fomentar una mayor valoración. Esto no requiere una
conspiración, sino simplemente de una atmósfera. La economía actual depende
enormemente de la representación de las mujeres dentro del mito de la belleza,
como lo define Wolf (1991).
Son
estos estereotipos que forman parte de los imaginarios colectivos sobre cómo
debe verse y ser una mujer, cómo debe hablar, caminar, moverse, vestirse,
peinarse, porque la ganadora representa la mujer más bella de una localidad, no
la más inteligente, ni la más capaz, ni la más preparada, sino la más bella. De
acuerdo con Butler (2007), el cuerpo siempre considerado como un símbolo
cultural, restringe los significados imaginarios que genera, pero nunca escapa
de una construcción imaginaria. La representación imaginaria del cuerpo solo
puede ser concebida en relación con otra fantasía culturalmente arraigada, que
valida la distinción entre lo “literal” y lo “real”. Los límites de lo “real”
se establecen en el contexto de la heterosexualización naturalizada de los cuerpos,
donde los datos físicos actúan como causas y los deseos revelan los efectos
inevitables de esa condición física. Andrew Canessa (2008), en su
estudio sobre las reinas de belleza en Bolivia, sostiene que desde una edad
temprana, las mujeres están expuestas a un ideal de belleza que define cómo
deberían lucir, estableciendo criterios específicos en términos de medidas
corporales, altura, peso, maquillaje y vestimenta. Este ideal es posteriormente
reforzado por los concursos de belleza, que premian el cumplimiento de estas
características.
Como
propone Silva (2008), los imaginarios sociales se configuran a través de la
convivencia y la interacción entre los individuos inmersos en las dinámicas
culturales. Elementos como ideologías, arquetipos y clases sociales se integran
en los imaginarios de una comunidad, junto con utopías, símbolos y otros
elementos que contribuyen a dar forma a una visión del mundo, influenciando
comportamientos y estilos de vida en un flujo constante o intermitente. Estos
imaginarios sociales constituyen un espacio donde las emociones se expresan y
se materializan a través de las percepciones que las personas tienen de los
demás y de la sociedad en la que viven.
Wolf
(1991) asegura que el mito actual de la belleza resulta más perjudicial que
cualquier otra creencia sobre la feminidad. Hace un siglo, hace una generación,
las mujeres dieron la espalda al paraíso consumista del hogar lleno de
dispositivos domésticos. Sin embargo, donde las mujeres se encuentran atrapadas
en la actualidad, no hay puerta que cerrar. Los estragos contemporáneos de este
contragolpe de la belleza están causando daño físico y agotamiento psicológico
en las mujeres. Para liberarnos del peso muerto que la feminidad ha vuelto a
adquirir, lo primero que las mujeres necesitamos no son votos, manifestaciones
ni pancartas, sino un trato lejano al sistema patriarcal.
Para este análisis es indispensable tener en cuenta los conceptos
planteados por Paul Ricoeur (2003), con respecto a la memoria y el olvido, cómo
la rememoración implica formas de aprendizaje destinadas a adquirir
conocimientos, habilidades y capacidades para que estos se mantengan estables y
estén disponibles para su aplicación. Fenomenológicamente, esta aplicación se
caracteriza por un sentimiento de facilidad, espontaneidad y naturalidad.
Mediante la rememoración, como propone Ricoeur (2003), se busca
recuperar aquello que la gente piensa y recuerda del certamen, de los
diferentes procesos de elección y lo que cada una de estas ha representado para
el imaginario colectivo de los habitantes de la ciudad. Se quiere llegar a
entender cómo la sociedad cuencana ha logrado construir el concepto de
belleza a través de Reina de Cuenca, con lo que se podría afirmar que
efectivamente los conceptos de raza y clase forman parte del imaginario
colectivo de lo que significa la belleza, para esto se trabajó en una
investigación que tuvo como base la etnografía dentro del certamen durante dos
años (2016, 2017), investigación de archivo en los documentos que reposan en la
Fundación Reina de Cuenca para los datos históricos, así como 26 entrevistas
entre ex reinas y candidatas y la etnografía en X alrededor del hashtag #Lashuahuas que se había viralizado en la sociedad cuencana
para hablar del certamen.
Los cuerpos podrían recibir un valor estrictamente proporcional a
la posición social de sus propietarios en el espacio social, si la lógica de la
herencia biológica no otorgara, en ocasiones excepcionales, propiedades
corporales excepcionales a aquellos menos favorecidos económica y socialmente,
como la belleza (que en este caso se denomina “fatal” porque amenaza el orden establecido). Además, en sentido
contrario, las contingencias genéticas ocasionalmente privan a los individuos
de mayor estatus de atributos corporales asociados a su posición, como la
belleza o la estatura elevada (Bourdieu, 1998).
Asimismo, se puede entender cómo estos
mismos conceptos han moldeado ya el imaginario colectivo de cómo debe verse y
ser una Reina de Cuenca, junto con el apellido que según la colectividad puede
tener para que sea una verdadera Reina, sin que esto implique realmente
representar la belleza local de las mujeres de la ciudad. La idea del apellido
como fuente de poder no es arbitraria, basta recordar el himno de la ciudad
“Los insignes Solanos, los Cuevas, / Malos, Vásquez, Arízagas, Vélez, / áureas
plumas, helenos cinceles, / tuyos, Cuenca, tus próceres son” escrito por Luis
Cordero Crespo en 1845.
Sandra Lee Bartky (en Bourdieu, 1998),
quien presenta una de las descripciones más penetrantes de la experiencia
femenina del cuerpo, yerra, en mi opinión, al atribuir exclusivamente a la
influencia, ciertamente crucial, del “complejo
moda-belleza” la incrustación en las mujeres
de “profundas ansiedades respecto a su cuerpo” y de un “sentimiento
agudo de su indignidad corporal”. Aunque es
innegable el efecto de estas instituciones, este solo puede considerarse como
un refuerzo del impacto de la relación fundamental que sitúa a la mujer en una
posición donde es percibida como destinada a ser vista a través de las
categorías dominantes, es decir, las masculinas. Para comprender la “dimensión masoquista” del
deseo femenino, es decir, esa suerte de “erotización
de las relaciones sociales de dominación” que
provoca que, según afirma Bartky, “para muchas
mujeres, un estatuto dominante de los hombres es excitante”, es pertinente plantear la hipótesis de que las mujeres
solicitan a los hombres (y también, aunque en un segundo plano, a las
instituciones del “complejo moda-belleza”) que les proporcionen estrategias para disminuir su “sentimiento de deficiencia corporal”. En este contexto, se puede suponer que la mirada de los
poderosos, que crea autoridad, especialmente ante otros hombres, es
especialmente idónea para desempeñar su papel de reafirmación personal.
Durante
la preparación del certamen una de las enseñanzas es que en todas las
presentaciones, visitas y el día de la elección, las candidatas van a ser
vistas, bien vistas y mal vistas y el día del certamen se presentarán ante
todos, se darán sus datos como nombre, edad, profesión o estudios, gustos,
talla y medidas de su cuerpo. Esta presentación detallada de las candidatas
recuerda (lamentablemente) a las subastas en las que presentan mercancía con
sus características para la compra. Incluso a cómo se realizaban las ventas de
esclavos en la Antigua Roma, donde el día de la venta se presentaba a los
esclavos con sus características o con un cartel con la información necesaria
para que los compradores puedan tomar sus decisiones o en el caso del certamen
los jueces puedan decidir quién es mejor que las demás por cómo se ve.
Bourdieu
(1998) asegura que la representación social del cuerpo, con la que cada
individuo debe lidiar, probablemente desde una etapa muy temprana, se logra a
través de la aplicación de una taxonomía social que sigue el mismo principio
que rige los cuerpos a los que se aplica. Por lo tanto, la mirada no es
simplemente un poder universal y abstracto de objetivación, como sugiere
Sartre; más bien, es un poder simbólico cuya eficacia está vinculada a la
posición relativa entre el que observa y el que es observado, así como al grado
en que los esquemas de percepción y apreciación empleados son conocidos y
reconocidos por aquellos a quienes se aplican.
Benjamin
(2005) realiza una interpretación de París a través de fragmentos, grafitis que
encuentra en la ciudad, uniéndose como piezas para poder presentar la idea de
un todo compuesto por un sinnúmero de pedazos. A través de estos mismos
fragmentos, se puede acceder y tratar de entender el imaginario colectivo sobre
lo que significa la belleza para una sociedad que ha sido marcada por el
estigma del apellido, de la raza, la clase social y el control del cuerpo. Para
el trabajo de la memoria y la percepción que tiene la gente en relación con el
concurso fue necesario recurrir a X (anteriormente Twitter) debido al alcance
que tenía durante esos años el hashtag
#LasHuahuas desde la presentación de las candidatas hasta unos días después de
la elección. El hashtag apareció alrededor de 2013 en relación directa al
certamen, mediante el cual la ciudadanía opina sobre el concurso y escriben sin
tapujo alguno los estereotipos más comunes relacionados a la elección de Reina
de Cuenca.
A
través de X, es posible reconstruir o entender el pensamiento de la sociedad
cuencana con respecto a la belleza, a las candidatas, al estatus social y la
clase por lo tanto a los apellidos, así como sus estudios, intereses,
procedencia. De la misma forma todo aquello que sucede en relación con el día
de la elección y a los resultados. La
violencia se encuentra presente en los certámenes desde varios puntos de vista,
en los internacionales, como secreto a voces se sabe que sin cirugía no entran,
y no solo como rumor sino se ha visto también en los cambios en las candidatas
(específicamente por las cuencanas que han participado en Miss Earth y Miss
Mundo). Como secreto a voces también, en Reina de Cuenca es necesario apellido
‘de clase alta’ para ganar. Como afirma King-O’Riain (2007),
la participación en un concurso de belleza no está abierta a todas. Hay reglas
específicas que determinan quién puede participar, los criterios de selección y
quién puede ganar el título de reina cada año. No todas pueden ser preparadas
para convertirse en miembros de la realeza.
Al
igual que lo propone Benjamin (2005) en la reconstrucción de París a través de
sus textos, se quiere acceder al imaginario colectivo de los ciudadanos y sus
concepciones de belleza plasmadas bajo los parámetros de raza en el que se ha
implicado la blanquitud como la única forma posible de belleza; el apellido
como reflejo de la clase social y la élite, con lo que se afirma esta idea
elitista que se ven reflejadas en los tuits presentados como ejemplo de la
elección del 2014 en el que la gente no dejó de quejarse en X. Esa noche los
comentarios generales eran como “Ha de ser buena gente #LasHuahuas y seguro tiene buena letra” o “Una Balarezo
jamás hubiera ganado en el show de antaño. "Gracias Constitución del
2008" #LasHuahuas.”, “La actual reina tampoco
me representa pero la virreina si #LasHuahuas” “Ya tenemos la nueva Ruina
de Cuenca! #LasHuahuas” “La nueva huahua se ha
graduado en el Garai, desde hace cuanto Cuenca no tiene una Reina de ese
prestigioso colegio? #LasHuahuas” (X, 2017). Mediante estas
publicaciones relacionadas al día de la elección, se puede apreciar el
pensamiento que fue generalizado en la sociedad cuencana, que de manera
individual no tienen mayor representatividad, pero al leerlas como un gran
todo, representan la ideología elitista de los cuencanos.
En el certamen del 2007 sucedió algo muy similar, la reina
de ese entonces tenía un apellido que no era conocido por ser de clase alta.
Los estereotipos y la relación con la clase en el certamen de Cuenca se ven
reflejados en esta idea presente en el imaginario colectivo a través del
argumento que el indígena o el cholo no tienen conocimientos, educación, son
feos, son tontos o no saben. Jorge Icaza (1985) representa estos conceptos en
una de sus novelas más famosas que fue publicada originalmente en 1958, con
relación por ejemplo a los apellidos, la creencia popular (como secreto a
voces) que, si este tiene más de una palabra, en general dos o tres, el estrato
social sube, como una forma de blanqueamiento. Esto se reproduce también en el
relato de Icaza, que 66 años después sigue teniendo vigencia, cuando el Chulla
Romero y Flores repite su nombre porque “sabía del efecto extraordinario de su
apellido de estirpe gamonal” (Icaza, 1985, p. 102).
Conclusión
La violencia se ve reflejada todos los años en los
certámenes, violencia de diferentes formas. Racismo si pensamos en la elección
de Miss Ecuador en 1995, al ser elegida por primera vez una mujer
afroecuatoriana, con toda la controversia causada por el argumento de que no
todos somos afrodescendientes, y por lo tanto ella no representaba al Ecuador.
Clasismo si pensamos en Reina de Cuenca de 2007 y 2014, debido a que en el
primer caso su apellido no era de la clase alta, no era concebible, a pesar de
la indiscutible belleza y preparación. En el segundo por haberse graduado en
colegio fiscal, por no ser blanca y también por no tener apellido de la clase
alta de la sociedad. Discriminación por no tener cirugías en los certámenes
internacionales, y estos no son secretos. Mediante la memoria y el estudio del
archivo se puede reconstruir el pensamiento de en este caso una sociedad
marcada altamente por la religión y la idea de la élite encarnada por la clase
alta que simbolizan lo bueno y lo bello de la sociedad. Este grupo presenta una
división muy clara con el resto de los habitantes bajo el estereotipo de lo
blanco bello y la élite como figura de la belleza que han permitido que un
certamen que se rige bajo el lema de la ayuda comunitaria y la representación
de la belleza de las mujeres cuencanas en una, que normalmente no tiene ninguna
relación física con la mayoría de las mujeres de la ciudad.
A pesar de la violencia inherente y los estereotipos
arraigados en los certámenes de belleza, es crucial reconocer que las
sociedades son dinámicas y están en constante evolución. La persistencia de
estos concursos podría interpretarse como una manifestación de la complejidad
cultural y las tensiones sociales existentes. Sin embargo, también es una
invitación a la reflexión y al cambio. La sociedad cuencana, al continuar
participando en estos eventos, tiene la oportunidad de desafiar y transformar
los patrones discriminatorios arraigados, construyendo una narrativa más inclusiva
y representativa.
En última instancia, la aceptación perpetua de la violencia
en los certámenes de belleza plantea preguntas fundamentales sobre la
conciencia colectiva y la autoestima de las mujeres cuencanas. ¿Por qué tantas
mujeres están (o estamos) dispuestas a someterse a estándares predefinidos que
perpetúan la discriminación?
Así que, regreso a la pregunta anterior, ¿por qué a pesar
de toda esta violencia basada en estereotipos de cómo debe ser una mujer o una
reina de belleza, en el que nos encontramos anualmente, hay un montón de
mujeres que siguen esperando participar dispuestas a aceptar como natural el
racismo, el clasismo, la discriminación y la violencia de ser juzgadas tan solo
por cómo se ven? Esta pregunta me lleva
a dos posibles conclusiones: La violencia en estos certámenes está tan
naturalizada que no se la concibe como mala sino como algo que pasa, que no
tiene el carácter de dañino ni de ir en contra. La violencia no está tan
naturalizada, pero se la espera en todos los certámenes, lo que implica que las
candidatas y las personas alrededor del certamen están conscientes del nivel de
violencia y la realidad de los concursos, pero a pesar de eso están dispuestas
a hacerlo.
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[1]
Es licenciada en Ciencias de la Educación con especialización en Lengua y
Literatura y Magíster en Antropología. Ha trabajado en investigación con
respecto a antropología médica y género, en Kaleidos colaboró en una
investigación relacionada a la educación, discapacidad, salud y género. Ha
trabajado como editora en varias universidades, y docente secundaria y
universitaria. Ha publicado poemas en la revista de creación literaria Salud a
la Esponja, textos de divulgación en proyectos de gestión cultural y en
periódicos, un libro de poemas con el Encuentro de Literatura de la Universidad
de Cuenca, y artículos científicos en revistas indexadas. Actualmente se
desempeña como editora de Mundana revista de Filosofía y en la Universidad de
Cuenca como gestora editorial.
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3407-6893
Correo electrónico:
veronica.neira.r@gmail.com