MÉXICO
ANTE EL LINCHAMIENTO (2022). RECORRIDO BREVE DE UNA PROBLEMÁTICA EXTENSA
MEXICO IN THE FACE OF LYNCHING
(2022). A BRIEF OVERVIEW OF AN EXTENSIVE PROBLEM
MÉXICO EM FACE DO LINCHAMENTO (2022). UMA BREVE VISÃO GERAL
DE UM PROBLEMA DE GRANDE ALCANCE
Esp. Roberto Daniel Pérez García
(Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco,
México)[1]
Fecha de
recepción: 28
de febrero de 2023
Fecha de aceptación: 16 de mayo de 2023
Creative Commons 4.0
Cómo citar: Pérez García, R. D. (2023). México ante el linchamiento
(2022). Recorrido breve de una problemática extensa. Revista Pares - Ciencias Sociales, 3(1), 191- 207.
ARK CAICYT: http://id.caicyt.gov.ar/ark://egpmbj3uc
Resumen
Este
artículo tiene como propósito brindar un panorama sobre los linchamientos
acontecidos en México durante el año 2022. Un periodo que, resulta
particularmente interesante debido al contexto postpandemia (COVID-19), que
implicó el cese de varias medidas sanitarias y, por lo tanto, una reocupación
generalizada del espacio público. En tal sentido, fue posible advertir cierta
continuidad en el despliegue histórico de esta violencia colectiva; aunque con
algunos rasgos y particularidades que deben tenerse en cuenta para los desafíos
actuales del país –como
su preponderancia en un puñado de entidades federativas–. Vale añadir que este estudio partió de
una aproximación descriptiva y comparativa, centrada en el análisis
hemerográfico de los linchamientos reportados en diarios de circulación
nacional y local.
Palabras clave: linchamiento, violencia colectiva,
vigilantismo, México
Abstract
The purpose of this article is to provide a panoramic
overview of the lynchings that occurred in Mexico during 2022. A period that,
is particularly interesting due to the post-pandemic context (COVID-19), which
involved the end of various public health measures, and therefore, a
generalized regathering in public spaces. In this sense, although it was
possible to notice a certain continuity in the historical deployment of this
collective violence, there were some features and particularities that must be
considered for the current challenges of the country -such as its preponderance
in a handful of federative entities-. It is worth adding that this study was
carried out from a descriptive and comparative approach, focused on the
journalistic analysis of the lynchings reported in national and
local newspapers.
Key words: lynching,
collective violence, vigilantism, Mexico.
Resumo
Este
artigo tem como objetivo fornecer uma visão geral dos linchamentos que
ocorreram no México em 2022. Este período é, particularmente interessante
devido ao contexto pós-pandêmico (COVID-19), já que implicou a cessação de
várias medidas sanitárias e, portanto, uma reocupação generalizada do espaço
público. Nesse contexto foi possível observar uma certa continuidade na
implantação histórica desta violência coletiva, embora com algumas
características e particularidades que devem ser levadas em conta para os desafios
atuais do país – como sua preponderância em alguns estados. Este estudo foi
baseado em uma abordagem descritiva e comparativa, centrada em uma análise
jornalística dos linchamentos relatados em jornais nacionais e locais.
Palavras-chave: linchamento, violência da multidão,
vigilantismo, México
La prisa, la euforia y la seguridad
de una masa tal tiene algo de inquietante. Es la excitación de ciegos que están
más ciegos cuando de pronto creen ver.
Elías Canetti
1. Introducción
¿Por qué hablar acerca del linchamiento?
Entre los cientos de linchamientos que –de manera inadvertida pero insistente– acontecieron
durante todo el año 2022, es posible encontrar un centenar de casos que
generaron indignación pública, inclusive, a nivel nacional. Un ejemplo en este
sentido, es el asesinato de Daniel Picazo, joven abogado, que fue acusado de
secuestrar a menores de edad en el estado de Puebla (Morán, 2022). Sin embargo,
la respuesta social frente a este fenómeno dista de tener uniformidad, pues los
linchamientos también han representado un espacio de disputa y reivindicación
barrial, suerte de soberanía local, que alienta la reproducción de esta
práctica beligerante entre cientos de ciudadanos a través –y fuera–de las redes
sociales. Quizá uno de los casos que más representa este supuesto, fue el
linchamiento de un hombre de mediana edad que, al ser acusado de robo por
encontrarse al interior de una casa, fue brutalmente golpeado y expuesto,
mientras se azuzaba a un perro para incrementar el pavoroso castigo infligido
por un grupo de vecinos (El universal, 2022).
Es conveniente enunciar que esta violencia colectiva,
entonces, se encuentra revestida de una diversidad de respuestas y sentires
sociales que evidencian la complejidad misma del linchamiento. De hecho, en una
gran cantidad de casos, es posible observar que existe una constante tensión
entre indignación y aprobación de la violencia ejercida; por lo que no es
aventurado sostener que el linchamiento genera posiciones usualmente
polarizadas y/o ambivalentes. Otros parámetros que ilustran esta tendencia, los
encontramos en el porcentaje de aceptación de la violencia extralegal[2] y en
la crítica férrea que recae sobre quién lincha a personas que después resultan
inocentes.[3]
Un elemento que se añade a esta complejidad, se debe a que
hoy en día no existe un término general o aceptado nacionalmente para circunscribir
esta práctica (a diferencia de otras acciones ilegales, como el fraude o las
lesiones), ya que se trata de una cuestión coyuntural y que amerita ser pensada
más allá de cualquier delimitación restrictiva o inalterable. Por lo que en
esta investigación, se parte de uno de los trabajos más recientes en el tema
(–referencia personal–, 2023), para señalar que linchamiento envuelve una
violencia física y simbólica que, desplegada por una mayoría de personas,
pretende castigar extralegalmente a uno o más acusados de cometer algún delito
o crimen. Esta definición, nos parece, recupera los rasgos más inmediatos y
evita reducir esta práctica a versiones acotadas del fenómeno. [4]
Ahora bien, el 2022 resulta ser un año crucial para analizar
las maneras en que se ha transformado el linchamiento en el contexto mexicano.
Esto debido a que el telón de fondo de los años previos fue el periodo
pandémico, que resultó de la emergencia sanitaria mundial por el COVID-19, y
que mantuvo a gran parte de la población en confinamiento desde el primer
trimestre del 2019 y hasta mediados del 2021.[5] Por lo
que, al ser el linchamiento un tipo de violencia colectiva y generalmente
acontecida en espacios públicos –como ya describía Monsiváis (2002) desde hace
dos décadas–, su decremento fue notable durante dicho periodo.
Un estudio que apoya esta tendencia, lo encontramos en
Fuentes y González (2021), quienes de manera precisa contabilizaron una
disminución de casos entre el periodo comprendido de 2019 a 2021. Situación que
fue atribuida a las medidas sanitarias ya enunciadas, y que permite apoyar una
primera hipótesis: los casos de linchamiento se redujeron durante el periodo
pre y post pandémico a causa de las restricciones generadas por el COVID-19,
antes que a otros factores sociales, como una mejora en el nivel de impunidad o
de percepción de inseguridad.
Sin embargo, se requiere de un análisis minucioso que
permita profundizar en esta línea de pensamiento, así como observar las
regularidades y características del fenómeno durante el 2022. De ahí que el
propósito de este artículo sea describir y analizar algunos de los cambios que
se presenciaron durante el primer año enteramente post-pandémico. Algunas
interrogantes que guían este trabajo son: ¿aumentó o decreció el linchamiento
en el 2022?, ¿cuál es su dispersión estatal?, ¿y su distribución mensual?, ¿su
incidencia se encuentra concentrada en espacios urbanos?, ¿en términos
comparativos, se ha mejorado en su prevención? En suma, todas estas preguntas
pretenden establecer un panorama sobre las maneras en que el linchamiento se ha
transformado en este periodo, así como enunciar algunas de las limitantes y
posibilidades de su atención en el país.
2. Estrategia
metodológica. Una forma de abordar el linchamiento
Para el cometido propuesto, se partió desde una aproximación
primordialmente documental, que estuvo centrada en la sistematización
cuantitativa de los linchamientos que acontecieron del 01 de enero de 2022 al
31 de diciembre del mismo año. En tal sentido, este artículo comparte la ruta
metodológica de otras investigaciones previas sobre el tema (por ejemplo,
Fuentes y Gonzalez [2022] o Gamallo [2015]), en las que se recurrió a una
extensa indagación periodística de los casos reportados en diarios de
circulación nacional y local. La prensa,
por lo tanto, resulta un elemento central en el estudio de los linchamientos,
aún más, si se considera que en la actualidad, México carece de algún organismo
gubernamental que informe sobre la incidencia de casos en el país.[6]
Además, el linchamiento conforma un fenómeno que, si bien ya no se encuentra
relegado de manera exclusiva a la nota roja (como lo fue a inicios del siglo),
sí halla en la prensa un espacio amplio para su visibilización y estudio.
Ahora
bien, la recopilación de casos se llevó a cabo a través del motor de búsqueda
dispuesto por Google News, y estuvo
delimitada bajo las siguientes palabras clave: linchamiento, linchamientos,
justicia por mano propia, así como
las conjugaciones verbales lincha, lincharon, linchan. Cabe añadir que estos criterios de búsqueda se emplearon
de manera conjunta durante todo el periodo de estudio, hasta que dejaron de
aparecer y repetirse los casos que ya habían sido sistematizados.
También conviene precisar que se analizó el contenido de las
notas periodísticas y se descartó aquellas que, pese a incluir alguna de las
palabras clave, daban cuenta de fenómenos totalmente distintos a lo aquí
planteado (por ejemplo, cuando se informaba sobre algún linchamiento digital, o
cuando la nota aludía a una práctica vigilante distinta[7], como el
caso de algún vengador anónimo). Dicho de otra manera, se llevó a cabo un
escrutinio en la revisión de notas y los hechos reportados, a fin de que
existiese resonancias directas con la violencia que implica el linchamiento.
Por último, este artículo se encuentra estructurado de la
siguiente manera: primero, se realiza una descripción y análisis de la
distribución anual, mensual y estatal de los linchamientos reportados durante
el periodo de estudio; posteriormente, se brindan un panorama del tema con
respecto a los lugares en los que aconteció dicha violencia colectiva; luego,
se realiza un énfasis en las acusaciones que, de manera inmediata, le
precedieron a cada uno de los casos; un poco después, se aborda el desenlace
que tuvo la, o las personas linchadas; y por último, se plantean algunos
asuntos e interrogantes pendientes acerca del tema.
3. Análisis.
Algunos rasgos del linchamiento durante el 2022
3.1 ¿Cuál es su distribución anual,
mensual y estatal? Un mapeo necesario
Este artículo se inserta en una serie de investigaciones que
han optado por contabilizar y analizar los linchamientos que ocurren en el
país. De las primeras investigaciones en este sentido, fue Linchamientos, fragmentación y respuesta en el México neoliberal,
realizada por el sociólogo Fuentes Díaz (2006), quien es uno de los referentes
indispensables en el tema. En su investigación, se contabilizaron un total de
261 casos que tuvieron lugar de 1991 al 2000. Una cifra que, en términos
comparativos, permitió vislumbrar el alza de la violencia social generalizada,
que tendría lugar unos años después. Además, este trabajo representó un primer
esfuerzo por evidenciar un fenómeno que, hasta entonces, era trabajado solo de
manera ocasional dentro de la investigación social.
Para los años siguientes, advino un incremento alarmante en
la incidencia de linchamientos dentro del país. Una de las investigaciones que,
con detalle y claridad, demostró la expansión del fenómeno, fue el sociólogo
argentino Gamallo (2015), pues para el periodo comprendido entre el año 2000 y
2011, identificó un total de 403 casos en México; lo que puede traducirse en
uno un promedio de 33.58 incidencias al año. Se trató, por lo tanto, de un
crecimiento estadísticamente relevante, ya que se presentaron 7 linchamientos
más (en promedio), con respecto al periodo trabajado por Fuentes (2006).
Esta tendencia, por desgracia, se acentuó en los años que le
siguieron. En uno de los estudios más recientes sobre el tema, que comprende un
periodo de estudio que va del 2011 al 2021,[8] Fuentes y
González (2022) reportaron un total de 1915 casos. Además, señalaron una
incidencia alarmante durante el 2018 y el 2019, que casi alcanzó los 400
linchamientos en cada año. Por lo que se presentó un aumento que, por mucho,
superó los marcos de referencia y visibilización que se tenían hasta ese
entonces. Aún más, si se tiene en cuenta que la investigación citada solamente
abarcó aquellos linchamientos ocurridos hasta abril del 2021, dejando de lado
los casos que pudieron tener lugar de mayo a diciembre.
Por su parte, en este trabajo se llevó a cabo un registro y
análisis de todos aquellos casos acontecidos en el 2022. En suma, se
contabilizó un total de 192 linchamientos, una cifra que permite aseverar un
descenso con respecto a otros periodos (por ejemplo, de 2017 a 2020), pero
también un repunte respecto a otros años (por ejemplo, el 2016), como se
observa en la siguiente gráfica. Inclusive, se infiere un despunte de casos en
comparación con el 2021, si se parte del supuesto que las incidencias durante
estos dichos meses se vieron reducidas debido a las restricciones sanitarias
generadas por el COVID-19.
Gráfica 1
Distribución anual de linchamientos
(2000-2022)
Fuente:
Elaboración propia a partir de Gamallo (2015), Fuentes y González (2021) y
notas periodísticas
Ahora bien, un acercamiento a las primeras particularidades
del linchamiento en el 2022 permite observar una distribución mensual más o
menos estable. Como se aprecia en la siguiente tabla, se mantuvo una tasa por
debajo de los 15 casos en gran parte de los meses; donde septiembre fue el
periodo con el registro más bajo, alcanzando apenas los 10 incidentes. Al
contrario, los meses de enero, mayo y octubre fueron periodos particularmente
violentos, pues rebasaron los 20 linchamientos cada uno, con mayo como el mes
más ríspido.
Distribución mensual de
linchamientos (2022)
Fuente: Elaboración propia a partir de
notas periodísticas.
Por otra parte, si se abordan los linchamientos a partir de la
entidad federativa en que ocurrieron, los datos muestran que la incidencia de
casos estuvo concentrada en un puñado de estados. En orden descendiente, la
lista es lidereada por el Estado de México, Puebla, Hidalgo, Tlaxcala y la
Ciudad de México. Por el contrario, existen otras entidades federativas que
registraron un solo caso en todo el año, como Aguascalientes o Chihuahua; e
inclusive, es posible advertir que en ciertas demarcaciones estatales no existe
registro periodístico de esta violencia colectiva, entre los que puede
mencionarse a las Baja Californias, Sonora o Durango.
Distribución
estatal de linchamientos (2022)
Fuente:
Elaboración propia a partir de notas periodísticas.
Fuente: Elaboración propia a partir
de notas periodísticas.
Es notable que el mayor número de casos se encuentran dentro
de la zona centro del país. Observación que resulta ilustrativa en el siguiente
mapa, al tomar como referencia geográfica la Ciudad de México y examinar la
frecuencia de casos en todas aquellas entidades que rodean la capital. De
hecho, casi todos los estados que superaron los 20 linchamientos se encuentran
localizados aquí. No obstante, la zona sur también se halla en una situación similar
-aunque en menor intensidad-, pues presenta linchamientos en prácticamente cada
uno de los estados, con Chiapas y Veracruz a la cabeza. Por su lado, la región
norte y norte-centro de México se encuentran con casos excepcionales y, en
varias demarcaciones, con una ausencia importante de esta violencia (sombreado
en gris).
Incidencia estatal de linchamientos
(2000-2022)
Fuente: Elaboración propia a partir
de notas periodísticas.
Este tipo de relaciones ha llevado a sostener que el linchamiento
es un fenómeno más o menos generalizado en el país, pero con una mayor
incidencia dentro de los espacios urbanos (Fuentes y González, 2021). Hipótesis
que resulta sugerente para el 2022, pues pese a que las entidades con más
linchamientos ostentan una diversidad territorial amplia, éstas reportan un
nivel de urbanización alto. Pongamos el caso de Puebla, cuyo 73 % de la
población vive en localidades urbanas, o bien, el Estado de México con un 89 %
respectivamente (INEGI, 2020).
3.2 ¿Dónde se lincha? Del espacio urbano al patíbulo
Hasta este momento, se ha estudiado el linchamiento a partir
de su distribución anual, mensual y estatal. Ahora, conviene dar paso a un
análisis detallado sobre el tema, que señale y especifique algunos de sus
rasgos más inmediatos. En tal sentido, se vuelve importante disgregar los 192
casos que ocurrieron durante el 2022 de acuerdo con su lugar de ocurrencia; es
decir, delimitar el espacio físico en el que se desarrolló esta violencia
colectiva.
Este primer acercamiento, muestra que existe poca variación
con respecto a los años precedentes, ya que al tratarse de un fenómeno
tumultuario, el linchamiento se suele desplegar –mayoritariamente– en algún
espacio público de la comunidad, colonia o localidad. Así, la recopilación y
análisis de casos mostró, por ejemplo, que el 81 % de los incidentes ocurrió en
alguna calle o avenida y, que alrededor del 7 %, hizo de algún área verde (como
un parque) el patíbulo de dicho suplicio. En el gráfico siguiente se observa
esta distribución.
Espacios en que acontecen los
linchamientos (2022)
Fuente: Elaboración propia a partir
de notas periodísticas.
El lugar por excelencia para linchar es, por lo tanto, algún
espacio en común, en el que cualquier transeúnte o curioso pueda participar en
esta violencia –ya sea de manera activa, o como espectador–. De hecho, el
porcentaje es mayor si se tiene en cuenta que el resto de los lugares
pertenecen, casi en su totalidad, al espacio público. Así, por ejemplo, se tienen
aquellos linchamientos que ocurrieron en el transporte colectivo (4 %), en
alguna plaza pública (3 %) o dentro del mercado (2 %); además, puede agregarse
el porcentaje de linchamientos aglomerados bajo la etiqueta “Mixto” (2 %).[9] En
suma, existe una abrumante ocupación del espacio público que representa cerca
del 99 % de los casos. Esta tendencia permite coincidir con otros estudios, que
sostienen que el linchamiento persigue la espectacularidad de la violencia
(Fuentes, 2012), e inclusive, que la exposición pública del acusado es un
elemento propio del castigo (Pérez, 2021).
3.3 ¿Por qué se lincha? Sobre las acusaciones como gatillo
Respecto al detonante inmediato de los linchamientos, las
acusaciones son variadas, pues se llegan a reportar conductas que en sí mismas
constituyen un delito, como la extorsión, hasta otros supuestos que no
necesariamente conllevan una pena contemplada dentro del ámbito jurídico. De
igual manera, las acusaciones que detonan el linchamiento suelen tener una
complejidad que merece rescatar la peculiaridad de cada caso y relevar los
hechos desde su contexto. Esto cobra sentido al enunciar que existen casos en
los que se linchó, por ejemplo, a causa del robo de ganado, el cobro de piso a
comerciantes, e incluso, con el hecho de pagar con un billete falso. Dicha
situación permite señalar que el linchamiento da cuenta de una violencia
especialmente coyuntural, y que impide circunscribir las acusaciones a un
listado llano de conductas punibles.
Existen, sin embargo, ciertos hechos que suelen ser más o
menos recurrentes al hablar de la acusación que detona esta práctica cotidiana.
En el caso particular de México,[10] la
gran mayoría de los linchamientos se originó a partir del robo, en sus diversas
modalidades (domicilio o vía pública; con violencia o sin violencia), sumando
142 ocurrencias bajo este supuesto, es decir, el 73,9 % del total de casos
registrados durante todo el 2022. Le sigue, con 10 casos, las acusaciones de
secuestro –lo que equivale a un 5,7 %–; algún accidente automovilístico (en el
que alguna persona resultó atropellada) y la inculpación de algún delito sexual
–con 7 casos respectivamente, esto es cerca del 3,6 % en cada supuesto–.
Acusaciones que detonan el
linchamiento (2022)
Fuente: Elaboración propia a partir
de notas periodísticas.
En menor cantidad, pueden encontrarse otro tipo de conductas
que se encuentran contempladas en el gráfico precedente, como la extorsión o
riña. Además, se incluyó la etiqueta de “Otros”, para aglutinar ciertos
detonantes que ocurrieron en una sola ocasión durante todo el periodo de
estudio; entre las cuales, se encuentra la portación de arma de fuego, o bien la
violencia intrafamiliar. Esta variedad, se insiste, es un punto de referencia
que permite profundizar en su complejidad, pero además, funge como piedra
angular para asentar una política de prevención (local y nacional) ante esta
apremiante situación.
3.4 ¿Desenlaces del linchamiento? Un final por cambiar
El desenlace de los linchamientos en el 2022 es un aspecto
que merece toda la atención, pues se trató, sobre todo, de una violencia que
suele ser atendida por las autoridades estatales de primer contacto. Así, del
total de incidentes anuales, en 111 se reportó un rescate de los linchados por
parte de los cuerpos policiacos, esto es, el 58 % de los casos. Además, es
importante subrayar que, en 32 linchamientos más, la ciudadanía misma reclamó
la intervención y seguimiento por parte de las autoridades competentes (después
de ejercer algún tipo de violencia), lo que representa alrededor del 17 %.
Supuestos que, en suma, alcanzan el 75 % de linchamientos acontecidos durante
este periodo.
Con un porcentaje inferior, esta violencia concluyó de otras
maneras, como la muerte del acusado (13 %), su exposición (4 %), o abandono (3
%) –también conviene señalar que en algunos casos no existió información que
detallara el desenlace que tuvieron los acusados (5 %)– tal como se muestra
enseguida.
Desenlaces del linchamiento (2022)
Fuente: Elaboración propia a partir
de notas periodísticas.
En términos de mortandad, el análisis posibilita aseverar
que ésta es significativa. Aunque también es relativamente baja, si se tiene en
cuenta el número de casos en los que existió la entrega a las autoridades, más
los que fueron rescatados por la fuerza, suman un total de 143 eventos (75 %).
Del mismo modo, se podrían agregar otros 14 linchamientos cuyo desenlace fue la
exposición y el abandono del acusado, sin que se haya reportado algún deceso (7
%). Lo que significa que la persona linchada sobrevivió en el 82 % de los casos
(y en un 5 % se desconoce su desenlace).
Por el contrario, se tiene la certeza de que solo en el 13 %
restante, el acusado perdió la vida a causa de la violencia ejercida –ya sea en
el momento del linchamiento, o con posterioridad al suceso–. Vale la pena
precisar que existen dos supuestos aglutinados en este último porcentaje. Por
un lado, “Muerte”, en el cual se linchó a la totalidad de acusados (por lo
general, una sola persona); y la etiqueta de “Muerte y otros”, que ilustra
aquellos casos en los que se atacó a una pluralidad de sujetos (generalmente
dos), y solo se mató a alguno de los implicados.
4. De cara
al futuro. Ideas conclusivas sobre la cuestión
El periodo en estudio, comprendido del 01 enero al 31
diciembre del 2022, pone en evidencia la fuerza y preponderancia que los
linchamientos han tenido a lo largo y ancho del país en el último año. En tal
sentido, este artículo buscó señalar y comprender algunos rasgos que marcaron y
delimitaron el despliegue de dicha violencia colectiva. Así, fue imprescindible
preguntarse acerca de su incidencia, la distribución en el país, el espacio
físico de ocurrencia, las acusaciones que tuvieron cabida, y el desenlace de
cada suceso.
Ahora bien, con un total de 192 casos durante todo el 2022,
se puede sostener un par de aseveraciones finales. La primera, es que dicha
cifra resulta ser comparativamente baja (si se toma en consideración el lapso
comprendido entre el 2017-2020), aunque parece cobrar fuerza con cada mes, pues
se estuvo por encima de los niveles reportados, por ejemplo, durante el 2015 y
2016. Esta situación nos conduce a enfatizar, en seguida, la hipótesis de que
el linchamiento se redujo durante el 2021 a causa de la pandemia generada por
el COVID-19, y no a factores sociales de índole preventiva. Por lo que en este
punto, es sugerente estimar una tendencia al alza para el año actual (debido al
término de las medidas sanitarias), si se continúa con una falta de atención
gubernamental.
En términos de su distribución estatal, este artículo
permite observar algunas coincidencias y variaciones que merecen toda la
atención. Por un lado, existen cuatro entidades federativas que han aglutinado
el mayor número de casos en los últimos 20 años (Rodríguez Guillen y Veloz,
2014; Gamallo, 2015; y Fuentes y González, 2021), y que vuelven a tomar
primacía para el 2022. Estamos hablando del Estado de México, Puebla, Hidalgo,
y la Ciudad de México. Estados que, para este periodo, suman el 58,4 % del
total de los linchamientos. Por otro lado, llama la atención el estado de
Tlaxcala, que solo recientemente ha reportado incidencias significativas (10,4
%), y ahora se coloca como el quinto territorio con más casos de todo el país.
Con relación al espacio de ocurrencia, un porcentaje
mayoritario de linchamientos hizo uso de la vía pública (calle o avenida) para
el despliegue de esta violencia colectiva. Observación que permite establecer
correspondencia con otros años, en el que este rubro aglutinó alrededor del 80
% de los casos (dependiendo la entidad federativa [CNDH-ISS, 2019]). De ahí que
exista poca variación para el 2022, que sumó el 81 %. Una idea complementaria
que conviene reiterar, es que la publicidad que usualmente conllevan los
linchamientos, puede pensarse como parte fundamental del castigo (y no solo
como la puesta en escena de dicha violencia), en la medida en que expone y
estigmatiza espectacularmente a los linchados.
Las acusaciones que preceden a los linchamientos, por su
parte, muestran poca variación para este periodo, con relación a lo reportado
en otros años. De hecho, el robo en propiedad privada y el asalto, como figuras
jurídicas, han sido los supuestos que, de manera habitual, ponen en marcha la
implementación de esta violencia colectiva en México. Situación que genera
resonancias con otras investigaciones, en las que se asevera que el
linchamiento suele ser una violencia originada regularmente por acusaciones
cercanas al grueso de la población (y que implican una delincuencia de a pie,
que es constantemente estigmatizada). De ahí que el linchamiento tienda más a
reproducir la hostilidad y desconfianza entre la ciudadanía, que a recuperar
alguna suerte de equilibrio perdido (Rodríguez Alzueta, 2019).
En otro tenor, cabe enfatizar que la intervención de las
autoridades en los casos de linchamiento resulta ser insuficiente, pues solo en
6 de cada 10 eventos existe una labor de rescate por parte de los elementos
policiacos, según la evidencia hemerográfica. Así mismo, existen otros
supuestos (como la entrega a las autoridades) que permiten señalar que esta
violencia colectiva coexiste con las formas legales de impartición de justicia,
antes que constituirse como una práctica a contracorriente de las lógicas estatales.
Por último, si bien durante 2022 se presentó una cantidad moderada de casos,
también es cierto que aumentó el porcentaje de mortandad para este periodo, ya
que en otros años dicho supuesto alcanzó un 8 % (Gamallo, 2015), en
contraposición al 13 % actual.
En suma, se espera que este artículo permita contribuir y
esbozar algunas de las vetas que se necesitan recorrer para comprender y
prevenir el linchamiento en el país. Así, es claro que se requiere de una
atención focalizada por parte del Estado que, por ejemplo, tome en
consideración la diversidad del territorio mexicano y la complejidad misma de
las acusaciones, que evidencian -entre tantas cosas- un malestar generalizado
hacia la delincuencia de a pie. Sin embargo, quizá la preponderancia de los linchamientos
evidencia una situación con raigambres profundas, que demanda replantear desde
las formas cotidianas de justicia y castigo, hasta las significaciones
imaginarias en torno a lo que significa ser ciudadano en la actualidad.
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[1] Maestrante en Psicología Social por la
Universidad Autónoma Metropolitana (Unidad Xochimilco) y Abogado por la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con especialización en
Psicología criminológica por la misma institución. Ha colaborado como profesor
de asignatura, en la licenciatura de Derecho y Criminología, en el Instituto de
Estudios Superiores Rosario Castellanos de la CDMX. Sus líneas de investigación son: violencia colectiva, linchamiento, vigilantismo, estigma y
procesos de desviación.
ORCID:
https://orcid.org/0000-0002-2787-5072
Correo
electrónico: cr.robertopg@gmail.com
[2] Al respecto, la Encuesta de Percepción sobre
Seguridad Ciudadana y Convivencia Social (ENCOVE), “mostró que el 77% de los
encuestados afirmaron estar de acuerdo o totalmente de acuerdo en golpear a una
persona cuando es sorprendida en un acto delictivo y poco más de la mitad
(58.1%) considera que se lo merecía” (CNDH-ISS, 2019: 15-16).
[3] Baste como ejemplo, la estigmatización que
recayó sobre la localidad de Ajalpan (en el estado de Puebla), donde se linchó
hasta la muerte a dos hermanos que trabajaban de encuestadores, y fueron
confundidos con secuestradores. Tras el suceso, se desplegaron discursos
tendientes al ostracismo: “Son unos cavernícolas”, “Ni por error quiero conocer
Ajalpan”, entre otros (Tirzio, 2015).
[4] Por ejemplo, Rodríguez Guille y Veloz (2012)
consideran que todo linchamiento involucra la muerte de los acusados. Esta
aproximación tiende a minimizar aquellos casos en los que la persona es
rescatada o entregada a las autoridades; o bien, aquellas otras posturas que
realzan únicamente la violencia física sobre los linchados (Fuentes, 2005), y
le quitan peso a otro tipo de castigos complementarios, como la inscripción de
anuncios sobre el cuerpo y la exposición pública.
[5] Cabe señalar que en México el confinamiento
sanitario obligatorio fue diferente en cada entidad federativa, dependiendo de
factores como el número de hospitalizaciones o el porcentaje de vacunados. Por
lo que si bien la mayoría de los gobiernos locales permitió el uso de espacios
públicos desde el 2021, fue hasta el año siguiente, cuando se levantarían todas
las restricciones sanitarias (Gobierno de México, 2022).
[6] Crear
una figura jurídica que contemple la penalización del linchamiento, fue una de
las propuestas elaboradas por la CNDH-ISS (2019), con el propósito de tener
información precisa sobre la incidencia de linchamientos. No obstante, se tiene
la opinión de que su registro es posible sin una acercamiento de este talante,
pues tiende a reproducir una ola punitiva y represiva sobre la sociedad (–referencia personal–,
2023).
[7] El vigilantismo, en tanto práctica social, hace
referencia a una diversidad de respuestas sociales que buscan proteger a
determinada localidad, por medio de acciones beligerantes o de una cautela
exacerbada. Para profundizar en el tema, consúltese Rodríguez Alzueta (2019) y
Fuentes, Gamallo y Loreto (2023).
[8] Pese a que CNDH-ISS (2019) presenta un recuento
diferente para los años comprendidos entre el 2015-2018, se mantiene la misma
tendencia de crecimiento reportada por Fuentes y Gonzalez (2021).
[9] Se introdujo la clasificación de “Mixto”, para
expresar aquellos incidentes en los que la violencia comenzó al interior de
alguna casa particular, pero pronto se deslizó a las intermediaciones del
domicilio y concluyó fuera de éste.
[10] En otras latitudes de América Latina, las
acusaciones del linchamiento tienen sus propias particularidades. Por ejemplo,
en el caso argentino, la incidencia de linchamientos es mayor cuando se
encuentra de por medio un delito contra la vida y la integridad sexual de las
personas (como la hipótesis jurídica de violación) (González et al., 2011;
Gamallo y González, 2022).