DESOBEDIENCIA CORPORAL: LA CIUDAD DESDE LAS IDENTIDADES TTTRANS; APROXIMAR LA GEOGRAFÍA TRANSFEMINISTA. REVISIÓN DOCUMENTAL Y EXPERIENCIAL

 

CORPORAL DISOBEDIENCE: THE CITY FROM TTTRANS IDENTITIES; APPROXIMATE TRANSFEMINIST GEOGRAPHY. DOCUMENTARY AND EXPERIENTIAL REVIEW

 

DESOBEDIÊNCIA CORPORAL: A CIDADE A PARTIR DAS IDENTIDADES TTTRANS; GEOGRAFIA TRANSFEMINISTA APROXIMADA. REVISÃO DOCUMENTAL E EXPERIENCIAL

 

 

Mg. Perla Anahí Cobos-Díaz[1]

(Universidad Autónoma de Nayarit, México)

 

Fecha de recepción: 5 de agosto de 2021

Fecha de aceptación: 22 de noviembre de 2021

 

RESUMEN

El presente artículo es una primera aproximación realizada a partir de la revisión documental y literatura gris, a la par de herramientas metodológicas que permiten la representación de fuentes primaras, aquellas que se recuperan de las experiencias cotidianas de las identidades TTTrans en el contexto de Tepic, Nayarit, México. Es decir, aquellas que se simbolizan y encarnan a partir de su cuerpo. Su presencia se convierte en un posicionamiento legítimo para la sociedad que habita dentro de la ciudad. Sus cuerpos se convierten ciertamente en mapas de resistencia, desobediencia y disrupción al cis-tema, definido como sistema dividido en dos cuerpos sexuados, hombre-mujer, en dos géneros, masculino-femenino.

En la investigación aparece también la geografía transfeminista como una refutación hacia el reconocimiento de ciudades sexuadas, diseñadas en una visión androcéntrica, situación que implica interpelaciones ante la representación TTTrans de la ciudad. Para llegar a ello, indago en una revisión entre la literatura científica y la literatura gris y se insertan herramientas como la observación dentro del movimiento trans local, la autoescritura como técnica, fragmentos de entrevistas semiestructuradas, etnografía digital feminista, armonizando estas características con un elemento fundamental, el arte visual específicamente la fotografía, revelando el posicionamiento de las identidades TTTrans en esta ciudad, a partir del 2007 hasta el 2021 en Tepic, Nayarit. Destaca el momento oscuro de la violencia en el contexto local, en otras palabras, matices de habitar esta ciudad.

Palabras clave: Cuerpo; Identidades Trans; Ciudad; Arte Visual.

 

ABSTRACT

This article is a first approach made from the documentary review and gray literature, along with methodological tools that allow the representation of first sources, those that are recovered from the daily experiences of TTTrans identities in the context of Tepic, Nayarit, Mexico. Namely, those that are symbolized and incarnated from their body. Their presence becomes a legitimate position for the society that inhabits the city. Their bodies certainly become maps of resistance, disobedience, and disruption to the cis-theme, defined as a system divided into two sexed bodies, male-female, into two genders, male-female.

In the research, transfeminist geography also appears as a refutation towards the recognition of sexed cities, designed in an androcentric vision, a situation that implies interpellations before the TTTrans representation of the city. To achieve this, I investigate a review between the scientific literature and the gray literature and tools such as observation inside the local trans movement, self-writing as a technique, fragments of semi-structured interviews, feminist digital ethnography are inserted, harmonizing these characteristics with an element fundamental, visual art specifically photography, revealing the positioning of TTTrans identities in this city from 2007 to 2021 in Tepic, Nayarit. It highlights the dark moment of violence in the local context, in other words, nuances of inhabiting this city.

 

Keywords: Body; Trans Identities; Town; Visual art.

 

RESUMO

Este artigo permanece como uma primeira abordagem, baseada na revisão documental e na literatura cinza, junto com ferramentas metodológicas que permitem a representação de primeira fonte, aquela que é recuperada das experiências cotidianas das identidades TTTrans no contexto de Tepic, Nayarit, México. Ou seja, aqueles que simbolizam e encarnam do corpo. Sua presença passa a ser uma posição legítima para a sociedade que vive na cidade. Seus corpos certamente se tornam mapas de resistência, desobediência e ruptura ao cis-tema, aquele que eu chamaria de um sistema dividido em dois corpos sexuados, homem-mulher, em dois gêneros, masculino-feminino.

A geografia transfeminista surge como uma refutação ao reconhecimento das cidades sexuadas, pensadas em uma visão androcêntrica, situação que implica interpelações diante da representação TTTrans da cidade, especificamente Tepic, Nayarit, México. Para chegar lá, investigo uma revisão ingênua entre a literatura científica e a literatura cinzenta, ferramentas como a observação são inseridas no movimento trans local, a autoescrita como técnica, fragmentos de entrevistas semiestruturadas, etnografia digital feminista, harmonizando essas características com um elemento fundamental, as artes visuais especificamente a fotografia, revelando o posicionamento das identidades TTTrans nesta cidade, a partir das suas próprias experiências de 2007 a 2021 em Tepic, Nayarit. Destaca o momento sombrio da violência no contexto local, ou seja, nuances de habitar esta cidade.

Palavras chave:  Corpo; Identidades trans; Cidade; Arte visual.

 

Cómo citar: Cobos-Díaz, P. A. (2021). Desobediencia corporal: La ciudad desde las identidades TTTrans; aproximar la geografía transfeminista. Revisión Documental y Experiencial. Revista Pares, 1(2), 107-144.

 

A MODO DE PRÓLOGO

 

Habitar un espacio, un entorno, un lugar, es sencillamente cotidiano para quienes transitamos la ciudad en un cuerpo heterosexuado que coincide con una sociedad heteronormativa. Sin embargo, habitar cuerpos desobedientes, y partiré de esta aseveración como autora en el transitar cotidiano, que surgió de los encuentros personales en el campo de investigación. En ese “campo” de investigación, que llamaré: espacio, zona, territorio, lugar dentro de este artículo, originó el interés de la suscrita en explorar áreas desconocidas en la academia local. Es decir, me cuestionaba constantemente ¿Qué se ha investigado en Nayarit?, ¿Qué se ha investigado en México? Pero también, ¿Qué se ha investigado a nivel Latinoamérica y mundial?, en otras palabras, qué ha implicado indagar y adentrarte en el mundo de las identidades trans y su modo de vivir la ciudad, como un espacio en ocasiones esencialista, reduccionista, sexuado y heteronormado socialmente. Además, repensar en qué implicaba situarnos en la geografía transfeminista y cómo es situarse en el/los feminismo(s), que así lo puntualizo ante el amplio debate de un abanico de posibilidades, o una gama donde el sujeto político del feminismo no se convierte en reduccionista, sino, en un aparato amplio, es decir, donde cabemos todos.

Para quienes habitan cuerpos desobedientes, por así convenir a cuerpos que se asumen visualmente en las fronteras del sexismo dual -hombre, mujer-, se convierte en una dificultad habitar la ciudad, vivirla, sentirla y ocuparla como espacio.  El cuerpo es un lienzo, un trazado de mapa, una indumentaria que cubre cada órgano que habita dentro del ser, dentro de un sistema sexo-género binario decolonial, los cuerpos trans[2], los cuerpos desobedientes, se convierten en un desafío visual dentro de los estragos humanos de la sociedad contemporánea. El presente documento pretende reflexionar acerca de una perspectiva geográfica transfeminista, como propuesta de primeros acercamientos que analizan otros enfoques de vivir la ciudad, sentirla, percibirla, situarse. En otras palabras, los cuerpos que transitan las fronteras binarias: los cuerpos trans.

En el imaginario colectivo heteronormado, los cuerpos que presentan “discordancias”[3], en otros términos, no acordes a la visualización de estereotipos, viven la ciudad y los espacios dentro del estigma, la violencia, la discriminación, los señalamientos; circunstancias que las personas cis heterosexuales no suelen vivir, aclarando que este panorama que desarrollo es desde la postura y vivencia trans específicamente. Retomando algunas experiencias de notas de campo, que forman parte de los primeros acercamientos a los espacios habitados desde la vivencia como persona trans[4].

El texto se organiza en apartados específicos, con la intención de responder las preguntas iniciales articulando un elemento fundamental que hace el cierre del artículo, el arte visual, específicamente la fotografía. Dentro del artículo se muestran una serie de fotografías que formaron parte de una galería local, realizada en Tepic, Nayarit, México. Derivado de este acercamiento al trabajo de campo investigativo, se convirtió en una experiencia contributiva y reciproca para los participantes, por mi parte la postura desde la que escribo es desde el feminismo interseccional, consolido, la postura metodológica para entramar la observación y reflexión del presente artículo, donde baso elementos fundamentales para la investigación cualitativa y crítica del esencialismo positivista, me apego a la técnica de autoescritura, notas de campo, la observación participante desde la planeación de la galería hasta la conclusión de la misma, las historias de vida, interponiendo la justicia epistémica de rescatar cada narrativa, sin realizar una interpretación desde mi postura de autora, mujer cisgénero.

Así mismo, me basé en la búsqueda de literatura científica y literatura gris desde los últimos cuatro años, para explorar qué se ha interpelado sobre la geografía transfeminista y, sobre todo, la reflexión de habitar una ciudad como personas trans y la comparativa con cautela, para revisar cómo es que las investigaciones se han situado desde los estudios de género, pero categorizándonos como “mujer” para diferenciar cómo vivimos la ciudad. En otras palabras, marcar y determinar, que la ciudad sí tiene género, a su vez, los hombres y las mujeres, vivimos y sentimos la ciudad en heterogéneas representaciones. 

Las imágenes que acompañan el presente artículo, forman parte de una exposición a la que nombramos “Trans-podérate”[5], que con todo el amor y admiración para cada uno, fue imprescindible su semblanza, que al lado y no al pie de página, anexo un pequeño fragmento a cada imagen. No es solo una imagen, una toma fotográfica, es un símbolo de resiliencia, resistencia y amor a expresar su identidad. Viven la ciudad desde su cuerpo como centralidad, en una metáfora ambigua, con la constante deliberación de manifestar cuerpos y experiencias que no desobedecen ninguna norma heterosexual, expresan resistencia y transformación a esta sociedad.

Imagen 1. “Soy de Xalisco, Nayarit, donde ser una chica trans es difícil, duro y una batalla contra la sociedad, pero también contra nosotras mismas para aceptarnos tal y como somos, querernos, valorarnos como personas y sobre todo como seres humanos[...]” A., 18 años[6].

 

Fuente: Galería Fotográfica “Trans-podérate”, 2020.

 

SEXO, GÉNERO, IDENTIDAD, CUERPO Y REPRESENTACIÓN SOCIAL

            Respecto a las primeras definiciones, es importante desarrollar dónde surgen las categorías concéntricas de las identidades trans[7], que comprende tres acepciones y que no deseo limitar la existencia estrecha del cruce entre estas categorías, a lo largo de asumirse como persona trans y expresar su identidad de género, me refiero a la variación constante que como individuos optamos con nuestra identidad de género. Como autora, insisto en la imposibilidad de discutir homogéneamente categorías que les describan, replicando la centralidad de cumplir elementos para definirse; empero, académicamente se han advertido debates teóricos en torno a dos discursos fundamentales, o dos narrativas principales “aparentemente”, porque existe un roce constante entre la segunda(s) proposición(es): el discurso biologicista versus estudios feministas/queer/transfeministas.

En este sentido, cuando se habla de las identidades trans se hace referencia no solamente a una categoría como en el presente artículo, sino a una colectividad diversa. En una sociedad contemporánea y en un contexto específico, pertenecer a un cuerpo divergente a los estereotipos señalados socialmente -hombre, mujer-. El sistema sexo-género binario, trastoca justamente un sistema dicotómico, creando una atmósfera disruptiva para aquello que genere duda, escozor, inquietud, con las personas que salen del imaginario binario colectivo.

En otros términos, estas circunstancias, experiencias, historias de vida, han generado la inquietud académica de explorar estos contextos, abordados en estudios feministas y de género, con el entrecruce de la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad, con la necesidad de problematizar, reflexionar, contrastar, emancipar las narrativas que se producen dentro del movimiento social trans. La representación social de las identidades trans en el contexto local, se cubre de historias autoescritas y narradas como resultado de las entrevistas semiestructuradas. Donde las situaciones más representativas son la violencia, discriminación, entorno familiar, entorno laboral, entorno social, cultura y reflejos de estrategias reivindicativas para transitar cotidianamente en la ciudad y en sociedad.

 

ANDAMIAJE SOBRE IDENTIDAD TRANS. PREFIJO DE VIDA

Es importante conceptualizar las tres categorías centrales del artículo, que reconocen las identidades trans[8], destacando nuevamente mi postura contraria a especificar que solamente las identidades trans se colocarán dentro de ellas, como si fuesen un “modelo” no heterogéneo, o identidades diversas que no necesitan una categoría para poder asumirse dentro de la ciudad. Estas tres categorías TTTrans[9] son:

Desde la visión biologicista y/o médica, la persona transgénero es aquellas que se identifica contrariamente al sexo asignado al nacer, pero no necesariamente realizará modificaciones quirúrgicas para cambiar su genitalidad y coincidir en la expresión de su género. Este término emerge en la década de los setenta del siglo XX, haciendo alusión a una categoría intermedia entre la homosexualidad y el transexualismo (Ortiz, 2012).  La persona transexual, la definen como aquella que se identifica contrariamente al sexo asignado al nacer, donde en algún momento de su vida realizarán una modificación quirúrgica y/o hormonal, para lograr la concordancia de su identidad de género, así como la expresión del mismo (Coll Planas y Missé, 2015).  Y, por último, la persona travesti, es descrita como aquella que solamente utiliza indumentaria del sexo opuesto, sin rechazar su propio cuerpo, ni sentir la necesidad de modificar alguna condición física y hormonal (Arribas, 2009). 

Por otra parte, menciono la percepción del sistema sexo-género a partir de la reflexión sobre cómo se ha situado en el imaginario social. El contexto mexicano occidental se condensa de perspectivas androcéntricas, donde este sistema está representado biológica y culturalmente, en dos géneros sexuados “aceptados” -masculino, femenino- (Suárez, 2010: 64). Este sistema asocia la expresión y la identidad de género, en función a las características sociales construidas histórica y culturalmente, a partir de las interacciones y pautas culturales de la sociedad como menciona Giménez (2005), que desde la percepción personal son los estereotipos que nos acompañan desde el nacimiento y antes de él.

En el contexto de Nayarit, México, suelen señalarse identidades “únicas y coherentes” a un sistema heterosexual. Y aquellas que van en contra de este imperativo, habitualmente se juzgan, cuestionan, estigmatizan, discriminan, al atribuirles una patología o perturbación a las identidades que no son coincidentes, ni se reconocen dentro del sistema binario -hombre,mujer-  como son, las personas trans (Burgos Díaz, 2007: 245).

El sexo fue reconocido históricamente desde el siglo XVIII (Laqueur, 1994), con ello los órganos de reproducción pasaron a obtener una jerarquía entre dos cuerpos sexuados, hombre y mujer. Aristóteles y Galeno, ya atribuían un signo de inferioridad sobre los órganos femeninos, de los masculinos; al mismo tiempo, la categoría de sexo solamente hacia la distinción biológica a partir de teorías y discursos medicalizados, en términos de la biología como disciplina delimita categóricamente diferencias y similitudes relacionadas a un aspecto orgánico; a nivel cromosomático, genético, conocido como fenotipo y genotipo (Mejía, 2015):

 

A nivel cromosoma, durante la reproducción se inicia el establecimiento de células con información cromosómica, es decir cuando la determinación es XY, indica que el embrión será macho y cuando es XX indica que será hembra determinando biológicamente el sexo del individuo. (Oakley, 1977, como se citó en Mejía, 2015: 237)

 

La segunda característica que diferencia es la anatomía de los genitales externos, simultáneamente en el desarrollo gestacional embrional, a partir de las siete semanas de gestación, los genitales externos del feto suelen ser idénticos entre una niña y un niño. A partir de la séptima semana inicia la modificación, en otras palabras, la abertura urogenital del feto y “un tubérculo genital”[10] se alteran siguiendo a la información genética del individuo. En el caso de la hembra, este conducto no crece más y el tubérculo genital, en este caso “se atrofia dando lugar al clítoris y la piel que existe alrededor de la abertura urogenital, permanece dividida convirtiéndose en los labios” (Oakley, 1977:21 como se citó en Mejía, 2015); respecto al caso del hombre, el tubérculo genital se desarrolla formando el pene, la uretra logra extenderse pasando por el centro del tubérculo y la piel forma lo que anatómicamente se conoce como el escroto (Mejía, 2015).

Mejía (2015) señala el tercer elemento, son las hormonas, aquellas que secretan las glándulas endocrinas -glándula pituitaria, suprarrenales, ovarios y testículos (gónadas); las mujeres secretan las hormonas estrógeno y progesterona, el hombre, segrega hormonas llamadas testosterona y andrógenos en una mayor proporción que las mujeres; en este sentido las mujeres producen en mayor cantidad las hormonas llamadas estrógenos y progesterona (Mejía, 2015). Estas hormonas acompañarán el proceso de desarrollo del ser humano, es así como determinan otras características físicas, aquellas que provocan el reconocimiento físico superficial, es decir a simple apreciación, para distinguir entre hembras -crecimiento de senos, menstruación, embarazo, lactancia posterior al embarazo- y varones -crecimiento del vello corporal y genital grueso en comparación a las mujeres, crecimiento del pene, los testículos descienden, la voz se modifica en el periodo de la adolescencia- (Mejía, 2015);  otro punto que se reafirma a pesar de reconocer ambas diferenciaciones biológicas de la ciencia, Oakley (1977, como se citó en Mejía, 2015) reconoce que no todas las características se asocian a la cuestión biológica, deduce que en algunos contextos geográficos y socio-culturales esas disparidades son notorias, sin embargo, el carácter determinante “natural” no es definitivo:

 

De todo lo dicho se desprende que existen grandes variaciones culturales respecto al efecto que, en las características sexuales secundarias y la apariencia física general, producen cromosomas que determinan el sexo. (Oakley, 1977:34, como se citó en Mejía, 2015)

 

Con ello indica que existirán condicionantes como el contexto geográfico y cultural de los individuos, es decir, los matices de la cultura, la sociedad y el territorio, hacen las primeras apariciones interpelados en la disciplina de la biología. Materializando la importancia de considerar cómo el individuo y estas interacciones sociales, pueden ser adoptadas no solamente en un aspecto biológico o genético, para poder diferenciar dos sexos y categorizarlos/as.

Las personas trans, en este caso las mujeres trans se intentan incluir en algún punto ante esta diferenciación sexuada, anatómica, pero hegemónica de individuos sexuados/as. En algún momento las criticas contemporáneas han colocado como centro de atención esta discusión, en otros términos, consideran que las personas trans siguen estando ligadas a un sistema binario y sexuado, que de alguna manera cuestiona una continuidad impuesta por el mismo (Prosser, 1998; García Becerra, 2019).

Desde el punto de vista de Stoller (1968, como se citó en Alcántara, 2013) la categoría de sexo, es una categoría biológica compuesta de condiciones físicas:

 

Cromosomas, genitales externos, genitales internos, gónadas, estados hormonales y características sexuales secundarias. En un futuro añade: será posible adicionar el sistema cerebral. El sexo es determinado por la suma algebraica de todas las cualidades; su resultado es que la mayoría de la gente puede ser llamada hombre o mujer. (Stoller, 1968, como se citó en Alcántara, 2013)

 

Así mismo dentro del análisis, Stoller (1968, como se citó en Alcántara, 2013) tiene un acercamiento a la descripción del género, como expresa:

 

Género es el grado de masculinidad o feminidad encontrada en una persona y, obviamente, aunque los encontramos mezclados en los humanos, el hombre normal tiene una predominancia a la masculinidad y la mujer normal una predominancia de feminidad. (Stoller, 1968, como se citó en Alcántara, 2013)

 

Desde otro punto de vista, el género en la descripción anglosajona de los científicos, lingüísticamente citando a Lamas (2000), considera una confusión aparente derivado del idioma inglés, que entre las personas hispanoparlantes crea estas confusiones. En castellano, menciona el género:

 

Como un concepto taxonómico útil para clasificar qué especie, tipo o clase pertenece alguien o algo; como un conjunto de personas con un sexo común se habla de las mujeres y de los hombres como género femenino y género masculino. (Lamas, 2000:2)

 

Desde el feminismo se inició a reformular esta diferenciación, para relacionarlo en un sentido cultural en discrepancia de la categorización biológica establecida y arbitraria.

Autoras como Haraway, Beauvoir con “El segundo sexo”, Rubín, entre otras, son precursoras del debate constante de estas acepciones históricas del sistema, como parte de una visión biologicista y divisora (Aguilar García, 2018), que representa desde su génesis, la construcción de relaciones sociales indistintamente asignadas hacia el hombre y la mujer, que se encontrarán totalmente diferenciadas estructuralmente.

Butler y Laqueur (Martínez, 2012:132) transforman la genealogía creada desde el sistema sexo-género, argumentando la necesidad de desarticular o transformar por completo, un paradigma dividido que representa la existencia de un modelo de diferenciación sexual impuesto históricamente. En este sentido, los debates teóricos sobre el género han cruzado fronteras desde la inter y transdisciplinariedad, por ejemplo, los estudios geográficos feministas. McDowell (2000) relata la inclusión de los estudios feministas a la geografía desde los años setenta en el habla inglesa, en la época de la primera ola del feminismo radical; destaca a Doren Massey (McDowell, 2000).

La identidad se convierte en una manifestación importante a través de autores que retratan las diferencias dentro de dos esferas, la pública y la privada como seres humanos. Pareciera un término no cuestionado entre las personas que conforman una sociedad, en las ciencias sociales, desde la academia, se sabe que existen teorías y autores que cuestionan el desarrollo de la identidad como individuos que comparten un territorio, con una racionalidad fija, miradas totalizadoras y universales, que forman parte de una conexión o punto de inflexión desde el postestructuralismo, es decir, el tiempo ha provocado transformaciones y la identidad como noción que incluye una serie de aspectos subjetivos y significados, de categorías no homogéneas para describir quienes somos (son), en otras palabras designarnos (Foucault, 1976, como se citó en Coll Planas y Missé, 2015).

La existencia de diversas categorías requirió este término conocido como identidad[11]¸ estas formas de subjetivación desecharon la primacía de la subjetividad fijada por el saber-poder tal como menciona Garavito (1999, como se citó en García Becerra, 2019). Este punto de referencia para la sociología y para los estudios del género, discuten el mecanismo o contrastan una serie de conceptualizaciones a partir de describir si la identidad es algo esencial, se nace con ella, se construye a lo largo de la vida, entre los matices de la sociedad y costumbres, o son creaciones del modernismo que adoptan las nuevas generaciones.

En ese sentido Córdoba (2020) afirma que: la identidad personal presenta diversas dimensiones: metafísica, que determine cuál es el fundamento de la identidad y otra epistémica, relativa a conocer en qué se basa la identidad y ofrecer un criterio para establecerla (p.203). Mientras tanto, desde diversas áreas disciplinares la identidad trataba de ser representada dejando de lado la cultura como primer referente, en palabras de Iñiguez (2001, como se citó en Capuano, Lucilli y Szwarc, 2008):

 

La identidad es, por encima de todo, un dilema. Entre la singularidad de uno/a mismo/a y la similitud de nuestros congéneres, entre la especificidad de la propia persona y la semejanza con los/as otros, entre las peculiaridades de nuestra forma de ser o sentir y la homogeneidad del comportamiento. (Íñiguez-Rueda, 2001, como se citó en Capuano, Lucilli y Szwarc, 2008)

 

En otras palabras, Giménez (2000) apuesta por considerar que existen elementos que no pueden separarse del yo interior, como el espacio privado, que constantemente está acercándose con las interacciones de alrededor, el espacio público, entre culturas, símbolos, valores, lugares y compartiendo una espacialidad en el presente, es decir como una interconexión con aquellos elementos que desarrollan las categorías identitarias.

Goffman (1963), hace la primera distinción entre identidad social e identidad personal o del yo, señalando:

 

La identidad social y personal forman parte, ante todo de las expectativas y definiciones que tienen otras personas respecto del individuo cuya identidad se cuestiona, es decir, la sociedad establece los medios para categorizar a las personas y el complemento de atributos que se perciben como corrientes y naturales en los miembros de esas categorías. Acerca de la identidad personal, en primer lugar, es una cuestión subjetiva, reflexiva que necesariamente debe ser experimentada por el individuo, ello permite considerar qué siente el individuo con relación al estigma y a su manejo. (Goffman, 1963, como se citó en Vidal, 2018)

 

Coincidiendo con Canclini (2009), estas categorías identitarias, no solamente se usan para referir una descripción de la sociedad como tal o aludir una relación del hablante con su pertenencia, esto quiere decir que, las personas las utilizan para referirse a sus interlocutores, situación clave de reconocimiento, aceptación o rechazo (Canclini, 2009); Hoebel (1993) ya nos hablaba de que la cultura se adquiría o existía antes del nacimiento y ésta persistía después de la muerte, en relación con esto afirmaba que tanto grupos como individuos, son portadores y creadores de la cultura, pero ésta tenía una calidad de anonimato nombrándola en un aspecto interiorizado o supraindividual, pero en un sentido más pleno enfatiza la presencia de patrones integrados como parte de la conducta, mismos que se desarrollan a partir de los hábitos entre las masas, a esto también lo define cultura en un sentido desarrollado (Hoebel, 1993:234-235).

Considerando que, como construcción social la identidad se ve involucrada en una serie de intersecciones que ocurren habitualmente con nuestras/os pares, al interactuar dentro de la sociedad; compartir territorio, puede estar fuertemente ligado a la identidad y la cultura. Las fronteras, los discursos, las culturas, los apegos, el sentido de pertenencia, no son heterogéneos, aunque teóricamente pudieran analizarse por separado como en el apartado anterior argumenta Canclini (2009) y Giménez (2000), la interrelación de circunstancias que están implícitas en la sociedad.

Por lo que se refiere a cultura en un plano de significación, Margulis (2009) señala:

 

Las significaciones compartidas y el caudal simbólico que se manifiesta en los mensajes y en la acción, por medio de los cuales los miembros de un grupo social piensan y se representan a sí mismos, su contexto social y el mundo que nos rodea […] No nos comunicamos sin cultura, no nos reconocemos sin cultura, no nos identificamos a nosotros mismos ni identificamos a otros sin la cultura. (Margulis, 2002)

 

Sin embargo, tal como lo expresa Margulis (2002):

 

Los símbolos representan signos de bienvenida o rechazo, de invitación o exclusión, que se expresan en una ciudad y sus sectores sociales, en otras palabras, algunas zonas de la propia ciudad se convierten en espacios completamente hostiles para quienes no son consideradas/os legítimos en el entorno. (Margulis, 2002: 526)

 

Es así como los significados emiten señales que, pueden ser discordantes a categorías identitarias que socialmente se han construido, estas diferencias sociales se expresan al interior de las ciudades, es por ello que es imprescindible su aportación para definir y analizar con escrutinio, aquellos procesos donde el escenario es la cotidianidad de las personas trans que habitan la ciudad. En relación con el cuerpo, la espacialidad de habitar una ciudad, como autora diferencio plenamente desde sus experiencias y/o relatos de vida. Acompañan circunstancias marcadas de vivirla.

 

EL CUERPO COMO RESISTENCIA

Pero qué es el cuerpo, una imagen inerte, un conjunto de órganos, ¿un mapa con descritos de recuerdos, tatuajes o marcas que perpetúan resistencias, un anagrama de piel acaso?, el cuerpo es un lugar que transcribe visiblemente lo que somos, de dónde venimos, a dónde vamos, un trazado cartográfico de elementos, que nos representan a lo largo de nuestra de vida, es la historia de vida.

Dentro de los estudios anglosajones y pioneros, se generaron las primeras descripciones sobre los estereotipos, en consecuencia, a responder científicamente a los términos hombre y mujer, niño y niña[12], para Hall (2005, como se citó en Molina, 2011) los estereotipos reducían el todo a rasgos sencillos que exageran, simplifican y fijan sin oportunidad de cambio:

 

La estereotipación reduce, esencializa, naturaliza y fija la diferencia […] despliega una estrategia de hendimiento. Divide lo normal y lo aceptable de lo anormal y de lo inaceptable. Entonces excluye o expulsa todo lo que no encaja, que es diferente […] la estereotipación tiende a ocurrir donde existen grandes desigualdades de poder. (Hall, 2005, como se citó en Molina, 2011:430)

 

Las aproximaciones médicas en torno a la sexualidad, en este caso la transexualidad e intersexualidad, debatían esquemas culturales que ponían en cuestionamiento las formas de representación cultural. Desde luego, la identidad la definían como el núcleo de sí mismo, una unidad coherente e inmutable (Molina, 2011). Citando a Cabral (2009), la noción de humano se convierte en presa por categorías de género, tan impensable la existencia de un género identificable, al no reproducir roles masculino y femenino (Cabral, 2009; Coll- Planas, 2010).

         El cuerpo, se convierte en una presencia palpable cuando habitamos la ciudad, la percibimos, observamos y vivimos en perspectivas heterogéneas, lo que deseo en este artículo, es representar simbólicamente y académicamente, cómo ha sido vivir en este contexto como una persona trans. Para contextualizar, existe un periodo identificado plenamente por algunas de las participantes, que comienza en el año 2007, lo más sombrío entre las instituciones del Estado, aquellas instituciones públicas que dentro de sus obligaciones la garantía de los derechos humanos de la ciudadanía, pero en ellas se convertían en verdaderos verdugos.

            Dentro de sus discursos, sus miradas y expresiones corporales son de descanso, sí, de emancipación bajo estructuras androcéntricas. Las figuras de mando se convierten en verdugos de sus sueños, imposibilitando habitar la ciudad “libremente”[13], sin violencias, sin estragos de expresar en un sentido de visibilidad, la identidad de género asumida (Imagen 2).

 Imagen 2. “Soy de Ruiz, Nayarit y soy una persona sencilla y humilde… Trans, para mí significa fortaleza, empoderamiento y valor ante una sociedad que te juzga sin conocerte, significa vencer miedos y enfrentarte con seguridad día tras día. Yo quiero ser esa trans que no se quedó callada, que no se encasilló, que sobresalió y que no le importó lo que la sociedad pudiese decir […]” E., 32 años. 

 

 

 

Fuente: Galería Fotográfica “Trans-podérate”, 2020.

 

¿CÓMO SE ENTRECRUZAN LA GEOGRAFÍA TRANSFEMINISTA Y LA INDAGACIÓN ACADÉMICA?

 Los estudios geográficos feministas, a la par de los movimientos sociales del feminismo, esta disciplina ha abierto las posibilidades de otras perspectivas para analizar el espacio, la ciudad, los lugares, con ello me refiero a una vertiente y campo teórico, los estudios geográficos transfeministas. Las identidades trans dentro del contexto geográfico, espacial, desde la ciudad, como lugar o pertenecientes a un territorio, posicionan su cuerpo como historia de vida al habitar la ciudad, a través de circunstancias donde la propia existencia, se convierte en un entramado de situaciones paralelas a un sistema sexo-género absolutamente binario.

Es decir, situar geográfica, espacial y territorialmente las identidades trans, se convierten en un desafío para esta disciplina de quienes actualmente han colocado en observación, análisis y/o reflexión, cómo la ciudad o viceversa desde el cuerpo trans, se ocupa un espacio diferente social e históricamente desde la visión heteronormativa y/binaria, o somos mujeres o somos hombres. Las ciencias sociales y las humanidades, se transforman al adoptar y avanzar en torno a los cambios sociales contemporáneos.

En este artículo señalo una descripción general ante el cuestionamiento de, qué existe acerca de la geografía transfeminista, quién se ha interesado por explorar disciplinas donde el feminismo y los estudios de género, quizá no contemplaban. Mi aporte surge de una hipótesis principal, los cuerpos desobedientes, transgresores, disidentes, aquellos que viven y trastocan las fronteras del sexo masculino y femenino, ocupan un espacio situado en la ciudad diferente al que vive una mujer cis heterosexual y un varón cis heterosexual. Señalo el salto y la importancia de abrir los campos teóricos de la geografía feminista, sin embargo, con una deuda histórica y académica quizá, desde los estudios feministas y de género, hacia las identidades trans desde esta disciplina, la geografía. Con ello, el deseo es promover la reflexión y el debate entre los discursos teóricos del feminismo radical y ahora el transfeminismo, es decir, hablar de los feminismos y no solo un feminismo.

Las narrativas a partir de sus historias de vida, muestran contrastes al percibir su transitar en la sociedad como una protesta, una resistencia, pronunciarse y situarse desde su identidad como mujer, es decir, la sociedad limita, estigmatiza, discrimina. La sociedad forma parte de la ciudad, construye comunidad, las personas trans desde su cuerpo y asumir su identidad de género, forman parte de la ciudad, del devenir y transitar en ella. Sin embargo, percibirla sin violencia, sin estigma, en ocasiones no es opción.

 

ARTE Y ACTIVISMO COMO UN MOMENTO DE EMANCIPACIÓN ALTERNATIVA

Al inicio del presente artículo, mencioné la realización de una galería fotográfica como construcción visual, a partir de la fotografía. Arte visual, como una coyuntura para legitimar su posicionamiento en el contexto local, íntimamente los primeros relatos atestiguaban como investigadora del movimiento social trans, en Tepic, Nayarit; las circunstancias cotidianas del vivir de una persona trans. Ello conlleva reconocer que existen diferencias culturales observables en el trabajo de campo, que como autora no podría llamarle así, sino, transitar por momentos, instantes, intimidades y vivencias que no tendrían que pasar por herramientas metodológicas como una ciencia exacta. Por si se tratase de revisar un “fenómeno” o un hecho social de la ciencia comprobable. Mi postura antihegemónica, antiandrocéntrica y, sobre todo, indisciplinada en el camino de la ciencia.

Este acercamiento ha sido más que un trabajo de campo con un universo de estudio, estar dentro de los movimientos sociales tangibles nos convierten en seres pensantes y enteramente ambiguos entre lo objetivo y subjetivo. En este momento observaba cómo el dolor atravesaba vivir en esta sociedad, es decir, desde el 2007 reconocían[14] la violencia como compañera de subsistencia:

 

“La policía nos seguía constantemente, no podíamos vestirnos como mujeres, nombre, Dios mande pintarnos la boca, zapatillas… nos levantaban y directo a los separos…” N. 2019

 

“Cuando trabajaba en el restaurante*, en ocasiones llegaba con maquillaje a la cocina, yo era chef, pero en una ocasión mi jefe no pudo con la presión de mis compañeros, me condicionó: te cortas el cabello, dejas de pintarte o te vas… decidí irme, yo ya no podía seguir así…” M. 2019

 

“Siento que los hombres sufrimos menos agresiones, hombres trans, porque pasamos desapercibidos, nos confunden quizá con lesbianas, pero hasta ahí, no sé si están más acostumbrados a esto, que ver a una mujer trans, se les hace anormal…” C.2020

 

       Las expresiones anteriores, son parte de los diarios de campo que desde octubre del 2019 he recopilado, en espacios de riesgo como aquellos donde el trabajo sexual es un espacio laboral, también en espacios de sociabilidad nocturna[15], contextos laborales formales[16] , así mismo, al organizar este proceso creativo visual. Este proyecto se logra desde la reflexión y el cuestionamiento dentro del movimiento trans, a su vez desde sus voces como personas trans en este contexto. Cómo podríamos visibilizar la presencia de las personas trans fuera del estereotipo social, este que surge del desconocimiento y se transforma en transfobia, discriminación o violencia, narrado desde sus experiencias de vida. Logró transformarse en una representación y en una construcción de emancipación para las personas trans, es decir, lanzamos una convocatoria por medio de las redes sociales, reconociendo la utilidad de las mismas como parte de nuestras investigaciones como autores.

Como medio digital, retomo la etnografía digital feminista, que sostiene una apreciación de los métodos tradicionales para realizar investigación de campo, citando a Pink, S. et al., (2016) manifiesta el debate tangible entre la etnografía tradicional, que define específicamente las unidades de análisis para estudiarla, ante la digital que pareciera entablar diálogos con las nuevas generaciones, al grado de considerar que estos debates se deben a la preocupación constante de los/as etnógrafos/as tradicionales, de afectar los conceptos creados históricamente por la etnografía digital (Pink, S. et al., 2016). 

Es por ello que, en el presente artículo, me posiciono de herramientas metodológicas que sostienen un mundo contemporáneo, no estático. En otras palabras, la observación dentro del movimiento social trans en el contexto local, el diario de campo, entrevistas semiestructuradas, etnografía digital feminista, que como autora observo desde un lente expectante, y la revisión documental científica a la par de la literatura gris, desde los últimos cinco años.

      Este conjunto de herramientas metodológicas y aquella que pudiera parecer no validada, como la visual, en este caso la fotografía como expresión y apropiación de la ciudad. Mi interés va más allá de un método cualitativo riguroso que no nos permita compartir cómo se aprecian otros contextos los hechos sociales, cómo viven la ciudad las personas trans, pero, además, qué se ha investigado acerca de la geografía transfeminista como propuesta de enunciar las diferencias sustanciales, sobre cuerpos sexuados socialmente: hombre-mujer, género masculino-femenino.

 

EL CUERPO COMO LUGAR Y/O TERRITORIO: EL MODELO DE LA ESPACIALIDAD EN LA CIUDAD. ENTRE EL MÉTODO EMPÍRICO Y EXPERIENCIAL

La geografía feminista ha proporcionado una base fundamental para trabajar el espacio, el lugar, la falta de lugar y el desplazamiento de las mujeres en ámbitos androcéntricos, así como lo indica Knoop (2007). Knoop (2007) destaca que la geografía transfeminista equipara a una deconstrucción sobre los métodos o herramientas con que trabaja, así el abordaje ontológico, algunas geógrafas Europeas han destacado un dualismo existente desde la geografía feminista: público/privado, hogar-lugar de trabajo Knoop (2007).

Además de introducir estas conexiones que se originan socialmente, como un cruce de opresiones en ocasiones invisibles, otras tantas visibles y que al reunirse varias conexiones o interpelarse, originan lo que Crenshaw (1989) nombró como interseccionalidad, enlaces como el hogar, la ciudad, vínculos, raza, poder, etnia entre otros, producen opresiones mayores a las que visiblemente se observan, o se cree que existen por parte de un sistema hegemónico patriarcal contra las mujeres, estas pueden aumentar (Crenshaw, 1989, como se citó en Gelabert, 2017). 

Geógrafas como Valentine (1989) abordaba las relaciones de poder en término de control al desplazamiento de las mujeres y sus cuerpos, a través de la coerción, el miedo y la violencia (Valentine, 1989, como se citó en Knoop, 2007); las personas trans, específicamente las mujeres, reúnen dentro de la interseccionalidad nombrada y propuesta por Crenshaw (1989) una serie de elementos que incrementan la opresión, la violencia puede incrementarse o exacerbarse justo como sostienen Guerrero y Muñoz (2018), desde su análisis, que a nivel Latinoamérica la esperanza de vida de las mujeres trans se reduce a 35 años, con datos desde el 2008 hasta septiembre del 2017, 337 asesinatos contra personas trans, lo que equivale a colocarnos como el segundo país más violento en transfeminicidios, por debajo de Brasil (Guerrero y Muñoz, 2018).

En datos de Trans Murder Monitoring (2021), respecto a la última actualización del Observatorio de Personas Trans Asesinadas, las cifras absolutas del 2008 hasta septiembre del 2020, de los 3,664 crímenes reportados, en comparación con Guerrero y Muñoz (2018), ahora se reportan un total de 528 (14.41%) personas trans asesinadas solamente en México, es decir a nivel Latinoamérica ocupamos el segundo lugar por debajo de Brasil con 1.520 (41.4%) crímenes perpetrados contra las personas trans[17].

Esta plataforma se sostiene por organizaciones sin fines de lucro a nivel internacional, ante la falta de datos sociodemográficos, las organizaciones se han propuesto en mapear a nivel internacional los espacios y las violencias de las personas trans. En este caso los datos que presento en este artículo, hacen énfasis en las mujeres de acuerdo en el análisis de Guerrero y Muñoz (2018), justo por la asociación de la geografía feminista y en este caso transfeminista con estos acercamientos académicos, se demuestra que las principales muertes (asesinatos-transfeminicidios) han ocurrido en la calle, en mujeres que ejercen el trabajo sexual (Guerrero y Muñoz, 2018). Lo que en un sentido académico obliga histórica y socialmente, a voltear hacia otras perspectivas que se invisibilizan en contextos locales, como el contexto mexicano, donde la geografía transfeminista quizá hace sus pequeñas apariciones o tintes desde otras disciplinas y no necesariamente desde la geografía.

En consecuencia, este sentir, habitar, vivir, se configura en una vivencia corporal de quien permanece en este espacio geográfico situado. Desde la perspectiva de género, Sabaté Martínez (1995) argumenta que el espacio en definitiva no es neutro, y coincido en su afirmación desde el momento de identificar, que también el espacio no es homogéneo, muta y se convierte en una hibridación de diversas circunstancias; como afirma Castells (2008): el espacio es un producto material en relación con otros elementos materiales, entre ellos los hombres, los cuales contraen determinadas relaciones sociales, que dan al espacio una forma, una función, una significación social […] (Castells, 2008). Lo que significa que, estos espacios son considerablemente diferenciados, desde las primeras pesquisas académicas a esta revisión documental.

Lefebvre (2013), reconocía dos tipos de espacio, uno en el que puede distinguirse desde su propia naturaleza, el poder de quien lo habita, el espacio dominado y el espacio apropiado. Retomo el segundo, describiendo que este, sirve a las necesidades y posibilidades de un grupo, tratándose de una construcción innata (Lefebvre, 2013: 114). Este espacio se concibe desde quien lo percibe, en un sentido masculino o femenino si se reproduce el dualismo del sistema sexo-género, desde la geografía el espacio es pensado así, no obstante, de acuerdo a la realidad corporal de cada ser, el espacio se vive y transcribe de manera diferente. Desde una perspectiva fenomenológica el cuerpo se concibe como una construcción social y cultural cuyo significado son cambiantes entre las diversas sociedades y momentos históricos (Le Breton, 2011). Goffman, definía que la sociedad genera los medios ideales o específicos para categorizar a las personas, es decir la sociedad presenta un papel fundamental para entablar categorías y atributos sociales (Cambiasso, 2013: 5) y en qué tanto la sociedad, provoca estas categorías o atributos con base en ideas o creencias, usos o costumbres, visiones binarias y cisexistas, que tratan de homologar las circunstancias de todas las personas, como si las circunstancias fuesen las mismas.

El cuerpo involucra un entramado espacial de asociación con otros cuerpos, habitamos un espacio, un lugar, donde transcribimos significados y símbolos en esas interrelaciones del habitar, Lindón (2009) plantea que habitar es construir significados con/hacia nuestros espacios cotidianos, en contraste con lo anterior estas interrelaciones se configuran en experiencias o encuentros hostiles que se guardan en la memoria espacial, misma que activa los estados de alerta entre esta socialización. El lugar como menciona García Chiang (2014) tiene una dimensión subjetiva, como resultado de la introducción de las diferentes experiencias de las personas. 

Al habitar un espacio, intervienen emociones mediadas por el género y por cómo percibimos nuestra ocupación espacial, el sentido de lugar se hace presente en las personas trans, su experiencia corporal se convierte en una experiencia transgresora o disidente desde el sistema binario. Para una persona trans, habitar su cuerpo se puede convertir en un desafío cotidiano, esta marginalidad histórica corporal, se asocia a procesos simbólicos de cuerpos “naturales” y sexuados, desde lo abyecto (Butler, 2005), añadiendo a Torres y Silva (2018) las corporalidades trans tendrán espacialidades prohibitivas, relacionadas con los simbolismos culturales de cada espacio.

Pero hablar del cuerpo y del espacio, es también hacerlo desde el territorio, palabra que hace referencia a “quien posee la tierra” (Marchese, 2019); sin embargo, desde la geografía el cuerpo-territorio se define como una escala de análisis, lo que Massey denomina “como el lugar” (Albet y Benach, 2012). El territorio es lo que permite existir, vivir, una reivindicación a los espacios ocupados físicamente por esferas de dominación, en relación a esto, cada cuerpo tiene una historia y una geografía distinta, donde reconocerlo permite reapropiarlo en un sentido de libertad (Marchese, 2019); es algo físico, pero también una extensión mental, como un espacio vivido, marcado y reconocido desde el simbolismo (Silva, 2006).

Para García Chiang (2014) el territorio es entonces, el espacio geográfico adscrito a un ser, una comunidad, un ente de cualquier naturaleza, física o inmaterial; el espacio geográfico es donde se vive, por lo tanto, territorio es sinónimo de “espacio” y “territorialización de espacialización (García Chiang, 2014); las personas formamos parte de un territorio, desde aspectos subjetivos que se guardan en las entrañas del ser, hasta aquellos palpables que nos guardan un sentido de pertenecer, pertenecer a un lugar, un espacio geográfico, una ciudad.

La territorialidad, será entonces un mecanismo de construcción y producción social del territorio (Escobar, 2014) y la territorialización puede ser considerada como la intersección entre un territorio y las acciones de individuos o grupos (García Chiang, 2014). Hablando de territorialidad, territorio, espacio, el sujeto y objeto toman su apropiación a la connotación que acuñe cada término, que pudieran parecer segmentadas o ambiguas, sin embargo, este cúmulo de características están atribuidas a vivir en ciudad, habitar la ciudad, el habitarla nos convierte en sujeto o sujetas a partir del cuerpo, ocupando espacios que se convierten en duda por la propia sociedad. 

El sujeto o sujeta a partir del cuerpo apropia las características ideales que rodean al mismo, desde la limitación, la concentración, los espacios subyacentes, lo que se ve, lo que siente; dentro del objeto, lo que acostumbra el ser humano como parte física, aquella que interactúa cotidianamente como parte del vivir, lo que caminamos, cruzamos, colocamos un significado, una estructura fija. Como se ha dicho, el cuerpo transcribe luchas, mapas, resistencias, significados, cicatrices y resistencias de sistemas hegemónicos, es decir el cuerpo refleja desde un sentido geográfico aquellos símbolos subjetivos y objetivos que habitan en un espacio o lugar, el propio cuerpo. 

Las personas trans viven el espacio a partir de su cuerpo, transitan un espacio geográfico cotidiano, espacio plagado de relaciones de poder sexuadas desde un imaginario binario creado para -hombre, mujer-, es ahí donde las minorías como los colectivos LGBTQ+ y en este caso las identidades trans, viven lo cotidiano desde otra perspectiva, su cuerpo transcribe hasta el sentido de pertenencia habitando un espacio, un lugar, este transitar puede desafiarnos o integrarnos como parte de la sociedad, en el derecho a la ciudad. Los debates feministas y ahora transfeministas proponen nuevas formas de pensar el género, pero no solo desde una visión sexo-género binaria decolonial, sino en las nuevas formas de modificar y expresar el género, McDowell (2000) expresaba que los cuerpos son fluidos y flexibles, dentro de esta flexibilidad se reflexiona las formas en las que el cuerpo representa en la sociedad contemporánea estándares marcados por las modificaciones socio espaciales e históricas. Repensar el cuerpo y el espacio que él ocupa en la sociedad, no solo desde una visión de género, sino en la construcción del género incita a debatir las nuevas formas de ocupar un espacio y cómo la sociedad lo percibe entre la resistencia y la aceptación.

A lo largo de este artículo, confirmo y reafirmo el acercamiento de la geografía feminista para reconocer que los espacios, los lugares, las ciudades, sí tienen género. Los campos teóricos del feminismo y ahora, el transfeminismo desde la cuarta ola, debate la centralidad en reconocer que el género está implícito en el espacio que cotidianamente ocupamos, es decir el género lo construimos desde las teóricas que lo suscriben como Butler, Haraway, Laqueur, la geógrafa feminista McDowell, confirma desde su postura que el género como el espacio son construidos por quienes habitan el cuerpo y ocupan un espacio.

 

ACERCAMIENTO DE LA GEOGRAFÍA TRANSFEMINISTA ANGLOSAJONA

Al inicio del presente artículo, señalo que, retomaría solamente el período de los últimos cinco años, sin embargo, algunas escritoras y escritores académicos han otorgado un valor preponderante, a ser pioneros en el ámbito científico de la geografía feminista. La búsqueda que realicé fue sencilla, realmente quise indagar la existencia de investigaciones que abordaran la espacialidad de los cuerpos trans en la ciudad, mi encuentro o desencuentro es este, la documentación que presento en el artículo y que solamente es una aproximación, de un amplio bagaje de campo teórico por explorar.

 La necesidad de reconocer una diferenciación entre hombres y mujeres, asociado al espacio que ocupamos como parte del territorio, como un espacio físico, las características que rigen en él y las diferenciaciones que como mujer o como hombre podemos situar dentro del mismo. Las mujeres solemos reconocer espacios que consideramos creados para nosotras, o que deberían ser estructurados arquitectónicamente para sentir y pensar que fueron realizados para nosotras; aquellos escenarios que trastocan emociones y circunstancias que se guardan en la mente, inevitablemente los asociamos a un lugar con emociones. El lugar como expresa García Chiang (2014) tiene una dimensión subjetiva, como resultado de las diferentes experiencias de las personas, como manifiestan en los pequeños fragmentos de las semblanzas creadas por ellas en cada imagen de la galería “Trans-podérate”.

Estas experiencias se convierten en agradables o desagradables a partir del sentido subjetivo que evoquen. Inclusive Silva (2006) enfatiza que, dentro de la percepción social, el inconsciente genera efectos en diversas manifestaciones si existe una causa sintomática, por lo tanto, una circunstancia social puede producir reacciones imprevisibles e imperceptibles en los seres humanos, es decir, lo imaginario afectará la manera de simbolizar lo que conocemos en nuestra realidad y esta actividad penetra en las instancias de la vida social. Con esto puedo aseverar que, las experiencias en estos espacios físicos trastocan el cómo vivimos como parte de la sociedad, no solo de manera geográfica sino simbólica y que pueden encontrarse tan diferenciadas con el simple hecho de reconocer que cada ser humano(a), los contextos no son homogéneos, por lo tanto, las historias de vida tendrán matices completamente diversos.

Dentro de la geografía feminista y sus inicios, las observaciones en torno a la diferenciación de habitar la ciudad, observaron y reflexionaron que habitarla, se podrían percibir indistintamente entre hombres y mujeres. Sin embargo, la sociedad contemporánea al parecer demanda otras perspectivas, otras identidades, otras circunstancias y fenómenos sociales que dan cuenta a observar qué sucede en la ciudad. En contraste con lo anterior, los inicios de los estudios geográficos feministas iniciaron con la misma división sexuada -hombre, mujer-, reconociendo el énfasis de visibilizar y problematizar los contextos diferenciados, entre una relación desde el género, cuerpo y espacio.

Larry Knopp (2007), considera que, las geografías feministas se desarrollaron como un producto de teorías feministas y la política de opresión a las mujeres, en consecuencia, las geografías queer, también son un conjunto de teorías, políticas queer de la sexualidad de los sujetos y la sexualidad (Larry Knopp, 2007); así mismo, dentro de la historicidad de las geografías transfeministas, los primeros estudios que se realizaron fueron a partir de los años 1970-1980 (Larry Knopp, 2007:47), iniciaron los estudios del género y la relación entre la sexualidad y espacio en general, en otras palabras desde el feminismo se abordaban las temáticas de las relaciones, sexo, relaciones sexuales y familia. (Weightman, 1981; McNee, 1984; Knoop, 2007: 48).

Doan (2010) hace una crítica reflexiva a las geógrafas feministas y teóricas urbanas, quienes argumentan que el espacio tiene un género y que el género tiene profundas consecuencias para las mujeres, sin embargo, sostiene que estas aproximaciones teóricas, reproducen las categorizaciones rígidas del género porque no incluyen a las poblaciones intersexuales y transgénero; conservando el dualismo permanente en la sociedad a partir de los estereotipos.

Es decir, si la geografía feminista parte de un sistema binario sexuado, entre las rígidas fronteras del género se encuentran quizá las personas trans. Desde la incursión del género como categoría analítica en la geografía, las líneas temáticas que se abordan son la exclusión y resistencia de las mujeres en los espacios públicos, Muxí (2011) ha señalado desde sus estudios urbanos, el género en las propias ciudades, en otras palabras, concibe que las ciudades sí tienen un género y que las políticas públicas tendrían que incorporar propuestas desde las necesidades femeninas. Segovia y Witlox (2015) realizaron por su cuenta, un análisis documental para describir el género como parte de los estudios urbanos y las geógrafas feministas que lo incursionaron. Dentro de estas aproximaciones teóricas y académicas, no es posible identificar en el análisis, el discurso de incluir otras identidades, como las personas trans.

Por el contrario, en los últimos años, algunos(as) geógrafas(os) han comenzado a estudiar desde otros enfoques feministas la inclusión de estas identidades, evitando esta visión binaria. Doan (2010), desarrolla el término “tiranía de género” como parte de los estudios geográficos no binarios[18], aduciendo que estos solamente eran desarrollados para trabajar sobre orientaciones sexuales, más que sobre identidades de género, como la heteronormatividad como principio básico de investigación; mientras que Browne (2014) lo nombra como “transfobia”, como término que hace referencia a actos de discriminación, miedo o conductas negativas hacia las personas transgénero o transexuales.

En ese sentido, las identidades trans o los estudios sobre la relación de la ciudad, espacio, lugar, asociado a las personas trans, se encuentran en la frontera de los estudios geográficos feministas. No obstante, a partir de los años noventa la geografía Queer toma su aparición con autores(as) como Namaste (1996),  quien explora las formas en que se define el espacio público a través del género y las diferentes experiencias de violencia, que enfrentan las mujeres y hombres trans; Brown (2004) argumenta las intersecciones desde los espacios y cómo estos espacios generan lecturas sexuadas a partir del sexo dicotómico; Doan (2007) expone cómo los espacios urbanos son percibidos, desde las percepciones de las personas trans, específicamente los espacios queer; simultáneamente, estos acercamientos académicos son desde un contexto angloparlante, lo que hace que la revisión documental que realicé cuestionara al contexto latinoamericano, con la esperanza de encontrar acercamientos teóricos o metodológicos, en torno a los estudios geográficos transfeministas.

 

ACERCAMIENTO DE LA GEOGRÁFICA LATINOAMERICANA

Como autora, he visualizado algunas aportaciones académicas por parte de participantes en coloquios, conversatorios o foros, sin embargo, las colegas académicas se enfocan en estudios geográficos, cartografías, mapeos colectivos, desde el cuerpo a través de este cisexismo constante, hombre y mujer, la geografía feminista aún está basada en la diferenciación sexual binaria. Torres y Silva (2018), analizan las experiencias carcelarias de mujeres trans en cárceles masculinas, describiendo el espacio construido desde esta visión hegemónica masculina; las cárceles están estructuradas arquitectónicamente para varones, como nota particular, en el contexto nayarita, a pesar de existir un centro de readaptación social llamado “La Esperanza”[19] exclusivamente para mujeres, se encuentra totalmente separado del centro de varones, las mujeres trans no son recluidas en el primero porque los códigos penales no están articulados con el cambio de identidad legal en Nayarit.

A pesar que, en el Estado el cambio de identidad es un derecho desde el julio del 2017, las resistencias y violencias simbólicas se perpetúan en espacios creados desde la visión hegemónica y/o desde el cisexismo.  Tal como lo hace Romero (2019), en su análisis desde el cisexismo atravesado de las personas trans, en los espacios sanitarios a partir de un mapeo colectivo, con ello una de sus intenciones es, que las personas trans identifiquen los espacios donde el cisexismo genera entornos violentos en espacios sanitarios; es muy común visualizar esta situación en la cotidianidad, cuántas veces no se lee o escucha el comentario de, si una mujer trans puede o no acudir al sanitario exclusivo para mujeres biológicas o viceversa, aduciendo una transgresión a las normas sexistas y además, generando la exclusión de espacios públicos situándolos por el “género o el sexo”.

En el contexto mexicano, la geografía transfeminista se ha posicionado desde hace pocos años, los estudios se enfocan en relación al género, cuerpo y espacio, autoras como Amao Ceniceros (2020) describe la experiencia narrativa de mujeres trabajadoras sexuales trans, problematizando desde el cuerpo/emociones el habitar urbano cotidiano; Juárez Paulín et al. (2018) enfatizan la perspectiva espacial y de género, donde visibilizan las formas en que las relaciones de género se materializan, sin embargo, este estudio solamente está enfocado en mujeres cis[20]; por otra parte Hernández (2020) establece que, el diseño de los espacios públicos no son inocentes y responden a lógicas utilitarias de reproducción de códigos vigente en contextos determinados, como del dispositivo de sexualidad heteronormativo.

Lo dicho hasta aquí supone que, los estudios geográficos feministas se han configurado a través de los procesos contemporáneos, en la necesidad de trasladarse desde los estudios de género y feministas, bajo una mirada interseccional y transfeminista, es decir, la geografía feminista ahora se acerca al estudio desde el transfeminismo, como acercamientos genuinos y reflexivos, que resultarían pioneros en el contexto mexicano para analizar cómo la cuidad se habita o cómo los cuerpos trans habitan la ciudad, desde miradas no cisexista, no binaria, no antropocéntrica y por supuesto visibilizar las circunstancias de habitar espacios construidos bajo lógicas heterocéntricas, en otras palabras, creados para hombres y mujeres (Imagen 3).

 

Imagen 3. “Yo soy como cualquier persona: pienso, siento y tengo las mismas necesidades que el resto de la sociedad. Pero ser una mujer trans en el estado de Nayarit, significa no tener los mismos derechos y leyes que gozan todos, porque es un estado creado para personas heterosexuales. Y por eso hemos tenido que luchar, todo lo que tenemos y somos lo hemos ganado a base de pleito y lucha […]” M.

 

Fuente: Galería Fotográfica “Trans-podérate”, 2020.

 

Es así como la desobediencia corporal, suele ser lo “contrario” a lo socialmente “correcto”. Las personas trans enuncian su identidad de género en contextos geográficos creados binariamente, lo que les sitúa en áreas o zonas que se configuran y se perciben desde la violencia, discriminación y objetivación corporal al trasgredir aquellas normas construidas en una sociedad dual, Massey, al referirse a los dualismos en una sociedad señalaba:

 

Los dualismos profundamente interiorizados […] estructuran la identidad personal y la vida cotidiana, y este hecho tiene consecuencias para la vida de otras personas, porque estructura, a su vez, la práctica de las relaciones y las dinámicas sociales, y extrae la codificación de lo femenino y lo masculino […] (Massey, 1995: 492).

 

Este dualismo se reproduce constantemente desde la geografía feminista, al incorporar desde el feminismo radical una dualidad palpable y reconocible, la existencia de un sistema sexo-género binario, en otros términos, la necesidad de reconocer la diversidad de identidades respecto al espacio geográfico, no binario y que la percepción en cuanto a esta ocupación espacial no puede ser interpretada en un mismo sentido, genera apertura al debate de las geógrafas feministas y transfeministas, que reconocen ahora la existencia diferenciada e intersecciones que atraviesan el sentir, el pensar del espacio que habitamos, lo vivamos como mujeres, hombres, personas trans o de la diversidad, se vivirá, percibirá, sentirá sumamente diferente.

De ahí la importancia, de iniciar a movilizar las temáticas académicas en torno a esta habitabilidad en la ciudad, reconociendo las fronteras de lo que aún no se nombra, se visibiliza y por lo tanto es inexistente. En este sentido, algunas de las semblanzas por parte de las participantes de la galería que acompañan este artículo, forman parte de ese entramado social a partir de su historia de vida, un solo fragmento que visibiliza el vivir la ciudad diferente, reconociendo los signos de violencia, discriminación, lucha, resistencia, en la propia sociedad, en su propia ciudad. Ellas nombran las circunstancias que atraviesan sus andares cotidianos, esos que yo como autora, tú como lector(a), vives y percibes otras vicisitudes, tal como menciona Ar., su propia existencia ha sido un reto de mucho valor (Imagen 4).

Imagen 4. “Viví toda mi infancia en una familia tradicional y realmente mi mera existencia fue un reto de mucho valor. Para mí, ser una mujer transgénero en Tepic significa una constante lucha de ideas con todo lo que está normalizado, pero también una oportunidad de crecimiento y empoderamiento femenino... Me empodero cuando a pesar del miedo que conlleva vivir en constante discriminación y normalización de la violencia, decido gritar por mis hermanas y por mí misma […]” Ar., 20 años.

Fuente: Galería Fotográfica “Trans-podérate”, 2020.

 

REFLEXIONES FINALES. LA GEOGRAFÍA TRANSFEMINISTA COMO APORTE CONTEMPORÁNEO PARA VIVIR LA CIUDAD

         Pero me pregunté, ¿Cómo viven la ciudad las personas trans? Mi respuesta no fue sencilla de comprender, reflexionar, dentro del movimiento social trans en el contexto local, Nayarit. Pero para mi como autora, la resistencia y resiliencia que muestran sus cuerpos son importantes desde las producciones narrativas, que no solamente es un material la información que se recaba. Esta información es un acercamiento a contextos que histórica y académicamente son invisibilizados, no se nombran, así que no se cuestionan. Desde mi espacio académico en reconstrucción constante, seguiré apelando a la construcción de espacios de respeto y tolerancia, ocupamos una ciudad donde coexistimos y habitamos en entornos violentos. Si bien las identidades trans no piden ser “investigadas”, como se debate constantemente y sobre todo cuando estas aproximaciones teóricas y metodológicas son de autoras cisgénero, existe una tendencia a cuestionar nuestra ética como mujeres en el desarrollo académico de las ciencias sociales y ahora más desde los estudios feministas, en una lógica androcéntrica académicamente.

La geografía transfeminista ha surgido desde el campo teórico de la geografía feminista, es indudable que las aportaciones a esta disciplina han surgido por la inquietud de las pioneras en analizar, reflexionar, comprender y visibilizar las diferenciaciones en torno al sexo y el género, respecto a los varones. Es decir, visibilizar las opresiones históricas y sociales, que como mujeres se perciben desde la ciudad en un sentir y vivir cotidiano respecto a los hombres. Estos acercamientos académicos han documentado en efecto, con herramientas de mapeos comunitarios, geográficos entre otros, áreas que a las mujeres pueden evocar emociones o sensaciones de peligro, así como reconocer las zonas donde más se efectúan los delitos de tipo sexual para las mujeres.

En otros términos, es reconocido que algunos espacios de la ciudad contienen carga simbólica para las mujeres, sin embargo, la propuesta de la geografía transfeminista como sugiere Knoop (2007), ambas geografías comparten compromisos políticos básicos con la justicia social, equidad y desmantelamiento de las estructuras de poder que producen opresión, injusticias e inequidades. Ahora, se conforma una deconstrucción y una tensión epistémica, estructural y ontológica, las apuestas del transfeminismo desean desmantelar y desentramar, así como visibilizar un mundo epistémico que surge de la teoría feminista, además de la teoría queer, considerando que de ambas propuestas existen coyunturas que la propia geografía transfeminista pudiese aplicar desde un área crítica, para disolver estos mecanismos que en sociedad permean la inclusión de las personas trans a la vida de la cuidad, como un derecho a ella.

Derecho a vivirla, expresarla, sentirla, caminarla, recorrerla, crear significados, romper estereotipos (Imagen 5), apropiar espacios como suyos porque así es, en un insistir cotidiano del cuerpo a permanecer con vida, en memoria de Scarlett[21], quien habitar la ciudad resultó el transitar a la muerte, al peligro, a la violencia, al acoso, al hostigamiento, a esos entornos y espacios que al transitarlos, resultan un pasaje a la otra vida, un pasaje a donde dejas lo sueños en un plano terrenal, como los que están aquí en tu recuerdo, de quienes te recordamos en la ciudad y por el derecho a habitarla como la vida plazca en nosotras.

 

Imagen 5. “Nacida en el municipio de Santiago soy de Nayarit y soy una mujer transexual, que para mí la palabra transexual ya es solamente es una etiqueta… todo empieza por el amor propio, quererte, valorarte, aceptarte, entonces y trabajando en tus sueños en tus ideales para que se cumplan para poder llegar a ser el ejemplo de alguien más… que se pueden lograr esos sueños” D.M.

 

Fuente: Galería Fotográfica “Trans-podérate”, 2020.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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[1] Maestra en Salud Pública. Doctorante en Ciencias Sociales, Área de Género y Estudios Culturales en la Universidad Autónoma de Nayarit (UAN). Líneas de investigación: identidades trans, trabajo sexual, estudios culturales, violencia de género. Fundadora de la Asociación Civil Red Juana Violeta A.C. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-0834-2385  E-mail: perla.cobos@uan.edu.mx

 

[2] La connotación “Trans” en todo el documento, es para hacer referencia a las identidades trans desde sus tres categorías: transgénero, transexual y travesti.

[3] Entrecomillado de autora.

[4] Como autora no colocaré una etiqueta o categoría fija de identidad, solamente es la explicación

desde la basta literatura que tanto nos explica cada categoría. Apelo a la diversidad de identidades y que esta es constantemente mudable.

[5] Créditos a mi compañero Carlos Amaury Robles Jiménez, quien, en este acompañamiento de vida, es pionero de la creatividad en experiencia, nos permitimos acompañarnos en este mundo.

[6] Las fotografías incluidas en el presente artículo, son parte de la galería “Trans-podérate”, 2021. Previa autorización de cada participante y fotógrafo creador.

[7] En este artículo al hacer referencia a personas trans, es para referirme a las tres categorías: transgénero, transexual y travesti.

[8] Prefijo utilizado para expresar estar, del “otro lado”.

[9] Así decido mencionar el título del prefijo, como una asociación fija que categoriza históricamente a las personas trans.

[10] Entrecomillado de la autora citada.

[11] La cursiva es mía.

[12] Cursiva es de autora citada.

[13]El entrecomillado es propio, la palabra libertad se vive, piensa, en ocasiones como una utopía.

[14] Diario de campo 2019.

[15] Bares, cantinas, específicos en la zona de trabajo sexual o conocido como zona de tolerancia, por ejemplo, la zona Centro de Tepic, la capital de Nayarit. 

[16] Referente a aquellos trabajos donde cuentan con prestaciones de ley, ejemplo, seguridad social, vivienda y demás.

[17] Datos del observatorio del 2008 a septiembre del 2020, elaboración propia.

[18] Cursiva es propia.

[19] Diario de campo, 2020.

[20] El prefijo “cis” se utiliza para diferenciar al hombre y la mujer en una categoría heterosexual.

[21] Nombre que ella representaba en esta ciudad, asumía su identidad de género en múltiples momentos, me mostró que la transición en un sentido de transformación, es posible hasta en mi cotidianidad, como autora, como todo al vivir la ciudad, ocupar mi espacio.