La
economía zapatista, miradas hacia los proyectos productivos en La Escuelita
Zapatista
The zapatist economy, a
collective approach to the productive projects at the Escuelita Zapatista.
A economia zapatista, um
olhar coletivo aos projetos produtivos na Escuelita Zapatista
Mg. Ana Lilia Félix Pichardo (Investigadora
Independiente, México)[1]
Fecha de recepción: 15 de abril de
2021
Fecha de aceptación: 28 de mayo de
2021
Resumen
Este
trabajo aborda la transformación de las relaciones sociales en territorio
zapatista. Se indaga en cómo los proyectos productivos de corte cooperativo y
colectivo sustentan las actividades políticas y culturales de las comunidades.
La investigación es resultado de un acercamiento múltiple a diversas
comunidades a través de la iniciativa política La Escuelita Zapatista, de donde
se recupera la memoria de varias asistentes a esta iniciativa que vivieron en
las comunidades autónomas. Se engarzan conceptos como territorio, formas de
vida, memoria y economía de tal manera que es posible reflexionar sobre las
condiciones de vida colectiva en territorios autónomos. El centro de interés de
este artículo son las cooperativas o proyectos productivos que pudieron ser
observados en cada comunidad, despejando las variables territoriales entre
diversos proyectos de carácter familiar o colectivo.
Palabras
clave: Zapatismo, Autonomía,
Pueblos originarios, EZLN, Anticapitalismo.
Abstract
This work talks about the transformation of social
relationships in zapatist territory. It investigates how cooperative and
collective productive projects support the political and cultural organization
of the communities. This research work is result of a multiple approach to
various communities through the political initiative La Escuelita Zapatista,
from which the memory of several assistants to this initiative who lived in the
autonomous communities is recovered. Concepts such as territory, ways of life,
memory and economy are linked to reflect on the collective living conditions in
autonomous territories. The focus of this article are the cooperatives or
productive projects that could be observed in each community, explaining the
territorial variables between various projects.
Keywords: Zapatism, Autonomy, Indigenous people, EZLN,
Anticapitalism.
Resumo
Este trabalho aborda a transformação das relações
sociais no território zapatista. Investiga como os projetos produtivos
cooperativos e coletivos apoiam as atividades políticas e culturais das
comunidades. A pesquisa é resultado duma abordagem múltipla através da
iniciativa política La Escuelita Zapatista, da qual se recupera a testemunha
de vários assistentes desta iniciativa que estiveram nas comunidades autônomas.
Conceitos como território, modos de vida, memória e economia estão ligados de
tal forma que é possível refletir sobre as condições de vida coletiva em
territórios autônomos. O centro de interesse deste artigo são as cooperativas ou
projetos produtivos que puderam ser observados em cada comunidade, esclarecendo
as variáveis territoriais entre vários projetos de natureza familiar ou
coletiva.
Palavras chave: Zapatismo, Autonomia, Povos indígenas, EZLN,
Anticapitalismo.
Cómo
citar: Félix Pichardo, A. L.
(2021). La economía zapatista, miradas hacia los proyectos productivos de en la
Escuelita Zapatista. Revista Pares, 1(1), 59-88.
I.
Notas introductorias
Dentro
de los últimos años, la autonomía política y control territorial de las Bases
de Apoyo Zapatista se ha consolidado de tal manera que los quehaceres
productivos autónomos han crecido y se han fortalecido. La intención de crear
autogestión con base en el trabajo colectivo fue una de las intenciones desde
el comienzo del proyecto zapatista. Uno de los fundamentos del levantamiento
armado en 1994 fue la “recuperación” de tierras por parte de los pueblos
originarios de la región en el estado de Chiapas, México. Al
día de hoy, y luego de 27 años de que el EZLN se dio a conocer
públicamente, las transformaciones internas no han sido pocas, pero el
conocimiento sobre las cuestiones productivas y económicas parecen solo
alimentar marginalmente las investigaciones sobre el carácter político de la
propuesta zapatista, cuando en realidad debieran ser el centro del interés de
cualquiera que deseara acercarse al proyecto político.
El
interés en torno al zapatismo varía según las perspectivas disciplinares,
teóricas y metodológicas desde las que se observe. Como fenómeno en constante
transformación interesa a las ciencias sociales como una propuesta política que
muda las relaciones al interior del territorio, además de la influencia que ha
significado para los movimientos anticapitalistas en México y el mundo
(Holloway, 2002). Se han llevado a cabo diversos y profundos análisis sobre el
ejercicio del poder colectivo y la forma de hacer política, la democracia
directa como un mecanismo permanente de participación de las bases de apoyo
(BAZ) en el gobierno autónomo (Brancaleone, 2015). También ha sido de interés
la participación de las mujeres y jóvenes en el proyecto político y
administración del autogobierno a partir de la creación de las Juntas de Buen
Gobierno (JBG) (Eraña, 2016), así como la diversificación de servicios
ofrecidos por los esfuerzos colectivos de las comunidades, entre los que
destaca el proyecto autónomo de salud y de educación (Baronnet, 2011). La otra
economía (C. S. EZLN, 2015) atraviesa esas alternativas que el zapatismo ha
creado para satisfacer las necesidades básicas de los pueblos, puesto que la
propuesta de carácter anticapitalista intenta reunir aquello que la lógica
capitalista y estatal escinde: economía y política (Agamben, 2017: 269).
La
observación empírica de los procesos cotidianos es necesaria para la
fundamentación de cualquier posible reflexión al respecto, a pesar de que la
comunicación entre el zapatismo y colectivos y organizaciones del exterior dé
amplias cuentas sobre los alcances de la autonomía (EZLN, 2016). Es quizá en la
complejidad de la vida cotidiana el espacio donde sea posible tener un
acercamiento a la transformación de las relaciones sociales que se gestan a
partir de la implementación de nuevos vínculos económicos y políticos. La
inaccesibilidad de esos espacios más íntimamente cotidianos de las comunidades
quizá es una de las barreras que han impedido la investigación respecto a esa otra
economía, entendida en su más amplio sentido. La cotidianidad en territorio
zapatista se desarrolla bajo una constante tensión, ya que se construye en
resistencia a la lógica mercantil capitalista de ordenamiento de la vida y del
territorio.
El
contexto en que se desarrolla la propuesta zapatista en territorio chiapaneco,
lo que se ha determinado por algunos expertos en militarización y
paramilitarismo como “guerra de baja intensidad”, es una de las dificultades
que impiden el acceso a las comunidades y limitan los trabajos de
investigación. A pesar de que el zapatismo es uno de los movimientos sociales
con mayor cercanía con la sociedad civil nacional e internacional y uno de los
fenómenos sociopolíticos más estudiados, la comprensión de los procesos más
internos, como lo es el desarrollo de una economía autónoma, basada en el
trabajo de corte cooperativo, sigue siendo limitada.
Si
se afirma que existen nuevas relaciones sociales emergiendo en territorio
zapatista, se debiera profundizar en los procesos del metabolismo social de los
pueblos y comunidades como parte de un proyecto integrador de las mismas. Sin embargo, también resulta fundamental
comprender esa propuesta política y económica como una maraña de diversidades marcada
por la profunda pluralidad cultural de las regiones que integran el territorio
de influencia zapatista. La complejidad de lo que podemos llamar zapatismo,
sobre todo en este momento en que la influencia y toma de territorios ha
crecido considerablemente, debe ser una de las claves para poder aportar
reflexiones al respecto.
Este
trabajo es resultado de un proyecto de investigación que tenía como objetivo
indagar sobre los elementos socioeconómicos que permitieran argumentar sobre la
transformación de las relaciones sociales en territorios zapatistas. Se vincularon
conceptos como territorio, economía y memoria como coordenadas para emprender
la pesquisa sobre cómo es que las comunidades zapatistas trabajan en la
construcción de los otros mundos. Metodológicamente se integraron varias
fuentes de información como dislocadas visitas a las comunidades en el marco de
festivales y encuentros convocados por el EZLN, comunicados de las Juntas de
Buen Gobierno, así como una serie de entrevistas a un grupo de personas que
fueron alumnos de La Escuelita Zapatista, aunadas a la experiencia
personal en ese mismo acontecimiento.
El grupo
de informantes entrevistados son trece personas que acudieron como estudiantes
al curso de “La libertad según l@s zapatistas” en alguna de las tres vueltas
realizadas. Ocho asistieron a La
Escuelita en agosto del 2013, una persona en diciembre del mismo año y el
resto estuvo en la vuelta de enero del 2014. Distribuidas en los cinco
caracoles existentes hasta ese momento, las personas entrevistadas aportan
información desde una experiencia que puede ser distinta a la de otro
informante dada las diferencias entre una región y otra. También, en muchas de
las aportaciones de los entrevistados, es posible comprender que sus palabras
se nutren y hacen eco de otras experiencias de personas de sus colectivos o con
quienes intercambiaron vivencias sobre La
Escuelita. Se muestra en la siguiente imagen la distribución geográfica de
los centros organizativos zapatistas conocidos como caracoles, los cuales eran
en aquellos años: I La Realidad, II Oventik, III La Garrucha, IV Morelia y V
Roberto Barrios.
En el
mapa de Chiapas y la distribución de los pueblos originarios se puede observar
cómo cada caracol abarca regiones naturales y culturales bastante diversas. Las
comunidades zapatistas agrupan pueblos tojolabales, tzotziles, tzeltales,
mames, choles y zoques. En la serie de comunicados, La treceava estela, que preceden el nacimiento en 2003 de los
caracoles, el EZLN señala qué pueblos originarios conforman cada región
delimitada ahora bajo la división geográfica de la autonomía (Marcos, 2003).
De los
informantes, seis estuvieron en el caracol de Roberto Barrios; tres en La
Realidad; dos en Morelia; uno en La Garrucha; una en Oventik. El SCI Moisés
(2015: 84) explica que las regiones agrupan entre 40 y 60
pueblos, los municipios se integran por regiones, de 2 a 5, y la zona está
integrada por todos los MAREZ de un espacio determinado. Las zonas son el nivel
más alto de división geográfica e integran cientos de pueblos y comunidades. Organizativamente,
cada zona tiene una JBG que se conforma con la participación rotativa de Bases
de Apoyo de todas las regiones y municipios. Los centros políticos de cada zona
son los caracoles, espacios de encuentro, de intercambio, de formación y de
vinculación con el exterior. Al día de hoy son ya 12 caracoles que se
anunciaron en agosto del 2019.
Siete de los entrevistados son hombres y seis
mujeres; sus edades oscilan entre los 26 y los 58 años de
edad. Nueve son de nacionalidad mexicana, de tres diferentes estados del
país, mientras que cuatro son de nacionalidad brasileña de tres diferentes
estados del país. Salvo una persona de las nueve mexicanas, todas asumen una
trayectoria de militancia cercana al zapatismo, como adherentes a la Sexta, aunque tres de ellas también
con una trayectoria previa al 2005 y a la Sexta
Declaración de la Selva Lacandona. De filiación anarquista, una de las
personas brasileñas también señala la importancia del zapatismo como referente
para su militancia. Los otros tres informantes brasileños hacían parte de otras
organizaciones como el Movimento dos
Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST) y el Movimento dos Trabalhadores Sem-Teto
(MTST). Doce de las trece personas entrevistadas mantienen una militancia
activa en diversos colectivos y organizaciones, tanto en México como en Brasil;
las trece acuden en aquel momento a La
Escuelita mediante esfuerzos colectivos y en grupos organizados.
Se llevaron a cabo entrevistas a profundidad
(Toro, 2010) de entre cuarenta minutos y dos horas. Con algunas preguntas
detonantes del diálogo, las entrevistas se enfocaron en indagar sobre la
experiencia vivida durante la estancia en las comunidades, así como en las
intenciones personales y organizativas que llevaron a cada informante a
participar. Divididas en tres secciones, las entrevistas también se ocuparon de
rescatar la importancia que tuvo para los asistentes haber participado de la
iniciativa en aquel momento y posterior a ello. Dos de los informantes
brasileños fueron entrevistados en su lengua materna, por lo que se realizó la
traducción de estas al momento del trabajo de transcripción. De todas las
demás, salvo por ciertas modificaciones sintácticas, se trató de respetar las
marcas orales y rasgos del habla de los informantes.
Los
estudios de campo en las comunidades indígenas zapatistas en ocasiones carecen
de una real vinculación con los sujetos políticos, a quienes desean convertir
en sus objetos de estudio. En el mejor de los casos es posible recabar
información, datos, realizar entrevistas, observar por un tiempo determinado un
fenómeno específico. En el sentido contrario, también existe en torno a la
experiencia zapatista una franca idealización por parte de investigadores que
se remiten a los comunicados para argumentar diversas cuestiones sobre el
movimiento. Sin embargo, se carece en la mayoría de la literatura sobre el tema
de investigaciones que bajo un sentido ético y de respeto a las formas y
tiempos de las comunidades, logren una penetración real en aquello que se
pretende conocer. Al llevar a cabo este trabajo, una de las preocupaciones era
mediar entre el compromiso político (la militancia propia) y la necesidad de
investigar bajo una mirada crítica. Al llevar a cabo las entrevistas a las y
los alumnos de La Escuelita Zapatista, fue posible tener una mirada
múltiple hacia las comunidades, lo cual enriqueció este trabajo con visiones diversas;
además de que esa mirada parte de una vivencia compartida y única en la
trayectoria de vida pública del EZLN y las Bases de Apoyo Zapatistas.
El
primer curso de la Libertad Según l@s zapatistas
fue una convocatoria surgida desde las comunidades y dirigida hacia las más
diversas identidades, abierta a cualquiera que quisiera acudir por una semana a
alguna comunidad del territorio autónomo y convivir diariamente con una familia
zapatista como un miembro más. Si bien el principal sector destinatario de esta
propuesta política fue La Sexta, aquellos grupos e individuos que asumieran la
propuesta anticapitalista de La sexta declaración de la Selva Lacandona
como propia, la idea era abrir las comunidades de una manera nunca
antes vivenciada. No sería la asistencia de los militantes capitalinos
de la CDMX, en el marco de proyectos de salud o educación, tampoco era la
visita a los núcleos organizativos (los caracoles) durante un par de días y en
la realización de algún encuentro. Asistir como estudiante de la Escuelita
zapatista significaba poder penetrar hasta lo más profundo de la organización
zapatista, es decir poder vivir en la cotidianidad con quienes soportan la estructura político/militar del proyecto autónomo, las
comunidades, las familias BAZ.
Este
acercamiento resultó valioso para el propósito de la investigación, puesto que
abría la posibilidad de observar las transformaciones sociales en el marco de
la vida cotidiana y pensar de qué manera la realidad de las familias y
comunidades estaba bajo nuevas lógicas de organización autónoma, nuevas formas
de las relaciones sociales y nuevas formas de vida. Se centró la atención en
los trabajos productivos, la participación de las mujeres en los ámbitos
políticos y económicos, así como en la relación entre el ejercicio
político/organizativo con las actividades productivas de carácter colectivo en
sus diversos niveles territoriales. En el presente artículo se lleva a cabo la
reflexión sobre las tareas y trabajos colectivos que implican a las familias
zapatistas en diversas modalidades económicas y políticas. Se trata de delinear
el tipo de trabajos cooperativos desarrollados en las comunidades y su vínculo
estrecho con el sostenimiento de la actividad y movilización política dentro de
los territorios controlados por el EZLN. Se complementan informes sobre la
otra economía en territorio autónomo y cómo existe una reintegración entre
economía y política con base en el ejercicio democrático y asambleario de la
toma de decisiones en cada uno de los niveles de la autonomía.
En
el primer apartado del presente artículo se retoman algunas ideas sobre la
importancia del trabajo con la memoria en la investigación, ya que las
entrevistas realizadas a los y las estudiantes de La Escuelita
representaron un arduo trabajo dialógico a partir de la memoria que ellas
tenían sobre los días en territorio zapatista. A su vez, la experiencia de la
escuelita abrió a las estudiantes la posibilidad de conocer la memoria
colectiva de las comunidades, a través de relatos, fotografías, videos,
diálogos, lo cual enriqueció la mirada investigativa sobre las transformaciones
que se gestan en los pueblos autónomos. El apartado del trabajo colectivo trata
de engarzar estos elementos mencionados, de tal manera que se comprendan los
alcances sociopolíticos de las prácticas productivas de las comunidades. Al final
se llevan a cabo unas reflexiones a manera de conclusión sobre qué significa
luchar en clave anticapitalista o qué es aquello que les permite a las
comunidades y pueblos incidir en su realidad de tal forma que su realidad
cotidiana esté marcada por el ritmo de la vida colectiva y no por la demanda
del mercado capitalista.
II.
La enunciación de la memoria
Apelar al trabajo con la experiencia
recuperada a través de la memoria es una técnica sumamente compleja y en
disputa. Según las perspectivas teórico-políticas que se asuman, la centralidad
de la memoria adquiere valoraciones relevantes, irrelevantes, positivas,
negativas o insuficientes. Los principales aportes investigativos del trabajo
con la memoria provienen, principalmente, de los intentos académicos por atraer
las voces silenciadas de las víctimas de genocidios y conflictos bélicos, para
reconstruir la historia y poder llevar a cabo análisis políticos más profundos.
El testigo toma un rol clave en la reconstrucción de las experiencias que
posiblemente no todas las víctimas sean capaces de enunciar y la transmisión
dialógica de la memoria se convierte en una fuente de información de profundo
interés para la investigación social: “El testigo puede ofrecerle elementos de
conocimiento fáctico inaccesibles por otras fuentes, pero, sobre todo puede
ayudarle a restituir la calidad de una experiencia histórica” (Traverso, 2007, p. 17).
El protagonismo de la memoria en los estudios
históricos y políticos es un síntoma de que, tal y como Benjamin lo pensaba, la
experiencia transmitida atraviesa una crisis que tuvo su declive más fuerte
luego de culminada la Segunda Guerra Mundial (Traverso, pp. 15-16). Es decir, el hecho por sí necesita la legitimación de la experiencia
vivida, del testigo, para poder ingresar en la Historia. No es fortuita la
subversión de quien escribe/narra la Historia; el académico, escritor,
historiador, se convierte más en un puente y desplaza la visión -otorga la voz-
hacia los actores otrora ignorados que narran y comparten su memoria:
Esta
disimetría del recuerdo –la sacralización de las víctimas antes ignoradas y el
olvido de los héroes idealizados en el pasado- indica el anclaje profundo de la
memoria colectiva en el presente, con sus transformaciones e inversiones
paradójicas. (Traverso, 2007, p. 18)
No sin riesgos, la memoria, como objeto de
estudio y técnica investigativa en diversas áreas de lo social, ocupa un lugar
importante en la reconstrucción y valoración del pasado inmediato. Arriba a ese
estatus protagónico también como un campo en disputa de los diversos
revisionismos que buscan deslegitimar las voces que subvierten los relatos
oficiales y disputan la memoria común en los diversos territorios. Sin embargo,
de igual manera es cierto que inherente a la enunciación de la memoria existe
un sesgo entre la experiencia vivida, la experiencia recordada y la experiencia
enunciada: “La memoria es una construcción, siempre filtrada por conocimientos
adquiridos con posterioridad, por la reflexión que sigue al suceso, por otras
experiencias que se superponen a la originaria y modifican el recuerdo” (Traverso, p. 22) . Lo anterior no significa que sea descartable el trabajo con la
reconstrucción de estos fragmentos del acontecimiento, más preocupante −incluso−
es el uso político y público de la memoria, pero sí es importante reconocer la
materialidad lingüística con que se trabaja como un aspecto delicado y
susceptible de ser atacada por el revisionismo reaccionario.
En el caso que nos ocupa, no es la memoria
propiamente el objeto de estudio de la investigación. Es la reconstrucción
dialógica de diversas experiencias semejantes lo que se apela a lograr, a
través de la memoria como medio. Las personas asistentes a La Escuelita recibidos por las familias zapatistas son testigos de
una realidad construida a partir del proceso de Autonomía, aunque también
escucharon relatos sobre los primeros días de guerra, el levantamiento armado,
el continuo acoso de la guerra de baja intensidad. No es este caso, las
entrevistas a los estudiantes de La Escuelita,
un trabajo con sobrevivientes a algún siniestro político/militar, ni con
víctimas de violencia estatal; más bien, es un ejercicio de memoria en
positivo. Los asistentes a las comunidades representan un puente entre quienes
sí son sobrevivientes de la guerra y la violencia estatal. Una memoria en
positivo, ya que los informantes dan cuenta de construcción de formas de vida,
aunque esas vidas colectivas se encuentren en constante amenaza, la centralidad
sería aquello que vivieron como contraparte a la destrucción y la guerra, pese
a que esta no cese para las comunidades. Es decir, serían las entrevistas a
profundidad una vía de acceso a la memoria de diversos individuos que compartieron
una experiencia contraria a un siniestro histórico: aquello que se ha erigido
como una nueva organización social. Se trata de entrar en contacto con diversas
personas que, a su vez, se convirtieron en herederos de una memoria colectiva
de comunidades que viven una larga experiencia de resistencia:
Nuestros
compañeros y compañeras de los pueblos son ellos que tienen que dar la herencia
hacia los compañeros y compañeras, los que quieren entrarle de verdad, en La
Sexta. Así nació la escuelita, por eso entonces son los compañeros, las
compañeras […] vimos eso de que hay que rescatar, no hay que enterrar. (C. S. EZLN, 2015, p. 160)
Las familias zapatistas, testigos y actores
sobrevivientes del levantamiento armado de 1994 y del posterior proceso
autonómico, transmitieron esa serie de experiencias a los alumnos de La Escuelita, como una forma de
compartir lo que para ellas y ellos está siendo una forma-de-vida: “Una
forma-de-vida es, en este sentido, la que sin cesar depone las condiciones
sociales en las que le toca en suerte vivir, sin negarlas, sino simplemente
usándolas” (Agamben, 2017, pp. 488-489). De ahí, de esa compartición de varios días en la realidad zapatista es
que queremos rescatar lo que, a su vez, las alumnas y alumnos
de La escuelita pudieron vivir,
observar, de la cotidianidad en las comunidades autónomas.
El tiempo, la reflexión, así como el olvido
pueden mediar entre la experiencia y la enunciación memorística de ese momento,
por lo que el contraste testimonial resulta clave en el proceso interpretativo:
“La memoria individual o colectiva es una visión del pasado siempre matizada
por el presente. En este sentido, Benjamin definía el método de Proust como una
«presentificación (Vergegenwärtigung)»”
(Traverso, 2007, pp. 22-23). No es una comparación meramente de las experiencias, sino la búsqueda
de elementos que puedan dar luz sobre los elementos que consideramos clave para
reconocer el ejercicio de nuevas relaciones sociales. Dichas formas subyacen en
el umbral de la vida familiar/colectiva, que necesariamente tienen sus
fundamentos materiales en el trabajo ejercido en la vida cotidiana. El cómo se
vive es también el cómo se lucha, en palabras zapatistas cómo se vive en Rebeldía y Resistencia; por lo cual ampliar la ventana hacia esa realidad de
las Bases de Apoyo Zapatistas resulta interesante por cómo fue experimentada
esa vivencia compartida por diversos actores.
III.
La memoria compartida, la clandestinidad y el
levantamiento armado
Siempre es importante recordar las condiciones de vida de
las familias no solo previo al levantamiento de 1994, sino también en los años
anteriores, hasta donde alcanza a llegar la memoria de las abuelas y abuelos
zapatistas. En el libro del Pensamiento
Crítico (C. S. EZLN, 2015), el SCI Moisés,
mujeres Bases de Apoyo y algunas comandantas hablan de cómo era la vida en las
haciendas, la violencia, la explotación y la humillación a manos de los
finqueros. Los relatos recogidos por Paulina Fernández (2014) en su libro Justicia
Autónoma Zapatista en la zona Tzeltal permiten comprender el grado de
explotación a que estaban sometidos hombres y mujeres en las fincas; son los
mayores quienes hablan de sus recuerdos e intercambian vivencias compartidas,
nombres de los hacendados, fechas. Paulina Fernández rebate los mitos creados
por algunos historiadores sobre la vida en las haciendas, quienes caricaturizan
las relaciones de explotación, hasta hablar con tonos bucólicos y arcádicos de
las violaciones que sufrían las mujeres:
No,
no se toma como cosa natural. Los abuelitos zapatistas sufren y se entristecen
cada vez que lo recuerdan y tan no es natural que −como se verá más
adelante− al contar sus historias se refieren a ese “derecho del patrón”
como una vil violación. (Fernández Christlieb, 2014, p. 21)
Las relaciones de producción estaban mediadas por el
desprecio y humillación a los trabajadores por considerarlos menos que animales
(C. S. EZLN, 2015, p. 77); la violencia se
ejercía a través de varias figuras intermedias entre el mozo o el peón y el
patrón. Las personas morían de desnutrición, de cansancio, de enfermedades
curables o a manos del patrón que llegaba a matar a golpes. Dice un viejito del
Municipio Flores Magón: “Es el coraje que tiene el patrón, porque no hiciste
bien el trabajo y que no obedeciste. O por ejemplo, si no te mata, te mata
cargando cosas… te trata como un animal y donde acabó la fuerza ahí quedaste” (Fernández Christlieb, 2014, p. 57).
Cuando los estudiantes de La Escuelita visitan las comunidades, les toca convivir con varias
generaciones, entre ellas con la de abuelos y abuelas con memorias muy vívidas
de los años de explotación y desprecio en las haciendas. También hay
generaciones más jóvenes, que ya nacieron en la autonomía y se enfrentan a
otras dificultades diferentes a las de sus padres, abuelas y abuelos. Sin
embargo, la memoria se comparte colectivamente de mayores a chicos como una
clave para seguir construyendo las formas de vida propias y lejos de la
humillación de patrones y caporales. Esos recuerdos dotan de significado los
esfuerzos permanentes por tomar decisiones, equivocarse y plantear alternativas
para la resolución de problemas, como si el levantamiento de 1994 solo fuera el
comienzo de un proceso engarzado a un camino más largo. A los estudiantes, no
fueron todas las familias quienes les contaron más sobre la guerra, la
clandestinidad o el levantamiento; en los momentos propicios, en que el día a
día permitió la convivencia con los alumnos de La Escuelita hasta alcanzar un espacio compartido de intimidad, los
hombres de las familias les compartieron trozos de sus recuerdos.
En espacios de la vida cotidiana como la cocina y en momentos propios
para la complicidad como el compartir y preparar los alimentos, las
conversaciones atrajeron las vivencias de las familias mayores durante el
proceso de preparación para enfrentar la guerra: “Nos contaban, el compañero,
sobre todo, que mientras ellos estaban entrenando decía «las mujeres también le
entraban. A las dos de la mañana en punto salían de acá para llevarnos la
comida al monte»” (Informante 8, 2020). Estar en el espacio familiar generó
vínculos socioafectivos distintos entre cada estudiante y su familia, esos
recuerdos colectivos que a la vez significaban dolor y tristeza eran
compartidos como muestra de confianza y cariño a los estudiantes. Esos momentos
en que, como dice una estudiante, “el compañero se animó a hablar un poco” (Informante
9, 2020) eran conversaciones en que estaban todos los miembros de la casa
presentes; un rememorar en colectivo, aunque solo uno hablara.
En el cuaderno de texto Gobierno Autónomo I se explica la transición de los mandos
militares a los mandos civiles después de enero de 1994. El surgimiento de los
primeros MAREZ (Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas) obedeció a la
necesidad de resolver las problemáticas de cada región de manera colectiva: “se
empezó a organizar la formación de autoridades locales, comisariados y agentes,
de los pueblos zapatistas” (EZLN, 2013a, p. 7). La organización de
los territorios ocupados por el EZLN, producto del levantamiento armado, coloca
a los pueblos frente a las dificultades de satisfacer de manera autónoma
cuestiones de justicia, salud y educación, lo que implica a las comunidades en
nuevas tareas de coordinación y responsabilidad. Ese momento representa un
parteaguas para la organización zapatista, de cambios internos y ensayo de
nuevas formas de vida con base en las nuevas condiciones territoriales. Para
las familias de las comunidades ese momento de transición significa el comienzo
de la vida organizada autónomamente. La implicación en la toma de decisiones
sobre la producción de alimentos en sus propias tierras y la organización de
los trabajos necesarios para cada pueblo:
En
la noche, otra de las pláticas era que Gabriel había estado en el 94. A Gabriel
le tocó estar ahí […] él decía que para él había sido mucho, o sea, cambiar
toda su vida y para lo que él quería, que había sido un avance muy grande desde
el 94. (Informante 7, 2020)
Otra de las estudiantes expresa así, a partir de las
pláticas con el padre de su familia zapatista: “Fue un primer momento del
levantamiento, cuando pasa eso, mucha gente se va, pero ya los que se quedaron
habían dado otro paso, necesitan un proceso muy diferente para que se salieran”
(Informante 2, 2020). Algunos miembros de las familias, como hermanos e hijos
se habían salido de la organización en algún momento después de enero del 94,
lo que era algo que entristecía a algunos de los señores de las familias, como
en el caso de don Irineo en una comunidad de Oventik (Informante 1, 2020) o en
la familia de la informante 2 en Roberto Barrios. Como le explicaban a la
informante 1, cuando alguien “se sale de ser zapatista” no implica un
rompimiento con esa persona, de alguna manera siguen conviviendo; más bien
representa un rompimiento con la memoria propia, un rompimiento con la
identidad colectiva del ser zapatista que se fundamenta en los trabajos compartidos,
la milpa, la toma de decisiones en asamblea sobre temas comunes.
La herencia que explicaba el SCI Moisés que ofrecieron
los pueblos zapatistas a La sexta en La Escuelita (C. S. EZLN, 2015, p. 160) fue la posibilidad
de ver y escuchar la experiencia de las comunidades de sus formas de construir
autonomía. Esos relatos sobre la clandestinidad, el levantamiento armado, el
acoso paramilitar y militar y las estrategias de división de la guerra de baja
intensidad no fueron contados como parte de un pasado remoto, sino como
circunstancias del presente. La resistencia al acoso paramilitar y la entereza
para sobrevivir el horror de matanzas similares a la de Acteal (comunidad Unión
Progreso en Oventik) guardan una conexión con las memorias sobre las haciendas
y la humillación sufrida a manos de los patrones. Hacen parte de un tejido que
permite comprender por qué, pese a toda la adversidad, las comunidades deciden
mantenerse al margen de los programas gubernamentales que reciben los
partidistas. El punto de unión entre el pasado de los abuelos y abuelas y las
experiencias de los jóvenes es precisamente la toma violenta de tierras que
hacen en el 94, pero tampoco es el momento fundacional de un proceso que se
experimenta permanente y cotidiano:
Yo
me acuerdo una vez que sí le pregunté así directo al señor que si era difícil
vivir así y él decía que sí era difícil pero que también era una tarea, o sea,
que era un trabajo, que era parte de la lucha, decía «porque luego nosotros lo
hacemos en la práctica y sin que a lo mejor yo esté platicando con el
partidista, con mi práctica lo ve». (Informante 7, 2020)
La relación con los partidistas de la comunidad o de
pueblos vecinos no es de permanente confrontación (Informante 2, 2020). Las
diferencias entre ser zapatistas y ser partidistas, mucho tiene como fundamento
la historia organizativa desde los años de clandestinidad y la declaración de
guerra contra el Estado, pero, sobre todo, radica en el ejercicio de las
relaciones sociales: “Llega la gente buscando un modo específico de organizarse
y es darse cuenta que es un conjunto de cosas […] cuando la verdad la formación
se da por el cuerpo, el movimiento invita a la gente a trabajar, te invita a
trabajar” (Informante 9, 2020). Así, la memoria colectiva trasmitida en el
ejercicio de enseñanza de sus formas de vida, se
traduce en un espejo de resistencias y de vocación de la lucha por la vida.
IV.
El trabajo colectivo, la columna vertebral de la
autonomía
La cotidianidad que pudieron experimentar los estudiantes en cada una de
sus comunidades, la temporalidad de las actividades familiares y colectivas,
gira en torno al trabajo de la tierra. La milpa es un espacio en el que se
siembran los alimentos básicos para el autoconsumo como el maíz, frijol, café,
hojas y hortalizas; la siembra de varios productos se lleva a cabo de manera tradicional,
ya que se evita el uso de agrotóxicos y la tierra no es utilizada para el
monocultivo intensivo. La toma y uso de las tierras pertenecientes a los
hacendados permitió que los pueblos desarrollaran la autonomía en todos los
ámbitos de la vida social, política y cultural, ya que fortaleció la capacidad
productiva para subsistir al margen del Estado y de los antiguos patrones,
ejerciendo la plena autodeterminación. En el cuaderno de texto Resistencia Autónoma (EZLN, 2013b) las autoridades de
las cinco zonas explican las dificultades que cada territorio enfrenta para el
ejercicio de una autonomía económica, pese a la recuperación de tierras en
algunas de las zonas, puesto que luego del levantamiento armado las estrategias
contrainsurgentes golpean los propósitos del trabajo colectivo.
Los municipios autónomos poseen trayectorias de formación distintas,
determinadas por las características históricas y geográficas del territorio.
Hay municipios que se conformaron como entidades autónomas primero que otros y
los MAREZ, como se recuerda, trabajaban de manera inconexa entre sí en un
inicio, resolviendo las problemáticas inmediatas de manera diversa en cada
lugar. Algunos MAREZ fueron desmantelados por fuerzas paramilitares y aunque
fueron reorganizados por las mismas Bases de Apoyo el acoso no cesó, lo que
generó mayores vínculos sociales con organizaciones y colectivos de la Sociedad
Civil nacional e internacional. Esa solidaridad se traducía en algunas
ocasiones en el apoyo económico para echar a andar proyectos productivos y, a
la vez, fuerte presencia de observadores de Derechos Humanos que pudiera frenar
el avance y ataques de fuerzas paramilitares. En estas circunstancias se puede concluir
que el ejercicio de la autonomía colocaba a los MAREZ en desequilibrio entre sí
y los trabajos y proyectos productivos se desarrollaban a diversos ritmos en
cada caracol.
Algunos de los estudiantes entrevistados describen que las brigadas a
las que acudían en territorio zapatista se desarrollaban en “la zona norte” y
específicamente en La Garrucha. La vinculación con las organizaciones y
colectivos antes de la conformación de las JBG era entre el municipio o región
con las organizaciones solidarias, lo que mudó con la coordinación que las JBG
haría posteriormente para evitar el desequilibrio entre las cinco zonas y,
sobre todo, entre municipios de un mismo caracol. Esto guarda una relación
directa con el trabajo de la tierra y los diversos proyectos productivos de
cada territorialidad, puesto que, por un lado, el acoso de guardias blancas y
paramilitares focalizada en ciertos lugares radica en las grandes extensiones
de tierra que fueron tomadas por los zapatistas y que los rancheros han
intentado recuperar; por otro lado, la mayor presencia de grupos solidarios
permitió que las comunidades arrancaran proyectos productivos con base en la
calidad de las tierras recuperadas y las condiciones geográficas. Hasta el
momento en que se lleva a cabo La
Escuelita esos desequilibrios son señalados por los testimonios de las
autoridades de las cinco zonas. Las causas de que en caracoles como Oventik se
señale: “Estamos respondiendo un poco con la siembra de milpa , porque no
tenemos mucha tierra” (EZLN, 2013b, p. 32); tiene su origen en
estos elementos señalados. Una de las estudiantes entrevistadas explica que en
la comunidad a donde le tocó asistir, en esta zona de Los Altos, el terreno de
siembra era muy pequeño y de difícil acceso y trabajo (Informante 1, 2020). En
otra comunidad de Oventik, municipio San Juan de La Libertad, las familias
explicaban que ahí el poco terreno que se tenía para la siembra había sido
comprado de manera colectiva, aunque también era un espacio inclinado y
montañoso.
Los estudiantes de Roberto Barrios y La Realidad dejan claro que en las
comunidades a donde asistieron la obtención de la tierra había sido a causa del
levantamiento, es decir, era tierra recuperada de las haciendas. En una
comunidad de La Realidad, por ejemplo, la tierra no había sido dividida por
familias, sino que toda se trabajaba de manera colectiva (Informante 3, 2020),
eran comunidades en donde todos eran zapatistas. Otra estudiante de Roberto
Barrios también señala que, en su comunidad y una comunidad vecina, ambas
estaban bordeadas por un río, las familias eran todas zapatistas y la tierra
era tierra recuperada, aunque no tenían grandes extensiones para la siembra, su
actividad agrícola era más familiar por las condiciones del terreno y otra
actividad importante era la pesca (Informante 2, 2020).
El trabajo de la tierra y la existencia de otros proyectos productivos
permite que las actividades políticas puedan desarrollarse con menores
dificultades, ya que, como las familias explicaron a los estudiantes, los
recursos obtenidos de los trabajos colectivos sirven para sostener el ejercicio
de las actividades organizativas. Las áreas de trabajo como salud, educación,
administración de justicia, formación de promotores, entre otras, se sostienen
mediante el trabajo realizado por cada pueblo, región, municipio y zona. Sin
embargo, no todas las zonas cuentan con diversos proyectos de trabajo
colectivo, algunas más, otras menos, la forma de asumir los costos organizativos
es mixta, familiar y colectiva: “Vimos que no hay forma de realizar grandes
trabajos colectivos por no tener tierra, pero sí hemos realizado pequeños
trabajos” (EZLN, 2013b, p. 33). En Morelia, una de
las estudiantes señala que en su comunidad había trabajo de milpa colectiva de
mujeres, de la comunidad y de la familia donde ella estuvo (Informante 6,
2020). Se puede concluir que las condiciones territoriales permiten que el
trabajo de la tierra pueda servir no solo para la producción de alimentos
necesarios para la familia y la comunidad, sino también para el sustento de las
actividades colectivas organizativas.
El trabajo es principalmente agrícola, puesto que las comunidades
zapatistas son fundamentalmente campesinas y la autonomía se cimienta en la
producción y consumo de alimentos básicos al interior de los pueblos. La
tierra, cuando es posible, se trabaja de forma colectiva, pero también las
familias tienen sus pequeñas porciones de tierra en donde cultivan maíz, frijol
hortalizas, café y frutas. En algunos casos se llevan a cabo ambas formas de
trabajo, mientras que en otros lugares varía, se puede tener únicamente la
milpa familiar o solo milpa colectiva. Cada región y municipio trata de
resolver a su manera el sustento de las actividades importantes de la vida
autónoma, como costear la movilidad y formación de promotores de las diferentes
áreas, colaborar para que las autoridades elegidas puedan mantener coordinación
entre las regiones e interzona, así como la realización de actividades
culturales y políticas.
Como es detallado en el cuaderno de Resistencia Autónoma (EZLN, 2013b), existen proyectos
productivos diversos que se trabajan de manera colectiva o cooperativa. Es
decir que una actividad económica, diferente al trabajo de la milpa, puede
involucrar a todos los miembros de una comunidad, de una región, de un
municipio, de una zona o únicamente a algunos quienes brindan su tiempo y
trabajo para ese proyecto. Hay una aclaración importante sobre cómo era el
apoyo solidario:
Los
trabajos a nivel municipio y zona los estamos haciendo con proyectos
solidarios, todos esos trabajos sí se están promoviendo a través de algunos
proyectos, pero lo que es región, pueblo y familia es con el esfuerzo de los
mismos compañeros, las bases. (EZLN, 2013b, p. 7)
El SCI Moisés explica en El
pensamiento Crítico (C. S. EZLN, 2015), las dificultades del trabajo con proyectos
provenientes de ONG's y cómo las comunidades deciden ser cuidadosos en la
vinculación con ellas (C. S. EZLN, 2015, pp. 104-105). Estos apoyos no solo
crearon desequilibrios entre los MAREZ, como ya se mencionaba, sino que también
ataron los ritmos de los trabajos internos a la temporalidad de los apoyos, lo
que obliga al replanteamiento colectivo sobre esas dificultades. El trabajo por
la autonomía no puede frenarse cuando falte el apoyo solidario, explica también
el SCI Moisés, razón por la cual se reciben proyectos solidarios solo como
municipio y como zona, de esta manera las Bases echan a andar proyectos que
sostienen el funcionamiento de las diversas áreas de la autonomía. En las
comunidades visitadas además de los trabajos de milpa, había cooperativas de
pan, abarrotes, crianza de pollos y guajolotes, crianza y venta de vacas,
transportes autónomos y bodegas. Esas actividades se trabajaban de manera
colectiva, ya fuese por las mujeres, algunos miembros de la comunidad o entre
todas las familias: “El abarrote no era de todas las familias, entonces ese
dinero se trabajaba entre los que trabajaban y a veces ellos decidían comprar
pan a otra comunidad” (Informante 2. 2020).
Con las cooperativas de bodegas y abarrotes, los productos que se venden
en las comunidades son adquiridos a través de compras colectivas que reducen
los costos de los productos, ya que la distribución también corre a cargo de
los transportes de la organización. Un estudiante de La Realidad dice: “nos platicaban que tenían el proyecto de bodegas
zapatistas donde compraban al mayoreo y entonces le
dan la vuelta a los coyotes” (Informante 3, 2020). Para las comunidades eso
puede ser un beneficio en dos sentidos; en la cuestión del abarrote, las
compras colectivas reducen los costos para el consumo de productos que no se
encuentran en las comunidades; como productores, es posible que algunos pueblos
vendan, o intercambien, los productos de algún proyecto colectivo al interior
de las comunidades zapatistas. Sin necesidad de enfrentarse a los precios dados
por los intermediarios y acaparadores, los productos pueden llegar a otra zona
en donde no es posible completar la producción de maíz o frijol por las
dificultades del territorio. Estas tareas además implican políticamente a las
zonas, puesto que no es una cuestión meramente comercial ni las cooperativas
buscan enriquecerse y eso permite la comunicación y trabajo entre regiones
distantes e inaccesibles entre sí.
Debe comprenderse, entonces, que, en una comunidad, una familia realiza
tareas diversas para los proyectos productivos en que se esté involucrado o sea
necesario por los acuerdos de las asambleas locales. También hay trabajos que
se organizan temporalmente, para realizar alguna actividad o satisfacer
necesidades colectivas como la compra de alguna herramienta, la realización de
eventos políticos con colectivos de La
Sexta o la celebración de alguna fiesta. En la rutina cotidiana con las
familias de los estudiantes, la percepción es que hay trabajo permanentemente,
trabajo de la comunidad, del municipio, de la zona, trabajo de mujeres, de la
familia y, a la vez, solo se realiza el trabajo necesario diariamente. El
tiempo se distribuye entre todas las actividades necesarias en un día, una
semana, se organizan los días de tal manera que hay tiempo para el trabajo,
para la familia y también para el descanso:
Se
va en la mañana a la milpa, se va otro ratito a su milpa colectiva y se va a su
trabajo de familia, que en ese momento era la tarea de su hija, una tarea
concreta de la escuela. Eso, la disposición de su vida que es para vivir ¿no?
(Informante 7, 2020)
La tenencia colectiva de la tierra permite a las familias vivir bajo
estos ritmos propios, trabajar para la producción de sus alimentos y los demás
trabajos para el sostén de la autonomía y sin que eso signifique la inversión
del tiempo necesario para el descanso y el disfrute. Otra estudiante de Morelia
lo expresa así: “De lo que más más me acuerdo es que todo el tiempo es trabajo,
todo el tiempo, todo el tiempo es estar haciendo una cosa u otra, todo el
tiempo en reuniones, todo el tiempo en comunidad, porque era levantarse a las
cuatro de la mañana” (informante 6, 2020). Es decir que la vida colectiva en la
organización implica responsabilidades y tareas permanentes, no solo
actividades productivas, sino labores políticas, de discusión permanente en las
asambleas para las tomas de decisiones. La autodeterminación de los pueblos se
vive como un ejercicio permanente de la política, la otra forma de hacer política se rastrea en la cotidianidad colmada
de politicidad.
Hay regiones en las que los productos alimenticios de las familias
provienen de las milpas de la comunidad que se trabajan de forma colectiva, en
esos casos la producción de la milpa cumple la función de satisfacer las
necesidades básicas y de ahí proveer recursos para los trabajos políticos organizativos.
No todas las regiones y municipios, aunque pertenezcan a una sola zona,
trabajan de la misma manera, mucho menos de un caracol a otro. En otros pueblos
la producción de alimentos se trabaja de manera familiar en las milpas
alrededor de las casas o en extensiones mayores: “En el cachito donde ellos
vivían, tenían cosas para jitomate, papa, etc. Y pues como no pasabas ni veinte
pasos y ay era otra vez río, pescaban, yo toda la semana comí pescado”
(Informante 2, 2020). Como organización,
piensan las maneras de equilibrar el avance de los trabajos y la consolidación
de las áreas como la salud, la educación y la justicia, puesto que los trabajos
colectivos permiten la movilización y formación de promotores, así como la
manutención de clínicas y hospitales, entre otras cosas, como el apoyo a las
familias de quien está cumpliendo un cargo o encomienda. Ese trabajo político y
territorial es asumido por los mandos civiles, las JBG, ya que incluso una
estrategia para subsanar la falta de tierra para las Bases de Oventik ha sido
que, de la tierra recuperada en La Garrucha, colectivamente se pueda hacer
trabajo de milpa, lo cual implica labores de coordinación, asambleas y acuerdos
entre los diversos niveles de la organización: “Están iniciando ese trabajo colectivo
por turnos pero no es que se van a posicionar allá, solo van a trabajar y
regresan” (EZLN, 2013b, p. 34).
La producción de los alimentos propios en algunos casos, entonces, es
resultado del trabajo colectivo de la tierra, además del trabajo de cada
familia. Dependiendo de las condiciones de la zona y de las posibilidades del
terreno, existen posibilidades de que colectivamente se sostengan las
actividades organizativas y las tareas que ejercen las y los promotores de
salud, de educación o de las autoridades de los diversos niveles. Los productos
que no son cultivables en alguna zona, como el café, son intercambiados con
otras regiones y municipios por maíz principalmente, ya que no en todas las
zonas se logra cultivar el maíz necesario para el consumo básico de la comunidad
y es por la estrechez de la tierra cultivable. Cuando el SCI Moisés explica en El pensamiento Crítico que el dinero no
es muy utilizado al interior de las zonas zapatistas, se refiere a este
intercambio interno, basado en el apoyo colectivo, pero también en cómo se
cubren las necesidades organizativas con la venta de productos zapatistas al
exterior: “Pocas veces manejamos dinero. Por ejemplo, en la movilización ahí sí
nos obliga, porque hay que pagar con pesos la gasolina, no nos acepta kilos de
maíz, frijol” (C. S. EZLN, 2015, p. 98).
De la milpa se obtienen los alimentos más importantes para la
alimentación de las familias, como el maíz, el frijol y otras hierbas
comestibles. Los estudiantes relatan que los alimentos cotidianos recibidos en
las comunidades fueron a base de maíz y frijol, con otras variedades de
alimentos que se cultivaban en la huerta familiar o en sistemas de siembra distintos
a la milpa. Algunos frutos y verduras silvestres también eran aprovechados en
zonas más húmedas o selváticas, mientras que las hortalizas se cultivaban en
proyectos colectivos o en el terreno familiar, junto con la crianza de animales
pequeños, aves como patos, gallinas y guajolotes. Las diferencias entre la
forma de trabajar la tierra de una comunidad y otra se basa principalmente en
qué tan extenso es el terreno de siembra y de qué modalidad se trabaja la
tierra, si la tenencia es completamente colectiva o hay también espacio para la
milpa familiar o viceversa. En una comunidad de La Realidad, un estudiante
explicaba que ahí la tierra se trabajaba totalmente de manera colectiva, no
había trabajo familiar, porque era tierra recuperada y así habían decidido
hacer el trabajo, lo que les permitía también diversificar los proyectos
productivos:
La
comunidad era pequeña, pero todos eran zapatistas […] tenían muchas cosas,
tenían cultivo de café, tenían cultivo de cacao, tenían cultivo de mango, las milpas,
tenían el proyecto de ganado, pero todo era en colectivo, o sea, ahí no había
de que esta milpa es de tal familia, esta de tal otra. Además, estaban los
proyectos de las mujeres, también tenían proyecto de ganado, la panadería, pero
igual todo era colectivo. (Informante 2, 2020)
La alimentación de las comunidades se basa mayoritariamente en el
consumo del maíz, y todas sus posibilidades culinarias, el frijol, verduras y
hierbas comestibles, con la integración de carne de animales pequeños en circunstancias
festivas. El consumo de carne de res también se da en ocasiones especiales o
importantes; de los proyectos de ganado cuentan que, les explicaron a algunos
estudiantes, principalmente tenían el objetivo de cubrir necesidades de
carácter organizativo, como la construcción de alguna escuela, clínica, lugares
de asamblea, realización de encuentros y asambleas entre zonas, entre otros.
Por eso la división del trabajo que hacían las familias estaba determinado por
las necesidades colectivas, había trabajo de la comunidad, del municipio,
trabajo de zona. Todo esto, tampoco es igual en todas las zonas y municipios,
cada región y comunidad resuelve a su manera las necesidades de movilización y
organización de todas las actividades autónomas.
El proceso de la autonomía no es una serie de mecanismos homogéneos,
sino más bien un permanente aprendizaje de cómo resolver de manera colectiva y
autónoma la vida cotidiana, la sobrevivencia. La autodeterminación es un
ejercicio que se cuestiona y resuelve permanentemente en procesos colectivos
cotidianos, de asamblea y diálogo. De ahí que no haya una homogeneidad en el
proceso de lo que el SCI Moisés explicaba como la Resistencia: “Nuestra
rebeldía es nuestro «NO» al sistema. Nuestra resistencia es nuestro «Sí» a otra
cosa es posible” (C. S. EZLN, 2015, p. 221). En el cuaderno de
texto de La Escuelita (EZLN, 2013b), se expresa más
detalladamente cómo se vive resistiendo, las BAZ hablan de resistencia
económica, ideológica, psicológica, cultural, política y social y de la
relación entre estas. Ese construir alternativas de vida fuera de los apoyos
asistenciales del gobierno, fuera de la explotación en las haciendas y otros
trabajos, marca el ritmo de la vida cotidiana en las comunidades, una
estudiante lo señala de esta manera:
Ser
zapatista implica un trabajo todo el tiempo, todo el tiempo, porque a lo mejor
el ser partidista se acaba el tiempo de tu trabajo y ya y acá no, porque es lo
de tu familia, pero aparte es lo de la comunidad y aparte es pues ir a
reuniones. (Informante 6, 2020)
La resistencia como un proceso abierto y en construcción
es vivida “cada quien su modo” en cada zona del
territorio zapatista. El proyecto de vida en común, la organización zapatista,
es resumida por el SCI Moisés en la segunda parte del comunicado “300” en 2018:
Está
basado en algunas de las raíces de las comunidades originarias (o indígenas):
el colectivo, el apoyo mutuo y solidario, el apego a la tierra, el cultivo de
las artes y las ciencias, y la vigilancia constante contra la acumulación y la
riqueza. (Subcomandante Insurgente Moisés & Galeano, 2018)
La rutina cotidiana que narran los estudiantes estaba marcada por el
trabajo y el tiempo libre, pero no como si fuera evidente la escisión temporal
entre una y otra actividad, puesto que al trabajo productivo le esperaba en
casa el trabajo reproductivo y de atención a la familia y los hijos. Sin
embargo, lo relevante para algunos de los estudiantes era cómo el trabajo de
milpa o de siembra no era exhaustivo en términos físicos ni eran jornadas
largas, algunos hablan de tres o cuatro horas, otros de menos tiempo invertido
a esas labores. Los días comenzaban muy temprano, cinco o seis de la mañana, y
las diversas actividades o responsabilidades por cumplir se iban sucediendo
unas a otras, fuesen dentro o fuera del espacio familiar, y quedaba un gran
espacio de tiempo para el descanso y el disfrute, la conversación.
V.
Conclusiones
Lo que pudieron atestiguar las estudiantes en las
comunidades fue una serie de prácticas sociales que podríamos denominar
anticapitalistas. Las relaciones de producción se fundamentan sobre la base
material del trabajo agrícola y otros trabajos cooperativos que se desarrollan
de manera colectiva. La resistencia económica no está escindida de las demás
resistencias mencionadas por las Bases de Apoyo en los textos de La
Escuelita; es más bien un conjunto integral de nuevas relaciones sociales
que justamente no aíslan la esfera política, de la economía y de la ética. Por
el contrario, la ética política se ejerce dialógicamente en los procesos
productivos y reproductivos que hacen posible la vida en colectivo al margen
del paternalismo del Estado. Las comunidades han creado sus propias instancias
de producción, reproducción, distribución y consumo con base en las condiciones
culturales y naturales de cada una de las regiones que integran la zona de
influencia zapatista. No existe homogeneidad en cuanto al ritmo y formas en que
se resuelven las necesidades básicas como salud, educación, seguridad y
alimentación; existe, en todo caso, un proyecto político en común que se
encuentra en permanente discusión y cambio.
El proyecto de vida zapatista por esas razones es complejo
de dimensionar, puesto que las formas han mudado desde el comienzo de la
autonomía en 1994, incluso previo a este año y previo al levantamiento armado,
hasta el día de hoy. Lo vivido en las comunidades durante La Escuelita
puede ser diferente en distintos ámbitos a lo que hoy se pueda estar viviendo
en los pueblos, pero permite observar la tendencia de las prácticas colectivas
de las comunidades zapatistas. La organización de los trabajos denota una
visión de nuevas y diferentes formas de vida, en las que prevalece la
sobrevivencia colectiva por encima de la ganancia y la acumulación. La
propiedad colectiva de la tierra y demás medios de producción dentro de las
zonas permite el sustento alimentario de las familias y la independencia de los
trabajos asalariados, la función del dinero incluso queda muchas veces elidido
por el intercambio de productos, de trabajo y de tiempo necesario para el apoyo
mutuo. El ejercicio cooperativo es una manera mediante la cual ha sido útil
para las comunidades realizar diversos tipos de trabajos; se privilegian las
necesidades básicas de quienes integran un proyecto productivo y cuando es
necesario el esfuerzo de todos se focaliza en la necesidad apremiante de alguno
o alguna de quienes participan del trabajo.
El hecho que el sostenimiento de la actividad político organizativa dependa del trabajo colectivo y que
quienes asumen responsabilidades sean apoyados para el ejercicio de sus tareas
a través de tiempo de trabajo y cuidado de sus familias es clave para el
caminar de la autonomía. La rotación de autoridades y la ausencia de paga para
quien ejerce un trabajo específico obedece al proyecto político zapatista, que
se va ensayando con base en la experiencia permanente de las BAZ. El permanente
trabajo político es dialógico y colectivo, por ello la importancia de las
asambleas como un ejercicio cotidiano de diálogo y consenso; es decir, una
democracia muy particular y nada cercana a la democracia liberal. En las
familias y en los pueblos en el día a día se experimenta una constante toma de
decisiones de las cuales participan todos los miembros de la comunidad, desde
los más pequeños hasta los más mayores. La proxémica de esa democracia está
deslocalizada y es constante, es decir, no se resguarda solo en un espacio
físico asambleario como pudieran ser las escuelas, los espacios abiertos, las
oficinas de las JBG, sino que la búsqueda de consenso se encuentra en la casa,
en la milpa, en las fiestas, ese “caminando preguntamos” es la forma de hacer
política.
La autodeterminación es un proceso de aprendizaje
colectivo, que se construye sobre las formas culturales diversas distribuidas
en el territorio. En el camino de discusión y toma de decisiones las relaciones
interpersonales van mudando y confrontándose con las anteriores formas de vivir
colectivamente. Las mujeres han traspasado los tradicionales espacios y maneras
de participación hacia la toma de la voz activa y hacia la totalidad de los
lugares que la vida política zapatista tiene y va construyendo. Esta no es una
mujer aislada, sino que es una sujeta colectiva hecha de muchas mujeres del
presente y del pasado, una mujer que se construye a sí misma, pero en plural y
de manera dialéctica. Las cooperativas de mujeres representan esos espacios
ricos en teoría y práctica que las zapatistas se comparten unas a otras y,
sobre todo, transmiten a las más pequeñas, las que se van sumando a las tareas
políticas de la organización, las que van sumándose o creando nuevas formas de
trabajo productivo. Luego de La Escuelita se suceden acontecimientos
importantes en los cuales las zapatistas se convierten en las interlocutoras
directas con mujeres de México y del mundo, siendo las responsables de llevar a
cabo iniciativas como los encuentros internacionales de Mujeres que luchan.
Como en el proceso organizativo de La Escuelita,
las posteriores iniciativas implicaron grandes esfuerzos colectivos que para
las comunidades significan tiempo, movilización de recursos y personas,
constantes reuniones y preparación. Los territorios entran en dinámicas que
benefician la comunicación y discusión para la toma de decisiones políticas y
económicas, trabajos a los cuales se van integrando las generaciones más
jóvenes. La Escuelita implicó un intenso proceso de memoria y
preparación de los contenidos que serían compartidos a los estudiantes. Ese
ejercicio de pensar y organizar la historia propia para darles a otras y otros
a manera de herencia política es el modo muy otro que los pueblos zapatistas
tienen para tejer vínculos organizativos. La potencia de la transmisión de la
memoria política y de la experiencia autonómica radica en que para las culturas
originarias que atraviesa el zapatismo la palabra verdadera funda la honestidad
de las prácticas organizativas. Resultado de muchos diálogos y consensos es que
nace la idea de La Escuelita Zapatista, de abrir el corazón colectivo hacia las
miradas distantes, pero nunca ajenas, de quienes luchan e imaginan otros mundos
posibles.
Las y los zapatistas en cada familia y comunidad que
recibieron a estudiantes permitieron que su cotidianidad fuera compartida por
quienes acudieron para aprender y tratar de encontrarse en el espejo de lucha y
resistencia de los pueblos. En esa vivencia se entrevió la posibilidad de que
nuevas relaciones sociales son posibles; que es posible imaginar, pero también
construir todas las alternativas que la dignidad exige y necesita. La
nominación lingüística de esas formas de vida en permanente nacencia es un
proceso dialéctico mas no determinante de la realidad, sino que estética y
política se interseccionan integralmente para permitir en la materialidad y en
lo simbólico la existencia de esas relaciones antes inexistentes y por tanto
inefables para las lenguas zapatistas. Pensar ahora en la ampliación de los
caracoles es poner en perspectiva que nuevas relaciones se establecieron en más
comunidades y regiones, que las nomenclaturas para los nuevos territorios dan
cuenta de cómo la imaginación y la utopía son posibilidades en tanto que
existan alternativas colectivas de seguir viviendo dignamente.
REFERENCIA
BIBLIOGRÁFICA
Agamben, G. (2017). El uso de los
cuerpos: homo sacer IV, 2. Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora.
Baronnet, B; Mora Bayo, M y
Stahler-Sholk, R. (2011). Luchas Muy otras. México: Universidad Autónoma
Metropolitana.
Brancaleone,
C. (2015). Teoria social, democracia e autonomia: uma interpretação da
experiência de autogoverno Zapatista. Rio
de Janeiro: Azougue editorial.
Eraña L., A. (2016). “Las mujeres
zapatistas y su lucha por un mundo parejo”. Reflexiones marginales (36).
EZLN. (2013a). Gobierno Autónomo I
Cuaderno de texto de primer grado del curso de "La libertad según l@s
zapatistas" (Vol. I). Chiapas, México: Juntas de Buen Gobierno-EZLN.
EZLN. (2013b). Resistencia
Autónoma Cuaderno de texto de primer grado del curso "La Libertad según
l@s zapatistas" (Vol. IV). Chiapas, México: Juntas de Buen
Gobierno-EZLN
EZLN, C. S. (2015). El Pensamiento
Crítico Frente a la Hidra Capitalista (Vol. I). México: Comisión sexta
EZLN.
Fernández Christlieb, P. (2014). Justicia
Autónoma Zapatista. Zona Selva Tzeltal. México: Ediciones autónom@s.
Galeano, S. (2018). “Balance
colectivo de mujeres sobre el primer Encuentro Internacional de Mujeres que
luchan”. Paper presented at the Conversatorio "Miradas, escuchas,
palabras: ¿Prohibido pensar?", Chiapas, México.
Holloway, J. (2002). Zapatismo and
the Social Sciences. Capital & Class, 26, p153-160.
Marcos, S. (2003). Chiapas: La treceava
estela. Tercera parte: un nombre. La historia del sostenedor del cielo,
desde Enlace Zapatista
http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2003/07/21/chiapas-la-treceava-estela-tercera-parte-un-nombre-la-historia-del-sostenedor-del-cielo/
Moisés, S. I. (2019). Rompimos el
cerco. desde Enlace Zapatista
http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2019/08/17/comunicado-del-ccri-cg-del-ezln-y-rompimos-el-cerco-subcomandante-insurgente-moises/
Moisés, S. I., & Galeano, S.
(2018). 300. Segunda parte: Un continente como patio trasero, un país
como cementerio, un pensamiento único como programa de gobierno, y una pequeña,
muy pequeña, pequeñísima Rebeldía. Paper presented at the Participación de la
Comisión Sexta del EZLN, en el Encuentro de Redes de Apoyo al CIG y su Vocera.,
Chiapas, México. http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2018/08/21/300-segunda-parte-un-continente-como-patio-trasero-un-pais-como-cementerio-un-pensamiento-unico-como-programa-de-gobierno-y-una-pequena-muy-pequena-pequenisima-rebeldia-subcomandante-insurgent/
Toro J, I.D. (2010). Fundamentos
epistemológicos de la investigación y la metodología de la investigación
cualitativa/cuantitativa. Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT
Traverso, E. (2007). El pasado.
Instrucciones de uso. Madrid: Marcial Pons.
[1] Licenciada en Educación
por la Escuela Normal Manuel Ávila Camacho (BENMAC), Zacatecas, México. También
Licenciada en Letras por la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), Zacatecas,
México. Maestra en Ciencia Política por la misma universidad (UAZ).
E-mail: ana_lilia199@hotmail.com